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Especial - 7 noviembre, 2022

La Bella, Rosalía Daza: mujeres importantes en el desarrollo cultural de Valledupar

Rosalía se convirtió en un agente de cambio, creando un nuevo paradigma, y ‘La Bella’ duró 82 años dedicada a la cocina alimentando a los vallenatos. 

María Iberia Ustáriz y Rosalía Daza, mujeres importantes en el crecimiento de Valledupar.
María Iberia Ustáriz y Rosalía Daza, mujeres importantes en el crecimiento de Valledupar.
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Rosalía Daza García de Castro (Chalía): Nos decía el exgobernador y senador José Guillermo Castro (Pepe): “En el matrimonio de Eloi Quintero y Mercedes Romero Brugés conocí a Rosalía Daza, y flechado por su mirada, y la hermosura y belleza de su juventud, me acerqué emocionado, y allí hice la voluntad de conquistarla para que fuera mi esposa. En todas las fiestas y verbenas allí estaba buscando el rostro alegre de Rosalía, su suave bailar, su cabello perfumado, y sus besos furtivos; hasta que el 2 de septiembre de 1950 el sacerdote Jesualdo De Bañárez, párroco de Fonseca, nos declaró unidos para toda la vida…”.

Al salir de la iglesia los esperaba la banda del pueblo. ‘Chalía’ pertenecía a una de las familias más importantes de Fonseca. 

Entre los hijos que tuvieron está Josefina, profesional licenciada en letras y en ciencias políticas de la Universidad Javeriana y exreina de belleza por el Cesar. 

Otro hijo es Juancho, administrador de empresas; Guillermo, quien heredó la vocación de su padre y fue gobernador del Cesar. Y Celso, que es dibujante, pintor escultor, caricaturista, arqueólogo, y curador del patrimonio cerámico de varias culturas étnicas del Valle de Upar. Se educó en Nueva York.

Rosalía acompañaba a ‘Pepe’ a todas sus giras políticas. Se esmeraba por prepararle deliciosas comidas y atenciones; tenía una actitud cristiana con sus empleadas domésticas, a quienes trataba como miembros de su familia. 

‘LA LOCA’

Ella se convirtió en una matriarca de la historia de la religión en el Cesar. Años atrás, en Valledupar existían dos religiones: la católica, donde estaban incursionando tanto ricos como pobres, y la religión evangélica, que apareció más tarde, donde solo estaba la clase social pobre, sobre todo campesinos, cuya característica principal era que sus miembros leían directamente La Biblia.

‘Chalía’ fue invitada para que asistiera a un culto evangélico en el cual el pastor leyó y explicó un pasaje de La Biblia de manera elocuente. Ella quedó conquistada por esa religión, y resolvió seguir asistiendo a otros cultos porque sentía que fortalecía su papel de buena esposa, buena madre, y una mejor persona en todos los aspectos. 

Fue así la primera mujer de su clase social, con todo su poderío económico y esposa del político más importante, que entró a la religión evangélica. Detrás de ella seguirían entrando, a pesar de que en un principio la trataron de loca, le retiraron el saludo, y fue criticada por muchos familiares por haber cambiado de religión. Ella se sostuvo con valentía. 

Chalía se convirtió en un agente de cambio, creando un nuevo paradigma, y nos dejó la fragancia de Cristo como un recuerdo a su memoria. Hoy su hija ‘Fina’ ha convertido la casa materna en un bellísimo hostal que honra la memoria de su madre. 

LA BELLA Y SUS COMIDAS

Hija de Ana Francisca Ramos (villanuevera) y de Dionisio Ustáriz de San Diego, María Iberia Ustáriz Ramos, popularmente conocida como ‘La Bella’, contrajo nupcias con Luis Joaquín Pumarejo Cotes, y tuvo con él dos hijos. Ya viuda se casa con José Miguel Brito.

Desde muy pequeña, ‘La Bella’ fue criada con la familia Castro Monsalvo. Allí se inició en la cocina y desarrolló sus cualidades culinarias.

A los 10 años se fue a vivir con su madre y con su abuela, y con ellas aprendió los secretos de la cocina criolla. Toda una vida dedicada a este hermoso oficio hasta los 92 años, es decir, duró 82 años dedicada a la cocina, utilizando aliños naturales, sin nada de químicos. 

Ella misma tostaba y molía en su metate o piedra de moler el anís en grano; así mismo, la pimienta picante y el comino. Las salsas las preparaba al natural, y usaba el mejor aceite de marca. Todos los productos que usaba eran de primera calidad.

En su cocina reinaba el orden, la limpieza, y todo brillaba. Todo lo hacía con amor. Daba gusto verla asando el plátano maduro en medio de las brasas del anafre, al rescoldo, porque los dejaba ‘doratitos’.

El lomo fino, el capón, y el muchacho eran las carnes más usadas sin grasas, todas limpias. Entre sus comidas sobresalían las albóndigas, la carne molida, la desmechada, la lengua guisada, el arroz de coco, las arepas de queso amasadas con leche y mantequilla, y las carimañolas, entre otros.

Su negocio fue un restaurante típico, sin lujos, pero de buen gusto. Ella era una profesional de la cocina, especializada en comida criolla: allí todo era típico, con buena sazón, al estilo de las abuelas.

En su restaurante lucían mesas de madera, con manteles de cuadritos rojos y verdes de la época. Los clientes se sentaban en los taburetes de cuero.

La Bella fumaba cigarrillo, se vestía con telas de flores estampadas; era morena, con pelo crespo; lucía siempre alegre, cantaba, se vestía con un capuchón en los carnavales, y bailaba. 

Se disfrazaba de vendedora de alegrías de millo; no tomaba trago, tenía una alegría sana; desparpajaba al que fuera, no tenía que ver con rico o pobre. Su hablar cantado vallenato gustaba a la clientela. Una vez insultó a Andrés Pastrana. Todo le gustaba correcto.

El cantautor Poncho Zuleta la nombra. En una de sus canciones, de autoría de Romualdo Brito, le dice que si fuera presidente la nombraría ministra de Cultura.

“Mi madre inició poniendo unas mesas en la calle del Cesar, en Cinco Esquinas, donde vendía fritangas, carimañolas, arepuelas, arepas asadas y café con leche. Esto fue en 1970, y después en 1973 organizó su merendero ‘La Bella’, frente a lo que es hoy el hotel Vajamar”, cuenta uno de sus hijos.

A su negocio asistían las familias más granadas de Valledupar. Así mismo, artistas importantes como Diomedes Díaz, quien prefería el riñón guisado; Carlos Vives, Jorge Oñate, que prefería la carne molida; Juancho Rois, que prefería el chivo; Colacho Mendoza, quien se deleitaba con los tamales. ‘La Bella’ deleitó durante 80 años el paladar de los vallenatos.

LAS CUATRO MONJITAS VALLENATAS

En el año 1923, cuando se fundó la escuela de la Sagrada Familia, de monjas terciarias capuchinas, las señoritas de la sociedad vallenata se impactaron al descubrir que ya no solo había dos opciones para la mujer: el casarse o el quedarse solteras atendiendo la ancianidad de sus padres, sino que aparecía una nueva opción: meterse de monjas.

El hábito de las monjitas con su toga tan elegante en la cabeza y una vida dedicada a Dios, les llamó la atención y las enamoró, y fueron muchas las vallenatas que ingresaron a la comunidad capuchina como monjas.

Se recuerdan, entre otras, a: Olguita Gutiérrez Araújo, tía del poeta Gustavo Gutiérrez, hija de Genoveva Araújo y Evaristo Gutiérrez, quienes vivían en la Plaza Alfonso López, en la casa de azotea que quedaba en lo que hoy es el Banco de Occidente

También a Margarita Dolores Montero Castro, conocida como ‘Loli’. Ella ingresó al convento con el nombre de sor Susana de la Cruz; la hermana Clotilde la entusiasmó para que ingresara al convento, era hija de Rafael Montero, exalcalde de la ciudad y de Margarita Castro. 

La tercera fue Matilde Elena Monsalvo Ovalle, hija de Blas Monsalvo Armenta y Matilde Ovalle. Y por último, Ana Calorina Martínez Villazón, hermana de José Eugenio Martínez y de la pintora Rosa Delfina Martínez; hija de Juana Villazón Mestre y de Eugenio Martínez Maya. 

DESTACADOS:

Chalía se convirtió en un agente de cambio, creando un nuevo paradigma, y nos dejó la fragancia de Cristo como un recuerdo a su memoria. Hoy su hija ‘Fina’ ha convertido la casa materna en un bellísimo hostal que honra la memoria de su madre. 

La Bella fumaba cigarrillo, se vestía con telas de flores estampadas; era morena, con pelo crespo; lucía siempre alegre, cantaba, se vestía con un capuchón en los carnavales, y bailaba. 

Por Ruth Ariza

Especial
7 noviembre, 2022

La Bella, Rosalía Daza: mujeres importantes en el desarrollo cultural de Valledupar

Rosalía se convirtió en un agente de cambio, creando un nuevo paradigma, y ‘La Bella’ duró 82 años dedicada a la cocina alimentando a los vallenatos. 


María Iberia Ustáriz y Rosalía Daza, mujeres importantes en el crecimiento de Valledupar.
María Iberia Ustáriz y Rosalía Daza, mujeres importantes en el crecimiento de Valledupar.
Boton Wpp

Rosalía Daza García de Castro (Chalía): Nos decía el exgobernador y senador José Guillermo Castro (Pepe): “En el matrimonio de Eloi Quintero y Mercedes Romero Brugés conocí a Rosalía Daza, y flechado por su mirada, y la hermosura y belleza de su juventud, me acerqué emocionado, y allí hice la voluntad de conquistarla para que fuera mi esposa. En todas las fiestas y verbenas allí estaba buscando el rostro alegre de Rosalía, su suave bailar, su cabello perfumado, y sus besos furtivos; hasta que el 2 de septiembre de 1950 el sacerdote Jesualdo De Bañárez, párroco de Fonseca, nos declaró unidos para toda la vida…”.

Al salir de la iglesia los esperaba la banda del pueblo. ‘Chalía’ pertenecía a una de las familias más importantes de Fonseca. 

Entre los hijos que tuvieron está Josefina, profesional licenciada en letras y en ciencias políticas de la Universidad Javeriana y exreina de belleza por el Cesar. 

Otro hijo es Juancho, administrador de empresas; Guillermo, quien heredó la vocación de su padre y fue gobernador del Cesar. Y Celso, que es dibujante, pintor escultor, caricaturista, arqueólogo, y curador del patrimonio cerámico de varias culturas étnicas del Valle de Upar. Se educó en Nueva York.

Rosalía acompañaba a ‘Pepe’ a todas sus giras políticas. Se esmeraba por prepararle deliciosas comidas y atenciones; tenía una actitud cristiana con sus empleadas domésticas, a quienes trataba como miembros de su familia. 

‘LA LOCA’

Ella se convirtió en una matriarca de la historia de la religión en el Cesar. Años atrás, en Valledupar existían dos religiones: la católica, donde estaban incursionando tanto ricos como pobres, y la religión evangélica, que apareció más tarde, donde solo estaba la clase social pobre, sobre todo campesinos, cuya característica principal era que sus miembros leían directamente La Biblia.

‘Chalía’ fue invitada para que asistiera a un culto evangélico en el cual el pastor leyó y explicó un pasaje de La Biblia de manera elocuente. Ella quedó conquistada por esa religión, y resolvió seguir asistiendo a otros cultos porque sentía que fortalecía su papel de buena esposa, buena madre, y una mejor persona en todos los aspectos. 

Fue así la primera mujer de su clase social, con todo su poderío económico y esposa del político más importante, que entró a la religión evangélica. Detrás de ella seguirían entrando, a pesar de que en un principio la trataron de loca, le retiraron el saludo, y fue criticada por muchos familiares por haber cambiado de religión. Ella se sostuvo con valentía. 

Chalía se convirtió en un agente de cambio, creando un nuevo paradigma, y nos dejó la fragancia de Cristo como un recuerdo a su memoria. Hoy su hija ‘Fina’ ha convertido la casa materna en un bellísimo hostal que honra la memoria de su madre. 

LA BELLA Y SUS COMIDAS

Hija de Ana Francisca Ramos (villanuevera) y de Dionisio Ustáriz de San Diego, María Iberia Ustáriz Ramos, popularmente conocida como ‘La Bella’, contrajo nupcias con Luis Joaquín Pumarejo Cotes, y tuvo con él dos hijos. Ya viuda se casa con José Miguel Brito.

Desde muy pequeña, ‘La Bella’ fue criada con la familia Castro Monsalvo. Allí se inició en la cocina y desarrolló sus cualidades culinarias.

A los 10 años se fue a vivir con su madre y con su abuela, y con ellas aprendió los secretos de la cocina criolla. Toda una vida dedicada a este hermoso oficio hasta los 92 años, es decir, duró 82 años dedicada a la cocina, utilizando aliños naturales, sin nada de químicos. 

Ella misma tostaba y molía en su metate o piedra de moler el anís en grano; así mismo, la pimienta picante y el comino. Las salsas las preparaba al natural, y usaba el mejor aceite de marca. Todos los productos que usaba eran de primera calidad.

En su cocina reinaba el orden, la limpieza, y todo brillaba. Todo lo hacía con amor. Daba gusto verla asando el plátano maduro en medio de las brasas del anafre, al rescoldo, porque los dejaba ‘doratitos’.

El lomo fino, el capón, y el muchacho eran las carnes más usadas sin grasas, todas limpias. Entre sus comidas sobresalían las albóndigas, la carne molida, la desmechada, la lengua guisada, el arroz de coco, las arepas de queso amasadas con leche y mantequilla, y las carimañolas, entre otros.

Su negocio fue un restaurante típico, sin lujos, pero de buen gusto. Ella era una profesional de la cocina, especializada en comida criolla: allí todo era típico, con buena sazón, al estilo de las abuelas.

En su restaurante lucían mesas de madera, con manteles de cuadritos rojos y verdes de la época. Los clientes se sentaban en los taburetes de cuero.

La Bella fumaba cigarrillo, se vestía con telas de flores estampadas; era morena, con pelo crespo; lucía siempre alegre, cantaba, se vestía con un capuchón en los carnavales, y bailaba. 

Se disfrazaba de vendedora de alegrías de millo; no tomaba trago, tenía una alegría sana; desparpajaba al que fuera, no tenía que ver con rico o pobre. Su hablar cantado vallenato gustaba a la clientela. Una vez insultó a Andrés Pastrana. Todo le gustaba correcto.

El cantautor Poncho Zuleta la nombra. En una de sus canciones, de autoría de Romualdo Brito, le dice que si fuera presidente la nombraría ministra de Cultura.

“Mi madre inició poniendo unas mesas en la calle del Cesar, en Cinco Esquinas, donde vendía fritangas, carimañolas, arepuelas, arepas asadas y café con leche. Esto fue en 1970, y después en 1973 organizó su merendero ‘La Bella’, frente a lo que es hoy el hotel Vajamar”, cuenta uno de sus hijos.

A su negocio asistían las familias más granadas de Valledupar. Así mismo, artistas importantes como Diomedes Díaz, quien prefería el riñón guisado; Carlos Vives, Jorge Oñate, que prefería la carne molida; Juancho Rois, que prefería el chivo; Colacho Mendoza, quien se deleitaba con los tamales. ‘La Bella’ deleitó durante 80 años el paladar de los vallenatos.

LAS CUATRO MONJITAS VALLENATAS

En el año 1923, cuando se fundó la escuela de la Sagrada Familia, de monjas terciarias capuchinas, las señoritas de la sociedad vallenata se impactaron al descubrir que ya no solo había dos opciones para la mujer: el casarse o el quedarse solteras atendiendo la ancianidad de sus padres, sino que aparecía una nueva opción: meterse de monjas.

El hábito de las monjitas con su toga tan elegante en la cabeza y una vida dedicada a Dios, les llamó la atención y las enamoró, y fueron muchas las vallenatas que ingresaron a la comunidad capuchina como monjas.

Se recuerdan, entre otras, a: Olguita Gutiérrez Araújo, tía del poeta Gustavo Gutiérrez, hija de Genoveva Araújo y Evaristo Gutiérrez, quienes vivían en la Plaza Alfonso López, en la casa de azotea que quedaba en lo que hoy es el Banco de Occidente

También a Margarita Dolores Montero Castro, conocida como ‘Loli’. Ella ingresó al convento con el nombre de sor Susana de la Cruz; la hermana Clotilde la entusiasmó para que ingresara al convento, era hija de Rafael Montero, exalcalde de la ciudad y de Margarita Castro. 

La tercera fue Matilde Elena Monsalvo Ovalle, hija de Blas Monsalvo Armenta y Matilde Ovalle. Y por último, Ana Calorina Martínez Villazón, hermana de José Eugenio Martínez y de la pintora Rosa Delfina Martínez; hija de Juana Villazón Mestre y de Eugenio Martínez Maya. 

DESTACADOS:

Chalía se convirtió en un agente de cambio, creando un nuevo paradigma, y nos dejó la fragancia de Cristo como un recuerdo a su memoria. Hoy su hija ‘Fina’ ha convertido la casa materna en un bellísimo hostal que honra la memoria de su madre. 

La Bella fumaba cigarrillo, se vestía con telas de flores estampadas; era morena, con pelo crespo; lucía siempre alegre, cantaba, se vestía con un capuchón en los carnavales, y bailaba. 

Por Ruth Ariza