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Opinión - 22 marzo, 2025

La crisis que quiere acabar a Valledupar

Existe un abismo insondable entre la realidad y el discurso oficial. Se gobierna o administra desde la distancia imperceptible.

PIE DE FOTO 1
Uno de los delitos que más golpea a Valledupar es el homicidio.
Foto: Referencia
PIE DE FOTO 1 Uno de los delitos que más golpea a Valledupar es el homicidio. Foto: Referencia
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La crisis de seguridad que hoy en día vive Valledupar ya no es solo una “simple” percepción ciudadana, es una realidad insoslayable. Los hechos recientes han rebasado cualquier justificación, dejando en evidencia la total precariedad de la administración que, entre cifras dudosas y discursos llenos de optimismo, parece más interesada en administrar la percepción que enfrentar contundentemente la cruda realidad. No se gobierna con excusas ni con eufemismos, se gobierna con resultados.

El horror perpetrado en la madrugada del 15 de marzo, cuando una fémina de manera deleznable fue brutalmente violentada por cinco sujetos encapuchados, es la gota que ha colmado la paciencia y la indignación de toda una ciudad que ya no cree en promesas. A plena vista de la impotencia, el crimen encontró impunidad en una ciudad que a viva voz clama justicia. ¿Cuántos días tienen que pasar antes de que haya capturas? ¿Cuántas vidas más deben quedar antes que se entienda la magnitud de la crisis?

Mientras los valduparenses viven con frustración y miedo, el burgomaestre en su rendición de cuentas se regodea con una reducción en homicidios del 4% en los homicidios. Pasamos de 126 a 121, ¿realmente esto es motivo de celebración? ¿Podrá una familia que ha perdido un ser querido encontrar algún consuelo en una cifra tan pírrica? ¿Indicativo de una ciudad más segura o simplemente un dato estadístico utilizado a conveniencia para el discurso oficial? La seguridad no se puede medir en porcentajes, mientras no exista paz y tranquilidad en la gente, y esa es una moneda, que, en Valledupar, está en números rojos.

La recién creada Secretaría de Seguridad y Convivencia Ciudadana -que en otrora me llenaba el espíritu de expectativa y esperanza-, la cual se anunció con bombos y platillos, ha sido poco más que una pasarela burocrática. Entre comunicados totalmente vacíos y estrategias en “fase de organización”, la ciudad sigue en la zozobra. ¿Cuánto tiempo más debe esperar la ciudanía para observar resultados verificables? ¿Será que la seguridad se puede detener mientras la burocracia se pone en marcha?

Como si fuera poco, el corredor vial entre Valledupar y La Paz se ha convertido en territorio sin ley. El execrable ataque que dejó a Zulmira Gómez con cuatro disparos es solo la confirmación de que los delincuentes han tomado el control. Roban, hieren, matan y ahora violan con total impunidad mientras los mandatarios de turno minimizan el problema con frases que insultan la inteligencia del ciudadano: “como en todas las ciudades de Colombia, estamos teniendo algunos problemas”.

Recomendado: ¿Cómo vamos con la (in) seguridad en Valledupar?

¿Desde cuándo la mediocridad ajena es la justificación para nuestra propia ineficiencia? ¿Es el conformismo la nueva política de seguridad en Valledupar? ¿Desde cuando el progreso de nuestra ciudad se mide con la vara de quienes fracasan? Es totalmente erróneo equiparar la violencia que vive el municipio bajo la premisa de que “en todas partes pasa”.

Existe un abismo insondable entre la realidad y el discurso oficial. Se gobierna o administra desde la distancia imperceptible, con datos que no reflejan la cotidianeidad de la gente, la tranquilidad solo existe en los informes. Valledupar no es más segura, los ciudadanos no se sienten protegidos, y el miedo se ha convertido en el pan de cada día.

¿Cuántas cosas graves deben ocurrir para que la administración municipal pueda comprender la gravedad del problema? Las estadísticas no detienen las balas ni previenen una violación. No es un cuadro de Excel lo que le devolverá la confianza a Valledupar, es la acción decidida, el trabajo serio y prolijo y la voluntad real de gobernar con suma responsabilidad.

Hoy Valledupar merece más, no necesita discursos optimistas ni comparaciones absurdas. Necesita respuestas concretas y contundentes, resultados verificables y un liderazgo que no se pueda conformar con solo cifras. La seguridad jamás será un privilegio, es un derecho. Y cuando ese derecho se vulnera una y otra vez sin consecuencias para los responsables, la crisis deja de ser un problema “percepción” y se convierte en una condena sempiterna para toda la sociedad.

Vallenatos, no se resignen. La indignación debe traducirse en exigencia, en presión social, en la demanda de una gestión que esté a la altura del desafío. La pregunta no es si la administración puede o no con esta crisis. La pregunta es si quiere hacerlo.

Por Jesús Daza Castro

Opinión
22 marzo, 2025

La crisis que quiere acabar a Valledupar

Existe un abismo insondable entre la realidad y el discurso oficial. Se gobierna o administra desde la distancia imperceptible.


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Uno de los delitos que más golpea a Valledupar es el homicidio.
Foto: Referencia
PIE DE FOTO 1 Uno de los delitos que más golpea a Valledupar es el homicidio. Foto: Referencia
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La crisis de seguridad que hoy en día vive Valledupar ya no es solo una “simple” percepción ciudadana, es una realidad insoslayable. Los hechos recientes han rebasado cualquier justificación, dejando en evidencia la total precariedad de la administración que, entre cifras dudosas y discursos llenos de optimismo, parece más interesada en administrar la percepción que enfrentar contundentemente la cruda realidad. No se gobierna con excusas ni con eufemismos, se gobierna con resultados.

El horror perpetrado en la madrugada del 15 de marzo, cuando una fémina de manera deleznable fue brutalmente violentada por cinco sujetos encapuchados, es la gota que ha colmado la paciencia y la indignación de toda una ciudad que ya no cree en promesas. A plena vista de la impotencia, el crimen encontró impunidad en una ciudad que a viva voz clama justicia. ¿Cuántos días tienen que pasar antes de que haya capturas? ¿Cuántas vidas más deben quedar antes que se entienda la magnitud de la crisis?

Mientras los valduparenses viven con frustración y miedo, el burgomaestre en su rendición de cuentas se regodea con una reducción en homicidios del 4% en los homicidios. Pasamos de 126 a 121, ¿realmente esto es motivo de celebración? ¿Podrá una familia que ha perdido un ser querido encontrar algún consuelo en una cifra tan pírrica? ¿Indicativo de una ciudad más segura o simplemente un dato estadístico utilizado a conveniencia para el discurso oficial? La seguridad no se puede medir en porcentajes, mientras no exista paz y tranquilidad en la gente, y esa es una moneda, que, en Valledupar, está en números rojos.

La recién creada Secretaría de Seguridad y Convivencia Ciudadana -que en otrora me llenaba el espíritu de expectativa y esperanza-, la cual se anunció con bombos y platillos, ha sido poco más que una pasarela burocrática. Entre comunicados totalmente vacíos y estrategias en “fase de organización”, la ciudad sigue en la zozobra. ¿Cuánto tiempo más debe esperar la ciudanía para observar resultados verificables? ¿Será que la seguridad se puede detener mientras la burocracia se pone en marcha?

Como si fuera poco, el corredor vial entre Valledupar y La Paz se ha convertido en territorio sin ley. El execrable ataque que dejó a Zulmira Gómez con cuatro disparos es solo la confirmación de que los delincuentes han tomado el control. Roban, hieren, matan y ahora violan con total impunidad mientras los mandatarios de turno minimizan el problema con frases que insultan la inteligencia del ciudadano: “como en todas las ciudades de Colombia, estamos teniendo algunos problemas”.

Recomendado: ¿Cómo vamos con la (in) seguridad en Valledupar?

¿Desde cuándo la mediocridad ajena es la justificación para nuestra propia ineficiencia? ¿Es el conformismo la nueva política de seguridad en Valledupar? ¿Desde cuando el progreso de nuestra ciudad se mide con la vara de quienes fracasan? Es totalmente erróneo equiparar la violencia que vive el municipio bajo la premisa de que “en todas partes pasa”.

Existe un abismo insondable entre la realidad y el discurso oficial. Se gobierna o administra desde la distancia imperceptible, con datos que no reflejan la cotidianeidad de la gente, la tranquilidad solo existe en los informes. Valledupar no es más segura, los ciudadanos no se sienten protegidos, y el miedo se ha convertido en el pan de cada día.

¿Cuántas cosas graves deben ocurrir para que la administración municipal pueda comprender la gravedad del problema? Las estadísticas no detienen las balas ni previenen una violación. No es un cuadro de Excel lo que le devolverá la confianza a Valledupar, es la acción decidida, el trabajo serio y prolijo y la voluntad real de gobernar con suma responsabilidad.

Hoy Valledupar merece más, no necesita discursos optimistas ni comparaciones absurdas. Necesita respuestas concretas y contundentes, resultados verificables y un liderazgo que no se pueda conformar con solo cifras. La seguridad jamás será un privilegio, es un derecho. Y cuando ese derecho se vulnera una y otra vez sin consecuencias para los responsables, la crisis deja de ser un problema “percepción” y se convierte en una condena sempiterna para toda la sociedad.

Vallenatos, no se resignen. La indignación debe traducirse en exigencia, en presión social, en la demanda de una gestión que esté a la altura del desafío. La pregunta no es si la administración puede o no con esta crisis. La pregunta es si quiere hacerlo.

Por Jesús Daza Castro