Por estos días se ha armado una controversia entre los pastores de las iglesias evangélicas por el apoyo político que le brindarán a los candidatos a la presidencia.
Por estos días se ha armado una controversia entre los pastores de las iglesias evangélicas por el apoyo político que le brindarán a los candidatos a la presidencia. Unos están con Vargas y otros con Duque y es seguro que los sacerdotes católicos estén con Petro y Fajardo.
Lo lamentable es que los pastores ya tienen sus rebaños listos, amaestrados y adoctrinados para que caminen hacía donde ellos digan. Es decir, los ciudadanos que pertenecen a las diferentes iglesias evangélicas del país son tratados como corderos, obedientes, que no pueden pensar ni opinar y mucho menos contradecir la decisión que tome el pastor de la congregación religiosa.
Lo que yo entiendo es que ninguno de esos colombianos tiene autonomía, el principio de libertad de pensar y actuar no es de su resorte. Incluso esos colombianos no tienen independencia para decidir, son insulsos e inocuos.
El principio elemental del libre albedrío entre los evangélicos pareciera que no existe, porque mientras los jerarcas de esas comunidades religiosas “negocian” con los políticos, los que votan no pueden opinar.
Es que los votos de esos millones de colombianos que son evangélicos los “mercantilizan” los pastores. La pregunta es: ¿A cambio de qué? ¿Qué ganan los corderos (perdón, ciudadanos) cuando votan por el candidato que les dice el pastor?, ¿por qué cada quien no decide por quién votar? Lo normal sería que en una democracia los evangélicos voten por el que les dé la gana y no por el que diga el pastor.
Aquí lo que se alega es que los pastores evangélicos pongan en práctica lo que predican. Que se aplique esa frase bíblica “amaos los unos a los otros” y no “armaos los unos contra los otros”.
Aunque no quiero justificar los medios ni los fines, más prudentes son los sacerdotes católicos en cuanto a la orientación de sus creyentes para que voten por determinado candidato.
Lo que se indica aquí es que personajes como Viviane Morales, excandidata presidencial, no pudo circunscribir su campaña con los votos evangélicos, no. Seguramente los evangélicos en el país no representan ni el 15 por ciento de la población. Lo que es cierto es que existen 6.800 comunidades religiosas en el país, de las cuales el 97% son evangélicas.
Lo que debería pasar en una democracia seria y competente es que cada ciudadano colombiano ejerza el derecho soberano de votar por el que quiera, que no esté influenciado ni subordinado por los pastores evangélicos que ahora se están repartiendo los votos por el mejor postor, arriando los rebaños humanos, ¡por Dios! Hasta la próxima semana.
[email protected] @tiochiro
Por estos días se ha armado una controversia entre los pastores de las iglesias evangélicas por el apoyo político que le brindarán a los candidatos a la presidencia.
Por estos días se ha armado una controversia entre los pastores de las iglesias evangélicas por el apoyo político que le brindarán a los candidatos a la presidencia. Unos están con Vargas y otros con Duque y es seguro que los sacerdotes católicos estén con Petro y Fajardo.
Lo lamentable es que los pastores ya tienen sus rebaños listos, amaestrados y adoctrinados para que caminen hacía donde ellos digan. Es decir, los ciudadanos que pertenecen a las diferentes iglesias evangélicas del país son tratados como corderos, obedientes, que no pueden pensar ni opinar y mucho menos contradecir la decisión que tome el pastor de la congregación religiosa.
Lo que yo entiendo es que ninguno de esos colombianos tiene autonomía, el principio de libertad de pensar y actuar no es de su resorte. Incluso esos colombianos no tienen independencia para decidir, son insulsos e inocuos.
El principio elemental del libre albedrío entre los evangélicos pareciera que no existe, porque mientras los jerarcas de esas comunidades religiosas “negocian” con los políticos, los que votan no pueden opinar.
Es que los votos de esos millones de colombianos que son evangélicos los “mercantilizan” los pastores. La pregunta es: ¿A cambio de qué? ¿Qué ganan los corderos (perdón, ciudadanos) cuando votan por el candidato que les dice el pastor?, ¿por qué cada quien no decide por quién votar? Lo normal sería que en una democracia los evangélicos voten por el que les dé la gana y no por el que diga el pastor.
Aquí lo que se alega es que los pastores evangélicos pongan en práctica lo que predican. Que se aplique esa frase bíblica “amaos los unos a los otros” y no “armaos los unos contra los otros”.
Aunque no quiero justificar los medios ni los fines, más prudentes son los sacerdotes católicos en cuanto a la orientación de sus creyentes para que voten por determinado candidato.
Lo que se indica aquí es que personajes como Viviane Morales, excandidata presidencial, no pudo circunscribir su campaña con los votos evangélicos, no. Seguramente los evangélicos en el país no representan ni el 15 por ciento de la población. Lo que es cierto es que existen 6.800 comunidades religiosas en el país, de las cuales el 97% son evangélicas.
Lo que debería pasar en una democracia seria y competente es que cada ciudadano colombiano ejerza el derecho soberano de votar por el que quiera, que no esté influenciado ni subordinado por los pastores evangélicos que ahora se están repartiendo los votos por el mejor postor, arriando los rebaños humanos, ¡por Dios! Hasta la próxima semana.
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