En el poblado donde vivíamos nunca sucedía nada extraño. Era un lugar apacible y seguro, por eso, un día, aprovechando la llegada de mi hermano mayor que estaba de vacaciones, le pedí que fuéramos a conocer un bosque hermoso que estaba del otro lado del río. Pedimos permiso a nuestros padres y salimos.
En el poblado donde vivíamos nunca sucedía nada extraño. Era un lugar apacible y seguro, por eso, un día, aprovechando la llegada de mi hermano mayor que estaba de vacaciones, le pedí que fuéramos a conocer un bosque hermoso que estaba del otro lado del río. Pedimos permiso a nuestros padres y salimos.
Atravesamos el puente, subimos una pequeña cuesta, pasamos por el cementerio y al cabo de un tiempo divisamos el monasterio y seguidamente llegamos al bosque. Había oscurecido y la noche se había puesto fría y tenebrosa por culpa de un nubarrón.
Penetramos la espesura del bosque y al ratico volvió la claridad lunar y pudimos disfrutar el bosque en toda su esplendorosa hermosura, sin embargo, sentíamos una sensación sobrecogedora, pero no comentamos nada, sólo nos mirábamos de reojo para no asustarnos.
Al cabo de un rato, nuestros miedos escondidos se evidenciaron: ¡estábamos perdidos en un bosque que ahora era terrorífico!
De pronto, sentimos que una sombra siniestra nos acechaba, pero al darnos vuelta, no había nadie. Esa supuesta aparición nos asustó y comenzamos a caminar más rápido sintiendo las acechanzas de la sombra. Después de un par de horas llegamos de vuelta al río.
Nos metimos al agua para poder ir al otro lado y evadir la persecución. El río no tenía mucha fuerza, sin embargo, su anchura y el miedo no nos dejaba avanzar con rapidez. Mi hermano me daba ánimo y yo le daba a él. De reojo, nos dimos cuenta que la sombra se acercaba, ahora sí, en franca persecución. Entonces sucedió lo inesperado: los dos nos paralizamos, no dábamos para avanzar.
Con el miedo en nuestros cuerpos, nos abrazamos para esperar el ataque final de la criatura, cuando de repente comenzó a salir el sol y ante nuestro desconcierto y posterior alegría, la sombra siniestra se fue desapareciendo.
Lo último que le vimos fue una fila de dientes filosos y agresivos. Al fin logramos atravesar el río y al cabo de unos momentos encontramos a nuestros padres que nos estaban buscando y les contamos lo sucedido. Ellos nos abrazaron y nos dijeron que en ese bosque vivió una persona esquizofrénica que hacía experimentos con animales, a los cuales les inyectaba sustancias extrañas y luego morían. Una de sus creaciones sobrevivió y atentó contra él.
Después de una lucha sobrenatural ambos murieron, pero de la criatura quedó la sombra de los dientes filosos que por temporadas ataca a los visitantes nocturnos del bosque.
Por: Víctor Camargo – Colegio Nacional Loperena
En el poblado donde vivíamos nunca sucedía nada extraño. Era un lugar apacible y seguro, por eso, un día, aprovechando la llegada de mi hermano mayor que estaba de vacaciones, le pedí que fuéramos a conocer un bosque hermoso que estaba del otro lado del río. Pedimos permiso a nuestros padres y salimos.
En el poblado donde vivíamos nunca sucedía nada extraño. Era un lugar apacible y seguro, por eso, un día, aprovechando la llegada de mi hermano mayor que estaba de vacaciones, le pedí que fuéramos a conocer un bosque hermoso que estaba del otro lado del río. Pedimos permiso a nuestros padres y salimos.
Atravesamos el puente, subimos una pequeña cuesta, pasamos por el cementerio y al cabo de un tiempo divisamos el monasterio y seguidamente llegamos al bosque. Había oscurecido y la noche se había puesto fría y tenebrosa por culpa de un nubarrón.
Penetramos la espesura del bosque y al ratico volvió la claridad lunar y pudimos disfrutar el bosque en toda su esplendorosa hermosura, sin embargo, sentíamos una sensación sobrecogedora, pero no comentamos nada, sólo nos mirábamos de reojo para no asustarnos.
Al cabo de un rato, nuestros miedos escondidos se evidenciaron: ¡estábamos perdidos en un bosque que ahora era terrorífico!
De pronto, sentimos que una sombra siniestra nos acechaba, pero al darnos vuelta, no había nadie. Esa supuesta aparición nos asustó y comenzamos a caminar más rápido sintiendo las acechanzas de la sombra. Después de un par de horas llegamos de vuelta al río.
Nos metimos al agua para poder ir al otro lado y evadir la persecución. El río no tenía mucha fuerza, sin embargo, su anchura y el miedo no nos dejaba avanzar con rapidez. Mi hermano me daba ánimo y yo le daba a él. De reojo, nos dimos cuenta que la sombra se acercaba, ahora sí, en franca persecución. Entonces sucedió lo inesperado: los dos nos paralizamos, no dábamos para avanzar.
Con el miedo en nuestros cuerpos, nos abrazamos para esperar el ataque final de la criatura, cuando de repente comenzó a salir el sol y ante nuestro desconcierto y posterior alegría, la sombra siniestra se fue desapareciendo.
Lo último que le vimos fue una fila de dientes filosos y agresivos. Al fin logramos atravesar el río y al cabo de unos momentos encontramos a nuestros padres que nos estaban buscando y les contamos lo sucedido. Ellos nos abrazaron y nos dijeron que en ese bosque vivió una persona esquizofrénica que hacía experimentos con animales, a los cuales les inyectaba sustancias extrañas y luego morían. Una de sus creaciones sobrevivió y atentó contra él.
Después de una lucha sobrenatural ambos murieron, pero de la criatura quedó la sombra de los dientes filosos que por temporadas ataca a los visitantes nocturnos del bosque.
Por: Víctor Camargo – Colegio Nacional Loperena