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Editorial - 5 agosto, 2023

Junior-Unión, buen postre de un mal almuerzo

El buen postre, no debe ocultar la necesidad de que tengamos un buen almuerzo, que es el plato principal. Esto es un bálsamo de un día, pero no puede convertirse en un desmotivador para que Valledupar deje indefinidamente de tener un equipo profesional propio.

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El buen postre, no debe ocultar la necesidad de que tengamos un buen almuerzo, que es el plato principal. Esto es un bálsamo de un día, pero no puede convertirse en un desmotivador para que Valledupar deje indefinidamente de tener un equipo profesional propio.

Con la debida consideración a nuestras ciudades costeñas hermanas, y su gente querida que tanto distinguimos y queremos, para este propósito deportivo, cuya esencia lleva el espíritu de colaboración de cuerpo entre los propios y competencia con los externos, Valledupar (los vallenatos) no es menos que esas ciudades del litoral y no debe sentirse emocionalmente menor. Tampoco lo es menos que Montería que, a pesar de ser una plaza tradicionalmente beisbolera, ha erigido un equipo de fútbol (Jaguares) para participar en la liga mayor del rentado colombiano la A.

Los llamados efusivos que han hecho desde la alcaldía y la gobernación, dando la justa bienvenida a este clásico, no pueden atenuar el propósito de conminar y pedir a esas autoridades públicas, ojalá ya en el próximo cuatrienio, – pues en este no hubo amor gubernamental por el fútbol- que se pongan la camiseta y rodeen de muchos estímulos, fundamentalmente financieros – junto al sector privado- a esa ruta de ciudad, Valledupar, sede de su equipo profesional.

De todas maneras, en el momento presente se podría decir que “no hay mal que por bien no venga”. Aquel viejo adagio podría calzar perfectamente a los hinchas del fútbol en Valledupar, a juzgar por las imágenes de las largas filas de aficionados que se apostaron entre jueves y viernes en las afueras del estadio Armando Maestre Pavajeau en busca de una boleta para presenciar el clásico costeño del fútbol profesional colombiano.

Paradójicamente, la decisión de los dueños de la ficha -del anteriormente Valledupar y ahora Soacha- de dejar sin fútbol de la B a la ciudad, abrió más las puertas a espectáculos como el de este sábado en donde se enfrentarán no solo dos equipos históricos de la máxima categoría, sino que lo harán en el marco de un clásico futbolero y con tradición.

Claro está, la cercanía del Magdalena también ha cultivado una gran hinchada por los colores del Unión en Valledupar y no sorprende que para la hora del partido los hinchas bananeros también se hagan sentir en el escenario de la carrera 18ª.

Por eso, la decisión de jugar este trascendental partido en la capital del Cesar llegó como un rayo de esperanza para una ciudad que se quedó huérfana de su equipo local, el extinto Valledupar Fútbol Club.

Este sábado, la ciudad de Valledupar se prepara para vivir un momento histórico en su relación con el fútbol, un momento que trascenderá el césped del estadio Armando Maestre Pavajeau y se quedará grabado en la memoria de sus habitantes.

La emoción que ha generado este evento es palpable en cada rincón de Valledupar. Desde que la Dimayor confirmó que el estadio Maestre Pavajeau sería el escenario de este clásico costeño, los aficionados vallenatos han demostrado su entusiasmo de manera contagiosa.

Las boletas se han agotado en tiempo récord, con más del 70% vendido antes del mediodía del viernes, dejando en claro que la pasión por el fútbol está más viva que nunca en esta tierra cálida.

Este clásico no solo es una oportunidad para disfrutar de un emocionante partido de fútbol, sino también para demostrar que Valledupar está listo para recibir eventos deportivos de esta magnitud.

Es un recordatorio de la capacidad de la ciudad para unirse en torno a un objetivo común y para superar obstáculos, como lo hizo al acoger este partido.

Editorial
5 agosto, 2023

Junior-Unión, buen postre de un mal almuerzo

El buen postre, no debe ocultar la necesidad de que tengamos un buen almuerzo, que es el plato principal. Esto es un bálsamo de un día, pero no puede convertirse en un desmotivador para que Valledupar deje indefinidamente de tener un equipo profesional propio.


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El buen postre, no debe ocultar la necesidad de que tengamos un buen almuerzo, que es el plato principal. Esto es un bálsamo de un día, pero no puede convertirse en un desmotivador para que Valledupar deje indefinidamente de tener un equipo profesional propio.

Con la debida consideración a nuestras ciudades costeñas hermanas, y su gente querida que tanto distinguimos y queremos, para este propósito deportivo, cuya esencia lleva el espíritu de colaboración de cuerpo entre los propios y competencia con los externos, Valledupar (los vallenatos) no es menos que esas ciudades del litoral y no debe sentirse emocionalmente menor. Tampoco lo es menos que Montería que, a pesar de ser una plaza tradicionalmente beisbolera, ha erigido un equipo de fútbol (Jaguares) para participar en la liga mayor del rentado colombiano la A.

Los llamados efusivos que han hecho desde la alcaldía y la gobernación, dando la justa bienvenida a este clásico, no pueden atenuar el propósito de conminar y pedir a esas autoridades públicas, ojalá ya en el próximo cuatrienio, – pues en este no hubo amor gubernamental por el fútbol- que se pongan la camiseta y rodeen de muchos estímulos, fundamentalmente financieros – junto al sector privado- a esa ruta de ciudad, Valledupar, sede de su equipo profesional.

De todas maneras, en el momento presente se podría decir que “no hay mal que por bien no venga”. Aquel viejo adagio podría calzar perfectamente a los hinchas del fútbol en Valledupar, a juzgar por las imágenes de las largas filas de aficionados que se apostaron entre jueves y viernes en las afueras del estadio Armando Maestre Pavajeau en busca de una boleta para presenciar el clásico costeño del fútbol profesional colombiano.

Paradójicamente, la decisión de los dueños de la ficha -del anteriormente Valledupar y ahora Soacha- de dejar sin fútbol de la B a la ciudad, abrió más las puertas a espectáculos como el de este sábado en donde se enfrentarán no solo dos equipos históricos de la máxima categoría, sino que lo harán en el marco de un clásico futbolero y con tradición.

Claro está, la cercanía del Magdalena también ha cultivado una gran hinchada por los colores del Unión en Valledupar y no sorprende que para la hora del partido los hinchas bananeros también se hagan sentir en el escenario de la carrera 18ª.

Por eso, la decisión de jugar este trascendental partido en la capital del Cesar llegó como un rayo de esperanza para una ciudad que se quedó huérfana de su equipo local, el extinto Valledupar Fútbol Club.

Este sábado, la ciudad de Valledupar se prepara para vivir un momento histórico en su relación con el fútbol, un momento que trascenderá el césped del estadio Armando Maestre Pavajeau y se quedará grabado en la memoria de sus habitantes.

La emoción que ha generado este evento es palpable en cada rincón de Valledupar. Desde que la Dimayor confirmó que el estadio Maestre Pavajeau sería el escenario de este clásico costeño, los aficionados vallenatos han demostrado su entusiasmo de manera contagiosa.

Las boletas se han agotado en tiempo récord, con más del 70% vendido antes del mediodía del viernes, dejando en claro que la pasión por el fútbol está más viva que nunca en esta tierra cálida.

Este clásico no solo es una oportunidad para disfrutar de un emocionante partido de fútbol, sino también para demostrar que Valledupar está listo para recibir eventos deportivos de esta magnitud.

Es un recordatorio de la capacidad de la ciudad para unirse en torno a un objetivo común y para superar obstáculos, como lo hizo al acoger este partido.