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Económicas - 12 agosto, 2013

Los rostros de la informalidad

Dentro del comercio informal que reina en Valledupar hay historias de vida, de personas que aportan a la economía local, esa que no llega a las ventanillas de impuestos.

La Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco, plantea una estrategia que podría ampliar la cobertura de empleos en la ciudad; Eloy Durán, director de la federación en el Cesar, habló sobre la posibilidad de que detrás de la formalidad, haya perfiles laborales como los que las empresas están buscando hoy.

“Es probable que hayan excelentes vendedores, asesores comerciales, ejecutivos de cuenta, hoy, trabajando en alguna actividad informal, por otra parte el mercado laboral formal con algunas limitaciones en cuanto a la gestión de personal”, dijo Durán.

Fenalco pretende indagar en medio de la informalidad para construir perfiles laborales, y determinar las similitudes con los requerimientos de las empresas legales. El Diario El Pilón indagó en las calles de Valledupar para identificar el perfil de los informales y las historias detrás de las mesas de “fritos”, carnes, jugos, correas, música pirata, fototaxismo, entre otros.

Fajith Rangel: Vendedor de minutos y confitería en una esquina de la comuna cuatro. Dos veces al mes compra piel de ganado en los pueblos del Cesar y luego las vende en el interior del país. “Compro las pieles en Astrea, El Banco, Arjona, otros pueblos”. En 45 mil pesos vende una piel de vaca en Bogotá.

Edgar Anaya: Vendedor de pescado al aire libre en una esquina del barrio La Victoria. Durante 30 años ha sido constructor y pintor de viviendas. Llegó del Banco, Magdalena a Valledupar y desde entonces se dedica a los oficios varios. Ocho mil pesos vale el kilo de cachama en su mesa.

Germán Enrique Sierra: Vendedor de jugos de naranja desde hace un año en Valledupar, oriundo de Manaure, Cesar, en donde antes se dedicaba a la venta de tomate, cebolla y otros productos al por mayor. Cuarenta mil pesos, mínimo, vende al día en la esquina del José Eugenio Martínez.

William Montoya: Expendedor de carne, estacionario y ambulante hace 25 años. Dice que ya solo queda gente mayor haciendo ese trabajo y que la juventud ya no trabaja en esas cosas. 

Abel de Jesús Gutiérrez, “El tomatero mayor”: Cultivador de tomates, vendedor de productos como guineo y yuca en el mercado campesino de Valledupar. A sus 52 años ha vivido siempre en la venta informal de productos que cultiva en la vereda Sabanita.

Mario Gutiérrez: Es moto taxista y la mayoría de sus viajes los hace a los corregimientos desde hace 8 meses. También se dedica a la agricultura en zonas rurales de Valledupar, vende mochilas arhuacas que compra en Nabusimake, zona indígena en Pueblo Bello Cesar.

Alex López: Vendedor de discos compactos de música y cine pirata, lo hace desde hace 12 años. Estudió sistemas en una corporación de Valledupar, pero no terminó el curso por tener que trabajar para alimentar a su familia. Tres películas por 5 mil.

Leandro Díaz Espinosa: Vendedor de correas y billeteras. Solo estudió el bachillerato y desde hace 10 años tiene un punto de venta en la carrera 7. Ha educado a sus dos hijos lo que produce su puesto de productos de cuero y otros materiales. Cuando le va bien, vende 200 mil pesos.

Luis Manuel Rodríguez: Vendedor de tintos hace 20 años, llegó de San Juan del Cesar, La Guajira y con los seis termos de tinto, perico, aromática, canelazo, ha educado a sus cinco hijos que ya hoy son mayores y también trabajan. Tiene 62 años.

Antony Candamil Suárez: Tiene 37 años y desde el 2012 repara y vende celulares en la carrera octava del centro de Valledupar. Llegó de Magangué, Bolívar, con un título profesional en Administración de los Servicios de la Salud, egresado de la Universidad de Cartagena en el 2001. Dice que el factor político de Magangué, no le permitió ejercer su profesión. Entonces hizo un curso de electrónica y ahora ejerce en la capital del Cesar. Tiene esposa y dos hijos.

Por Andrés Llamas Nova / El Pilón

 

Económicas
12 agosto, 2013

Los rostros de la informalidad

Dentro del comercio informal que reina en Valledupar hay historias de vida, de personas que aportan a la economía local, esa que no llega a las ventanillas de impuestos.


La Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco, plantea una estrategia que podría ampliar la cobertura de empleos en la ciudad; Eloy Durán, director de la federación en el Cesar, habló sobre la posibilidad de que detrás de la formalidad, haya perfiles laborales como los que las empresas están buscando hoy.

“Es probable que hayan excelentes vendedores, asesores comerciales, ejecutivos de cuenta, hoy, trabajando en alguna actividad informal, por otra parte el mercado laboral formal con algunas limitaciones en cuanto a la gestión de personal”, dijo Durán.

Fenalco pretende indagar en medio de la informalidad para construir perfiles laborales, y determinar las similitudes con los requerimientos de las empresas legales. El Diario El Pilón indagó en las calles de Valledupar para identificar el perfil de los informales y las historias detrás de las mesas de “fritos”, carnes, jugos, correas, música pirata, fototaxismo, entre otros.

Fajith Rangel: Vendedor de minutos y confitería en una esquina de la comuna cuatro. Dos veces al mes compra piel de ganado en los pueblos del Cesar y luego las vende en el interior del país. “Compro las pieles en Astrea, El Banco, Arjona, otros pueblos”. En 45 mil pesos vende una piel de vaca en Bogotá.

Edgar Anaya: Vendedor de pescado al aire libre en una esquina del barrio La Victoria. Durante 30 años ha sido constructor y pintor de viviendas. Llegó del Banco, Magdalena a Valledupar y desde entonces se dedica a los oficios varios. Ocho mil pesos vale el kilo de cachama en su mesa.

Germán Enrique Sierra: Vendedor de jugos de naranja desde hace un año en Valledupar, oriundo de Manaure, Cesar, en donde antes se dedicaba a la venta de tomate, cebolla y otros productos al por mayor. Cuarenta mil pesos, mínimo, vende al día en la esquina del José Eugenio Martínez.

William Montoya: Expendedor de carne, estacionario y ambulante hace 25 años. Dice que ya solo queda gente mayor haciendo ese trabajo y que la juventud ya no trabaja en esas cosas. 

Abel de Jesús Gutiérrez, “El tomatero mayor”: Cultivador de tomates, vendedor de productos como guineo y yuca en el mercado campesino de Valledupar. A sus 52 años ha vivido siempre en la venta informal de productos que cultiva en la vereda Sabanita.

Mario Gutiérrez: Es moto taxista y la mayoría de sus viajes los hace a los corregimientos desde hace 8 meses. También se dedica a la agricultura en zonas rurales de Valledupar, vende mochilas arhuacas que compra en Nabusimake, zona indígena en Pueblo Bello Cesar.

Alex López: Vendedor de discos compactos de música y cine pirata, lo hace desde hace 12 años. Estudió sistemas en una corporación de Valledupar, pero no terminó el curso por tener que trabajar para alimentar a su familia. Tres películas por 5 mil.

Leandro Díaz Espinosa: Vendedor de correas y billeteras. Solo estudió el bachillerato y desde hace 10 años tiene un punto de venta en la carrera 7. Ha educado a sus dos hijos lo que produce su puesto de productos de cuero y otros materiales. Cuando le va bien, vende 200 mil pesos.

Luis Manuel Rodríguez: Vendedor de tintos hace 20 años, llegó de San Juan del Cesar, La Guajira y con los seis termos de tinto, perico, aromática, canelazo, ha educado a sus cinco hijos que ya hoy son mayores y también trabajan. Tiene 62 años.

Antony Candamil Suárez: Tiene 37 años y desde el 2012 repara y vende celulares en la carrera octava del centro de Valledupar. Llegó de Magangué, Bolívar, con un título profesional en Administración de los Servicios de la Salud, egresado de la Universidad de Cartagena en el 2001. Dice que el factor político de Magangué, no le permitió ejercer su profesión. Entonces hizo un curso de electrónica y ahora ejerce en la capital del Cesar. Tiene esposa y dos hijos.

Por Andrés Llamas Nova / El Pilón