Una casa de bahareque que conecta el pasado con el presente, se convierte en testigo inmortal de las tradiciones del pretérito. Una forma de que las nuevas generaciones conozcan el vivir de los que estuvieron antes.
Como una verdadera máquina del tiempo que tiene boleto directo al pasado, se enclava en el barrio San Joaquín, la casa de bahareque ‘El cuartico’, un monumento de la cultura vallenata, que conserva entre sus paredes los tesoros que en el pasado hicieron parte del cotidiano vivir de una familia típica de esta ciudad.
En medio de una fragancia única, a tradición, a barro seco, a madera y a fogón de leña; ‘El Cuartico’ es un lugar donde se conservan la esencia, las costumbres y las tradiciones del viejo Valledupar. Un lugar en donde los recuerdos despiertan la nostalgia de la niñez.
La historia de este almacén de recuerdos y memorias, empieza con el matrimonio de José Benito Jiménez y Bernarda Zuleta de Jiménez, una pareja que sin educación académica, pero con muchas ganas de salir adelante, formó una familia de ocho hijos: Carlos, Nelly, Carmen, Cecilia, Luz Marina, Fanny, Mariela y Marlene Jiménez Zuleta. Juntos conformaron un hogar basado en los principios cristianos propios de esta región.
José Benito Jiménez y Bernarda Zuleta de Jiménez terminaron esta casa en el año de 1966. Ahí vieron crecer a sus hijos y con el tiempo construyeron una nueva vivienda de material, situada a un lado de la tradicional casa de bahareque.
“Este ‘Cuartico’ es un centro de memoria para las futuras generaciones, debido a que está construida con madera, barro, techo de teja y piso de barro; consta de tres piezas: sala, dormitorio y cocina. Es amplia y refleja la esencia de las costumbres de antes”, comentó Carmen, una de las encargadas de conservar esta importante muestra del pasado.
Durante el recorrido, los oídos atentos de quienes la visitan pueden descubrir secretos que los objetos susurran en sus oídos. Así es posible descubrir cómo, anteriormente, la vida corriente y familiar era desahogada y agradable. Tal como ocurre en este lugar, en las casas se empleaba generalmente la misma habitación para comer, dormir y recibir a los familiares y a las visitas.
Los muebles y objetos domésticos están conformados por bancos, mesas de madera y asientos de cuero, entre otros elementos valiosos para la memoria, a veces olvidadiza, de los vallenatos y de los visitantes.
“Acá tenemos objetos de muchos años que tienen una verdadera historia y tradición; por ejemplo, se conserva una piedra de moler, de propiedad de la tatarabuela materna, Virginia Torres, que en sus tiempos la usaba para moler maíz, café y sal. Una herramienta que data del año 1850”, aseguró la encargada de orientar el recorrido.
Durante la visita a esta ‘máquina del tiempo’, los visitantes descubren parte de la historia del municipio y sus tradiciones. En su relato, tres de las hijas del matrimonio Jiménez Zuleta, que habita el lugar donde queda “El Cuartico”, cuentan que esta vivienda fue inaugurada el 30 de abril de 1966 por Edgardo Pupo Pupo, Crispín Villazón de Armas y Rodrigo López, entre otros. Estos personajes organizaron una parranda vallenata con Colacho Mendoza, Adán Montero Jiménez, Rodolfo Castilla Polo y Jairo Negrete.
Pero ahí no termina la relación de esta casa de bahareque y el folclor. Cabe anotar que en esta casa, Poncho Zuleta y Emilianito Zuleta realizaron las mejores parrandas tradicionales con sus versos y sus cuentos, siempre rodeados de sus amigos Rodrigo Medina Morón, José Benito Jiménez, Wilson Márquez, Héctor Arzuaga y Armando Zabaleta (fallecidos), “Wicho” Sánchez, Poncho Castro, Isaac Carrillo, Camilo Namén, Ismael Namén e Iván Gil Molina, Mario Gómez y Luving Barranco, quienes se deleitaban con los famosos sancochos y guisos de chivo, gallina criolla, pescados e iguana y arroz de asadura, preparados por su prima Bernarda Zuleta de Jiménez.
De esta manera, ‘El Cuartico’ se convierte en una forma, mágica e inigualable, de conocer las tradiciones que formaron a los vallenatos de hoy y que, en el pasado, eran el día a día de aquellos que se despertaban con el aroma incomparable de un buen café servido en totuma y el calor de las brasas de un fogón en el piso que hacia ameno el frío de las madrugadas vallenatas.
De esta manera se plasma la idiosincrasia e imagen de un pueblo, al tener en cuenta las sanas costumbres y las tradiciones que sirvieron para enriquecer la fuente de la cultura y responder por un legado diáfano para las futuras generaciones.
Por Pepe Morón Reales [email protected]
Una casa de bahareque que conecta el pasado con el presente, se convierte en testigo inmortal de las tradiciones del pretérito. Una forma de que las nuevas generaciones conozcan el vivir de los que estuvieron antes.
Como una verdadera máquina del tiempo que tiene boleto directo al pasado, se enclava en el barrio San Joaquín, la casa de bahareque ‘El cuartico’, un monumento de la cultura vallenata, que conserva entre sus paredes los tesoros que en el pasado hicieron parte del cotidiano vivir de una familia típica de esta ciudad.
En medio de una fragancia única, a tradición, a barro seco, a madera y a fogón de leña; ‘El Cuartico’ es un lugar donde se conservan la esencia, las costumbres y las tradiciones del viejo Valledupar. Un lugar en donde los recuerdos despiertan la nostalgia de la niñez.
La historia de este almacén de recuerdos y memorias, empieza con el matrimonio de José Benito Jiménez y Bernarda Zuleta de Jiménez, una pareja que sin educación académica, pero con muchas ganas de salir adelante, formó una familia de ocho hijos: Carlos, Nelly, Carmen, Cecilia, Luz Marina, Fanny, Mariela y Marlene Jiménez Zuleta. Juntos conformaron un hogar basado en los principios cristianos propios de esta región.
José Benito Jiménez y Bernarda Zuleta de Jiménez terminaron esta casa en el año de 1966. Ahí vieron crecer a sus hijos y con el tiempo construyeron una nueva vivienda de material, situada a un lado de la tradicional casa de bahareque.
“Este ‘Cuartico’ es un centro de memoria para las futuras generaciones, debido a que está construida con madera, barro, techo de teja y piso de barro; consta de tres piezas: sala, dormitorio y cocina. Es amplia y refleja la esencia de las costumbres de antes”, comentó Carmen, una de las encargadas de conservar esta importante muestra del pasado.
Durante el recorrido, los oídos atentos de quienes la visitan pueden descubrir secretos que los objetos susurran en sus oídos. Así es posible descubrir cómo, anteriormente, la vida corriente y familiar era desahogada y agradable. Tal como ocurre en este lugar, en las casas se empleaba generalmente la misma habitación para comer, dormir y recibir a los familiares y a las visitas.
Los muebles y objetos domésticos están conformados por bancos, mesas de madera y asientos de cuero, entre otros elementos valiosos para la memoria, a veces olvidadiza, de los vallenatos y de los visitantes.
“Acá tenemos objetos de muchos años que tienen una verdadera historia y tradición; por ejemplo, se conserva una piedra de moler, de propiedad de la tatarabuela materna, Virginia Torres, que en sus tiempos la usaba para moler maíz, café y sal. Una herramienta que data del año 1850”, aseguró la encargada de orientar el recorrido.
Durante la visita a esta ‘máquina del tiempo’, los visitantes descubren parte de la historia del municipio y sus tradiciones. En su relato, tres de las hijas del matrimonio Jiménez Zuleta, que habita el lugar donde queda “El Cuartico”, cuentan que esta vivienda fue inaugurada el 30 de abril de 1966 por Edgardo Pupo Pupo, Crispín Villazón de Armas y Rodrigo López, entre otros. Estos personajes organizaron una parranda vallenata con Colacho Mendoza, Adán Montero Jiménez, Rodolfo Castilla Polo y Jairo Negrete.
Pero ahí no termina la relación de esta casa de bahareque y el folclor. Cabe anotar que en esta casa, Poncho Zuleta y Emilianito Zuleta realizaron las mejores parrandas tradicionales con sus versos y sus cuentos, siempre rodeados de sus amigos Rodrigo Medina Morón, José Benito Jiménez, Wilson Márquez, Héctor Arzuaga y Armando Zabaleta (fallecidos), “Wicho” Sánchez, Poncho Castro, Isaac Carrillo, Camilo Namén, Ismael Namén e Iván Gil Molina, Mario Gómez y Luving Barranco, quienes se deleitaban con los famosos sancochos y guisos de chivo, gallina criolla, pescados e iguana y arroz de asadura, preparados por su prima Bernarda Zuleta de Jiménez.
De esta manera, ‘El Cuartico’ se convierte en una forma, mágica e inigualable, de conocer las tradiciones que formaron a los vallenatos de hoy y que, en el pasado, eran el día a día de aquellos que se despertaban con el aroma incomparable de un buen café servido en totuma y el calor de las brasas de un fogón en el piso que hacia ameno el frío de las madrugadas vallenatas.
De esta manera se plasma la idiosincrasia e imagen de un pueblo, al tener en cuenta las sanas costumbres y las tradiciones que sirvieron para enriquecer la fuente de la cultura y responder por un legado diáfano para las futuras generaciones.
Por Pepe Morón Reales [email protected]