La antropóloga recuerda su conferencia en la reciente FELVA y su contribución a entender la resignificación tradicional e indígena de Atánquez.
En la pasada Feria del Libro de Valledupar 2024 (FELVA) tuve la oportunidad y el agrado de presentar una de las más importantes y completas monografías hechas en Colombia, producto de la investigación que Alicia Dussan y Gerardo Reichel-Dolmatoff, dos pioneros de la antropología en Colombia, realizaron en el pueblo de Atánquez a principios de los años cincuenta del siglo pasado: “La Gente de Aritama. La personalidad cultural de una aldea mestiza de Colombia”. Publicada en dos ocasiones en inglés, la obra fue traducida y publicada en Colombia cincuenta años después (2012) aunque muchos de sus temas habían sido publicados a manera de artículos en diferentes revistas.
Lee también: La gente de Aritama, personalidad de una aldea mestiza en Colombia
La intención de los autores es intentar una explicación sobre cómo ocurre el cambio social y cultural. Para ellos, Aritama –seudónimo dado a Atánquez– es desde todo punto de vista un espacio en el que es posible documentar y argumentar aquello que produce y que resulta del contacto de tradiciones culturales diferentes: por una parte, la tradición indígena serrana, y por otra, lo que los autores llaman de una manera muy general, la tradición hispánica o criollo/mestiza propia de las tierras bajas. Estas dos tradiciones tienen expresión en Aritama de manera evidente, desde el punto de vista social, cultural, de raza y de clase, y se materializan espacialmente en dos barrios bien diferenciados: por una parte, La Plaza, lugar de residencia y socialización de poblaciones de inmigrantes llegados al pueblo a mediados del siglo XIX y, por otra parte, La Loma, lugar de habitación de los antiguos habitantes indígenas del pueblo.
Este contacto en el mismo espacio físico es fuente de conflicto, de tensiones, de competencia y de discriminación, y es el escenario de una lucha permanente por imponer modelos deseados de identidad, donde lo “indio”, es identificado como atrasado mientras que lo criollo/mestizo es fuente de futuro.
El libro da cuenta entonces de la historia, de las condiciones ambientales y ecológicas, de la vida material y condiciones de existencia, así como describe los ciclos vitales y el desarrollo social y psicológico desde la primera infancia hasta la edad adulta.
Finalmente, arriesga una apuesta teórica sobre la incidencia de las emociones negativas en la estructura religiosa y de creencias, pero en este intento, desestima las tradiciones orales y las prácticas culturales negando o invisibilizando repertorios culturales que, como el pagamento, permitirían explicar cómo la sociedad de Aritama estaba tramitando el cambio que los autores pretendían comprender.
No dejes de leer: Atánquez, el territorio indígena que marcó un hito en la antropología
Para los kankuamos de hoy, descubrir esta etnografía sobre una época que no era muy lejana en el tiempo fue motivo de discusión y en gran parte desagrado, pero igualmente de reflexión, y en este sentido, la presentación del libro, contó con el aporte de Daniel Maestre -– líder y aprendiz de las tradiciones kankuamas – que me acompañó precisamente para explicar las razones del rechazo, pero también lo que puede ser rescatado para el proceso organizativo kankuamo.
La presencia de un público diverso en la presentación enriqueció ampliamente la discusión, y convirtió ese espacio en un intercambio interesante, demostrando que la academia tiene en la FELVA un ambiente oportuno, que permite precisamente actualizar y dinamizar conocimientos necesarios, junto a otros temas de gran interés que estuvieron presentes este año, como la literatura –celebrada por los 100 años de la novela La Vorágine y la conmemoración de los 10 años de la muerte de Gabo- el periodismo y la actualidad económica y política, regional y nacional.
Por Adriana Pumarejo Hinojosa – Antropóloga kankuama.
La antropóloga recuerda su conferencia en la reciente FELVA y su contribución a entender la resignificación tradicional e indígena de Atánquez.
En la pasada Feria del Libro de Valledupar 2024 (FELVA) tuve la oportunidad y el agrado de presentar una de las más importantes y completas monografías hechas en Colombia, producto de la investigación que Alicia Dussan y Gerardo Reichel-Dolmatoff, dos pioneros de la antropología en Colombia, realizaron en el pueblo de Atánquez a principios de los años cincuenta del siglo pasado: “La Gente de Aritama. La personalidad cultural de una aldea mestiza de Colombia”. Publicada en dos ocasiones en inglés, la obra fue traducida y publicada en Colombia cincuenta años después (2012) aunque muchos de sus temas habían sido publicados a manera de artículos en diferentes revistas.
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La intención de los autores es intentar una explicación sobre cómo ocurre el cambio social y cultural. Para ellos, Aritama –seudónimo dado a Atánquez– es desde todo punto de vista un espacio en el que es posible documentar y argumentar aquello que produce y que resulta del contacto de tradiciones culturales diferentes: por una parte, la tradición indígena serrana, y por otra, lo que los autores llaman de una manera muy general, la tradición hispánica o criollo/mestiza propia de las tierras bajas. Estas dos tradiciones tienen expresión en Aritama de manera evidente, desde el punto de vista social, cultural, de raza y de clase, y se materializan espacialmente en dos barrios bien diferenciados: por una parte, La Plaza, lugar de residencia y socialización de poblaciones de inmigrantes llegados al pueblo a mediados del siglo XIX y, por otra parte, La Loma, lugar de habitación de los antiguos habitantes indígenas del pueblo.
Este contacto en el mismo espacio físico es fuente de conflicto, de tensiones, de competencia y de discriminación, y es el escenario de una lucha permanente por imponer modelos deseados de identidad, donde lo “indio”, es identificado como atrasado mientras que lo criollo/mestizo es fuente de futuro.
El libro da cuenta entonces de la historia, de las condiciones ambientales y ecológicas, de la vida material y condiciones de existencia, así como describe los ciclos vitales y el desarrollo social y psicológico desde la primera infancia hasta la edad adulta.
Finalmente, arriesga una apuesta teórica sobre la incidencia de las emociones negativas en la estructura religiosa y de creencias, pero en este intento, desestima las tradiciones orales y las prácticas culturales negando o invisibilizando repertorios culturales que, como el pagamento, permitirían explicar cómo la sociedad de Aritama estaba tramitando el cambio que los autores pretendían comprender.
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Para los kankuamos de hoy, descubrir esta etnografía sobre una época que no era muy lejana en el tiempo fue motivo de discusión y en gran parte desagrado, pero igualmente de reflexión, y en este sentido, la presentación del libro, contó con el aporte de Daniel Maestre -– líder y aprendiz de las tradiciones kankuamas – que me acompañó precisamente para explicar las razones del rechazo, pero también lo que puede ser rescatado para el proceso organizativo kankuamo.
La presencia de un público diverso en la presentación enriqueció ampliamente la discusión, y convirtió ese espacio en un intercambio interesante, demostrando que la academia tiene en la FELVA un ambiente oportuno, que permite precisamente actualizar y dinamizar conocimientos necesarios, junto a otros temas de gran interés que estuvieron presentes este año, como la literatura –celebrada por los 100 años de la novela La Vorágine y la conmemoración de los 10 años de la muerte de Gabo- el periodismo y la actualidad económica y política, regional y nacional.
Por Adriana Pumarejo Hinojosa – Antropóloga kankuama.