Disfrutar de los paisajes vallenatos y fomentar un estilo de vida saludable, hacen parte de las aventuras sobre ruedas, sin importar edad o condición social.
Para Anderson Centeno todos los días eran iguales; no había forma de sacarlo de su rutina recóndita. El alcohol y los excesos fueron sus principales aliados, no había fin de semana en el que un juego de dominó o de billar se conjugara con una cerveza de marca.
A sus 71 años los problemas de hipertensión lo aquejan. Las afecciones cardiovasculares comenzaron a aparecer, pero su adicción por el licor fue más fuerte que su instinto conservador hacia el cuido de su salud. Era ciego y sordomudo ante su oscura realidad.
Al lado de un descuidado lote enmontado del barrio La Esperanza, en donde la abundante maleza curte sin piedad el entorno de apariencia selvática, habita el hombre de piel morena, corpulento y de palabras cortas y atragantadas.
Un cuarto con olor a grasa es la evidencia de su nueva vida. No hay noche que don José Maestre no le ‘eche una manito’ a su ‘caballito de acero’; una engrasada o una brillada a su vehículo hacen parte de las tareas previas a una madrugada de aventura por las carreteras de Valledupar.
Encima de un closet deteriorado se observa abundante telaraña que atrapa una bomba manual; al lado, una bayeta negra con olor a aceite quemado y varias herramientas, hacen parte de su nuevo estilo de vida. Don Anderson abrió los ojos a tiempo. Es el nuevo semblante de un hombre que un día fue ‘devorado’ por el alcohol y los excesos.
Vive inmerso en la soledad, se bandea en su propio drama; no encuentra salida a su aburrido laberinto social, lejos del afecto familiar por culpa de las adicciones, de las que él mismo asegura “hacen parte del pasado”.
Pero el destino cambió de un abrir y cerrar de ojos por culpa de su fuerza de voluntad. “Yo estaba dormido y sentí que algo tocó mi cuerpo de pies a cabeza, fue una sensación indescriptible, me paré de la cama y dije no más…me hice muchos interrogantes del porqué de mí situación, sentí que Dios me dio fuerzas para decir no más. Desde entonces asisto a una iglesia Evangélica y todas las mañanas me levanto a las 4:30 para montar bicicleta, voy a Patillal, a veces a Badillo. Hemos armado un grupo de entre 10 y 15 personas para hacer ruta. Hay varios médicos, hay dos periodistas y personas que trabajan en diferentes empresas. Algunos lo hacen todos los días, otros lo hacen tres o cuatro veces a la semana”, aseguró don Anderson, un pensionado del antiguo Seguro Social.
Con su nuevo estilo de vida, asegura que se ha desintoxicado. “Soy una persona nueva, estoy rodeado de gente que todas las mañanas me hablan sobre las bondades de montar en bicicleta. Mis problemas cardiacos no desaparecen, pero me siento con mayor vitalidad, después de manejar siento que el resto del día es diferente”, reconoció.
Como Anderson Centeno, centenares de personas que viven en Valledupar encontraron en la bicicleta una herramienta saludable, pero también se ha convertido en herramienta fundamental para fortalecer el turismo en el municipio, tal como lo reconoce la periodista Shirly Rico, una de las fieles practicantes de estas actividades.
“Desde hace tres años aproximadamente inició el boom de montar en bicicleta en carretera, hacer ruta, subir al cerro de las Antenas y hacer trochas. Hubo un grupo que comenzó a hacer este tipo de recorridos, uno de los primeros fue el Club Ciclocali. La gente se acostumbró a diversas rutas hacia Pueblo Bello, Manaure y algunos corregimientos. La gente se fue organizando en grupos de hombres, mujeres, mixtos. Algunos lo hacen por diversión, deporte y entretenimiento como es mi caso, cuando comencé a hacerlos con un grupo de colegas”, dijo la comunicadora.
Sobre los beneficios de montar en bicicleta, Shirly Rico aseguró que está el placer de disfrutar de los paisajes que “trae como consecuencia que tengas un día motivante y saludable, nunca lo hago por competir. En primera instancia lo hacíamos diariamente, pero por motivos laborales le fuimos bajando. Luego aparecieron los recorridos nocturnos que nos permitían participar de ellos, es común ver a padres e hijos en la carretera, personas de todos los estratos sociales, hay artistas, músicos y políticos. Todo esto ha generado a que se hagan travesías de largos trayectos que requieren mayor desgaste físico”.
El itinerario siempre será variado debido a las riquezas paisajísticas de Valledupar. Además de subir el Cerro, está la alternativa de ir a Río Seco, Patillal, Villa Rueda, Manaure, Vuelta a El Jabo, Badillo, Puente Blanco, Puente Militar, La Mesa, La Olla, Guacoche y Los Corazones, sitios que literalmente son pocos visitados.
Pero la actividad sobre ruedas no solo beneficia la salud de quienes la practicas, según reconoció Atilio Maestre, un hombre de 58 años que todos los domingos hace ruta. “Esta es una actividad que genera ingresos, hoy vemos en cualquier vía 30 ó 50 personas montando bicicleta hacia zonas que antes no visitábamos. Es común encontrarnos con el vendedor de tinto, frutas, jugos y fritos, que sin duda brinda una dinámica a todas estas actividades biosaludables y turísticas porque este vehículo nos da la opción de disfrutar de los paisajes, de salir de la monotonía”.
A raíz de esta afición, en Valledupar surgieron tres tiendas de marca para este tipo de actividades. “Antes habían almacenes populares de bicicleta, pero en los últimos dos o tres años surgieron otras, como una que llegó de Ocaña, otra que se llama Welcome Especialice, entre otras”, aseguró el exconcejal Pipe Araújo, uno de los ruteros en bicicleta.
MTB Chambones
MTB Queens
MTB Activos
MTB Correcaminos
MTB Coyotes
MTB Imparables
Por Nibaldo Bustamante/EL PILÓN
Disfrutar de los paisajes vallenatos y fomentar un estilo de vida saludable, hacen parte de las aventuras sobre ruedas, sin importar edad o condición social.
Para Anderson Centeno todos los días eran iguales; no había forma de sacarlo de su rutina recóndita. El alcohol y los excesos fueron sus principales aliados, no había fin de semana en el que un juego de dominó o de billar se conjugara con una cerveza de marca.
A sus 71 años los problemas de hipertensión lo aquejan. Las afecciones cardiovasculares comenzaron a aparecer, pero su adicción por el licor fue más fuerte que su instinto conservador hacia el cuido de su salud. Era ciego y sordomudo ante su oscura realidad.
Al lado de un descuidado lote enmontado del barrio La Esperanza, en donde la abundante maleza curte sin piedad el entorno de apariencia selvática, habita el hombre de piel morena, corpulento y de palabras cortas y atragantadas.
Un cuarto con olor a grasa es la evidencia de su nueva vida. No hay noche que don José Maestre no le ‘eche una manito’ a su ‘caballito de acero’; una engrasada o una brillada a su vehículo hacen parte de las tareas previas a una madrugada de aventura por las carreteras de Valledupar.
Encima de un closet deteriorado se observa abundante telaraña que atrapa una bomba manual; al lado, una bayeta negra con olor a aceite quemado y varias herramientas, hacen parte de su nuevo estilo de vida. Don Anderson abrió los ojos a tiempo. Es el nuevo semblante de un hombre que un día fue ‘devorado’ por el alcohol y los excesos.
Vive inmerso en la soledad, se bandea en su propio drama; no encuentra salida a su aburrido laberinto social, lejos del afecto familiar por culpa de las adicciones, de las que él mismo asegura “hacen parte del pasado”.
Pero el destino cambió de un abrir y cerrar de ojos por culpa de su fuerza de voluntad. “Yo estaba dormido y sentí que algo tocó mi cuerpo de pies a cabeza, fue una sensación indescriptible, me paré de la cama y dije no más…me hice muchos interrogantes del porqué de mí situación, sentí que Dios me dio fuerzas para decir no más. Desde entonces asisto a una iglesia Evangélica y todas las mañanas me levanto a las 4:30 para montar bicicleta, voy a Patillal, a veces a Badillo. Hemos armado un grupo de entre 10 y 15 personas para hacer ruta. Hay varios médicos, hay dos periodistas y personas que trabajan en diferentes empresas. Algunos lo hacen todos los días, otros lo hacen tres o cuatro veces a la semana”, aseguró don Anderson, un pensionado del antiguo Seguro Social.
Con su nuevo estilo de vida, asegura que se ha desintoxicado. “Soy una persona nueva, estoy rodeado de gente que todas las mañanas me hablan sobre las bondades de montar en bicicleta. Mis problemas cardiacos no desaparecen, pero me siento con mayor vitalidad, después de manejar siento que el resto del día es diferente”, reconoció.
Como Anderson Centeno, centenares de personas que viven en Valledupar encontraron en la bicicleta una herramienta saludable, pero también se ha convertido en herramienta fundamental para fortalecer el turismo en el municipio, tal como lo reconoce la periodista Shirly Rico, una de las fieles practicantes de estas actividades.
“Desde hace tres años aproximadamente inició el boom de montar en bicicleta en carretera, hacer ruta, subir al cerro de las Antenas y hacer trochas. Hubo un grupo que comenzó a hacer este tipo de recorridos, uno de los primeros fue el Club Ciclocali. La gente se acostumbró a diversas rutas hacia Pueblo Bello, Manaure y algunos corregimientos. La gente se fue organizando en grupos de hombres, mujeres, mixtos. Algunos lo hacen por diversión, deporte y entretenimiento como es mi caso, cuando comencé a hacerlos con un grupo de colegas”, dijo la comunicadora.
Sobre los beneficios de montar en bicicleta, Shirly Rico aseguró que está el placer de disfrutar de los paisajes que “trae como consecuencia que tengas un día motivante y saludable, nunca lo hago por competir. En primera instancia lo hacíamos diariamente, pero por motivos laborales le fuimos bajando. Luego aparecieron los recorridos nocturnos que nos permitían participar de ellos, es común ver a padres e hijos en la carretera, personas de todos los estratos sociales, hay artistas, músicos y políticos. Todo esto ha generado a que se hagan travesías de largos trayectos que requieren mayor desgaste físico”.
El itinerario siempre será variado debido a las riquezas paisajísticas de Valledupar. Además de subir el Cerro, está la alternativa de ir a Río Seco, Patillal, Villa Rueda, Manaure, Vuelta a El Jabo, Badillo, Puente Blanco, Puente Militar, La Mesa, La Olla, Guacoche y Los Corazones, sitios que literalmente son pocos visitados.
Pero la actividad sobre ruedas no solo beneficia la salud de quienes la practicas, según reconoció Atilio Maestre, un hombre de 58 años que todos los domingos hace ruta. “Esta es una actividad que genera ingresos, hoy vemos en cualquier vía 30 ó 50 personas montando bicicleta hacia zonas que antes no visitábamos. Es común encontrarnos con el vendedor de tinto, frutas, jugos y fritos, que sin duda brinda una dinámica a todas estas actividades biosaludables y turísticas porque este vehículo nos da la opción de disfrutar de los paisajes, de salir de la monotonía”.
A raíz de esta afición, en Valledupar surgieron tres tiendas de marca para este tipo de actividades. “Antes habían almacenes populares de bicicleta, pero en los últimos dos o tres años surgieron otras, como una que llegó de Ocaña, otra que se llama Welcome Especialice, entre otras”, aseguró el exconcejal Pipe Araújo, uno de los ruteros en bicicleta.
MTB Chambones
MTB Queens
MTB Activos
MTB Correcaminos
MTB Coyotes
MTB Imparables
Por Nibaldo Bustamante/EL PILÓN