Toda madre es una santa para su esposo y sus hijos, El Redentor la bendijo y las bondades son tantas
I
Bendecida por los santos
por su misión de dar vida,
esa es la madre querida
ternura de dulce canto.
Sus deseos son un manto
adornado de esperanza.
Ella teje en sus andanzas
esplendentes moralejas,
y a los hijos les deja
sus hermosas enseñanzas.
II
Toda madre es una santa
para su esposo y sus hijos,
El Redentor la bendijo
y las bondades son tantas.
Emergen de su garganta
los consejos con piedad,
centinela de la verdad
que defiende con certeza,
brilla sobre su cabeza
la corona de lealtad.
III
La palabra comprensión
es una flor en sus labios,
con la prudencia del sabio
ha cultivado el amor.
Ella practica el perdón
que la iglesia ha predicado,
a Judas nunca ha quemado
ni siquiera en la intención,
porque hay en su corazón
un rosal santificado.
IV
Ella reclama el trabajo
porque siempre nos redime
de la pobreza que gime
con sus angustias de atajo.
Que Dios bendiga los gajos
del cielo en luminiscencia
que consagre la conciencia
de todos los colombianos
para vivir como hermanos
con dignidad y decencia.
Por José Atuesta Mindiola
Toda madre es una santa para su esposo y sus hijos, El Redentor la bendijo y las bondades son tantas
I
Bendecida por los santos
por su misión de dar vida,
esa es la madre querida
ternura de dulce canto.
Sus deseos son un manto
adornado de esperanza.
Ella teje en sus andanzas
esplendentes moralejas,
y a los hijos les deja
sus hermosas enseñanzas.
II
Toda madre es una santa
para su esposo y sus hijos,
El Redentor la bendijo
y las bondades son tantas.
Emergen de su garganta
los consejos con piedad,
centinela de la verdad
que defiende con certeza,
brilla sobre su cabeza
la corona de lealtad.
III
La palabra comprensión
es una flor en sus labios,
con la prudencia del sabio
ha cultivado el amor.
Ella practica el perdón
que la iglesia ha predicado,
a Judas nunca ha quemado
ni siquiera en la intención,
porque hay en su corazón
un rosal santificado.
IV
Ella reclama el trabajo
porque siempre nos redime
de la pobreza que gime
con sus angustias de atajo.
Que Dios bendiga los gajos
del cielo en luminiscencia
que consagre la conciencia
de todos los colombianos
para vivir como hermanos
con dignidad y decencia.
Por José Atuesta Mindiola