Sergio Boisier, desde una perspectiva de desarrollo endógeno, incluye la cultura como uno de los elementos en la construcción hexagonal de la Teoría de la Cometa, la cual debe volar con la brisa que se genere desde el gobierno central (presupuesto y financiación exógena).
Después de asumir las diferentes acepciones históricas del significado de cultura, la Unesco desde el 2006 amplía el concepto, resaltando la definición como variable transversal de todo proceso de desarrollo socioeconómico: “La cultura puede considerarse como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.
Veamos lo que se referencia en la Unesco sobre el particular: “El hombre es el medio y el fin del desarrollo… por consiguiente es el centro de gravedad del concepto de desarrollo y se ha desplazado de lo económico a lo social y hemos llegado a un punto en que esta mutación empieza a abordar lo cultural”. Esta referencia nos hace recordar las palabras de Amartya Sen cuando se le reconoció el Premio Nobel de Economía 1998: “El desarrollo será a partir del ser humano, o no será”.
En razón a esta realidad, la Unesco inicia en el 2011 un proceso de prueba, en varios países, con el fin de definir lo que ha llamado ‘Batería de Indicadores Unesco en Cultura para el Desarrollo’, orientada a medir la contribución de la cultura a los procesos de desarrollo a nivel nacional. Son 22 indicadores que responden a 7 dimensiones: economía, educación, patrimonio, comunicación, instituciones y gobernanza, participación y cohesión social e igualdad de género. Este ejercicio se realizó en Colombia en el 2011 bajo la responsabilidad del Ministerio de Cultura, de cuya actualización no tenemos conocimiento. Estas dimensiones de la Batería de Indicadores Culturales demuestran cómo la cultura incide en la economía de un país. De ahí la importancia de incluir la cultura como un plano adicional en un modelo de desarrollo endógeno.
Con base en estas consideraciones, se pretende sugerir un modelo integral de desarrollo endógeno, el cual, además de considerar los componentes tradicionales como son el económico, el social y el político, incluya la cultura como eje transversal en un intento por lograr el lugar que le corresponde y que le ha sido negado sistemáticamente, marginándola y negándole recursos a la hora de presupuestar.
Me basaré en los planteamientos de Bernardo Klibksberg, gurú internacional de la Gerencia Social; de Amartya Sen, premio Nobel de economía 1998; de Sergio Boisier, docente chileno reconocido internacionalmente por sus innovadores conceptos sobre Desarrollo Endógeno, y más recientemente en el mensaje de la Unesco de considerar la cultura como eje transversal en la búsqueda del desarrollo humano.
Sergio Boisier, desde una perspectiva de desarrollo endógeno, incluye la cultura como uno de los elementos en la construcción hexagonal de la Teoría de la Cometa, la cual debe volar con la brisa que se genere desde el gobierno central (presupuesto y financiación exógena), metáfora que proponemos sea referenciada para ajustar cada uno de los componentes del hexágono (factor decisional, instituciones, cultura, procedimientos, recursos materiales y entorno) a nuestro medio y experimentar su aplicación.
Una vez considerada la cultura como un plano del modelo de desarrollo endógeno, en el que tendremos en cuenta la metáfora de ‘El vuelo de la cometa’, se deben tener en cuenta, en el despliegue del concepto, la implementación del sistema de gestión de la Responsabilidad Social Empresarial, en todos sus componentes, ya que contempla variables que responden a las buenas prácticas de los clientes internos y externos de toda iniciativa empresarial, cuyo ejercicio propiciaría mayor presencia de “activos productivos” para el crecimiento con desarrollo.
Igualmente, se debe incluir el fortalecimiento del llamado capital social, en la aprehensión de sus esenciales dimensiones como son el clima de confianza, referida a las relaciones entre personas, entre personas e instituciones y entre instituciones; la capacidad de asociatividad, dirigida a conformar esquemas de cooperación que contribuyan a crear una sinergia solidaria relevante; la conciencia cívica, o civilidad en el interés colectivo y los valores éticos, los cuales tienen una significación decisiva en el manejo de lo público.
Todos estos aspectos, los cuales se deben tener como elementos incluyentes del modelo, deben estar acompañados de la participación activa del voluntariado en todas sus manifestaciones, dado que su presencia autogestionaria y su solidaridad activa, están soportadas en un fuerte compromiso ético, los cuales son generadores de confianza y credibilidad.
Con lo expuesto queda claro el por qué incluir la cultura como un plano adicional en la planificación del desarrollo endógeno. Ahora ocupémonos del por qué ubicarnos en la línea del modelo de desarrollo endógeno en busca de un crecimiento económico con desarrollo humano.
En Colombia la apertura económica se da sin selectividad de los sectores ni gradualidad en su inserción en la globalización de la economía, lo que redujo notablemente su velocidad en la búsqueda del desarrollo, produciendo lo que se conoció como “la ruina del sector agropecuario” y “el concordato colectivo de la industria”.
Como consecuencia de esta apertura de facto, la política del país se concentra en reacomodar sus cuentas nacionales, en forma general, descuidando la regionalización del desarrollo, la cual debe conducir a la descentralización, tanto política, administrativa y financiera, en una nación que convive en un territorio de cinco regiones totalmente disímiles en su cultura, de acuerdo con la actual definición de la Unesco sobre este concepto.
De ahí que los modelos de desarrollo, regionales y locales, deben ser de desarrollo endógeno, es decir, la potencialización de sus capacidades proyectadas de adentro hacia fuera, o mejor, de lo local a lo nacional y más aún, de lo nacional a lo internacional. Estos planteamientos se esbozan, tal vez, como una respuesta a contribuir a responder a la eterna pregunta del ¿cómo lograr el esquivo desarrollo? (Boisier 1997). Se hace imperativo “colocar ahora las ideas por delante de la práctica”. Una forma de intentarlo es la aplicación del modelo de desarrollo endógeno con la inclusión del actual concepto de cultura planteado por la Unesco, en un momento en que disponemos de una valiosa herramienta para alcanzar la autonomía del desarrollo, que nos otorga la Constitución de 1991, en cabeza de las RAP (Regiones Administrativas de Planificación), figura que permite la asociatividad de departamentos para la planificación y consolidación de proyectos regionales, y que el Decreto 900 de junio 26 de 2020 las faculta para formular el Plan Estratégico Regional, PER.
En la formulación de este PER, de la RAP Región Caribe, ya reconocida oficialmente su constitución, sin operación conocida, debemos tener cuidado de que la cultura ocupe un posicionamiento presupuestal relevante y al mismo tiempo estar atentos, en el Magdalena Grande, de no permitir el reacomodamiento del pernicioso centralismo bogotano, que hemos vivido históricamente a nivel nacional, al que pudiera ser el pernicioso centralismo barranquillero a nivel regional.
Sergio Boisier, desde una perspectiva de desarrollo endógeno, incluye la cultura como uno de los elementos en la construcción hexagonal de la Teoría de la Cometa, la cual debe volar con la brisa que se genere desde el gobierno central (presupuesto y financiación exógena).
Después de asumir las diferentes acepciones históricas del significado de cultura, la Unesco desde el 2006 amplía el concepto, resaltando la definición como variable transversal de todo proceso de desarrollo socioeconómico: “La cultura puede considerarse como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.
Veamos lo que se referencia en la Unesco sobre el particular: “El hombre es el medio y el fin del desarrollo… por consiguiente es el centro de gravedad del concepto de desarrollo y se ha desplazado de lo económico a lo social y hemos llegado a un punto en que esta mutación empieza a abordar lo cultural”. Esta referencia nos hace recordar las palabras de Amartya Sen cuando se le reconoció el Premio Nobel de Economía 1998: “El desarrollo será a partir del ser humano, o no será”.
En razón a esta realidad, la Unesco inicia en el 2011 un proceso de prueba, en varios países, con el fin de definir lo que ha llamado ‘Batería de Indicadores Unesco en Cultura para el Desarrollo’, orientada a medir la contribución de la cultura a los procesos de desarrollo a nivel nacional. Son 22 indicadores que responden a 7 dimensiones: economía, educación, patrimonio, comunicación, instituciones y gobernanza, participación y cohesión social e igualdad de género. Este ejercicio se realizó en Colombia en el 2011 bajo la responsabilidad del Ministerio de Cultura, de cuya actualización no tenemos conocimiento. Estas dimensiones de la Batería de Indicadores Culturales demuestran cómo la cultura incide en la economía de un país. De ahí la importancia de incluir la cultura como un plano adicional en un modelo de desarrollo endógeno.
Con base en estas consideraciones, se pretende sugerir un modelo integral de desarrollo endógeno, el cual, además de considerar los componentes tradicionales como son el económico, el social y el político, incluya la cultura como eje transversal en un intento por lograr el lugar que le corresponde y que le ha sido negado sistemáticamente, marginándola y negándole recursos a la hora de presupuestar.
Me basaré en los planteamientos de Bernardo Klibksberg, gurú internacional de la Gerencia Social; de Amartya Sen, premio Nobel de economía 1998; de Sergio Boisier, docente chileno reconocido internacionalmente por sus innovadores conceptos sobre Desarrollo Endógeno, y más recientemente en el mensaje de la Unesco de considerar la cultura como eje transversal en la búsqueda del desarrollo humano.
Sergio Boisier, desde una perspectiva de desarrollo endógeno, incluye la cultura como uno de los elementos en la construcción hexagonal de la Teoría de la Cometa, la cual debe volar con la brisa que se genere desde el gobierno central (presupuesto y financiación exógena), metáfora que proponemos sea referenciada para ajustar cada uno de los componentes del hexágono (factor decisional, instituciones, cultura, procedimientos, recursos materiales y entorno) a nuestro medio y experimentar su aplicación.
Una vez considerada la cultura como un plano del modelo de desarrollo endógeno, en el que tendremos en cuenta la metáfora de ‘El vuelo de la cometa’, se deben tener en cuenta, en el despliegue del concepto, la implementación del sistema de gestión de la Responsabilidad Social Empresarial, en todos sus componentes, ya que contempla variables que responden a las buenas prácticas de los clientes internos y externos de toda iniciativa empresarial, cuyo ejercicio propiciaría mayor presencia de “activos productivos” para el crecimiento con desarrollo.
Igualmente, se debe incluir el fortalecimiento del llamado capital social, en la aprehensión de sus esenciales dimensiones como son el clima de confianza, referida a las relaciones entre personas, entre personas e instituciones y entre instituciones; la capacidad de asociatividad, dirigida a conformar esquemas de cooperación que contribuyan a crear una sinergia solidaria relevante; la conciencia cívica, o civilidad en el interés colectivo y los valores éticos, los cuales tienen una significación decisiva en el manejo de lo público.
Todos estos aspectos, los cuales se deben tener como elementos incluyentes del modelo, deben estar acompañados de la participación activa del voluntariado en todas sus manifestaciones, dado que su presencia autogestionaria y su solidaridad activa, están soportadas en un fuerte compromiso ético, los cuales son generadores de confianza y credibilidad.
Con lo expuesto queda claro el por qué incluir la cultura como un plano adicional en la planificación del desarrollo endógeno. Ahora ocupémonos del por qué ubicarnos en la línea del modelo de desarrollo endógeno en busca de un crecimiento económico con desarrollo humano.
En Colombia la apertura económica se da sin selectividad de los sectores ni gradualidad en su inserción en la globalización de la economía, lo que redujo notablemente su velocidad en la búsqueda del desarrollo, produciendo lo que se conoció como “la ruina del sector agropecuario” y “el concordato colectivo de la industria”.
Como consecuencia de esta apertura de facto, la política del país se concentra en reacomodar sus cuentas nacionales, en forma general, descuidando la regionalización del desarrollo, la cual debe conducir a la descentralización, tanto política, administrativa y financiera, en una nación que convive en un territorio de cinco regiones totalmente disímiles en su cultura, de acuerdo con la actual definición de la Unesco sobre este concepto.
De ahí que los modelos de desarrollo, regionales y locales, deben ser de desarrollo endógeno, es decir, la potencialización de sus capacidades proyectadas de adentro hacia fuera, o mejor, de lo local a lo nacional y más aún, de lo nacional a lo internacional. Estos planteamientos se esbozan, tal vez, como una respuesta a contribuir a responder a la eterna pregunta del ¿cómo lograr el esquivo desarrollo? (Boisier 1997). Se hace imperativo “colocar ahora las ideas por delante de la práctica”. Una forma de intentarlo es la aplicación del modelo de desarrollo endógeno con la inclusión del actual concepto de cultura planteado por la Unesco, en un momento en que disponemos de una valiosa herramienta para alcanzar la autonomía del desarrollo, que nos otorga la Constitución de 1991, en cabeza de las RAP (Regiones Administrativas de Planificación), figura que permite la asociatividad de departamentos para la planificación y consolidación de proyectos regionales, y que el Decreto 900 de junio 26 de 2020 las faculta para formular el Plan Estratégico Regional, PER.
En la formulación de este PER, de la RAP Región Caribe, ya reconocida oficialmente su constitución, sin operación conocida, debemos tener cuidado de que la cultura ocupe un posicionamiento presupuestal relevante y al mismo tiempo estar atentos, en el Magdalena Grande, de no permitir el reacomodamiento del pernicioso centralismo bogotano, que hemos vivido históricamente a nivel nacional, al que pudiera ser el pernicioso centralismo barranquillero a nivel regional.