Publicidad
Categorías
Categorías
Principal - 3 octubre, 2019

Las historias de una sala de urgencias

Todos los días, los trabajadores del servicio de urgencias del Rosario Pumarejo de López tienen el reto de evitar que la crisis de la salud y pacientes que llegan, superen sus capacidades.

La urgencia del Rosario Pumarejo de López recibe pacientes del resto de sedes, trasladados por falta de documentos o servicios especiales.

FOTO: JOAQUÍN RAMÍREZ
La urgencia del Rosario Pumarejo de López recibe pacientes del resto de sedes, trasladados por falta de documentos o servicios especiales. FOTO: JOAQUÍN RAMÍREZ

Las urgencias no paran. Menos si es una urgencia satelital que recibe pacientes no solo del departamento del Cesar, en algunos casos llegan del Magdalena, La Guajira, Norte de Santander y Bolívar, como la del Hospital Rosario Pumarejo de López de Valledupar.

Son las cuatro de la tarde de un miércoles y hay más de cien personas alrededor de una sala de no más de cinco metros de ancho. En camillas, sillas rimas y en el suelo. Consientes e inconscientes. Pacientes y familiares esperan ser atendidos o el alta médica para salir. A pesar de la multitud, uno de los médicos que se toma una siesta en la colmena del Hospital Rosario Pumarejo de López, explica que “hay una relativa calma”.

“Caos es cuando nos gritan, cuando pelean porque les cobran el servicio y no tienen un peso para pagar. ¿Qué se puede hacer? Algunos son violentos, quieren gritarles a los médicos cuando les cobran y le toca intervenir al vigilante”, explicó.

FOTO: JOAQUÍN RAMÍREZ

La sala de urgencia del Rosario Pumarejo es el núcleo de los 18 centros que hay en la ciudad. Las pequeñas sedes de la red pública trasladan allí a los indocumentados, pacientes graves, migrantes y todos los casos que no puedan atender. Pero Valledupar fue la ciudad que más creció en el departamento y la urgencia se quedó pequeña.

“Ya no da abasto. Cuando estuvo el Ministerio de Salud lo que dijeron es que iban a reformarla porque si se da cuenta esto se quedó pequeño. La población en Valledupar creció y tenemos ahora a los pacientes del vecino país”, explica un especialista del centro médico que prefiere reserva porque, explica, “la única voz autorizada es la del gerente”.

En los últimos cinco años a Valledupar ingresaron alrededor de 25.700 migrantes venezolanos. Una población mayor a la de municipios como Astrea, Becerril, Gamarra, Pailitas, Pelaya. El servicio de urgencia, mejor dicho, la salud es un derecho fundamental, por eso, con o sin documentos, los pacientes deben ser atendidos.

Sin embargo, uno de los médicos se queja del juego que hacen algunas sedes. “Hay veces, que como ellos (migrantes) no tienen documentos, lo que hacen es trasladarlos hasta acá. Los dejan allí tirados sin nada, nosotros tenemos que correr atenderlos, pero pocos entienden que a veces la situación sobrepasa nuestra capacidad”, cuenta.

En la red hospitalaria del Cesar, conformada por 28 hospitales. Al Rosario Pumarejo de López es el hospital al que más le adeudan por servicio a los migrantes. En su momento, el ministro de Salud, Juan Pablo Uribe, señaló la posibilidad de apoyar al Rosario Pumarejo de López con recursos del plan de choque, programa con fondos de hasta $488.000 millones, para evitar un riesgo financiero alto.

“En la actualidad el Departamento debe más de $20 mil millones de solo atención a población venezolana en todo el Cesar, el hospital más afectado ha sido el Rosario Pumarejo de López, al que se le deben $19 mil millones y eso está amenazando su equilibrio financiero”, acotó Jorge Orozco, secretario de Salud del Cesar. El Rosario Pumarejo de López es uno de los hospitales con la mayor cantidad de acreedores reportados en el departamento.

En camillas, sillas rimas y en el suelo. Consientes e inconscientes. Pacientes y familiares esperan ser atendidos o el alta médica para salir. FOTO: JOAQUÍN RAMÍREZ

EN EL CAOS

En la pequeña sala del hospital las conversaciones son el ruido cotidiano. A veces interrumpido por gritos de dolor, lamentos y llantos. Esta vez es una fuerte voz femenina la que interrumpe la tensa calma. Cita el libro bíblico de Isaías, (“ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores”) mientras pone sus manos en la cabeza de uno de los enfermos. Sus palabras atraen todas las miradas de la sala. Todos miran como esperando un milagro.

“Cuando las personas están en situaciones críticas son más sensibles a la palabra”, señala Miliza Márquez, evangelista. Siempre carga una biblia en mano y unos volantes que hablan sobre lo que hay más allá de la muerte.

En la puerta, sentado junto al celador y con el uniforme verde que lo distingue de todos, un patrullero menor de 40 años cumple su turno inspeccionando a un interno de la Unidad de Reacción Inmediata, URI, de la Fiscalía que debió ser trasladado a la urgencia del Rosario Pumarejo de López. El acusado descansa esposado en su camilla junto a los pacientes de siquiatría. La urgencia también es refugio de habitantes de calle que huyen o necesitan fármacos. El patrullero estará en guardia hasta las diez de la noche.

Mientras aprovecha para hablar con quienes esperan en la sala. Celia Castro pasó la noche del miércoles en el hospital. Es la segunda vez en la urgencia buscando unos exámenes para que su hijo sea trasladado a un centro de rehabilitación. Por la falta de camillas, él espera en el suelo.

Unas horas antes, el alcalde de Valledupar, Augusto Ramírez, y el gerente del Hospital Eduardo Arredondo Daza, Jhony Rojas, colocaron la primera piedra para remodelar la urgencia del hospital. Seguramente, un pequeño resorte para la urgencia del Rosario Pumarejo de López.

Se espera que una vez reabierta la urgencia, el 31 de diciembre del 2018, atienda por año alrededor de 65.000 personas en promedio y disminuya la presión de pacientes que sobrepasó la urgencia del Rosario Pumarejo de López.

POR: DEIVIS CARO / EL PILÓN
[email protected]

Principal
3 octubre, 2019

Las historias de una sala de urgencias

Todos los días, los trabajadores del servicio de urgencias del Rosario Pumarejo de López tienen el reto de evitar que la crisis de la salud y pacientes que llegan, superen sus capacidades.


La urgencia del Rosario Pumarejo de López recibe pacientes del resto de sedes, trasladados por falta de documentos o servicios especiales.

FOTO: JOAQUÍN RAMÍREZ
La urgencia del Rosario Pumarejo de López recibe pacientes del resto de sedes, trasladados por falta de documentos o servicios especiales. FOTO: JOAQUÍN RAMÍREZ

Las urgencias no paran. Menos si es una urgencia satelital que recibe pacientes no solo del departamento del Cesar, en algunos casos llegan del Magdalena, La Guajira, Norte de Santander y Bolívar, como la del Hospital Rosario Pumarejo de López de Valledupar.

Son las cuatro de la tarde de un miércoles y hay más de cien personas alrededor de una sala de no más de cinco metros de ancho. En camillas, sillas rimas y en el suelo. Consientes e inconscientes. Pacientes y familiares esperan ser atendidos o el alta médica para salir. A pesar de la multitud, uno de los médicos que se toma una siesta en la colmena del Hospital Rosario Pumarejo de López, explica que “hay una relativa calma”.

“Caos es cuando nos gritan, cuando pelean porque les cobran el servicio y no tienen un peso para pagar. ¿Qué se puede hacer? Algunos son violentos, quieren gritarles a los médicos cuando les cobran y le toca intervenir al vigilante”, explicó.

FOTO: JOAQUÍN RAMÍREZ

La sala de urgencia del Rosario Pumarejo es el núcleo de los 18 centros que hay en la ciudad. Las pequeñas sedes de la red pública trasladan allí a los indocumentados, pacientes graves, migrantes y todos los casos que no puedan atender. Pero Valledupar fue la ciudad que más creció en el departamento y la urgencia se quedó pequeña.

“Ya no da abasto. Cuando estuvo el Ministerio de Salud lo que dijeron es que iban a reformarla porque si se da cuenta esto se quedó pequeño. La población en Valledupar creció y tenemos ahora a los pacientes del vecino país”, explica un especialista del centro médico que prefiere reserva porque, explica, “la única voz autorizada es la del gerente”.

En los últimos cinco años a Valledupar ingresaron alrededor de 25.700 migrantes venezolanos. Una población mayor a la de municipios como Astrea, Becerril, Gamarra, Pailitas, Pelaya. El servicio de urgencia, mejor dicho, la salud es un derecho fundamental, por eso, con o sin documentos, los pacientes deben ser atendidos.

Sin embargo, uno de los médicos se queja del juego que hacen algunas sedes. “Hay veces, que como ellos (migrantes) no tienen documentos, lo que hacen es trasladarlos hasta acá. Los dejan allí tirados sin nada, nosotros tenemos que correr atenderlos, pero pocos entienden que a veces la situación sobrepasa nuestra capacidad”, cuenta.

En la red hospitalaria del Cesar, conformada por 28 hospitales. Al Rosario Pumarejo de López es el hospital al que más le adeudan por servicio a los migrantes. En su momento, el ministro de Salud, Juan Pablo Uribe, señaló la posibilidad de apoyar al Rosario Pumarejo de López con recursos del plan de choque, programa con fondos de hasta $488.000 millones, para evitar un riesgo financiero alto.

“En la actualidad el Departamento debe más de $20 mil millones de solo atención a población venezolana en todo el Cesar, el hospital más afectado ha sido el Rosario Pumarejo de López, al que se le deben $19 mil millones y eso está amenazando su equilibrio financiero”, acotó Jorge Orozco, secretario de Salud del Cesar. El Rosario Pumarejo de López es uno de los hospitales con la mayor cantidad de acreedores reportados en el departamento.

En camillas, sillas rimas y en el suelo. Consientes e inconscientes. Pacientes y familiares esperan ser atendidos o el alta médica para salir. FOTO: JOAQUÍN RAMÍREZ

EN EL CAOS

En la pequeña sala del hospital las conversaciones son el ruido cotidiano. A veces interrumpido por gritos de dolor, lamentos y llantos. Esta vez es una fuerte voz femenina la que interrumpe la tensa calma. Cita el libro bíblico de Isaías, (“ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores”) mientras pone sus manos en la cabeza de uno de los enfermos. Sus palabras atraen todas las miradas de la sala. Todos miran como esperando un milagro.

“Cuando las personas están en situaciones críticas son más sensibles a la palabra”, señala Miliza Márquez, evangelista. Siempre carga una biblia en mano y unos volantes que hablan sobre lo que hay más allá de la muerte.

En la puerta, sentado junto al celador y con el uniforme verde que lo distingue de todos, un patrullero menor de 40 años cumple su turno inspeccionando a un interno de la Unidad de Reacción Inmediata, URI, de la Fiscalía que debió ser trasladado a la urgencia del Rosario Pumarejo de López. El acusado descansa esposado en su camilla junto a los pacientes de siquiatría. La urgencia también es refugio de habitantes de calle que huyen o necesitan fármacos. El patrullero estará en guardia hasta las diez de la noche.

Mientras aprovecha para hablar con quienes esperan en la sala. Celia Castro pasó la noche del miércoles en el hospital. Es la segunda vez en la urgencia buscando unos exámenes para que su hijo sea trasladado a un centro de rehabilitación. Por la falta de camillas, él espera en el suelo.

Unas horas antes, el alcalde de Valledupar, Augusto Ramírez, y el gerente del Hospital Eduardo Arredondo Daza, Jhony Rojas, colocaron la primera piedra para remodelar la urgencia del hospital. Seguramente, un pequeño resorte para la urgencia del Rosario Pumarejo de López.

Se espera que una vez reabierta la urgencia, el 31 de diciembre del 2018, atienda por año alrededor de 65.000 personas en promedio y disminuya la presión de pacientes que sobrepasó la urgencia del Rosario Pumarejo de López.

POR: DEIVIS CARO / EL PILÓN
[email protected]