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El maestro José Benito Barros, sólo pudo estudiar hasta cuarto año de primaria por las grandes dificultades económicas que se le presentaron al fallecer sus padres.
En El Banco, viejo puerto fluvial nació José Benito Barros Palomino el 21 de marzo de 1915, su madre Eustasia Palomino fue descendiente de los indígenas Pocabuyes, músicos por naturaleza que se manifestaban a través de las danzas fúnebres o religiosas en los momentos importantes de su vida cotidiana, como recolección de cosechas, nacimientos, bodas, utilizando como instrumentos cañas de millo, troncos, totumos, cueros y caracoles
Su padre fue João María Dú Barros Traveceido descendiente de portugueses, quienes en momentos de soledad, sobre todo los que viven en puertos, a través cantos nostálgicos y profundos denominados Fado describen el fatalismo, la frustración y los malos momentos de la vida. Son personas sui géneris que les gustan los detalles, aprecian el talento, amantes de las distancias, de los ensueños, de la música y los acordes de la “viola” o guitarra española y la guitarra portuguesa.
Juntó a un hermano Joao María, emigró de su país e ingresó a Colombia por La Guajira, donde inicialmente se establecieron por algún tiempo en el corregimiento Camarones, un caserío de afrocolombianos y wayúus, cercano a Riohacha. João María siguió sólo su periplo y llegó al El Banco (Magdalena) donde se dedicó al comercio y a la política. Allí se casó con una ocañera con quien tuvo dos hijos: Óscar y Nicolás, al enviudar encontró de nuevo el amor con Eustacia Palomino con quien tuvo varios hijos. En el municipio de El Banco fue muy apreciado y reconocido, ocupando cargos importantes como Prefecto de la Provincia de Río de Oro y Alcalde de su pueblo.
José Benito fue el menor de los cinco hijos de João María y Eustacia, criado por su hermana Clara quien lo tomó desde la niñez al fallecer sus padres. En El Banco vivió sus primeros años, desde muy temprana edad mostró actitudes e interés por la música, impregnado por su sangre portuguesa, los ritmos autóctonos que escuchaba en las fiestas de Navidad, de la Virgen de la Candelaria patrona del municipio y los carnavales que aglutinaban con gran alboroto las expresiones artísticas de la región.
Benito, como se le conocía en El Banco, sólo pudo estudiar hasta cuarto año de primaria por las grandes dificultades económicas que se le presentó al fallecer sus padres. Se dedicó a diversos oficios para lograr su manutención como lo afirmó: “Yo era un muchacho completamente avispado, como se dice. Buscaba la moneda como fuera, haciendo lo que fuera; a mi? me toco? vender a esa edad almoja?banas, arepas, leche hervida por la calle, para ganarme los 40, 30 centavos diarios. Entonces los amigos importantes de mi papa? que se poni?an en las esquinas, en las sombras de los palos de matarrato?n a tomar, me llamaban para que les cantara. Yo les cantaba, y en esa época era son cubano, tangos, boleros, rancheras. Yo no sabía hacer cumbias, ni porros, ni vallenatos, ni nada de esa vaina, eso no se conoci?a, y si se conoci?a no se cantaba, porque eso era vulgar”.
José Barros, de una creatividad musical impresionante, comenzó a hacer canciones de desde muy joven, a los 12 años a Magdalena, una hermosa mujer de El Banco, le compuso “La nena”, su primera canción. Con el pasar del tiempo aprendió a tocar la guitarra escuchando a su tío Roberto Palomino y su vida la consagró a todo lo relacionado con la música, razón de su existencia.
A los 17 años, trashumante como su padre, motivado por el interés en conocer todo lo relacionado con la música que en cualquier recodo del puerto escuchaba y por su deseo de escudriñar los diversos géneros musicales, tomó la determinación de viajar en busca de lo que verdaderamente le apasionaba. Guiado por esa fuerza que interiormente lo impulsaba y lo hacía sentir bien, entendió que su pueblo no satisfacía sus anhelos y sus esperanzas para darle apoyo a su imaginación creadora, por el contrario se sentía insatisfecho por esas limitaciones que obstruían sus sueños.
Acompañado por su vieja guitarra, emprendió un viaje en busca de nuevos horizontes. Necesitaba conocer artistas y compositores que le ayudarán en todo lo concerniente a la música, para construir sus canciones inspiradas en el mundo de realidades y fantasías que vibraban permanentemente en su espíritu.
Viajó inicialmente a Santa Marta donde prestó el servicio militar. Regresó un tiempo a El Banco y luego se fue a Antioquia atraído por los tangos, llegó a Segovia donde trabajó en la minería y en 1935 se radico en Medellín en el mundo del barrio Guayaquil donde sólo ponía estar debido a su precaria situación económica, pero logró participar en un concurso popular que realizó la Voz de Antioquia y resultó ganador con su canción “El minero”, que le abrió las puertas musical de la ciudad. Luego estuvo en Cali, partió a Panamá, Chile, Perú, Argentina, Brasil y México siempre indocumentado y deportado por más de una vez. Como no tenía recursos económicos se hospedaba en hoteluchos de barrios bajos acompañado de su guitarra que permanentemente empeñaba y de su talento como sostén. “Yo andaba por todas esas ciudades y pueblos con una guitarra vieja. En esas casitas de los mercados, las nin?as de vida bastante alegre, mis amigas, me daban dormida porque yo cantaba en las emisoras ma?s baratas y les dedicaba canciones”.
En 1944 en México, Agusti?n Lara, lo destacó como el compositor más grande de Latinoamérica. En la Plaza Garibaldi se reunía con compositores e intérpretes y aprendió cómo se hacían las rancheras. Buenos Aires fue su obsesión, escuchaba desde niño en El Banco a Carlos Gardel, máximo exponente de los tangos por sus composiciones y por la calidad de su voz, en esa preciosa ciudad de inmigrantes, donde confluye una enorme diversidad cultural y étnica, conoció verdaderamente el tango, cuyas letras escritas en la jerga local expresan el estado anímico que origina el amor, la vida, las alegrías y las desdichas. Allí aprendió a hacer tangos y pudo definir los conceptos musicales esenciales que le facilitaron su proyección internacional.
El contó como compuso el pasillo Pesares: “Esa canción es la que más recuerdo cómo la hice. Estaba sentado por la tarde en el muelle.
Y empecé a recordar a la mujer mía de ese entonces Amelia Caraballo y allí sentado me la inventé, cogí papel y lápiz para sacar la letra y la música de algo que no es inventado, es puro amor, es un padecimiento real, fue algo que me pasó”.
José Benito se casó tres veces. La primera esposa se llamó Tulia Molano, con quién tuvo dos hijos, José y Sonia. Luego con Amelia Caraballo con quien tuvo cuatro hijos: Alberto, Alfredo, Abel y Marta. Finalmente con Dora Manzano en 1966 de cuya unión nacieron Katiuska, Veruschka y Boris.
Después de recorrer varios países donde conoció diferentes géneros musicales, artistas, compositores y de recibir reconocimientos en el exterior, regresó a Colombia en 1945 y se radicó en Bogotá donde se dio cuenta del auge inusitado de la música de la Costa que interpretaban Lucho Bermúdez, Abel Antonio Villa y Guillermo de Jesús Buitrago Henríquez, el célebre intérprete de ‘La víspera de Año Nuevo’.
En esos momentos de agitada competencia de las casas disqueras por lograr una participación del mercado, el Gerente de RCA Víctor, Jack Glottman, le pidió componer cumbias y porros. “Yo no sabía hacer cumbias, ni porros, ni nada de esas vainas, pues era en ese momento música vulgar, pero luego serían mi trampolín a la fama”. Ante la vehemente petición de quien le había colaborado a su llegada a la capital, compuso “El Gallo Tuerto” cuyos arreglos y grabación las hizo la orquesta de Milciades Garavito, en Bogotá. Con este porro logró penetrar al mercado que buscaba, y lo motivó a seguir componiendo canciones de este estilo.
Como tenía que entregar a su casa disquera las partituras de sus creaciones y carecía de formación académica, se apoyó en los maestro Lucho Bermúdez y Luis Uribe Bueno quienes le colaboraron con gran esmero. Compuso enseguida “Las pilanderas”, “La Llorona Loca”, “Navidad Negra”, “Alegre Pescador”, que fueron éxitos en Colombia, México, Argentina y en otros Países Latinoamericanos
“Se murió /mi gallo tuerto/Que será de mi gallina/A las cuatro e la mañana /
Le cantaba en la cocina”
En 1946, Antonio Fuentes, lo invitó a grabar en la disquera Fuentes, creando para tal fin “Los Trovadores de Barú” que integraron también como vocalistas a Tito Cortez, el dueto de Antaño, el Trío Nacional, Bovea y Guillermo Buitrago logrando éxitos contundentes. Las canciones de Barros “El vaquero”, “Momposina”, “El chupaflor”, ” “Navidad negra”” consiguieron de inmediato gran aceptación en Colombia, Venezuela y Panamá.
En la playa blanca/de arena caliente, hay rumor de cumbia/y olor a aguardiente.
Siendo consecuente a su estilo y a su formación musical adquirida en el trasegar de su vida, inició sus composiciones vallenatas con el “El vaquero” y el merengue “Angelita Lucía”, grabada por Bovea y sus Vallenatos.
“El vaquero va cantando una tonada/y la tarde va muriéndose en el río.
Con el recuerdo triste de su amada/lleva su corazón lleno de frío.
Lo acompaña siempre un lucero/, cuando va cantando el vaquero”
Luego compuso: Corazón atormentado, Ají Picante, Las Pilanderas, El Chupaflor, La Pava, El Guere, Guere, Arbolito de Navidad, Pajarillo montañero. etc
En Bogotá José Benito Barros siguió dedicado a componer canciones en varios géneros y viajaba a la Costa y al exterior permanentemente. Su objetivo siempre fue componer una canción que identificara a El Banco, como lo expresaba constantemente a sus amigos: ” la letra de esa canción tenía que ser romántica, bonita, histórica. Entonces me acordé de una historia que sucedió en El Banco con un señor cachaco, llamado Guillermo Cubillos”.
En 1969 en un momento sublime, concatenando recuerdos y melodías terminó de componer la famosa cumbia La piragua de Guillermo Cubillo Ospina, un comerciante y experto navegante nacido en 1863 en Chía (Cundinamarca), que vivió muchos años en La Dorada donde se dedicó al transporte de mercancías entre La Dorada y El Banco en su lancha “LA GIRARDOTEÑA” . En uno de tantos viajes a El Banco, el señor Gastón Lozano, Gerente del Hotel Magdalena donde se hospedaba, le presentó al Chimichaguero Luis Roberto León quien lo invitó a una correría por la Ciénaga de Zapatosa y Chimichagua.
El cachaco Cubillo como le decían, con gran olfato comercial captó el gran potencial de la zona y las posibilidades de negocios si lograba establecer un transporte fluvial que garantizara la salida de los productos, ya que sólo habían canoas pequeñas y los caminos eran intransitables. En varias oportunidades visitó esa zona que le agradó y allí conoció a Juana de Mattos Álvarez de quien se enamoró y meses después contrajo matrimonio. De esta unión nacieron Juana, Juan de Jesús, Guillermo y Cosme Cubillos Álvarez. En su primer matrimonio con Pastora Ramos, oriunda de Girardot, le quedaron dos hijas: Isabel y Ana Elena. Tuvo además cuatro hijos: Avelina, Maryory, Pauliana y Lácides
Cubillos, después de analizar todas las perspectivas del negocio, contrató en 1919 con el experto Lorenzo Simanca Epalza, la construcción de un bote de 15 metros de largo, 3 de ancho, y 2 metros de altura con tablones de Tolú, Ceiba amarrilla y Cedro. La inmensa canoa fue construida rápidamente y fue tirada al agua ese mismo año impulsada por un equipo de bogas. Fue un gran acontecimiento en toda la región, el pueblo llegaba al puerto para conocer la ” Isabel Helena” el gigante medio de transporte a quien Guillermo Cubillo le puso ese nombre en honor a sus dos hijas. Era costumbre en ese tiempo que a las canoas no se le ponía el nombre con el que se distinguía en ninguna parte del casco, simplemente se bautizaba oralmente de acuerdo a la preferencia de su dueño.
Guillermo Cubillos navegante idóneo, viajaba constantemente entre el Banco y Chimichagua con la compañía de su auxiliar Pedro Arbórea, un hombre de pequeña estatura, de color moreno, malgeniado y busca pleitos que hacía las veces de cocinero
Los negocios del cachaco crecieron, igual que el reconocimiento general por el buen servicio que ofrecía a los Chimichagueros quienes orondos festejaban la salida de sus productos en una embarcación grande y segura.
Por Ricardo Gutiérrez Gutiérrez
Riguti@yahoo.com
El maestro José Benito Barros, sólo pudo estudiar hasta cuarto año de primaria por las grandes dificultades económicas que se le presentaron al fallecer sus padres.
En El Banco, viejo puerto fluvial nació José Benito Barros Palomino el 21 de marzo de 1915, su madre Eustasia Palomino fue descendiente de los indígenas Pocabuyes, músicos por naturaleza que se manifestaban a través de las danzas fúnebres o religiosas en los momentos importantes de su vida cotidiana, como recolección de cosechas, nacimientos, bodas, utilizando como instrumentos cañas de millo, troncos, totumos, cueros y caracoles
Su padre fue João María Dú Barros Traveceido descendiente de portugueses, quienes en momentos de soledad, sobre todo los que viven en puertos, a través cantos nostálgicos y profundos denominados Fado describen el fatalismo, la frustración y los malos momentos de la vida. Son personas sui géneris que les gustan los detalles, aprecian el talento, amantes de las distancias, de los ensueños, de la música y los acordes de la “viola” o guitarra española y la guitarra portuguesa.
Juntó a un hermano Joao María, emigró de su país e ingresó a Colombia por La Guajira, donde inicialmente se establecieron por algún tiempo en el corregimiento Camarones, un caserío de afrocolombianos y wayúus, cercano a Riohacha. João María siguió sólo su periplo y llegó al El Banco (Magdalena) donde se dedicó al comercio y a la política. Allí se casó con una ocañera con quien tuvo dos hijos: Óscar y Nicolás, al enviudar encontró de nuevo el amor con Eustacia Palomino con quien tuvo varios hijos. En el municipio de El Banco fue muy apreciado y reconocido, ocupando cargos importantes como Prefecto de la Provincia de Río de Oro y Alcalde de su pueblo.
José Benito fue el menor de los cinco hijos de João María y Eustacia, criado por su hermana Clara quien lo tomó desde la niñez al fallecer sus padres. En El Banco vivió sus primeros años, desde muy temprana edad mostró actitudes e interés por la música, impregnado por su sangre portuguesa, los ritmos autóctonos que escuchaba en las fiestas de Navidad, de la Virgen de la Candelaria patrona del municipio y los carnavales que aglutinaban con gran alboroto las expresiones artísticas de la región.
Benito, como se le conocía en El Banco, sólo pudo estudiar hasta cuarto año de primaria por las grandes dificultades económicas que se le presentó al fallecer sus padres. Se dedicó a diversos oficios para lograr su manutención como lo afirmó: “Yo era un muchacho completamente avispado, como se dice. Buscaba la moneda como fuera, haciendo lo que fuera; a mi? me toco? vender a esa edad almoja?banas, arepas, leche hervida por la calle, para ganarme los 40, 30 centavos diarios. Entonces los amigos importantes de mi papa? que se poni?an en las esquinas, en las sombras de los palos de matarrato?n a tomar, me llamaban para que les cantara. Yo les cantaba, y en esa época era son cubano, tangos, boleros, rancheras. Yo no sabía hacer cumbias, ni porros, ni vallenatos, ni nada de esa vaina, eso no se conoci?a, y si se conoci?a no se cantaba, porque eso era vulgar”.
José Barros, de una creatividad musical impresionante, comenzó a hacer canciones de desde muy joven, a los 12 años a Magdalena, una hermosa mujer de El Banco, le compuso “La nena”, su primera canción. Con el pasar del tiempo aprendió a tocar la guitarra escuchando a su tío Roberto Palomino y su vida la consagró a todo lo relacionado con la música, razón de su existencia.
A los 17 años, trashumante como su padre, motivado por el interés en conocer todo lo relacionado con la música que en cualquier recodo del puerto escuchaba y por su deseo de escudriñar los diversos géneros musicales, tomó la determinación de viajar en busca de lo que verdaderamente le apasionaba. Guiado por esa fuerza que interiormente lo impulsaba y lo hacía sentir bien, entendió que su pueblo no satisfacía sus anhelos y sus esperanzas para darle apoyo a su imaginación creadora, por el contrario se sentía insatisfecho por esas limitaciones que obstruían sus sueños.
Acompañado por su vieja guitarra, emprendió un viaje en busca de nuevos horizontes. Necesitaba conocer artistas y compositores que le ayudarán en todo lo concerniente a la música, para construir sus canciones inspiradas en el mundo de realidades y fantasías que vibraban permanentemente en su espíritu.
Viajó inicialmente a Santa Marta donde prestó el servicio militar. Regresó un tiempo a El Banco y luego se fue a Antioquia atraído por los tangos, llegó a Segovia donde trabajó en la minería y en 1935 se radico en Medellín en el mundo del barrio Guayaquil donde sólo ponía estar debido a su precaria situación económica, pero logró participar en un concurso popular que realizó la Voz de Antioquia y resultó ganador con su canción “El minero”, que le abrió las puertas musical de la ciudad. Luego estuvo en Cali, partió a Panamá, Chile, Perú, Argentina, Brasil y México siempre indocumentado y deportado por más de una vez. Como no tenía recursos económicos se hospedaba en hoteluchos de barrios bajos acompañado de su guitarra que permanentemente empeñaba y de su talento como sostén. “Yo andaba por todas esas ciudades y pueblos con una guitarra vieja. En esas casitas de los mercados, las nin?as de vida bastante alegre, mis amigas, me daban dormida porque yo cantaba en las emisoras ma?s baratas y les dedicaba canciones”.
En 1944 en México, Agusti?n Lara, lo destacó como el compositor más grande de Latinoamérica. En la Plaza Garibaldi se reunía con compositores e intérpretes y aprendió cómo se hacían las rancheras. Buenos Aires fue su obsesión, escuchaba desde niño en El Banco a Carlos Gardel, máximo exponente de los tangos por sus composiciones y por la calidad de su voz, en esa preciosa ciudad de inmigrantes, donde confluye una enorme diversidad cultural y étnica, conoció verdaderamente el tango, cuyas letras escritas en la jerga local expresan el estado anímico que origina el amor, la vida, las alegrías y las desdichas. Allí aprendió a hacer tangos y pudo definir los conceptos musicales esenciales que le facilitaron su proyección internacional.
El contó como compuso el pasillo Pesares: “Esa canción es la que más recuerdo cómo la hice. Estaba sentado por la tarde en el muelle.
Y empecé a recordar a la mujer mía de ese entonces Amelia Caraballo y allí sentado me la inventé, cogí papel y lápiz para sacar la letra y la música de algo que no es inventado, es puro amor, es un padecimiento real, fue algo que me pasó”.
José Benito se casó tres veces. La primera esposa se llamó Tulia Molano, con quién tuvo dos hijos, José y Sonia. Luego con Amelia Caraballo con quien tuvo cuatro hijos: Alberto, Alfredo, Abel y Marta. Finalmente con Dora Manzano en 1966 de cuya unión nacieron Katiuska, Veruschka y Boris.
Después de recorrer varios países donde conoció diferentes géneros musicales, artistas, compositores y de recibir reconocimientos en el exterior, regresó a Colombia en 1945 y se radicó en Bogotá donde se dio cuenta del auge inusitado de la música de la Costa que interpretaban Lucho Bermúdez, Abel Antonio Villa y Guillermo de Jesús Buitrago Henríquez, el célebre intérprete de ‘La víspera de Año Nuevo’.
En esos momentos de agitada competencia de las casas disqueras por lograr una participación del mercado, el Gerente de RCA Víctor, Jack Glottman, le pidió componer cumbias y porros. “Yo no sabía hacer cumbias, ni porros, ni nada de esas vainas, pues era en ese momento música vulgar, pero luego serían mi trampolín a la fama”. Ante la vehemente petición de quien le había colaborado a su llegada a la capital, compuso “El Gallo Tuerto” cuyos arreglos y grabación las hizo la orquesta de Milciades Garavito, en Bogotá. Con este porro logró penetrar al mercado que buscaba, y lo motivó a seguir componiendo canciones de este estilo.
Como tenía que entregar a su casa disquera las partituras de sus creaciones y carecía de formación académica, se apoyó en los maestro Lucho Bermúdez y Luis Uribe Bueno quienes le colaboraron con gran esmero. Compuso enseguida “Las pilanderas”, “La Llorona Loca”, “Navidad Negra”, “Alegre Pescador”, que fueron éxitos en Colombia, México, Argentina y en otros Países Latinoamericanos
“Se murió /mi gallo tuerto/Que será de mi gallina/A las cuatro e la mañana /
Le cantaba en la cocina”
En 1946, Antonio Fuentes, lo invitó a grabar en la disquera Fuentes, creando para tal fin “Los Trovadores de Barú” que integraron también como vocalistas a Tito Cortez, el dueto de Antaño, el Trío Nacional, Bovea y Guillermo Buitrago logrando éxitos contundentes. Las canciones de Barros “El vaquero”, “Momposina”, “El chupaflor”, ” “Navidad negra”” consiguieron de inmediato gran aceptación en Colombia, Venezuela y Panamá.
En la playa blanca/de arena caliente, hay rumor de cumbia/y olor a aguardiente.
Siendo consecuente a su estilo y a su formación musical adquirida en el trasegar de su vida, inició sus composiciones vallenatas con el “El vaquero” y el merengue “Angelita Lucía”, grabada por Bovea y sus Vallenatos.
“El vaquero va cantando una tonada/y la tarde va muriéndose en el río.
Con el recuerdo triste de su amada/lleva su corazón lleno de frío.
Lo acompaña siempre un lucero/, cuando va cantando el vaquero”
Luego compuso: Corazón atormentado, Ají Picante, Las Pilanderas, El Chupaflor, La Pava, El Guere, Guere, Arbolito de Navidad, Pajarillo montañero. etc
En Bogotá José Benito Barros siguió dedicado a componer canciones en varios géneros y viajaba a la Costa y al exterior permanentemente. Su objetivo siempre fue componer una canción que identificara a El Banco, como lo expresaba constantemente a sus amigos: ” la letra de esa canción tenía que ser romántica, bonita, histórica. Entonces me acordé de una historia que sucedió en El Banco con un señor cachaco, llamado Guillermo Cubillos”.
En 1969 en un momento sublime, concatenando recuerdos y melodías terminó de componer la famosa cumbia La piragua de Guillermo Cubillo Ospina, un comerciante y experto navegante nacido en 1863 en Chía (Cundinamarca), que vivió muchos años en La Dorada donde se dedicó al transporte de mercancías entre La Dorada y El Banco en su lancha “LA GIRARDOTEÑA” . En uno de tantos viajes a El Banco, el señor Gastón Lozano, Gerente del Hotel Magdalena donde se hospedaba, le presentó al Chimichaguero Luis Roberto León quien lo invitó a una correría por la Ciénaga de Zapatosa y Chimichagua.
El cachaco Cubillo como le decían, con gran olfato comercial captó el gran potencial de la zona y las posibilidades de negocios si lograba establecer un transporte fluvial que garantizara la salida de los productos, ya que sólo habían canoas pequeñas y los caminos eran intransitables. En varias oportunidades visitó esa zona que le agradó y allí conoció a Juana de Mattos Álvarez de quien se enamoró y meses después contrajo matrimonio. De esta unión nacieron Juana, Juan de Jesús, Guillermo y Cosme Cubillos Álvarez. En su primer matrimonio con Pastora Ramos, oriunda de Girardot, le quedaron dos hijas: Isabel y Ana Elena. Tuvo además cuatro hijos: Avelina, Maryory, Pauliana y Lácides
Cubillos, después de analizar todas las perspectivas del negocio, contrató en 1919 con el experto Lorenzo Simanca Epalza, la construcción de un bote de 15 metros de largo, 3 de ancho, y 2 metros de altura con tablones de Tolú, Ceiba amarrilla y Cedro. La inmensa canoa fue construida rápidamente y fue tirada al agua ese mismo año impulsada por un equipo de bogas. Fue un gran acontecimiento en toda la región, el pueblo llegaba al puerto para conocer la ” Isabel Helena” el gigante medio de transporte a quien Guillermo Cubillo le puso ese nombre en honor a sus dos hijas. Era costumbre en ese tiempo que a las canoas no se le ponía el nombre con el que se distinguía en ninguna parte del casco, simplemente se bautizaba oralmente de acuerdo a la preferencia de su dueño.
Guillermo Cubillos navegante idóneo, viajaba constantemente entre el Banco y Chimichagua con la compañía de su auxiliar Pedro Arbórea, un hombre de pequeña estatura, de color moreno, malgeniado y busca pleitos que hacía las veces de cocinero
Los negocios del cachaco crecieron, igual que el reconocimiento general por el buen servicio que ofrecía a los Chimichagueros quienes orondos festejaban la salida de sus productos en una embarcación grande y segura.
Por Ricardo Gutiérrez Gutiérrez
Riguti@yahoo.com