Cada día que pasa exalto más a nuestros campesinos analfabetas y ágrafos que construyeron la música vallenata, quienes sin tener ninguna formación académica realizaron unas nuevas formas lingüísticas homogéneas, para hacerse entender en sus diversas aldeas.
Cada día que pasa exalto más a nuestros campesinos analfabetas y ágrafos que construyeron la música vallenata, quienes sin tener ninguna formación académica realizaron unas nuevas formas lingüísticas homogéneas, para hacerse entender en sus diversas aldeas.
Ese lenguaje está ahí y sigue inmerso en sus canciones, que puede servir para un estudio profundo, por parte de quienes son especializados en los temas de la lingüística, semántica y figuras literarias.
Ellos no tuvieron a la mano la lectura del romancero español o profundos tratados, sobre todo, los que tenían que ver con el buen decir del lenguaje. Muchos de ellos, hablo de los padres del vallenato, aprendieron a firmar cuando se iban a casar, de ahí en adelante, solo sus dones fueron los encargados de hacerlos figuras relevantes.
Es bueno advertir que nuestros indígenas al interior de sus tradiciones tienen hermosas expresiones lingüísticas, cuyo desarrollo a través de sus cantos son para analizar porque se tiende a desconocer la fortaleza oral de ellos, en ese encuentro de mundos, que sumado a la africanía y los aportes europeos y asiáticos permiten encontrar grandes construcciones que pertenecen al mestizaje, mulataje y zambaje.
Por eso es urgente hacer uso del estudio científico del origen, la evolución y la estructura del lenguaje, de la que bien se encarga la lingüística. La semántica recoge aspectos correspondientes al significado, el sentido o interpretación del signo lingüístico como símbolos, palabras, expresiones o representaciones formales.
Todo eso si lo llevamos al mundo de la música vallenata, presenta una vorágine lingüística, que nos hace diferenciarnos entre sí, lo que permite ver una diáspora vallenata de forma y contenido.
Son muchas las acepciones que nuestro campesino creó, para conformar un mundo lingüístico que bien vale la pena mostrar. Me encanta cuando una autoridad de la literatura como Gabriel García Márquez le hizo un serio llamado a la RAE, en donde le dice que “tiene secuestrada las palabras”.
Me parece que esa defensa tiene mucho que ver con el palabrerío que nuestros campesinos de Colombia, del Caribe y en especial de La Provincia, quienes han producido y avivado la llama de nuestras diversas lenguas. En el IV Encuentro de la Lengua realizado en Cartagena donde se hizo el relanzamiento de su obra cumbre ‘Cien años de soledad’, lo vi defender y solicitarles a los representantes de la RAE que incluyeran las palabras vallenato, acordeonero, cajero, guacharaquero, muengue y ahumao.
Un ejemplo vivo es cuando ellos llaman acordeonero en vez de acordeonista como lo expone la RAE, o cajero y guacharaquero a quienes tocan los instrumentos del acordeón, caja y guacharaca. Ese ejecutante del acordeón decidió darle unos nombres que se quedaron siendo de uso popular.
En vez de decirle armónica la llamó violina o acordeón de bolsillo, al acordeón piano lo llamó concertina. Igual ocurrió con los variados modelos de acordeones que llegaron a nuestra tierra, donde contó con la habilidad del sirio libanés, mal llamados “turcos”, por los provincianos, para darles diversos nombres, entre ellos, de aumento, tornillo e máquina, espejito, moruno, gago, corona, tres coronas, cuyos ejecutantes decidieron llamar registro a la forma como pasaban sus dedos por los pitos y bajos de su acordeón para saber si estaban afinados, rutina a la creación de unos elementos identitarios que solo le pertenecían a quienes lo creaban, ‘El pase’ al llamado músico creativo que terminaba imponiéndose a los que eran intérpretes, mientras la habilidad del ‘Transporte’ le permitía al interprete pasar de una hilera a la otra, mientras el ‘Reparto’ daba cuenta de una agilidad mental que los hacia superior ante sus oponentes.
En el caso del cajero surgen los golpes entre ellos, el ‘rodao’ y los tres golpes, que sumado al rebruje creaba toda una cosmogonía vigente, que los hacía ser más creativo. Igual ocurría con el guacharaquero que con sus repiques friccionando la caña y el trinche, ha creado unas variables en su ejecución.
Si por los lados de los instrumentos posteriores a la ocarina, carrizos y conjuntos de hojitas se creció, no lo es menos, el aporte del autor y compositor nuestro, quien es el creador de la obra, la base de la cadena productiva del arte y avanzó en la construcción de nuevas formas lingüísticas, que arranca de una etapa primaria, en la que se hace el verso, musicalizado con lo que se tenía en el momento, con pocas pero más naturales figuras literarias que nacían en el canto.
Posterior a ello surge una etapa en donde se rodea la obra de un mayor números de figuras literarias, con excesos en muchos casos, porque se hizo uso de la moda que la obra entre más figuras tuviera era más reconocida. Y en el actual momento es escasa, porque este siglo es más de ritmo y estribillo que de poesía.
Desde una apertura primitiva, el creador sentó unas bases que son las que han caminado de la mano de tantas generaciones modernas y posmodernas, para hacer de la música vallenata una muestra cultural, que tiene tantos colores, olores y sabores, que exaltan la creación de unos hombres irrigados en toda la provincia.
Ante esa realidad, desarrollada una investigación, traducida hoy en el libro “De las frases en los cantos vallenatos”, producto de escuchar más de once mil canciones de diversos creadores en cada uno de los tiempos que ha tenido nuestra música, del que surgen alrededor de más de tres mil frases, que cuenta con el prólogo del hombre de letras Manuel Zapata Olivella y siete notas de solapa, entre quienes están Gabriela Febres Cordero, Ernesto MacCausland, Armando Silva, David Sánchez Juliao, entre otros.
Esta obra está sustentada en la creación de nuestros autores y compositores, que en cada uno de los momentos estelares que la música vallenata ha tenido, gesta una obra dedicada al amor, desamor, vida y muerte, canto social o canción necesaria, píqueria y tradición oral, que nos muestra de viva voz las diversas posturas del hombre creador.
En el tema del amor, nuestro valor musical ha producido muchas obras que exaltan ese sentimiento y elevan esa copla de la mejor manera:
“Mi vida no sería vida si tú no estás/ todo lo veo más bonito solo por ti” (Solo por ti -paseo- Rafael José Orozco Maestre)
“Y el amor en mí no muere/ siempre que sea para ti” (Comprende -paseo- Adaníes Amador Díaz Brito)
“Enamorarme de nuevo de una morena / pa’ que las viejas heridas me cicatricen” (Querer a alguien -paseo- José Alfonso Maestre Molina)
“Que yo soy el hombre de tus sueños” (Siete palabras -paseo- Kaleth Miguel Morales Troya)
“Porque adentro de mi alma / tu amor me quiere quemar” (Donde quiera que vaya -merengue- Luciano Gullo Fragoso)
En el desamor, nuestro creador ha derramado muchas lágrimas traducidas en una extensa obra que camina por diversos lugares:
“Fue como pedirle a una piedra/ mi dolor no te importaba” (“Cambió la historia”-paseo-Marciano Martínez Acosta)
“Porque tú amor me causó dolor/ y dolor no quiero” (“Se equivocó”-paseo-Lázaro Alfonso Cotes Ovalle)
“Así como llegó se fue/ la mujer de mi simpatía” (“Flor de papel”-paseo-Diomedes Díaz Maestre)
En lo que tiene que ver con la defensa de la vida, el autor / compositor vallenato le ha cantado con unos versos y música exaltadores que hacen fortalecer a la misma:
“Porque a esos versos tan bellos/ yo les pongo melodía” (“El encargo”-paseo-José Hernández Maestre)
“A veces se le ve que llora/ a veces se le ve que canta” (“Mi huerto”-paseo-Máximo Rafael Movíl Mendoza)
“Ya quieren irse por odios y piques” (“Rumores de viejas voces”-paseo-Gustavo Enrique Gutiérrez Cabello)
Si la vida es un hecho especial para la creación nuestra, no lo es menos la muerte, ese tránsito lleno de enigmas:
“Ya la sabana no volverá a reír / hoy solo triste podrá permanecer/ se fue la vieja Sara/ se acabó su existir” (“Homenaje a la vieja Sara”-paseo-Héctor Arturo Zuleta Díaz)
“Como hojas quedarán/ hasta mis canciones que quiero” (“Tiempos de la cometa”-paseo-Fredy de Jesús Molina Daza)
“Un padre hace falta toditos los días de Dios” (“El inmarcesible”-paseo-Adaníes de Jesús Díaz Ortiz)
“En el siniestro de Ovejas hasta los santos lloraron” (“El siniestro de Ovejas”-merengue-Carlos Araque Mieles)
La canción social o canción necesaria es una etapa fructífera del vallenato, que logró narrar la problemática de los pueblos, en donde nuestro creador la recogió de la mejor manera. Hoy esa narrativa está perdida, porque es más rentable una queja amorosa sin sentido, que cantar la realidad que estamos viviendo:
“Huyó del Valle donde la muerte iba a caballo conquistador” (“Lamento arhuaco”-paseo-José Santander Durán Escalona)
“En esclavo se convierte por pura necesidad” (“Hombre pobre”-paseo-Andrés Beleño)
“Nunca pudo el tolimense cantarle a su propio llanto/ como el llanto que hoy se siente por el Gualanday bajando” (“Canto al Tolima”-paseo-Guillermo Valencia Salgado)
“Ya los bancos no quieren prestar plata/ entonces lo que viene, es la mala situación” (“Mala situación”-paseo-Lorenzo Miguel Morales Herrera)
La música vallenata ha mantenido siempre una píqueria con ella misma. Es una manera contestataria que ayuda a mantener viva las diversas expresiones de la palabra y del verso mismo como agente comunicante: “El que no conoce el tema sufre de engaño, pero yo como lo conozco soy mucho gallo” (“El pleito”-merengue-Sebastián Guerra)
“Yo no soy gallo ni pollo/ soy un hombre de talento como sé ocupa’ mi puesto a ninguno me le corro” (Versión oral-Víctor Camarillo Ochoa)
“Yo soy como el reloj fino/ que a todos les da la hora” (Versión oral-Antonio Salas Baquero)
“Tengo un motor en los de‘os que gira sin gasolina” (“Mañana se va el correo”-son-Pedro Nolasco Martínez Beleño)
La tradición oral sustenta al vallenato en toda su expresión, sin ella no estaría en el sitial en que se encuentra. Sigue de pie, pese al paso del tiempo que trata de borrarlo todo, sin embargo, eso no ha sido óbice para encontrar muestras que reafirmar el valor de la palabra o el verso que camina de boca en boca:
“Gabo, es el autor del vallenato más largo de la historia” (Versión oral- Alberto Salcedo Ramos)
“Llegó el agraciado al puerto y tierra firme pisó, vi que resucitó al que nombraron por muerto” (Versión oral-Sara María Baquero Salas)
“El buen vallenato es el que da en el corazón” (Versión oral- Carlos Melo Salazar)
“Los compositores vallenatos, otorgan a la paradoja del poder femenino un contundente accionar metafórico que posesiona su natural sublimidad, es entonces, el vallenato, la poesía inmortalizada que construye la leyenda recreada” (Versión oral- Fabrina Acosta Contreras).
Por: Félix Carrillo Hinojosa
Cada día que pasa exalto más a nuestros campesinos analfabetas y ágrafos que construyeron la música vallenata, quienes sin tener ninguna formación académica realizaron unas nuevas formas lingüísticas homogéneas, para hacerse entender en sus diversas aldeas.
Cada día que pasa exalto más a nuestros campesinos analfabetas y ágrafos que construyeron la música vallenata, quienes sin tener ninguna formación académica realizaron unas nuevas formas lingüísticas homogéneas, para hacerse entender en sus diversas aldeas.
Ese lenguaje está ahí y sigue inmerso en sus canciones, que puede servir para un estudio profundo, por parte de quienes son especializados en los temas de la lingüística, semántica y figuras literarias.
Ellos no tuvieron a la mano la lectura del romancero español o profundos tratados, sobre todo, los que tenían que ver con el buen decir del lenguaje. Muchos de ellos, hablo de los padres del vallenato, aprendieron a firmar cuando se iban a casar, de ahí en adelante, solo sus dones fueron los encargados de hacerlos figuras relevantes.
Es bueno advertir que nuestros indígenas al interior de sus tradiciones tienen hermosas expresiones lingüísticas, cuyo desarrollo a través de sus cantos son para analizar porque se tiende a desconocer la fortaleza oral de ellos, en ese encuentro de mundos, que sumado a la africanía y los aportes europeos y asiáticos permiten encontrar grandes construcciones que pertenecen al mestizaje, mulataje y zambaje.
Por eso es urgente hacer uso del estudio científico del origen, la evolución y la estructura del lenguaje, de la que bien se encarga la lingüística. La semántica recoge aspectos correspondientes al significado, el sentido o interpretación del signo lingüístico como símbolos, palabras, expresiones o representaciones formales.
Todo eso si lo llevamos al mundo de la música vallenata, presenta una vorágine lingüística, que nos hace diferenciarnos entre sí, lo que permite ver una diáspora vallenata de forma y contenido.
Son muchas las acepciones que nuestro campesino creó, para conformar un mundo lingüístico que bien vale la pena mostrar. Me encanta cuando una autoridad de la literatura como Gabriel García Márquez le hizo un serio llamado a la RAE, en donde le dice que “tiene secuestrada las palabras”.
Me parece que esa defensa tiene mucho que ver con el palabrerío que nuestros campesinos de Colombia, del Caribe y en especial de La Provincia, quienes han producido y avivado la llama de nuestras diversas lenguas. En el IV Encuentro de la Lengua realizado en Cartagena donde se hizo el relanzamiento de su obra cumbre ‘Cien años de soledad’, lo vi defender y solicitarles a los representantes de la RAE que incluyeran las palabras vallenato, acordeonero, cajero, guacharaquero, muengue y ahumao.
Un ejemplo vivo es cuando ellos llaman acordeonero en vez de acordeonista como lo expone la RAE, o cajero y guacharaquero a quienes tocan los instrumentos del acordeón, caja y guacharaca. Ese ejecutante del acordeón decidió darle unos nombres que se quedaron siendo de uso popular.
En vez de decirle armónica la llamó violina o acordeón de bolsillo, al acordeón piano lo llamó concertina. Igual ocurrió con los variados modelos de acordeones que llegaron a nuestra tierra, donde contó con la habilidad del sirio libanés, mal llamados “turcos”, por los provincianos, para darles diversos nombres, entre ellos, de aumento, tornillo e máquina, espejito, moruno, gago, corona, tres coronas, cuyos ejecutantes decidieron llamar registro a la forma como pasaban sus dedos por los pitos y bajos de su acordeón para saber si estaban afinados, rutina a la creación de unos elementos identitarios que solo le pertenecían a quienes lo creaban, ‘El pase’ al llamado músico creativo que terminaba imponiéndose a los que eran intérpretes, mientras la habilidad del ‘Transporte’ le permitía al interprete pasar de una hilera a la otra, mientras el ‘Reparto’ daba cuenta de una agilidad mental que los hacia superior ante sus oponentes.
En el caso del cajero surgen los golpes entre ellos, el ‘rodao’ y los tres golpes, que sumado al rebruje creaba toda una cosmogonía vigente, que los hacía ser más creativo. Igual ocurría con el guacharaquero que con sus repiques friccionando la caña y el trinche, ha creado unas variables en su ejecución.
Si por los lados de los instrumentos posteriores a la ocarina, carrizos y conjuntos de hojitas se creció, no lo es menos, el aporte del autor y compositor nuestro, quien es el creador de la obra, la base de la cadena productiva del arte y avanzó en la construcción de nuevas formas lingüísticas, que arranca de una etapa primaria, en la que se hace el verso, musicalizado con lo que se tenía en el momento, con pocas pero más naturales figuras literarias que nacían en el canto.
Posterior a ello surge una etapa en donde se rodea la obra de un mayor números de figuras literarias, con excesos en muchos casos, porque se hizo uso de la moda que la obra entre más figuras tuviera era más reconocida. Y en el actual momento es escasa, porque este siglo es más de ritmo y estribillo que de poesía.
Desde una apertura primitiva, el creador sentó unas bases que son las que han caminado de la mano de tantas generaciones modernas y posmodernas, para hacer de la música vallenata una muestra cultural, que tiene tantos colores, olores y sabores, que exaltan la creación de unos hombres irrigados en toda la provincia.
Ante esa realidad, desarrollada una investigación, traducida hoy en el libro “De las frases en los cantos vallenatos”, producto de escuchar más de once mil canciones de diversos creadores en cada uno de los tiempos que ha tenido nuestra música, del que surgen alrededor de más de tres mil frases, que cuenta con el prólogo del hombre de letras Manuel Zapata Olivella y siete notas de solapa, entre quienes están Gabriela Febres Cordero, Ernesto MacCausland, Armando Silva, David Sánchez Juliao, entre otros.
Esta obra está sustentada en la creación de nuestros autores y compositores, que en cada uno de los momentos estelares que la música vallenata ha tenido, gesta una obra dedicada al amor, desamor, vida y muerte, canto social o canción necesaria, píqueria y tradición oral, que nos muestra de viva voz las diversas posturas del hombre creador.
En el tema del amor, nuestro valor musical ha producido muchas obras que exaltan ese sentimiento y elevan esa copla de la mejor manera:
“Mi vida no sería vida si tú no estás/ todo lo veo más bonito solo por ti” (Solo por ti -paseo- Rafael José Orozco Maestre)
“Y el amor en mí no muere/ siempre que sea para ti” (Comprende -paseo- Adaníes Amador Díaz Brito)
“Enamorarme de nuevo de una morena / pa’ que las viejas heridas me cicatricen” (Querer a alguien -paseo- José Alfonso Maestre Molina)
“Que yo soy el hombre de tus sueños” (Siete palabras -paseo- Kaleth Miguel Morales Troya)
“Porque adentro de mi alma / tu amor me quiere quemar” (Donde quiera que vaya -merengue- Luciano Gullo Fragoso)
En el desamor, nuestro creador ha derramado muchas lágrimas traducidas en una extensa obra que camina por diversos lugares:
“Fue como pedirle a una piedra/ mi dolor no te importaba” (“Cambió la historia”-paseo-Marciano Martínez Acosta)
“Porque tú amor me causó dolor/ y dolor no quiero” (“Se equivocó”-paseo-Lázaro Alfonso Cotes Ovalle)
“Así como llegó se fue/ la mujer de mi simpatía” (“Flor de papel”-paseo-Diomedes Díaz Maestre)
En lo que tiene que ver con la defensa de la vida, el autor / compositor vallenato le ha cantado con unos versos y música exaltadores que hacen fortalecer a la misma:
“Porque a esos versos tan bellos/ yo les pongo melodía” (“El encargo”-paseo-José Hernández Maestre)
“A veces se le ve que llora/ a veces se le ve que canta” (“Mi huerto”-paseo-Máximo Rafael Movíl Mendoza)
“Ya quieren irse por odios y piques” (“Rumores de viejas voces”-paseo-Gustavo Enrique Gutiérrez Cabello)
Si la vida es un hecho especial para la creación nuestra, no lo es menos la muerte, ese tránsito lleno de enigmas:
“Ya la sabana no volverá a reír / hoy solo triste podrá permanecer/ se fue la vieja Sara/ se acabó su existir” (“Homenaje a la vieja Sara”-paseo-Héctor Arturo Zuleta Díaz)
“Como hojas quedarán/ hasta mis canciones que quiero” (“Tiempos de la cometa”-paseo-Fredy de Jesús Molina Daza)
“Un padre hace falta toditos los días de Dios” (“El inmarcesible”-paseo-Adaníes de Jesús Díaz Ortiz)
“En el siniestro de Ovejas hasta los santos lloraron” (“El siniestro de Ovejas”-merengue-Carlos Araque Mieles)
La canción social o canción necesaria es una etapa fructífera del vallenato, que logró narrar la problemática de los pueblos, en donde nuestro creador la recogió de la mejor manera. Hoy esa narrativa está perdida, porque es más rentable una queja amorosa sin sentido, que cantar la realidad que estamos viviendo:
“Huyó del Valle donde la muerte iba a caballo conquistador” (“Lamento arhuaco”-paseo-José Santander Durán Escalona)
“En esclavo se convierte por pura necesidad” (“Hombre pobre”-paseo-Andrés Beleño)
“Nunca pudo el tolimense cantarle a su propio llanto/ como el llanto que hoy se siente por el Gualanday bajando” (“Canto al Tolima”-paseo-Guillermo Valencia Salgado)
“Ya los bancos no quieren prestar plata/ entonces lo que viene, es la mala situación” (“Mala situación”-paseo-Lorenzo Miguel Morales Herrera)
La música vallenata ha mantenido siempre una píqueria con ella misma. Es una manera contestataria que ayuda a mantener viva las diversas expresiones de la palabra y del verso mismo como agente comunicante: “El que no conoce el tema sufre de engaño, pero yo como lo conozco soy mucho gallo” (“El pleito”-merengue-Sebastián Guerra)
“Yo no soy gallo ni pollo/ soy un hombre de talento como sé ocupa’ mi puesto a ninguno me le corro” (Versión oral-Víctor Camarillo Ochoa)
“Yo soy como el reloj fino/ que a todos les da la hora” (Versión oral-Antonio Salas Baquero)
“Tengo un motor en los de‘os que gira sin gasolina” (“Mañana se va el correo”-son-Pedro Nolasco Martínez Beleño)
La tradición oral sustenta al vallenato en toda su expresión, sin ella no estaría en el sitial en que se encuentra. Sigue de pie, pese al paso del tiempo que trata de borrarlo todo, sin embargo, eso no ha sido óbice para encontrar muestras que reafirmar el valor de la palabra o el verso que camina de boca en boca:
“Gabo, es el autor del vallenato más largo de la historia” (Versión oral- Alberto Salcedo Ramos)
“Llegó el agraciado al puerto y tierra firme pisó, vi que resucitó al que nombraron por muerto” (Versión oral-Sara María Baquero Salas)
“El buen vallenato es el que da en el corazón” (Versión oral- Carlos Melo Salazar)
“Los compositores vallenatos, otorgan a la paradoja del poder femenino un contundente accionar metafórico que posesiona su natural sublimidad, es entonces, el vallenato, la poesía inmortalizada que construye la leyenda recreada” (Versión oral- Fabrina Acosta Contreras).
Por: Félix Carrillo Hinojosa