El profesor de Filosofía de la Universidad de Caldas presentó en Valledupar su obra ‘Grandes borrachos colombianos’.
Como no podía ser de otra manera, el escritor manizaleño Pablo Arango llegó a la cita con su conferencia… borracho.
Con una cerveza de lata en la mano, al igual que su compañero de escenario, este profesor de Filosofía de la Universidad de Caldas presentó en Valledupar su obra ‘Grandes borrachos colombianos’ en la cual describe la vida de cuatro ‘legendarios’ personajes cuya existencia estuvo y está marcada por el alcohol.
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Por supuesto, en su libro, Arango también plasma su propia vida que, como él mismo reconoce, navega entre lo etílico y las letras, entre las botellas de licor y los libros, entre los bares y las bibliotecas. “No me he muerto de pura suerte”, dice.
Arango tiene 47 años -aunque por su abundante barba y pelo desaliñado bien podría pasar por de 70- de los cuales la mitad los ha acompañado enfermo de alcoholismo.
Aunque varias veces trató de dejar la bebida y hacerle frente con tratamientos infructuosos, terminó por tirar la toalla y decidió, en vez de enfrentarla, llevarla de la mano y sacarle jugo.
Su propia condición de alcohólico -como él mismo lo reconoce- lo llevó a conocer mucha gente de distintas condiciones y estratos sociales.
Descubrió Arango que, aunque la sociedad tiene la imagen del alcohólico desechable, hay alcohólicos que son “gente poderosa” y que cumplen un rol de reconocimiento y comparten esa condición con otros drogadictos -así llama a los alcohólicos-.
“Me pareció muy interesante que en las propias vidas de alcohólicos miserables hay alguna belleza, y hay algunos enigmas de la condición humana que nos atraviesa a todos. Fue como un motivo para investigar estas cosas que a mí me interesan. Las contradicciones internas que tenemos: por un lado, queremos ser buenos padres de familia, pero por el otro, la parranda nos empuja, la libertad que significa dejarlo todo tirado y no trabajar, todo el tiempo somos empujados por tendencias contrarias, y no sabemos muy bien cómo lidiar con eso. Y esta es gente que se rindió a una de esas tendencias, a mí me pareció interesante investigar un poco de mi propia vida en la de otros”, manifestó en diálogo con EL PILÓN.
En este texto de 88 páginas, Arango se centra en la vida y obra de cuatro personajes fascinantes, pero que fueron borrachos o inspiraron borracheras inolvidables.
“El humor y la reflexión filosófica en estas piezas no son un recurso narrativo sino la representación fiel de una realidad igual de próxima a lo ridículo que a lo trágico, a lo trascendente y a lo mundano”, así describe la revista El Malpensante a esta obra.
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En ‘Grandes borrachos colombianos’ aparece la historia del maestro colombiano Óscar Castro, uno de los más grandes ajedrecistas del país, pero que murió deambulando por las calles o en hoteles de mala muerte. Fue tan gran jugador que El País de España publicó un obituario y lo destacó como un genio del ajedrez que llegó a derrotar a un campeón mundial; no obstante, falleció en una calle de Medellín y en Colombia nadie se enteró.
“Es muy interesante eso. Cómo un tipo que vivía en la calle, era hijo de prostituta, que no conocía a su padre, que toda la vida vivió en la calle, en un deporte que requiere tanta dedicación, justo la persona que no tiene dedicación, sobresale”, explica Arango.
También es protagonista del escrito uno de los profesores más queridos por sus estudiantes como fue el fallecido filósofo manizalita Jorge Iván Cruz. “El libro no surgió como un libro. Yo empecé a escribir porque ellos se empezaron a morir. Se murió mi profesor que fue, primero mi profesor y luego mi colega. Era un alcohólico fulminado”, recalcó Arango, mientras pide un paquete de Lucky al mesero de turno en el restobar Pedro Páramo, lugar que sirvió de escenario del conversatorio en el marco de la primera Feria del Libro de Valledupar.
Otra semblanza es la del Caballero Gaucho, un cantante popular de Risaralda, que, irónicamente, siendo abstemio inspiró muchas borracheras en el Eje Cafetero. A este personaje Arango lo investigó desde su experiencia personal. “Toda mi vida de borracho ha sido presidida por la música de él. Yo lo conocí, intenté acercármele como periodista, pero fue imposible; luego murió. Pero ahí quedó como esa inquietud, entonces traté de hacerlo lo que pude, examinando mi propia experiencia, la gente que yo conocía, lo poco que supe de él y sus letras. Las canciones que cantaba y cómo los borrachos en el Eje Cafetero reaccionamos a esas letras”, señaló.
“Esos son personajes que a mí me han parecido de una belleza singular y una rareza”, agregó.
Al indagar por su vida personal, Arango suelta poco. No se desmarca nunca del tema de su libro. Cuenta que su relación con el alcohol ha variado mucho a través del tiempo. Que ha tenido varias hospitalizaciones por cuenta de esta ‘droga’, como la denomina.
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Reconoce, por un lado, el carácter autodestructivo de tomar, pero por el otro, igualmente señala todas las cosas que, según él, le lleva: vida, alegría y amistades. “Amistades en un sentido muy efímero porque las amistades de trago no tienen la solidez de las amistades que no están mediadas por la droga”, recalca.
Y agrega: “Hay que reconocer que eso es difícil, pero el alcohol trae felicidad a la vida, da euforia, da la felicidad en formas que son difíciles de acceder de otra manera. Está la historia personal también, las heridas. Yo pienso que un factor muy fundamental en el alcoholismo son las heridas de la niñez. La niñez, para todo el mundo, no importa clase social, implica un montón de heridas. Deja daños en la psiquis. Y cada persona lidia con eso como puede. Los drogadictos y alcohólicos, encontramos en esta droga (alcohol) una manera de lidiar con esos fantasmas”, afirma.
En las aulas de la Universidad de Caldas, el profesor Pablo Arango se pasea hace 20 años como docente y asesorando y dirigiendo las tesis de grado de cientos de estudiantes. Labor que combina con el vicio del cual, no se siente orgulloso, pero reconoce sin problemas. “No me quiero poner científico porque no lo soy. Yo soy un borracho y, digamos, he intentado entender la experiencia del borracho desde mi propia experiencia y la de mis amigos. Yo tampoco quiero tirármela acá de que sé que es lo que pasa porque no tengo ni idea”, ahí concluyó la entrevista. Pero no la fiesta para el profe Pablo.
Por: José Alejandro Martínez / EL PILÓN
El profesor de Filosofía de la Universidad de Caldas presentó en Valledupar su obra ‘Grandes borrachos colombianos’.
Como no podía ser de otra manera, el escritor manizaleño Pablo Arango llegó a la cita con su conferencia… borracho.
Con una cerveza de lata en la mano, al igual que su compañero de escenario, este profesor de Filosofía de la Universidad de Caldas presentó en Valledupar su obra ‘Grandes borrachos colombianos’ en la cual describe la vida de cuatro ‘legendarios’ personajes cuya existencia estuvo y está marcada por el alcohol.
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Por supuesto, en su libro, Arango también plasma su propia vida que, como él mismo reconoce, navega entre lo etílico y las letras, entre las botellas de licor y los libros, entre los bares y las bibliotecas. “No me he muerto de pura suerte”, dice.
Arango tiene 47 años -aunque por su abundante barba y pelo desaliñado bien podría pasar por de 70- de los cuales la mitad los ha acompañado enfermo de alcoholismo.
Aunque varias veces trató de dejar la bebida y hacerle frente con tratamientos infructuosos, terminó por tirar la toalla y decidió, en vez de enfrentarla, llevarla de la mano y sacarle jugo.
Su propia condición de alcohólico -como él mismo lo reconoce- lo llevó a conocer mucha gente de distintas condiciones y estratos sociales.
Descubrió Arango que, aunque la sociedad tiene la imagen del alcohólico desechable, hay alcohólicos que son “gente poderosa” y que cumplen un rol de reconocimiento y comparten esa condición con otros drogadictos -así llama a los alcohólicos-.
“Me pareció muy interesante que en las propias vidas de alcohólicos miserables hay alguna belleza, y hay algunos enigmas de la condición humana que nos atraviesa a todos. Fue como un motivo para investigar estas cosas que a mí me interesan. Las contradicciones internas que tenemos: por un lado, queremos ser buenos padres de familia, pero por el otro, la parranda nos empuja, la libertad que significa dejarlo todo tirado y no trabajar, todo el tiempo somos empujados por tendencias contrarias, y no sabemos muy bien cómo lidiar con eso. Y esta es gente que se rindió a una de esas tendencias, a mí me pareció interesante investigar un poco de mi propia vida en la de otros”, manifestó en diálogo con EL PILÓN.
En este texto de 88 páginas, Arango se centra en la vida y obra de cuatro personajes fascinantes, pero que fueron borrachos o inspiraron borracheras inolvidables.
“El humor y la reflexión filosófica en estas piezas no son un recurso narrativo sino la representación fiel de una realidad igual de próxima a lo ridículo que a lo trágico, a lo trascendente y a lo mundano”, así describe la revista El Malpensante a esta obra.
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En ‘Grandes borrachos colombianos’ aparece la historia del maestro colombiano Óscar Castro, uno de los más grandes ajedrecistas del país, pero que murió deambulando por las calles o en hoteles de mala muerte. Fue tan gran jugador que El País de España publicó un obituario y lo destacó como un genio del ajedrez que llegó a derrotar a un campeón mundial; no obstante, falleció en una calle de Medellín y en Colombia nadie se enteró.
“Es muy interesante eso. Cómo un tipo que vivía en la calle, era hijo de prostituta, que no conocía a su padre, que toda la vida vivió en la calle, en un deporte que requiere tanta dedicación, justo la persona que no tiene dedicación, sobresale”, explica Arango.
También es protagonista del escrito uno de los profesores más queridos por sus estudiantes como fue el fallecido filósofo manizalita Jorge Iván Cruz. “El libro no surgió como un libro. Yo empecé a escribir porque ellos se empezaron a morir. Se murió mi profesor que fue, primero mi profesor y luego mi colega. Era un alcohólico fulminado”, recalcó Arango, mientras pide un paquete de Lucky al mesero de turno en el restobar Pedro Páramo, lugar que sirvió de escenario del conversatorio en el marco de la primera Feria del Libro de Valledupar.
Otra semblanza es la del Caballero Gaucho, un cantante popular de Risaralda, que, irónicamente, siendo abstemio inspiró muchas borracheras en el Eje Cafetero. A este personaje Arango lo investigó desde su experiencia personal. “Toda mi vida de borracho ha sido presidida por la música de él. Yo lo conocí, intenté acercármele como periodista, pero fue imposible; luego murió. Pero ahí quedó como esa inquietud, entonces traté de hacerlo lo que pude, examinando mi propia experiencia, la gente que yo conocía, lo poco que supe de él y sus letras. Las canciones que cantaba y cómo los borrachos en el Eje Cafetero reaccionamos a esas letras”, señaló.
“Esos son personajes que a mí me han parecido de una belleza singular y una rareza”, agregó.
Al indagar por su vida personal, Arango suelta poco. No se desmarca nunca del tema de su libro. Cuenta que su relación con el alcohol ha variado mucho a través del tiempo. Que ha tenido varias hospitalizaciones por cuenta de esta ‘droga’, como la denomina.
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Reconoce, por un lado, el carácter autodestructivo de tomar, pero por el otro, igualmente señala todas las cosas que, según él, le lleva: vida, alegría y amistades. “Amistades en un sentido muy efímero porque las amistades de trago no tienen la solidez de las amistades que no están mediadas por la droga”, recalca.
Y agrega: “Hay que reconocer que eso es difícil, pero el alcohol trae felicidad a la vida, da euforia, da la felicidad en formas que son difíciles de acceder de otra manera. Está la historia personal también, las heridas. Yo pienso que un factor muy fundamental en el alcoholismo son las heridas de la niñez. La niñez, para todo el mundo, no importa clase social, implica un montón de heridas. Deja daños en la psiquis. Y cada persona lidia con eso como puede. Los drogadictos y alcohólicos, encontramos en esta droga (alcohol) una manera de lidiar con esos fantasmas”, afirma.
En las aulas de la Universidad de Caldas, el profesor Pablo Arango se pasea hace 20 años como docente y asesorando y dirigiendo las tesis de grado de cientos de estudiantes. Labor que combina con el vicio del cual, no se siente orgulloso, pero reconoce sin problemas. “No me quiero poner científico porque no lo soy. Yo soy un borracho y, digamos, he intentado entender la experiencia del borracho desde mi propia experiencia y la de mis amigos. Yo tampoco quiero tirármela acá de que sé que es lo que pasa porque no tengo ni idea”, ahí concluyó la entrevista. Pero no la fiesta para el profe Pablo.
Por: José Alejandro Martínez / EL PILÓN