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La generosidad y el desprendimiento no conocieron limites en la personalidad del urólogo Angulo Arévalo.
El impredecible destino nos sorprende y coloca en situación de inimaginable respuesta ante las diversas situaciones, y aun cuando sabemos de su segura ocurrencia, no podemos asimilar ni saber cómo reaccionar ante ellas. Unas veces lo hacemos con alborozo y alegría, otras con desespero, otras con indiferencia y otras con dolor y lágrimas.
Hoy, ese destino que no podemos ver y no podemos tocar, pero que sabemos que allí está, nos ha colocado ante la realidad de nuestra fe, ante la realidad de nuestra creencia religiosa: el paso a la vida eterna y viaje a la tierra prometida de una gran persona, un gran amigo excelente profesional y chiriguanero auténtico.
Es, si se quiere, una despedida de ese paso fugaz por el mundo terrenal, pero que no va acompañada de jolgorio, sino del silencio, que solo permite escuchar las lágrimas del alma contrita y el doloroso latido de los corazones. Despedimos a un ser piadoso y creyente que volverá al polvo de donde fue creado a imagen y semejanza del Todopoderoso.
La bitácora celestial registra que Oswaldo Angulo Arévalo nació en la cálida población de Chiriguaná, en el regazo de una familia numerosa, humilde y trabajadora, donde solo se impartía amor, generosidad y bondad para sus semejantes; donde la disciplina, principios y buenas costumbres delineaban la conducta de sus miembros desde muy temprana edad.
Esas virtudes de familia se reforzaron con una educación primaria sin par, de la mano del excelso pedagogo Juan Mejía Gómez, en el Instituto Caldas. Es que Chiriguaná nuestro terruño, era así, hermoso, tranquilo, lleno de respeto, alegre, hospitalario e importante a nivel regional y nacional. Oswaldo era y fue como su pueblo.
Con esas bases, el joven Oswaldo inició su aventura persiguiendo el sueño de alcanzar el bachillerato, titulo importante para la época, pero su meta era mucho mas ambiciosa y Manizales lo recibió con los brazos abiertos hasta titularse de médico.
No podía ser otra la profesión que encajara en el temperamento sereno, servicial y humanístico del joven Angulo Arévalo, fue tan acertada esa decisión que, al iniciar su experiencia en el Hospital San Andrés, ella discurría de manera natural. ¿Cuántas vidas vieron la primera luz con la asistencia del Médico Angulo?, ¿cuántas vidas salvó con su oportuno diagnóstico y tratamiento? ¿cuántos dolores alivió? Las manifestaciones de agradecimiento son incontables y muchos de ellos se unen al dolor de su familia.
Pero ese mismo destino impredecible, ese que nos congrega hoy para exaltar la memoria del médico Angulo y despedirlo con todas las manifestaciones de pesar, le tenía reservado un cupo en la política para mostrar una faceta como servidor público, y a fe que lo logró con eficiencia y brillo.
Fue el presidente más joven del el Club de Leones; no había tarea que se propusiera, que no tuviera un final satisfactorio, buscó la superación profesional escogiendo la urología como techo académico de su formación, desde allí logró, además de distinciones y reconocimientos regionales y nacionales, tratar con acierto y apostolado, la sintomatología en ese delicado campo de la medicina. Conformó una familia con Margarita Agudelo Rivera, abogada, y fue su complemento y equilibrio emocional; sus hijos heredan un legado moral y espiritual, que ya parte les había adelantado con su ejemplo.
La generosidad y el desprendimiento no conocieron limites en la personalidad del urólogo Angulo Arévalo, era el soporte y guía de su familia, tanto así, que 7 de sus sobrinos, son igualmente médicos, que orgullo muchachos, que orgullo; era confidente, noble, afectuoso y leal consejero con sus amigos; era el médico humilde y servicial con todos sus coterráneos. Radicarse en Valledupar era un imperativo para desarrollar y servir en su campo científico.
Fue acogido con aprecio y estima por su fácil relacionamiento, y valorado luego en toda su dimensión; perteneció a la cámara junior de Valledupar una federación mundial de jóvenes lideres y emprendedores; en la última etapa de su vida, continuó su servicio a la comunidad cesarense, esta vez dedicado a los jóvenes desde el apostolado de la docencia universitaria, con las fuerzas un poco mermadas, se llenó de entusiasmo y sacrificando cualquier circunstancia adversa, aceptó vincularse a la Fundación del Areandiana, en la primera facultad de Medicina de Valledupar, del Cesar y La Guajira. Allí permaneció compartiendo su experiencia académica y profesional hasta cuando la salud se lo permitió.
Al final de esta semblanza del médico y el amigo, me he tomado un tiempo para pensar lo ya expresado y concluyo: Todas estas calidades y cualidades reunidas en una persona no puede ser producto del destino impredecible, de la suerte o el azar, allí debe estar presente un arquitecto de mucha sabiduría, construyendo paso a paso una vida útil, esto no puede ser sino la reafirmación que existe Dios y que el tiene un plan para cada uno de nosotros. Ese plan es perfecto tiene fecha y hora para cada evento, es inmodificable.
Amigo: Como todo chiriguanero brillante, dejas una huella indeleble en el alma y el sentir de todos nosotros. Te admiramos, respetamos, apreciamos y quisimos, imposible no recordarte hasta el final de nuestros días cuando debemos emprender el viaje que tu inicias.
Amigo: fuiste valiente, aceptaste con resignación y estoicismo el final del plan que Dios preparó para ti, te ganaste la gloria eterna. Así sea.
Por Pedro Miguel Peinado
La generosidad y el desprendimiento no conocieron limites en la personalidad del urólogo Angulo Arévalo.
El impredecible destino nos sorprende y coloca en situación de inimaginable respuesta ante las diversas situaciones, y aun cuando sabemos de su segura ocurrencia, no podemos asimilar ni saber cómo reaccionar ante ellas. Unas veces lo hacemos con alborozo y alegría, otras con desespero, otras con indiferencia y otras con dolor y lágrimas.
Hoy, ese destino que no podemos ver y no podemos tocar, pero que sabemos que allí está, nos ha colocado ante la realidad de nuestra fe, ante la realidad de nuestra creencia religiosa: el paso a la vida eterna y viaje a la tierra prometida de una gran persona, un gran amigo excelente profesional y chiriguanero auténtico.
Es, si se quiere, una despedida de ese paso fugaz por el mundo terrenal, pero que no va acompañada de jolgorio, sino del silencio, que solo permite escuchar las lágrimas del alma contrita y el doloroso latido de los corazones. Despedimos a un ser piadoso y creyente que volverá al polvo de donde fue creado a imagen y semejanza del Todopoderoso.
La bitácora celestial registra que Oswaldo Angulo Arévalo nació en la cálida población de Chiriguaná, en el regazo de una familia numerosa, humilde y trabajadora, donde solo se impartía amor, generosidad y bondad para sus semejantes; donde la disciplina, principios y buenas costumbres delineaban la conducta de sus miembros desde muy temprana edad.
Esas virtudes de familia se reforzaron con una educación primaria sin par, de la mano del excelso pedagogo Juan Mejía Gómez, en el Instituto Caldas. Es que Chiriguaná nuestro terruño, era así, hermoso, tranquilo, lleno de respeto, alegre, hospitalario e importante a nivel regional y nacional. Oswaldo era y fue como su pueblo.
Con esas bases, el joven Oswaldo inició su aventura persiguiendo el sueño de alcanzar el bachillerato, titulo importante para la época, pero su meta era mucho mas ambiciosa y Manizales lo recibió con los brazos abiertos hasta titularse de médico.
No podía ser otra la profesión que encajara en el temperamento sereno, servicial y humanístico del joven Angulo Arévalo, fue tan acertada esa decisión que, al iniciar su experiencia en el Hospital San Andrés, ella discurría de manera natural. ¿Cuántas vidas vieron la primera luz con la asistencia del Médico Angulo?, ¿cuántas vidas salvó con su oportuno diagnóstico y tratamiento? ¿cuántos dolores alivió? Las manifestaciones de agradecimiento son incontables y muchos de ellos se unen al dolor de su familia.
Pero ese mismo destino impredecible, ese que nos congrega hoy para exaltar la memoria del médico Angulo y despedirlo con todas las manifestaciones de pesar, le tenía reservado un cupo en la política para mostrar una faceta como servidor público, y a fe que lo logró con eficiencia y brillo.
Fue el presidente más joven del el Club de Leones; no había tarea que se propusiera, que no tuviera un final satisfactorio, buscó la superación profesional escogiendo la urología como techo académico de su formación, desde allí logró, además de distinciones y reconocimientos regionales y nacionales, tratar con acierto y apostolado, la sintomatología en ese delicado campo de la medicina. Conformó una familia con Margarita Agudelo Rivera, abogada, y fue su complemento y equilibrio emocional; sus hijos heredan un legado moral y espiritual, que ya parte les había adelantado con su ejemplo.
La generosidad y el desprendimiento no conocieron limites en la personalidad del urólogo Angulo Arévalo, era el soporte y guía de su familia, tanto así, que 7 de sus sobrinos, son igualmente médicos, que orgullo muchachos, que orgullo; era confidente, noble, afectuoso y leal consejero con sus amigos; era el médico humilde y servicial con todos sus coterráneos. Radicarse en Valledupar era un imperativo para desarrollar y servir en su campo científico.
Fue acogido con aprecio y estima por su fácil relacionamiento, y valorado luego en toda su dimensión; perteneció a la cámara junior de Valledupar una federación mundial de jóvenes lideres y emprendedores; en la última etapa de su vida, continuó su servicio a la comunidad cesarense, esta vez dedicado a los jóvenes desde el apostolado de la docencia universitaria, con las fuerzas un poco mermadas, se llenó de entusiasmo y sacrificando cualquier circunstancia adversa, aceptó vincularse a la Fundación del Areandiana, en la primera facultad de Medicina de Valledupar, del Cesar y La Guajira. Allí permaneció compartiendo su experiencia académica y profesional hasta cuando la salud se lo permitió.
Al final de esta semblanza del médico y el amigo, me he tomado un tiempo para pensar lo ya expresado y concluyo: Todas estas calidades y cualidades reunidas en una persona no puede ser producto del destino impredecible, de la suerte o el azar, allí debe estar presente un arquitecto de mucha sabiduría, construyendo paso a paso una vida útil, esto no puede ser sino la reafirmación que existe Dios y que el tiene un plan para cada uno de nosotros. Ese plan es perfecto tiene fecha y hora para cada evento, es inmodificable.
Amigo: Como todo chiriguanero brillante, dejas una huella indeleble en el alma y el sentir de todos nosotros. Te admiramos, respetamos, apreciamos y quisimos, imposible no recordarte hasta el final de nuestros días cuando debemos emprender el viaje que tu inicias.
Amigo: fuiste valiente, aceptaste con resignación y estoicismo el final del plan que Dios preparó para ti, te ganaste la gloria eterna. Así sea.
Por Pedro Miguel Peinado