14 años después de ver partir de este mundo a su esposo Ricardo Maldonado, subteniente de la Policía Nacional, su vida sigue siendo una lucha para olvidar ese momento trágico y darle lo mejor de sí a su hijo.
Llegar al departamento del Cesar, en diciembre del año 1999, aunque no fue una decisión propia, tuvo que ser cumplida por Margarita Monroy Torres y su esposo Ricardo Maldonado, quien en ese entonces hacía parte de la Policía Nacional.
El cambio de regiones fue recuperando confianza y las relaciones sociales comenzaron a darle un giro de aceptación a esta tierra caribeña, aquella que después de un mes de estadía recibió al primogénito de Margarita y Ricardo.
Acontecimiento del que no pudo disfrutar Maldonado porque, a los 12 días de haber nacido su hijo, el agente fue sorprendido, junto con cinco compañeros, -mientras ejercía su labor en el municipio de La Paz- presuntamente, por el frente 59 de las Farc.
Desde entonces, comenzaría el calvario en la vida de Margarita, aquella que compartiría sólo con su pequeño, quien, lamentablemente sólo conocería a su padre a través de fotografías, porque el 12 de febrero del 2000 fue calcinado por un grupo terrorista.
Ella, recuerda ese momento como el peor día de su vida. “A las 6:00 de la tarde él me llamó -desde La Paz- estando herido y me fui para el Comando de Policía, pero cuando llegué me quisieron calmar porque yo estaba en dieta, pero ya había visto a todo el personal de la POLFA listo para ir a reforzar a mi esposo… comencé a sentirme mal”, mencionó en medio de lágrimas.
Cuenta Margarita que a las pocas horas le dieron la mala noticia, su esposo había fallecido y permanecía en la morgue de Valledupar. “Al otro día me lo entregaron y me fui para Bogotá y posteriormente para San José, en Norte de Santander”.
Ese viaje, que tal vez le permitiría comenzar una vida nueva a Margarita y a su hijo de pocas semanas de nacido, no sería el motivo de regreso a su ciudad natal, al parecer, una promesa al agente, antes de su muerte, le hizo quedarse en la ‘Ciudad de los Santos Reyes’.
“Él me decía que en el departamento que me dejara me quedara, que ahí me iba a dar suerte… (Llanto), me dio suerte fue aquí en el Cesar… su partida ha sido muy dura y uno nunca se supera de esto, es un trauma de por vida, pero le seguiré cumpliendo la promesa, porque mi sueño es ver a mi hijo como todo un profesional y aquí lo será”, especificó.
Y pese a que sus fuerzas no eran suficientes por su sensibilidad de recién parida y la tristeza inmensa que le dejó la partida para siempre de su amado, Margarita tuvo que ser fuerte.
“Me tocó luchar sola, salir adelante con mi hijo, quien rápidamente crecía”, mencionó Margarita, una mujer que, literalmente, se encontraba sola en un lugar desconocido y sin parientes. Situación que la llevó a que nadie le dejara ver esa sensibilidad de su corazón para así no demostrar la tristeza que embarga su alma.
“Uno es fuerte; como una piedra. Me ha tocado ser mamá, papá, caer, como me pasó un día que sufrí dengue hemorrágico y duré 16 días en UCI, le pedí a Dios que me levantara, que ese niño (su hijo) me esperaba en la casa” mencionó afligida.
14 años después, ese desánimo sigue en lo más profundo de su vida, aquel que por ratos sale, recordando que la vida la marcó, pero un ser precioso comparte sus risas y tristezas, le recuerda que la lucha sigue y mejores momentos vendrán.
Por Merlin Duarte García/EL PILÓN
14 años después de ver partir de este mundo a su esposo Ricardo Maldonado, subteniente de la Policía Nacional, su vida sigue siendo una lucha para olvidar ese momento trágico y darle lo mejor de sí a su hijo.
Llegar al departamento del Cesar, en diciembre del año 1999, aunque no fue una decisión propia, tuvo que ser cumplida por Margarita Monroy Torres y su esposo Ricardo Maldonado, quien en ese entonces hacía parte de la Policía Nacional.
El cambio de regiones fue recuperando confianza y las relaciones sociales comenzaron a darle un giro de aceptación a esta tierra caribeña, aquella que después de un mes de estadía recibió al primogénito de Margarita y Ricardo.
Acontecimiento del que no pudo disfrutar Maldonado porque, a los 12 días de haber nacido su hijo, el agente fue sorprendido, junto con cinco compañeros, -mientras ejercía su labor en el municipio de La Paz- presuntamente, por el frente 59 de las Farc.
Desde entonces, comenzaría el calvario en la vida de Margarita, aquella que compartiría sólo con su pequeño, quien, lamentablemente sólo conocería a su padre a través de fotografías, porque el 12 de febrero del 2000 fue calcinado por un grupo terrorista.
Ella, recuerda ese momento como el peor día de su vida. “A las 6:00 de la tarde él me llamó -desde La Paz- estando herido y me fui para el Comando de Policía, pero cuando llegué me quisieron calmar porque yo estaba en dieta, pero ya había visto a todo el personal de la POLFA listo para ir a reforzar a mi esposo… comencé a sentirme mal”, mencionó en medio de lágrimas.
Cuenta Margarita que a las pocas horas le dieron la mala noticia, su esposo había fallecido y permanecía en la morgue de Valledupar. “Al otro día me lo entregaron y me fui para Bogotá y posteriormente para San José, en Norte de Santander”.
Ese viaje, que tal vez le permitiría comenzar una vida nueva a Margarita y a su hijo de pocas semanas de nacido, no sería el motivo de regreso a su ciudad natal, al parecer, una promesa al agente, antes de su muerte, le hizo quedarse en la ‘Ciudad de los Santos Reyes’.
“Él me decía que en el departamento que me dejara me quedara, que ahí me iba a dar suerte… (Llanto), me dio suerte fue aquí en el Cesar… su partida ha sido muy dura y uno nunca se supera de esto, es un trauma de por vida, pero le seguiré cumpliendo la promesa, porque mi sueño es ver a mi hijo como todo un profesional y aquí lo será”, especificó.
Y pese a que sus fuerzas no eran suficientes por su sensibilidad de recién parida y la tristeza inmensa que le dejó la partida para siempre de su amado, Margarita tuvo que ser fuerte.
“Me tocó luchar sola, salir adelante con mi hijo, quien rápidamente crecía”, mencionó Margarita, una mujer que, literalmente, se encontraba sola en un lugar desconocido y sin parientes. Situación que la llevó a que nadie le dejara ver esa sensibilidad de su corazón para así no demostrar la tristeza que embarga su alma.
“Uno es fuerte; como una piedra. Me ha tocado ser mamá, papá, caer, como me pasó un día que sufrí dengue hemorrágico y duré 16 días en UCI, le pedí a Dios que me levantara, que ese niño (su hijo) me esperaba en la casa” mencionó afligida.
14 años después, ese desánimo sigue en lo más profundo de su vida, aquel que por ratos sale, recordando que la vida la marcó, pero un ser precioso comparte sus risas y tristezas, le recuerda que la lucha sigue y mejores momentos vendrán.
Por Merlin Duarte García/EL PILÓN