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Historias - 31 octubre, 2016

Kankuamos sobrevivientes del exterminio le apuestan a la reconciliación

Integrantes de este pueblo indígena, protagonista de una de las historias de violencia más impactantes de Colombia, narran cómo vivieron los embates de la guerra y los métodos que utilizaron hasta hoy para no sucumbir ante el miedo y la venganza.

Recostado en una hamaca en la sala de su vivienda, el kankuamo Ever Estrada Arias, cabildo menor de la comunidad indígena de Las Flores, repasa las páginas de Hoja de Cruz, el libro que contiene detalles de lo que sufrió esta etnia, uno de los cuatro guardianes de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Las hojas del libro tienen plasmados los rostros de los indígenas asesinados en un periodo comprendido entre 1982 y el 2004; registra fecha de los homicidios y otros aspectos que convierten a esta investigación que publicó la Organización Indígena Kankuama, en una literatura de tragedias, para que nadie, ni civil, ni indígena, olvide las violaciones a los derechos humanos que se cometieron en contra de la etnia.

“La mayoría de los que están aquí son familiares o amigos. Por ejemplo: este que está aquí es amigo de infancia, lo mataron siendo militar, lo mataron cuando vino de permiso allá donde está hoy la inspección de policía. No se sabe si fue guerrilla o quién fue… Esta era enfermera en Las Flores, fue de las primeras que mataron: Carmen Elena García, al esposo ya lo habían matado”, narró con su voz baja, casi un susurro, el cabildo Estrada Arias.

Tanto las Farc, las Auc, y el Ejército Nacional, contribuyeron al flagelo que vivió pueblo indígena kankuamo. Cada quien en su medida y según sus argumentos. Los kankuamos vivieron todas las formas de desplazamiento, tuvieron que huir de los territorios en el corregimiento de Atánquez, al norte de Valledupar, y en algunos casos fueron sentenciados al confinamiento, como el que vivió la artesana Aura Montero Arias.

“Según ellos yo manejaba plata de los otros grupos armados, de tener plata de paramilitares. Me dijeron que tenía que quedarme tres meses en mi casa sin salir, y ellos vigilaban que eso se cumpliera”, expresó Aura en medio de su puesto de venta de mochilas en el centro de Atánquez.

Podría, sin lugar a dudas, recogerse una historia de dolor similar a estas, en cada casa del corregimiento de Atánquez. Ya no es materia de discusión la magnitud de la tragedia pues la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó en el año 2004 medidas cautelares para la protección del pueblo indígena. Ya era hora de ponerle freno a las masacres: tan solo en el primer semestre del año 2003, 44 indígenas de esta etnia fueron asesinados. Posteriormente, en el 2009 el alto tribunal ordenó al gobierno colombiano medidas provisionales, debido a la “extrema urgencia” que exponían los asesinatos selectivos, especialmente luego del secuestro y muerte de la exministra Consuelo Araújo Noguera, en manos de la guerrilla de las Farc, y teniendo en cuenta que se acusó a Uriel Arias o Tito Arias, como uno de los responsables de este crimen. Entonces la violencia en contra de los kankuamos y especialmente con los Arias, arreció.

“Esto se empeoró luego del secuestro de La Cacica, cuando la sacaron a ella y los grupos armados se la llevaron y ahí fue cuando los otros grupos empezaron a matar. Eso fue duro porque ver que nos sacaban de las casas para matar, mucha gente la mataron delante de nosotros aquí en la plaza”, agregó Aura.

Desde adentro

La situación más difícil al interior del pueblo kankuamo no fue los hechos de violencia que estaban viviendo, más bien, el saber que sus propios hermanos indígenas los estaba “vendiendo”.

Así vivieron los kankuamos en medio de tres fuegos: asesinados por paramilitares porque según ellos apoyaban a la guerrilla; masacrados por la guerrilla porque supuestamente le servían a los paramilitares, y capturados por supuestos apoyos a grupos insurgentes o muertos a manos del Ejército en los casos de falsos positivos. Por supuesto, muchos indígenas hicieron parte de las filas de cada frente y esto generó un verdadero ambiente de desconfianza. Una bomba de tiempo que de cuando en cuando explotaba.

“Hubo un muchacho que no recuerdo el nombre que había prestado el servicio y un día vio bajar a los paramilitares y vio entre ellos a unos que habían prestado el servicio con él. Empezó a saludar a uno de ellos y él le hacía señas, pero después lo mandaron a buscar. Lo mataron por aquí arriba”, narró el cabildo menor Estrada Arias, mientras seguía observando Hoja de Cruz.

Conduciendo un viejo Mazda 323, el kankuamo Gustavo Montero Arias recuerda aquellos tiempos como un verdadero caos. “Vivir una incertidumbre, no saber a quién era que iban a bajar del vehículo, eso permitió que hubiera muchos desplazados de la zona”.

Es difícil para ellos reconocer que desde la estación de Atánquez, sus allegados los señalaban a los paramilitares para que más adelante, en la vía, con la descripción dada, bajaran a la gente y la mataran al lado de la carretera. Se diría, “si esos árboles hablaran”, pero si lo hacen según la creencia espiritual indígena, y así ellos experimentan el dolor que muchos de los Hermanos mayores vivieron.

La reconciliación

En la Casa Indígena, ubicada en el norte de Valledupar, Daniel Maestre Villazón, encargado de las comunicaciones del pueblo kankuamo, explica cuál ha sido la clave para superar el trauma de conflicto, el señalamiento entre hermanos y el dolor por los inocentes que murieron.

“Los indígenas tenemos algo en la sierra con lo que ustedes los hermanos menores no cuentan y es el rito de confesión; esto nos permite contarlo todo ante las autoridades espirituales. No importan si nos enteramos que un vecino nos vendió, porque esto permite estar en paz entre nosotros”, expresó.

Maestre Villazón destaca que a pesar de que la Corte dictó las medidas cautelares para el pueblo kankuamo, estas determinaciones no han sido respondidas seriamente por los gobiernos, Nacional, Departamental y Municipal.

“Entre el 2000 y 2004 fueron las épocas de más asesinatos al pueblo kankuamo, tanto así que como el gobierno no tomo medidas, la Comisión Interamericana dictó medidas provisionales”, puntualizó.

La respuesta a estas medidas provisionales, según Maestre Villazón, fue el asesinato a Fredy Arias, encargado del área de Derechos Humanos en la asociación indígena, hermano del cabildo gobernador Jaime Arias. Cabe resaltar que meses antes había sido asesinado el mamo Salomón Arias, padre de los dos líderes indígenas.

La desmovilización de las Autodefensas concluyó la época de terror que vivieron los indígenas kankuamos. Con el encarcelamiento de alias ‘El Paisa’, la extradición de ‘Jorge 40’ jefe máximo del Bloque Norte, muchas verdades comenzaron a conocerse, pero los kankuamos siguen esperando una “total reparación”. Mientras tanto, retornan a sus territorios, retoman sus costumbres y promueven de nuevo los congresos indígena, para tejer nuevamente una fortaleza étnica, como la tuvieron alguna vez.

“Yo digo que a la gente hay que darle oportunidad. Entender que ellos cogieron las armas buscando una oportunidad o engañados, les ofrecieron cosas y no fue así. Yo quiero que ellos retornen a su casa para que no le hagan daño a nadie más. Yo estoy de acuerdo con la paz”: Aura Montero Arias.

Por Andrés Llamas Nova / EL PILÓN

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31 octubre, 2016

Kankuamos sobrevivientes del exterminio le apuestan a la reconciliación

Integrantes de este pueblo indígena, protagonista de una de las historias de violencia más impactantes de Colombia, narran cómo vivieron los embates de la guerra y los métodos que utilizaron hasta hoy para no sucumbir ante el miedo y la venganza.


Recostado en una hamaca en la sala de su vivienda, el kankuamo Ever Estrada Arias, cabildo menor de la comunidad indígena de Las Flores, repasa las páginas de Hoja de Cruz, el libro que contiene detalles de lo que sufrió esta etnia, uno de los cuatro guardianes de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Las hojas del libro tienen plasmados los rostros de los indígenas asesinados en un periodo comprendido entre 1982 y el 2004; registra fecha de los homicidios y otros aspectos que convierten a esta investigación que publicó la Organización Indígena Kankuama, en una literatura de tragedias, para que nadie, ni civil, ni indígena, olvide las violaciones a los derechos humanos que se cometieron en contra de la etnia.

“La mayoría de los que están aquí son familiares o amigos. Por ejemplo: este que está aquí es amigo de infancia, lo mataron siendo militar, lo mataron cuando vino de permiso allá donde está hoy la inspección de policía. No se sabe si fue guerrilla o quién fue… Esta era enfermera en Las Flores, fue de las primeras que mataron: Carmen Elena García, al esposo ya lo habían matado”, narró con su voz baja, casi un susurro, el cabildo Estrada Arias.

Tanto las Farc, las Auc, y el Ejército Nacional, contribuyeron al flagelo que vivió pueblo indígena kankuamo. Cada quien en su medida y según sus argumentos. Los kankuamos vivieron todas las formas de desplazamiento, tuvieron que huir de los territorios en el corregimiento de Atánquez, al norte de Valledupar, y en algunos casos fueron sentenciados al confinamiento, como el que vivió la artesana Aura Montero Arias.

“Según ellos yo manejaba plata de los otros grupos armados, de tener plata de paramilitares. Me dijeron que tenía que quedarme tres meses en mi casa sin salir, y ellos vigilaban que eso se cumpliera”, expresó Aura en medio de su puesto de venta de mochilas en el centro de Atánquez.

Podría, sin lugar a dudas, recogerse una historia de dolor similar a estas, en cada casa del corregimiento de Atánquez. Ya no es materia de discusión la magnitud de la tragedia pues la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó en el año 2004 medidas cautelares para la protección del pueblo indígena. Ya era hora de ponerle freno a las masacres: tan solo en el primer semestre del año 2003, 44 indígenas de esta etnia fueron asesinados. Posteriormente, en el 2009 el alto tribunal ordenó al gobierno colombiano medidas provisionales, debido a la “extrema urgencia” que exponían los asesinatos selectivos, especialmente luego del secuestro y muerte de la exministra Consuelo Araújo Noguera, en manos de la guerrilla de las Farc, y teniendo en cuenta que se acusó a Uriel Arias o Tito Arias, como uno de los responsables de este crimen. Entonces la violencia en contra de los kankuamos y especialmente con los Arias, arreció.

“Esto se empeoró luego del secuestro de La Cacica, cuando la sacaron a ella y los grupos armados se la llevaron y ahí fue cuando los otros grupos empezaron a matar. Eso fue duro porque ver que nos sacaban de las casas para matar, mucha gente la mataron delante de nosotros aquí en la plaza”, agregó Aura.

Desde adentro

La situación más difícil al interior del pueblo kankuamo no fue los hechos de violencia que estaban viviendo, más bien, el saber que sus propios hermanos indígenas los estaba “vendiendo”.

Así vivieron los kankuamos en medio de tres fuegos: asesinados por paramilitares porque según ellos apoyaban a la guerrilla; masacrados por la guerrilla porque supuestamente le servían a los paramilitares, y capturados por supuestos apoyos a grupos insurgentes o muertos a manos del Ejército en los casos de falsos positivos. Por supuesto, muchos indígenas hicieron parte de las filas de cada frente y esto generó un verdadero ambiente de desconfianza. Una bomba de tiempo que de cuando en cuando explotaba.

“Hubo un muchacho que no recuerdo el nombre que había prestado el servicio y un día vio bajar a los paramilitares y vio entre ellos a unos que habían prestado el servicio con él. Empezó a saludar a uno de ellos y él le hacía señas, pero después lo mandaron a buscar. Lo mataron por aquí arriba”, narró el cabildo menor Estrada Arias, mientras seguía observando Hoja de Cruz.

Conduciendo un viejo Mazda 323, el kankuamo Gustavo Montero Arias recuerda aquellos tiempos como un verdadero caos. “Vivir una incertidumbre, no saber a quién era que iban a bajar del vehículo, eso permitió que hubiera muchos desplazados de la zona”.

Es difícil para ellos reconocer que desde la estación de Atánquez, sus allegados los señalaban a los paramilitares para que más adelante, en la vía, con la descripción dada, bajaran a la gente y la mataran al lado de la carretera. Se diría, “si esos árboles hablaran”, pero si lo hacen según la creencia espiritual indígena, y así ellos experimentan el dolor que muchos de los Hermanos mayores vivieron.

La reconciliación

En la Casa Indígena, ubicada en el norte de Valledupar, Daniel Maestre Villazón, encargado de las comunicaciones del pueblo kankuamo, explica cuál ha sido la clave para superar el trauma de conflicto, el señalamiento entre hermanos y el dolor por los inocentes que murieron.

“Los indígenas tenemos algo en la sierra con lo que ustedes los hermanos menores no cuentan y es el rito de confesión; esto nos permite contarlo todo ante las autoridades espirituales. No importan si nos enteramos que un vecino nos vendió, porque esto permite estar en paz entre nosotros”, expresó.

Maestre Villazón destaca que a pesar de que la Corte dictó las medidas cautelares para el pueblo kankuamo, estas determinaciones no han sido respondidas seriamente por los gobiernos, Nacional, Departamental y Municipal.

“Entre el 2000 y 2004 fueron las épocas de más asesinatos al pueblo kankuamo, tanto así que como el gobierno no tomo medidas, la Comisión Interamericana dictó medidas provisionales”, puntualizó.

La respuesta a estas medidas provisionales, según Maestre Villazón, fue el asesinato a Fredy Arias, encargado del área de Derechos Humanos en la asociación indígena, hermano del cabildo gobernador Jaime Arias. Cabe resaltar que meses antes había sido asesinado el mamo Salomón Arias, padre de los dos líderes indígenas.

La desmovilización de las Autodefensas concluyó la época de terror que vivieron los indígenas kankuamos. Con el encarcelamiento de alias ‘El Paisa’, la extradición de ‘Jorge 40’ jefe máximo del Bloque Norte, muchas verdades comenzaron a conocerse, pero los kankuamos siguen esperando una “total reparación”. Mientras tanto, retornan a sus territorios, retoman sus costumbres y promueven de nuevo los congresos indígena, para tejer nuevamente una fortaleza étnica, como la tuvieron alguna vez.

“Yo digo que a la gente hay que darle oportunidad. Entender que ellos cogieron las armas buscando una oportunidad o engañados, les ofrecieron cosas y no fue así. Yo quiero que ellos retornen a su casa para que no le hagan daño a nadie más. Yo estoy de acuerdo con la paz”: Aura Montero Arias.

Por Andrés Llamas Nova / EL PILÓN