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Medio Ambiente - 21 marzo, 2024

O cambiamos o nos acabamos

La mayoría de la gente, o tiene un vago sentido de preocupación por el futuro o se preocupa por amenazas específicas tales como el cambio climático o el crecimiento de la población. 

Todos nosotros cuando nos encontramos con amigos, le preguntamos ¿cómo estás? Con frecuencia respondemos, estoy bien y muchos agregamos, es el mundo el que me preocupa. ¿No lo estamos todos? Es la respuesta común. La mayoría de la gente, o tiene un vago sentido de preocupación por el futuro o se preocupa por amenazas específicas tales como el cambio climático o el crecimiento de la población. Otros, por el contrario, más allá de cuestionarse si la civilización colapsará si continuamos con la economía en la forma usual, se preguntan cuándo ocurrirá. 

Ante la anterior situación, vale la pena citar aquí lo que, al comienzo de 2009, John Oeddington, principal asesor científico del gobierno del Reino Unido, anotó que “el mundo se enfrentaba a una ‘tormenta perfecta’ de escasez de alimentos y agua, y un petróleo costoso para el 2030”. Estos acontecimientos, además de acelerar el cambio climático y la migración masiva a lo largo de las fronteras nacionales, daría lugar a grandes catástrofes.

Una semana más tarde, Jonathan Porrit, expresidente de la Comisión de Desarrollo Sostenible del Reino Unido, manifestó en The Guardian que estaba de acuerdo con el análisis de Beddington, pero para el The Timing Was Off. En su opinión, Porrit cree que la crisis estallará más cerca del 2020 que del 2030. “Él llama la última recesión”, una crisis de la que no puede haber recuperación.

Estas evaluaciones realizadas por Beddington y Porrit generan dos cuestionamientos clave: si continuamos con la economía habitual, ¿cuánto tiempo nos queda antes que nuestra civilización global entre en crisis? y ¿cómo salvar la civilización? Así las cosas, digamos que el mundo al borde del abismo es la respuesta a estas preguntas. 

En cuanto a la cantidad de tiempo, si se continúa con la economía habitual nadie lo sabe a ciencia cierta. Estamos en desventaja por la dificultad de comprender la dinámica de crecimiento exponencial en un ambiente finito, llamado tierra. En este sentido, nos ayuda valernos del acertijo usado por un francés para explicar a los niños el crecimiento exponencial. Un vivero de lirios tiene una hoja en el primer día, dos el segundo día, cuatro el tercero y este número de hoja se duplica cada día. Si el vivero se llena al trigésimo día, ¿en qué día estará la mitad lleno? el día veintinueve. Desafortunadamente para nuestro sobrepoblado planeta podremos encontrarnos más allá del día treinta.

Para nuestra sensación sin ser tan apocalíptico, es que la tormenta perfecta a la última recesión podría llegar en cualquier momento. Es probable que sea provocada por una disminución sin precedente en las cosechas de alimentos como se está observando en estos momentos, causada en forma combinada por la sequía, por olas de calor y una disminución de agua, en la medida en que los acuíferos se agotan. Este déficit en granos podría llevar a un alza inimaginable en los precios de los alimentos, generando situaciones tales como países exportadores restrinjan o prohíban sus exportaciones, tal como lo hicieron varios países cuando los precios se dispararon durante 2007 y 2008, y como lo hizo Rusia una vez más en respuesta a la ola de calor de 2010. 

Esto a su vez, socavaría la confianza en la economía de mercado como una fuente confiable de granos. Y en un mundo donde cada país estrechamente enfocado en suplir sus propias necesidades, la confianza que es el fundamento de la economía internacional y de los sistemas financieros empezaría a erosionarse. 

Ahora pasemos al análisis del segundo cuestionamiento, y que mejor que hacerlo con la siguiente interrogación: ¿qué se necesita para revertir muchas de las tendencias ambientales que están quebrantando la economía mundial? Restructurar la economía a tiempo para evitar el declive requiere una movilización masiva a la velocidad del tiempo de guerra. 

PLAN B: ESTRATEGIAS 

Existen instituciones de relevante importancia internacional como lo es Earth Policy Institute (Instituto de Seguridad de la Tierra) que habla del Plan B del cual creemos puede ser nuestra única esperanza. En la medida en que pensamos en los déficits ecológicos que están llevando al mundo al abismo, se pone de manifiesto que los valores que quieren el déficit ecológico son los mismos valores que conducen al creciente déficit fiscal. Estamos acostumbrados a pensar que serían nuestros hijos quienes tendrían que lidiar con las consecuencias de nuestro déficit, pero ahora está claro que nuestra generación tendrá que hacer frente a este problema. Tanto el déficit ecológico como el económico están reestructurando no sólo nuestro futuro, sino también nuestro presente.

No es fácil de un colapso social ya que es difícil imaginar algo que nunca se ha experimentado. De hecho, no contamos con todo el vocabulario para discernir el tema. De igual forma, se hace complicado porque no solamente nos estamos refiriendo al futuro de la humanidad en un sentido abstracto, sino que también estamos hablando del futuro de nuestra familia y amigos. Ninguna generación se ha enfrentado a un desafío de tal complejidad, escala y urgencia como el que estamos presenciando. Pero hay esperanza para ver qué tanto es lo que podemos hacer y cómo hacerlo.

La referencia que hicimos de este tal plan B, se basa en dos piedras angulares de la política. Una de ellas es restructuración de los impuestos a través de la reducción del impuesto sobre la renta y el aumento del mismo sobre las emisiones de carbono, para incluir los costos indirectos de la quema de combustibles fósiles, como el cambio climático y la polución del aire en los precios de los mismos. La cantidad de impuestos que se pagarían no cambiaría. 

La segunda piedra angular consiste en redefinir la seguridad para el siglo XXI. Las amenazas a nuestro futuro ya no están dadas por una agresión armada sino por el cambio climático, el crecimiento demográfico, la escasez de agua, la pobreza, el alza en los precios de los alimentos y por los estados fallidos. Nuestro reto no es sólo redefinir la seguridad en términos conceptuales, sino también en reasignar prioridades fiscales en cuanto al uso de los recursos, con el fin de lograr los objetivos del Plan B.

Estos cambios incluyen la reforestación, conservación del suelo, restauración de la pesca, educación universal primaria, el cuidado de la salud reproductiva y servicios de planificación familiar, para todas las mujeres en todo el mundo.

Si bien, estos objetivos son conceptualmente simples y de fácil comprensión, no serán fáciles de lograr. Se requerirá de un enorme esfuerzo por parte de cada uno de nosotros. Los intereses creados por los combustibles fósiles y de la defensa por mantener el statu quo de la industria son fuertes. Pero es nuestro futuro el que está en juego; el suyo y el mío.

Para finalizar este escrito es perentorio manifestar que llevar una vida en un mundo mejor es algo que todos deseamos. No requieren ni grandes esfuerzos ni cambios drásticos de nuestro día a día. Es más fácil y sencillo de lo que pueden imaginar y conseguir un mundo mejor, es algo que todos juntos podemos lograr. 

Es tanto es necesario hacer mención a Río 92, el mundo entero se movió en torno a la construcción de una nueva visión sobre el desarrollo y a poner en marcha el entonces recientemente elaborado concepto de desarrollo sostenible.

El ideario ambiental desde distintas perspectivas quedó plasmado, o eso se pensó en los acuerdos que se firmaron, como el Programa 21 y los dos Convenios sobre Diversidad Biológica (CDB) y la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CNUCC). El año 1992 marca una clara globalización del tema del ambiente y un aumento de esfuerzos locales en torno a la sostenibilidad entendida de muy diferentes maneras, diferenciaciones que hoy día se han tomado opuestas y contrapuestas. Amanecerá y veremos, ¿si no cambiamos que será de la vida humana?

Hernán Maestre Martínez

Medio Ambiente
21 marzo, 2024

O cambiamos o nos acabamos

La mayoría de la gente, o tiene un vago sentido de preocupación por el futuro o se preocupa por amenazas específicas tales como el cambio climático o el crecimiento de la población. 


Todos nosotros cuando nos encontramos con amigos, le preguntamos ¿cómo estás? Con frecuencia respondemos, estoy bien y muchos agregamos, es el mundo el que me preocupa. ¿No lo estamos todos? Es la respuesta común. La mayoría de la gente, o tiene un vago sentido de preocupación por el futuro o se preocupa por amenazas específicas tales como el cambio climático o el crecimiento de la población. Otros, por el contrario, más allá de cuestionarse si la civilización colapsará si continuamos con la economía en la forma usual, se preguntan cuándo ocurrirá. 

Ante la anterior situación, vale la pena citar aquí lo que, al comienzo de 2009, John Oeddington, principal asesor científico del gobierno del Reino Unido, anotó que “el mundo se enfrentaba a una ‘tormenta perfecta’ de escasez de alimentos y agua, y un petróleo costoso para el 2030”. Estos acontecimientos, además de acelerar el cambio climático y la migración masiva a lo largo de las fronteras nacionales, daría lugar a grandes catástrofes.

Una semana más tarde, Jonathan Porrit, expresidente de la Comisión de Desarrollo Sostenible del Reino Unido, manifestó en The Guardian que estaba de acuerdo con el análisis de Beddington, pero para el The Timing Was Off. En su opinión, Porrit cree que la crisis estallará más cerca del 2020 que del 2030. “Él llama la última recesión”, una crisis de la que no puede haber recuperación.

Estas evaluaciones realizadas por Beddington y Porrit generan dos cuestionamientos clave: si continuamos con la economía habitual, ¿cuánto tiempo nos queda antes que nuestra civilización global entre en crisis? y ¿cómo salvar la civilización? Así las cosas, digamos que el mundo al borde del abismo es la respuesta a estas preguntas. 

En cuanto a la cantidad de tiempo, si se continúa con la economía habitual nadie lo sabe a ciencia cierta. Estamos en desventaja por la dificultad de comprender la dinámica de crecimiento exponencial en un ambiente finito, llamado tierra. En este sentido, nos ayuda valernos del acertijo usado por un francés para explicar a los niños el crecimiento exponencial. Un vivero de lirios tiene una hoja en el primer día, dos el segundo día, cuatro el tercero y este número de hoja se duplica cada día. Si el vivero se llena al trigésimo día, ¿en qué día estará la mitad lleno? el día veintinueve. Desafortunadamente para nuestro sobrepoblado planeta podremos encontrarnos más allá del día treinta.

Para nuestra sensación sin ser tan apocalíptico, es que la tormenta perfecta a la última recesión podría llegar en cualquier momento. Es probable que sea provocada por una disminución sin precedente en las cosechas de alimentos como se está observando en estos momentos, causada en forma combinada por la sequía, por olas de calor y una disminución de agua, en la medida en que los acuíferos se agotan. Este déficit en granos podría llevar a un alza inimaginable en los precios de los alimentos, generando situaciones tales como países exportadores restrinjan o prohíban sus exportaciones, tal como lo hicieron varios países cuando los precios se dispararon durante 2007 y 2008, y como lo hizo Rusia una vez más en respuesta a la ola de calor de 2010. 

Esto a su vez, socavaría la confianza en la economía de mercado como una fuente confiable de granos. Y en un mundo donde cada país estrechamente enfocado en suplir sus propias necesidades, la confianza que es el fundamento de la economía internacional y de los sistemas financieros empezaría a erosionarse. 

Ahora pasemos al análisis del segundo cuestionamiento, y que mejor que hacerlo con la siguiente interrogación: ¿qué se necesita para revertir muchas de las tendencias ambientales que están quebrantando la economía mundial? Restructurar la economía a tiempo para evitar el declive requiere una movilización masiva a la velocidad del tiempo de guerra. 

PLAN B: ESTRATEGIAS 

Existen instituciones de relevante importancia internacional como lo es Earth Policy Institute (Instituto de Seguridad de la Tierra) que habla del Plan B del cual creemos puede ser nuestra única esperanza. En la medida en que pensamos en los déficits ecológicos que están llevando al mundo al abismo, se pone de manifiesto que los valores que quieren el déficit ecológico son los mismos valores que conducen al creciente déficit fiscal. Estamos acostumbrados a pensar que serían nuestros hijos quienes tendrían que lidiar con las consecuencias de nuestro déficit, pero ahora está claro que nuestra generación tendrá que hacer frente a este problema. Tanto el déficit ecológico como el económico están reestructurando no sólo nuestro futuro, sino también nuestro presente.

No es fácil de un colapso social ya que es difícil imaginar algo que nunca se ha experimentado. De hecho, no contamos con todo el vocabulario para discernir el tema. De igual forma, se hace complicado porque no solamente nos estamos refiriendo al futuro de la humanidad en un sentido abstracto, sino que también estamos hablando del futuro de nuestra familia y amigos. Ninguna generación se ha enfrentado a un desafío de tal complejidad, escala y urgencia como el que estamos presenciando. Pero hay esperanza para ver qué tanto es lo que podemos hacer y cómo hacerlo.

La referencia que hicimos de este tal plan B, se basa en dos piedras angulares de la política. Una de ellas es restructuración de los impuestos a través de la reducción del impuesto sobre la renta y el aumento del mismo sobre las emisiones de carbono, para incluir los costos indirectos de la quema de combustibles fósiles, como el cambio climático y la polución del aire en los precios de los mismos. La cantidad de impuestos que se pagarían no cambiaría. 

La segunda piedra angular consiste en redefinir la seguridad para el siglo XXI. Las amenazas a nuestro futuro ya no están dadas por una agresión armada sino por el cambio climático, el crecimiento demográfico, la escasez de agua, la pobreza, el alza en los precios de los alimentos y por los estados fallidos. Nuestro reto no es sólo redefinir la seguridad en términos conceptuales, sino también en reasignar prioridades fiscales en cuanto al uso de los recursos, con el fin de lograr los objetivos del Plan B.

Estos cambios incluyen la reforestación, conservación del suelo, restauración de la pesca, educación universal primaria, el cuidado de la salud reproductiva y servicios de planificación familiar, para todas las mujeres en todo el mundo.

Si bien, estos objetivos son conceptualmente simples y de fácil comprensión, no serán fáciles de lograr. Se requerirá de un enorme esfuerzo por parte de cada uno de nosotros. Los intereses creados por los combustibles fósiles y de la defensa por mantener el statu quo de la industria son fuertes. Pero es nuestro futuro el que está en juego; el suyo y el mío.

Para finalizar este escrito es perentorio manifestar que llevar una vida en un mundo mejor es algo que todos deseamos. No requieren ni grandes esfuerzos ni cambios drásticos de nuestro día a día. Es más fácil y sencillo de lo que pueden imaginar y conseguir un mundo mejor, es algo que todos juntos podemos lograr. 

Es tanto es necesario hacer mención a Río 92, el mundo entero se movió en torno a la construcción de una nueva visión sobre el desarrollo y a poner en marcha el entonces recientemente elaborado concepto de desarrollo sostenible.

El ideario ambiental desde distintas perspectivas quedó plasmado, o eso se pensó en los acuerdos que se firmaron, como el Programa 21 y los dos Convenios sobre Diversidad Biológica (CDB) y la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CNUCC). El año 1992 marca una clara globalización del tema del ambiente y un aumento de esfuerzos locales en torno a la sostenibilidad entendida de muy diferentes maneras, diferenciaciones que hoy día se han tomado opuestas y contrapuestas. Amanecerá y veremos, ¿si no cambiamos que será de la vida humana?

Hernán Maestre Martínez