Este jueves 21 de mayo celebramos el día de la afrocolombianidad, decretado por la Ley 725 de 2001. Exaltamos a nuestra población afro, pero en especial a las mujeres.
Este jueves 21 de mayo celebramos el día de la afrocolombianidad, decretado por la Ley 725 de 2001. Exaltamos a nuestra población afro, pero en especial a las mujeres.
Ha sido recurrente exaltar al hombre de piel morena, como en la cumbia. En el vallenato el gran Alejandro Durán, de El Paso, cuyo acto gallardo en la plaza Alfonso López en el primer concurso de reyes del Festival Vallenato, enaltece a su etnia. O de Lorenzo Morales, de Guacoche, de Los Cardonales, dijo Emiliano, para referirse despectivamente al palenque, al que nombró el indio yumeca, queriendo decirle que además de indio era negro. Es decir Zambo. Emiliano era mestizo de la Sierra. Lo cierto: sin la contribución de afrodescendientes como ellos el vallenato hubiera demorado en alcanzar un alto pedestal.
Pero hablemos de las mujeres, más marginadas que Moralito, pero más orgullosas de sí mismas que han mantenido una presencia de la cultura de la nación con su cosmovisión y cosmogonía, su religiosidad simbólica, su ritualidad espiritual, dancística y religiosa, su tradición oral, su música, su lengua, su gastronomía, sus esquemas organizativos, sus sistemas autóctonos de producción; juegan el rol más importante en la pervivencia de la afrocolombianidad, siendo responsables de la transmisión oral y soporte de los códigos y legados africanos
El sistema pro andino homogenizante e invisibilizador de la educación colombiana aplicado indiscriminadamente en todo el territorio, ignora el carácter multiétnico y pluricultural de la nación y los caracteres socio culturales de los pueblos afrodescendientes.
El conocimiento empírico que tienen mujeres afrodescendientes de su contribución al desarrollo de las campañas libertarias y de resistencia contra la esclavización, la aniquilación; la poca valoración de sus aportes a la consolidación de garantías de ley para la supervivencia como pueblo, la resignificación de su dignidad humana, y de su proyecto de vida, ejercen sobre ellas, un efecto positivo gestor de organización, transformacion y la identificación de una causa política.
Escribir, visibilizar y socializar la historia de las mujeres negras, afrocolombianas, palenqueras y raizales, es completar la real historia de Colombia. Es hablar del horror de la esclavitud y de la resistencia étnica a la aniquilación, es hablar de un inquebrantable espíritu de libertad y de la indisoluble relación hombre-mujer—espíritu-tierra; es hablar de amor fraternal, del perdón; es propiciar el reconocimiento a la existencia de desigualdades e inequidades sociales; es visibilizar la pobreza extrema en que siempre se han desarrollado como un problema político que les impide el ejercicio pleno de su ciudadanía. Es afianzar sus códigos ancestrales. Su historia.
La relación Estado – mujer negra, no es real, haciendo que las políticas públicas que benefician a las mujeres no tengan en cuenta las realidades étnicas específicas de esta, ni los compromisos internacionales con la no exclusión y la discriminación.
Este jueves 21 de mayo celebramos el día de la afrocolombianidad, decretado por la Ley 725 de 2001. Exaltamos a nuestra población afro, pero en especial a las mujeres.
Este jueves 21 de mayo celebramos el día de la afrocolombianidad, decretado por la Ley 725 de 2001. Exaltamos a nuestra población afro, pero en especial a las mujeres.
Ha sido recurrente exaltar al hombre de piel morena, como en la cumbia. En el vallenato el gran Alejandro Durán, de El Paso, cuyo acto gallardo en la plaza Alfonso López en el primer concurso de reyes del Festival Vallenato, enaltece a su etnia. O de Lorenzo Morales, de Guacoche, de Los Cardonales, dijo Emiliano, para referirse despectivamente al palenque, al que nombró el indio yumeca, queriendo decirle que además de indio era negro. Es decir Zambo. Emiliano era mestizo de la Sierra. Lo cierto: sin la contribución de afrodescendientes como ellos el vallenato hubiera demorado en alcanzar un alto pedestal.
Pero hablemos de las mujeres, más marginadas que Moralito, pero más orgullosas de sí mismas que han mantenido una presencia de la cultura de la nación con su cosmovisión y cosmogonía, su religiosidad simbólica, su ritualidad espiritual, dancística y religiosa, su tradición oral, su música, su lengua, su gastronomía, sus esquemas organizativos, sus sistemas autóctonos de producción; juegan el rol más importante en la pervivencia de la afrocolombianidad, siendo responsables de la transmisión oral y soporte de los códigos y legados africanos
El sistema pro andino homogenizante e invisibilizador de la educación colombiana aplicado indiscriminadamente en todo el territorio, ignora el carácter multiétnico y pluricultural de la nación y los caracteres socio culturales de los pueblos afrodescendientes.
El conocimiento empírico que tienen mujeres afrodescendientes de su contribución al desarrollo de las campañas libertarias y de resistencia contra la esclavización, la aniquilación; la poca valoración de sus aportes a la consolidación de garantías de ley para la supervivencia como pueblo, la resignificación de su dignidad humana, y de su proyecto de vida, ejercen sobre ellas, un efecto positivo gestor de organización, transformacion y la identificación de una causa política.
Escribir, visibilizar y socializar la historia de las mujeres negras, afrocolombianas, palenqueras y raizales, es completar la real historia de Colombia. Es hablar del horror de la esclavitud y de la resistencia étnica a la aniquilación, es hablar de un inquebrantable espíritu de libertad y de la indisoluble relación hombre-mujer—espíritu-tierra; es hablar de amor fraternal, del perdón; es propiciar el reconocimiento a la existencia de desigualdades e inequidades sociales; es visibilizar la pobreza extrema en que siempre se han desarrollado como un problema político que les impide el ejercicio pleno de su ciudadanía. Es afianzar sus códigos ancestrales. Su historia.
La relación Estado – mujer negra, no es real, haciendo que las políticas públicas que benefician a las mujeres no tengan en cuenta las realidades étnicas específicas de esta, ni los compromisos internacionales con la no exclusión y la discriminación.