Según informaciones oficiales, el daño en la Sierra ya está hecho; solo queda el 11% de la cobertura vegetal nativa.
Por Pepe Morón R./[email protected]
Como una forma de protección, los líderes o mamos de las comunidades indígenas que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta, decidieron cerrar la parte más alta de esta serranía y restringir el ingreso a personas ajenas a sus comunidades.
Para las culturas indígenas que la habitan, la Sierra Nevada no es solo la formación montañosa litoral más alta del mundo. Según explicaba Menjawin, Mamo del clan Busintana que está ubicado en las cercanías a Pueblo Bello, Cesar, este relieve montañoso es más de lo que ven los turistas.
Además del amplio paisaje natural y cultural que ofrece este lugar como destino para vacacionar, se encuentra la presencia de cuatro tribus indígenas que viven en zonas específicas y que protegen tanto la parte física como espiritual de la Sierra.
Los Kogui por ejemplo, están ubicados en la zona norte y se dedican a la agricultura. Esta tribu es particularmente dedicada al cuidado de la tierra y la naturaleza.
Los Wiwas por su parte, se ubican en la zona baja y se concentran en la producción de café para uso comercial y el fique para la creación de hamacas y sobreros. Junto a ellos están los Arhuacos que se dedican a la creación de telas y mochilas; sin embargo, al igual que los Wiwas, su producto comercial es el café. Estos últimos tienen, según Menjawin, mayor roce con los pobladores de las ciudades y pueblos cercanos, por eso son como una especie de guardianes de la cultura y son los que dan a conocer sus tradiciones.
El último grupo es el de los Kankuamos, esta tribu, señalaba el Mamo Busintano está actualmente, empeñada en la tarea de recuperar su lengua chibcha.
Con un tono inquietante y una preocupación notoria, Menjawuin explicó que no solo era por los turistas que se había tomado esta decisión de cerrar el ingreso a los picos nevados. Agregó que los carteles de la droga son culpables de gran parte del daño que ya se ve en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Con la voz quebrada y la mano temblorosa, el Mamo describió cómo vio por primera vez, la desolación que deja la tala de un bosque nativo en la que es considerada una reserva ecológica. Con la mirada inquieta del que busca en los recuerdos, Mejawin explicó que el principal daño a la Sierra por cuenta de los cocaleros, se da en la cara que mira hacia La Guajira.
Aunque no habla un español perfecto, el Mamo demostró ser un hombre muy sabio, tratando de encontrar la palabra justa que encaje dentro de lo que intenta decir, explica que las estadísticas muestren que la Sierra Nevada de Santa Marta es una de las áreas en las que hay menos coca sembrada pero que a pesar de eso, el daño ecológico ya está hecho, porque solo queda el 11% de la cobertura vegetal nativa.
Para Menjawin esta es una historia que se repite. Con la ayuda de Digneris Izquierdo, una psicóloga perteneciente a una de las tribus de la Sierra, cuando comenzaron las labores de erradicación, los grupos al margen de la ley fueron subiendo los cultivos y los indígenas se internaron en la parte selvática para evitar las presiones de los narcotraficantes. Por eso su espacio se veía cada vez más reducido. Así, delincuentes y nativos, terminaban conviviendo y en muchos casos asociándose.
Tal vez por eso es que, según cifras oficiales, el año pasado se detectaron en el país 5.500 hectáreas de coca sembradas en 103 resguardos indígenas. La situación más crítica se presentó en Amazonas, donde había más de mil hectáreas.
En el caso de la mata de coca, los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, le dan una connotación muy distinta a la de los grupos al margen de la ley. Por eso, para las autoridades, por ser una planta que tiene connotaciones religiosas y medicinales, la presencia de estos cultivos en las comunidades indígenas es analizada con una óptica distinta. Ese hecho ha sido y es aprovechado por los traficantes que obligan a los nativos a participar en el ilícito.
Aunque las tribus que habitan en la zona no permiten que se ingrese a la parte más alta de La Sierra Nevada de Santa Marta, aún hay paquetes turísticos que ofrecen diversas actividades para los viajeros. Entre ellas se encuentran las excursiones de flora y fauna y las visitas a bosques y miradores. También es posible practicar el montañismo, hacer senderos interpretativos y planear recorridos en bicicleta.
Según informaciones oficiales, el daño en la Sierra ya está hecho; solo queda el 11% de la cobertura vegetal nativa.
Por Pepe Morón R./[email protected]
Como una forma de protección, los líderes o mamos de las comunidades indígenas que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta, decidieron cerrar la parte más alta de esta serranía y restringir el ingreso a personas ajenas a sus comunidades.
Para las culturas indígenas que la habitan, la Sierra Nevada no es solo la formación montañosa litoral más alta del mundo. Según explicaba Menjawin, Mamo del clan Busintana que está ubicado en las cercanías a Pueblo Bello, Cesar, este relieve montañoso es más de lo que ven los turistas.
Además del amplio paisaje natural y cultural que ofrece este lugar como destino para vacacionar, se encuentra la presencia de cuatro tribus indígenas que viven en zonas específicas y que protegen tanto la parte física como espiritual de la Sierra.
Los Kogui por ejemplo, están ubicados en la zona norte y se dedican a la agricultura. Esta tribu es particularmente dedicada al cuidado de la tierra y la naturaleza.
Los Wiwas por su parte, se ubican en la zona baja y se concentran en la producción de café para uso comercial y el fique para la creación de hamacas y sobreros. Junto a ellos están los Arhuacos que se dedican a la creación de telas y mochilas; sin embargo, al igual que los Wiwas, su producto comercial es el café. Estos últimos tienen, según Menjawin, mayor roce con los pobladores de las ciudades y pueblos cercanos, por eso son como una especie de guardianes de la cultura y son los que dan a conocer sus tradiciones.
El último grupo es el de los Kankuamos, esta tribu, señalaba el Mamo Busintano está actualmente, empeñada en la tarea de recuperar su lengua chibcha.
Con un tono inquietante y una preocupación notoria, Menjawuin explicó que no solo era por los turistas que se había tomado esta decisión de cerrar el ingreso a los picos nevados. Agregó que los carteles de la droga son culpables de gran parte del daño que ya se ve en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Con la voz quebrada y la mano temblorosa, el Mamo describió cómo vio por primera vez, la desolación que deja la tala de un bosque nativo en la que es considerada una reserva ecológica. Con la mirada inquieta del que busca en los recuerdos, Mejawin explicó que el principal daño a la Sierra por cuenta de los cocaleros, se da en la cara que mira hacia La Guajira.
Aunque no habla un español perfecto, el Mamo demostró ser un hombre muy sabio, tratando de encontrar la palabra justa que encaje dentro de lo que intenta decir, explica que las estadísticas muestren que la Sierra Nevada de Santa Marta es una de las áreas en las que hay menos coca sembrada pero que a pesar de eso, el daño ecológico ya está hecho, porque solo queda el 11% de la cobertura vegetal nativa.
Para Menjawin esta es una historia que se repite. Con la ayuda de Digneris Izquierdo, una psicóloga perteneciente a una de las tribus de la Sierra, cuando comenzaron las labores de erradicación, los grupos al margen de la ley fueron subiendo los cultivos y los indígenas se internaron en la parte selvática para evitar las presiones de los narcotraficantes. Por eso su espacio se veía cada vez más reducido. Así, delincuentes y nativos, terminaban conviviendo y en muchos casos asociándose.
Tal vez por eso es que, según cifras oficiales, el año pasado se detectaron en el país 5.500 hectáreas de coca sembradas en 103 resguardos indígenas. La situación más crítica se presentó en Amazonas, donde había más de mil hectáreas.
En el caso de la mata de coca, los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, le dan una connotación muy distinta a la de los grupos al margen de la ley. Por eso, para las autoridades, por ser una planta que tiene connotaciones religiosas y medicinales, la presencia de estos cultivos en las comunidades indígenas es analizada con una óptica distinta. Ese hecho ha sido y es aprovechado por los traficantes que obligan a los nativos a participar en el ilícito.
Aunque las tribus que habitan en la zona no permiten que se ingrese a la parte más alta de La Sierra Nevada de Santa Marta, aún hay paquetes turísticos que ofrecen diversas actividades para los viajeros. Entre ellas se encuentran las excursiones de flora y fauna y las visitas a bosques y miradores. También es posible practicar el montañismo, hacer senderos interpretativos y planear recorridos en bicicleta.