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Editorial - 27 mayo, 2025

Ojo con cruzar esa delgada línea

Los últimos hechos, tanto en el orden nacional como local, relacionados con situaciones en las que las mujeres se sienten acosadas, obligan a revisar el comportamiento ciudadano frente al respeto que debe prevalecer durante la interacción de las personas en lugares públicos y privados.

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Los últimos hechos, tanto en el orden nacional como local, relacionados con situaciones en las que las mujeres se sienten acosadas, obligan a revisar el comportamiento ciudadano frente al respeto que debe prevalecer durante la interacción de las personas en lugares públicos y privados.

En nuestro medio el caso más reciente fue el ocurrido entre una pasajera de un bus de la empresa Coopetran y el ayudante de ese automotor, en la ruta Valledupar-Riohacha, donde ella denuncia que fue víctima de acoso e insinuaciones sexuales, incidente que está en investigación.

Es una situación muy recurrente o que tal vez en estos tiempos modernos se ha vuelto más sensible de denuncia, en contraste con épocas pasadas en las que eran menos evidentes esos comportamientos debido a que probablemente había mayor respeto hacia las mujeres y posiblemente ellas, voluntaria o involuntariamente o por desconocimiento de sus derechos, permitían un margen más amplio de tolerancia de esas conductas del hombre, bajo la figura del piropo o una malentendida galantería.

Lo cierto es que, en otras épocas, le gustara o no, a las mujeres en las calles les tocaba aceptar o permitir los piropos y galanterías de hombres que en algunos casos ni siquiera conocían, pero a medida que las leyes de protección femenina comenzaron a aplicarse y hacerse valer, ellas han podido defenderse y encontrar refugios legales frente a ese tipo de conductas masculinas.

Pero en medio de todo eso están las tradiciones culturales y sanas costumbres, en las que el piropo era o es una forma de poner a prueba la creatividad del hombre al momento de exaltar la belleza femenina en forma ya sea poética, humorística o musical, pero eso sí, bajo el respeto y la valoración de la mujer. Algunas las recibían o reciben con agrado, mientras que otras no comparten ese tipo de elogios o maneras que algunos hombres utilizan para expresar su admiración por una dama.

Eso era o es, más que todo una conducta callejera que se ha ido perdiendo y distorsionando. Ahora es más frecuente en las oficinas, lugares de trabajo o en sitios de atención y servicios al público como en el que acaba de ocurrir en el bus de Copetran, donde, en algunas ocasiones, se pasa de la picaresca verbal de elogios hacia la mujer a comportamientos desagradables e incomodos para ellas.

Bueno sería que se conservara la tradición de la poesía, el poema, la creación humorística y todas las diferentes formas de expresión popular que constituyen el piropo y la galantería, pero sin cruzar esa delgada línea del respeto que merece toda mujer.

Es necesario tener en cuenta que la galantería es un gesto amable, cortés y respetuoso que debe estar basado en una muestra de educación o un acto de buena intención. Sin embargo, también puede cruzar una línea muy fina y convertirse en un comentario incómodo, invasivo o incluso una forma de acoso, cuando no se mide el contexto ni la voluntad de quien lo recibe, tal como ha ocurrido en muchos casos.

No se puede perder de vista que lo que para algunas personas puede parecer un halago inocente, para otras puede ser una invasión a su espacio personal o una falta de respeto. Precisamente, la clave debe estar en eso, en el respeto.

Nuestro llamado es a que la galantería no se utilice como excusa para esconder comportamientos inapropiados bajo un disfraz de cortesía. Admiremos a las mujeres, sí, pero sin olvidar que la admiración genuina se expresa con respeto, sin invadir, sin incomodar, sin imponer nada. También es bueno recordar que ellas no deben excederse en su defensa y traten de distorsionar un buen gesto de amabilidad para calificarlo de acoso sexual, denunciar y generar conflicto de algo que tal vez no lo sea.

Editorial
27 mayo, 2025

Ojo con cruzar esa delgada línea

Los últimos hechos, tanto en el orden nacional como local, relacionados con situaciones en las que las mujeres se sienten acosadas, obligan a revisar el comportamiento ciudadano frente al respeto que debe prevalecer durante la interacción de las personas en lugares públicos y privados.


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Los últimos hechos, tanto en el orden nacional como local, relacionados con situaciones en las que las mujeres se sienten acosadas, obligan a revisar el comportamiento ciudadano frente al respeto que debe prevalecer durante la interacción de las personas en lugares públicos y privados.

En nuestro medio el caso más reciente fue el ocurrido entre una pasajera de un bus de la empresa Coopetran y el ayudante de ese automotor, en la ruta Valledupar-Riohacha, donde ella denuncia que fue víctima de acoso e insinuaciones sexuales, incidente que está en investigación.

Es una situación muy recurrente o que tal vez en estos tiempos modernos se ha vuelto más sensible de denuncia, en contraste con épocas pasadas en las que eran menos evidentes esos comportamientos debido a que probablemente había mayor respeto hacia las mujeres y posiblemente ellas, voluntaria o involuntariamente o por desconocimiento de sus derechos, permitían un margen más amplio de tolerancia de esas conductas del hombre, bajo la figura del piropo o una malentendida galantería.

Lo cierto es que, en otras épocas, le gustara o no, a las mujeres en las calles les tocaba aceptar o permitir los piropos y galanterías de hombres que en algunos casos ni siquiera conocían, pero a medida que las leyes de protección femenina comenzaron a aplicarse y hacerse valer, ellas han podido defenderse y encontrar refugios legales frente a ese tipo de conductas masculinas.

Pero en medio de todo eso están las tradiciones culturales y sanas costumbres, en las que el piropo era o es una forma de poner a prueba la creatividad del hombre al momento de exaltar la belleza femenina en forma ya sea poética, humorística o musical, pero eso sí, bajo el respeto y la valoración de la mujer. Algunas las recibían o reciben con agrado, mientras que otras no comparten ese tipo de elogios o maneras que algunos hombres utilizan para expresar su admiración por una dama.

Eso era o es, más que todo una conducta callejera que se ha ido perdiendo y distorsionando. Ahora es más frecuente en las oficinas, lugares de trabajo o en sitios de atención y servicios al público como en el que acaba de ocurrir en el bus de Copetran, donde, en algunas ocasiones, se pasa de la picaresca verbal de elogios hacia la mujer a comportamientos desagradables e incomodos para ellas.

Bueno sería que se conservara la tradición de la poesía, el poema, la creación humorística y todas las diferentes formas de expresión popular que constituyen el piropo y la galantería, pero sin cruzar esa delgada línea del respeto que merece toda mujer.

Es necesario tener en cuenta que la galantería es un gesto amable, cortés y respetuoso que debe estar basado en una muestra de educación o un acto de buena intención. Sin embargo, también puede cruzar una línea muy fina y convertirse en un comentario incómodo, invasivo o incluso una forma de acoso, cuando no se mide el contexto ni la voluntad de quien lo recibe, tal como ha ocurrido en muchos casos.

No se puede perder de vista que lo que para algunas personas puede parecer un halago inocente, para otras puede ser una invasión a su espacio personal o una falta de respeto. Precisamente, la clave debe estar en eso, en el respeto.

Nuestro llamado es a que la galantería no se utilice como excusa para esconder comportamientos inapropiados bajo un disfraz de cortesía. Admiremos a las mujeres, sí, pero sin olvidar que la admiración genuina se expresa con respeto, sin invadir, sin incomodar, sin imponer nada. También es bueno recordar que ellas no deben excederse en su defensa y traten de distorsionar un buen gesto de amabilidad para calificarlo de acoso sexual, denunciar y generar conflicto de algo que tal vez no lo sea.