La pobreza extrema, la falta de educación y las pocas oportunidades son factores que incurren en la proliferación del trabajo infantil con el consentimiento de los progenitores.
A la par del crecimiento de la pobreza, las calles de Valledupar fueron llenándose de menores de edad, que bajo el consentimiento de sus padres, se emplean pidiendo dinero para suplir las necesidades de sus familias. Menores que al no tener para comer se vieron en la necesidad de cambiar el espíritu de inocencia por el de la cruel mendicidad.
Mariela Rondón llegó como migrante desde Venezuela huyendo de la crisis económica que azota al vecino país. Su historia es similar a la de miles de mujeres que aterrizaron en Colombia, pero les fue imposible conseguir empleo, por eso, cansada de ver cómo sus hijos se acostaban sin probar bocados de comida noche tras noche, acudió a la mendicidad.
“Yo llegué a Colombia en 2016, huyendo, porque ya no aguantaba más la situación allá (Venezuela) y tenía que alimentar a mis dos hijas, y por eso tomé lo poquito que tenía y salí a buscar qué hacer, pues si me quedaba o me moría de hambre o quizás de qué”, contó la mujer con la voz entre cortada.
A ella la encontramos en un pequeño recorrido hecho por la avenida Simón Bolívar, donde la mendicidad y el trabajo infantil son una fotografía constante de sol a sol.
Uno de los factores más comunes, según expertos, para que se dé el trabajo infantil es la falta de educación de los padres de familia; así mismo, los altos índices de pobreza conllevan a los menores a verse obligados en trabajar a temprana edad en labores informales.
En materia de pobreza extrema, las cifras de Valledupar preocupan. Del 2018 al 2019, dicho porcentaje pasó de 7,4 % a 9,4 puntos porcentuales de la población. En este caso, la línea de pobreza extrema es el costo per cápita mensual mínimo necesario para adquirir únicamente una canasta de bienes alimentarios. En otras palabras, más de 48.286 habitantes de la ciudad no tenían cómo alimentarse bien ni gozaban de servicios esenciales.
Es ese 9,4 % de la población, que, en su mayoría, sale a las calles, se para en los semáforos, en las esquinas, en busca de dinero que le permita comer y dormir bajo un techo.
En ese sentido, diferentes entidades nacionales y locales trabajan para evitar la deserción escolar o en su defecto el incremento del trabajo infantil. Por ejemplo, en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, existe una medida de protección para niños, niñas y adolescentes que han sido encontrados en situación de trabajo infantil, la cual es denominada ‘modalidad externado media jornada’, esta consiste en brindar un acompañamiento desde el medio familiar al menor de edad, haciendo unas actividades con los niños, niñas y adolescentes, involucrando a sus padres, donde conocen los riesgos a los que se exponen los menores si se les permite trabajar o realizar actividades que no correspondan a su edad.
“El ICBF a nivel departamental trabaja con Equipos Móviles de Protección (EMPI) en la identificación de niños, niñas y adolescentes en riesgo o situación de trabajo infantil; este trabajo también es articulado con todos los entes territoriales, quienes desde su competencia lideran trabajos de prevención del flagelo”, señaló el director del ICBF seccional Cesar, Gabriel Castilla.
Desde la Oficina de Gestión Social se emplea la iniciativa denominada ‘Ahora más que nunca Valledupar #SinTrabajoInfantil’, según lo expresado por la directora Karen Estrada. “Hemos realizado encuentros pedagógicos a través de la radio, en los cuales, junto con Policía de Infancia y Adolescencia y el Ministerio de Trabajo, se capacitó acerca de este flagelo, sus consecuencias y qué debemos hacer para prevenirlo. Además, en articulación con el Ministerio de Trabajo se han venido realizando capacitaciones sobre cómo sacar el permiso de trabajo, cuál es la edad mínima de trabajo y cuáles son los trabajos permitidos para un adolescente”, señaló Estrada.
POR: ROBERT CADAVID | EL PILÓN
La pobreza extrema, la falta de educación y las pocas oportunidades son factores que incurren en la proliferación del trabajo infantil con el consentimiento de los progenitores.
A la par del crecimiento de la pobreza, las calles de Valledupar fueron llenándose de menores de edad, que bajo el consentimiento de sus padres, se emplean pidiendo dinero para suplir las necesidades de sus familias. Menores que al no tener para comer se vieron en la necesidad de cambiar el espíritu de inocencia por el de la cruel mendicidad.
Mariela Rondón llegó como migrante desde Venezuela huyendo de la crisis económica que azota al vecino país. Su historia es similar a la de miles de mujeres que aterrizaron en Colombia, pero les fue imposible conseguir empleo, por eso, cansada de ver cómo sus hijos se acostaban sin probar bocados de comida noche tras noche, acudió a la mendicidad.
“Yo llegué a Colombia en 2016, huyendo, porque ya no aguantaba más la situación allá (Venezuela) y tenía que alimentar a mis dos hijas, y por eso tomé lo poquito que tenía y salí a buscar qué hacer, pues si me quedaba o me moría de hambre o quizás de qué”, contó la mujer con la voz entre cortada.
A ella la encontramos en un pequeño recorrido hecho por la avenida Simón Bolívar, donde la mendicidad y el trabajo infantil son una fotografía constante de sol a sol.
Uno de los factores más comunes, según expertos, para que se dé el trabajo infantil es la falta de educación de los padres de familia; así mismo, los altos índices de pobreza conllevan a los menores a verse obligados en trabajar a temprana edad en labores informales.
En materia de pobreza extrema, las cifras de Valledupar preocupan. Del 2018 al 2019, dicho porcentaje pasó de 7,4 % a 9,4 puntos porcentuales de la población. En este caso, la línea de pobreza extrema es el costo per cápita mensual mínimo necesario para adquirir únicamente una canasta de bienes alimentarios. En otras palabras, más de 48.286 habitantes de la ciudad no tenían cómo alimentarse bien ni gozaban de servicios esenciales.
Es ese 9,4 % de la población, que, en su mayoría, sale a las calles, se para en los semáforos, en las esquinas, en busca de dinero que le permita comer y dormir bajo un techo.
En ese sentido, diferentes entidades nacionales y locales trabajan para evitar la deserción escolar o en su defecto el incremento del trabajo infantil. Por ejemplo, en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, existe una medida de protección para niños, niñas y adolescentes que han sido encontrados en situación de trabajo infantil, la cual es denominada ‘modalidad externado media jornada’, esta consiste en brindar un acompañamiento desde el medio familiar al menor de edad, haciendo unas actividades con los niños, niñas y adolescentes, involucrando a sus padres, donde conocen los riesgos a los que se exponen los menores si se les permite trabajar o realizar actividades que no correspondan a su edad.
“El ICBF a nivel departamental trabaja con Equipos Móviles de Protección (EMPI) en la identificación de niños, niñas y adolescentes en riesgo o situación de trabajo infantil; este trabajo también es articulado con todos los entes territoriales, quienes desde su competencia lideran trabajos de prevención del flagelo”, señaló el director del ICBF seccional Cesar, Gabriel Castilla.
Desde la Oficina de Gestión Social se emplea la iniciativa denominada ‘Ahora más que nunca Valledupar #SinTrabajoInfantil’, según lo expresado por la directora Karen Estrada. “Hemos realizado encuentros pedagógicos a través de la radio, en los cuales, junto con Policía de Infancia y Adolescencia y el Ministerio de Trabajo, se capacitó acerca de este flagelo, sus consecuencias y qué debemos hacer para prevenirlo. Además, en articulación con el Ministerio de Trabajo se han venido realizando capacitaciones sobre cómo sacar el permiso de trabajo, cuál es la edad mínima de trabajo y cuáles son los trabajos permitidos para un adolescente”, señaló Estrada.
POR: ROBERT CADAVID | EL PILÓN