Niños de los corregimientos El Mojao, Los Haticos, Rancho de La Goya, entre otros territorios adyacentes al corregimiento de La Mina, jurisdicción de Valledupar, llegan a la institución educativa impulsados por sus deseos de aprender en esta zona donde el internet está ausente.
En una zona donde la cobertura telefónica es escasa y el internet es ausente, la Institución Agrícola La Mina inició bajo el modelo de alternancia para recibir a 300 estudiantes del resguardo indígena kankuamo del corregimiento de La Mina, jurisdicción de Valledupar, y de otras zonas rurales como Ramalito, El Mojao, Rancho La Goya, Los Haticos, entre otros.
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Ese plantel educativo, en donde la naturaleza hace parte de sus pasillos, con estrictas normas de bioseguridad les brinda la oportunidad educativa a niños indígenas deseosos del conocimiento.
La coordinadora académica de esta institución, Ruth Ruiz, comentó que al plantel educativo asisten los niños que cursan los grados noveno, decimo y once. Estos estudiantes son distribuidos respectivamente en grupos de 12 con un distanciamiento en las aulas de dos metros entre cada uno. Señaló que antes de la pandemia de la covid-19 en los salones había de 25 a 30 escolares.
La jornada escolar comienza a las 6:30 a.m., y finaliza a las 10:30 a.m., para un total de cuatro horas académicas en las que los docentes imparten las clases de manera consecutiva sin pausas. Ruiz señaló que solo los profesores cambian de aula cuando terminan los tiempos determinados para cada materia, mientras que los estudiantes permanecen en sus asientos en estas rotaciones.
“Al colegio llegan muchos niños del resguardo indígena de Teyunque y hasta del corregimiento de Patillal. Aquí contamos con diez profesores que imparten matemáticas, física, ciencias sociales, filosofía, español, inglés, ciencias naturales y emprendimiento. Los niños han sabido adaptarse a las medidas de bioseguridad de una forma muy rápida porque quieren estar en el colegio; no se quitan los tapabocas y guardan la distancia de una manera muy rigurosa”, manifestó Ruíz.
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A pesar de que estos infantes viven en áreas rurales donde las redes de comunicación difícilmente llegan para transmitir campañas pedagógicas sobre los cuidados que deben tener por la pandemia de la covid-19, han demostrado una madurez demasiado alta para sus edades debido a que asumieron desde hace casi dos semanas el compromiso de estudiar sin poner en riesgo sus vidas.
De acuerdo con la coordinadora académica de esta institución educativa, muchos niños que vienen a estudiar al colegio son de zonas retiradas, por lo que son recogidos por buses del transporte escolar. Señaló que los estudiantes de Teyunque, Ramalito, Los Haticos, El Mojao y Rancho La Goya llegan en los vehículos al plantel entre las 6:00 a.m., y 6:15 a.m., luego son distribuidos a sus respectivos salones para evitar aglomeraciones.
Comentó que la institución dispone de tres buses que pasan por los infantes en sus hogares a las 5:00 a.m., luego de que transportan a todos los niños al colegio permanecen los vehículos en el patio o en el frente de la institución a la espera de que finalice la jornada académica a las 10:30 a.m., para llevarlos de vuelta a sus casas.
Los padres de familia de los jóvenes que estudian en la Institución Agrícola La Mina en su mayoría son indígenas que trabajan la tierra y viven de manualidades arraigadas en su cultura como kankuamos. Habitan en terrenos montañosos cercanos a la Sierra Nevada de Santa Marta, a pesar de esto el interés porque sus hijos accedan a la educación de manera presencial no les ocasiona cansancio a la hora de llegar al colegio después de un viaje de hasta cinco horas desde sus casas hasta la institución.
Este es el caso de Luis Torres, padre de familia que tiene dos hijos y cuatro hermanos menores estudiando en dicho colegio. Comentó que vive en un cerro llamado Chirua y desde su hogar en esa zona montañosa hasta el colegio tarda aproximadamente seis horas en llegar en caballo. Aseveró que este recorrido para muchos es “pesado”, pero para él vale la pena porque puede constatar cómo sus hijos y hermanos son felices aprendiendo en alternancia.
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“Salí de mi casa a las tres de la madrugada y llegué al colegio en caballo a las ocho de la mañana, pero los niños si se vienen en el transporte escolar. Me parece súper bien la alternancia porque así ellos aprenden más; nosotros los padres tenemos interés en que los niños se superen. Con la ayuda de Dios esta pandemia un día desparecerá”, manifestó Torres.
Eric Pico, docente de matemáticas y física de los grados 10 y 11 de esta institución, aseveró que la alternancia es un sistema que funciona en esta zona debido a que en las aulas los profesores pueden evidenciar el proceso académico de los estudiantes y prepararlos para lasPruebas Saber 11 de manera más efectiva.
“A los docentes se nos facilita más el trabajo bajo el modelo de la alternancia porque en esta zona no hay cobertura de internet y antes tocaba hacer las explicaciones por llamadas y fotos de Whatsapp, pero ahora podemos explicarles lo temas de manera directa y ellos entienden con mayor facilidad”, comentó.
La Institución Agrícola La Mina es uno de los colegios de la zona rural de Valledupar que inició bajo el modelo de alternancia la semana pasada, así como los planteles educativos San Isidro del corregimiento de Atánquez y Promoción Social del corregimiento Guatapurí cuentan con el aval para recibir a sus estudiantes de manera presencial.
POR: Namieh Baute Barrios / EL PILÓN.
Niños de los corregimientos El Mojao, Los Haticos, Rancho de La Goya, entre otros territorios adyacentes al corregimiento de La Mina, jurisdicción de Valledupar, llegan a la institución educativa impulsados por sus deseos de aprender en esta zona donde el internet está ausente.
En una zona donde la cobertura telefónica es escasa y el internet es ausente, la Institución Agrícola La Mina inició bajo el modelo de alternancia para recibir a 300 estudiantes del resguardo indígena kankuamo del corregimiento de La Mina, jurisdicción de Valledupar, y de otras zonas rurales como Ramalito, El Mojao, Rancho La Goya, Los Haticos, entre otros.
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Ese plantel educativo, en donde la naturaleza hace parte de sus pasillos, con estrictas normas de bioseguridad les brinda la oportunidad educativa a niños indígenas deseosos del conocimiento.
La coordinadora académica de esta institución, Ruth Ruiz, comentó que al plantel educativo asisten los niños que cursan los grados noveno, decimo y once. Estos estudiantes son distribuidos respectivamente en grupos de 12 con un distanciamiento en las aulas de dos metros entre cada uno. Señaló que antes de la pandemia de la covid-19 en los salones había de 25 a 30 escolares.
La jornada escolar comienza a las 6:30 a.m., y finaliza a las 10:30 a.m., para un total de cuatro horas académicas en las que los docentes imparten las clases de manera consecutiva sin pausas. Ruiz señaló que solo los profesores cambian de aula cuando terminan los tiempos determinados para cada materia, mientras que los estudiantes permanecen en sus asientos en estas rotaciones.
“Al colegio llegan muchos niños del resguardo indígena de Teyunque y hasta del corregimiento de Patillal. Aquí contamos con diez profesores que imparten matemáticas, física, ciencias sociales, filosofía, español, inglés, ciencias naturales y emprendimiento. Los niños han sabido adaptarse a las medidas de bioseguridad de una forma muy rápida porque quieren estar en el colegio; no se quitan los tapabocas y guardan la distancia de una manera muy rigurosa”, manifestó Ruíz.
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A pesar de que estos infantes viven en áreas rurales donde las redes de comunicación difícilmente llegan para transmitir campañas pedagógicas sobre los cuidados que deben tener por la pandemia de la covid-19, han demostrado una madurez demasiado alta para sus edades debido a que asumieron desde hace casi dos semanas el compromiso de estudiar sin poner en riesgo sus vidas.
De acuerdo con la coordinadora académica de esta institución educativa, muchos niños que vienen a estudiar al colegio son de zonas retiradas, por lo que son recogidos por buses del transporte escolar. Señaló que los estudiantes de Teyunque, Ramalito, Los Haticos, El Mojao y Rancho La Goya llegan en los vehículos al plantel entre las 6:00 a.m., y 6:15 a.m., luego son distribuidos a sus respectivos salones para evitar aglomeraciones.
Comentó que la institución dispone de tres buses que pasan por los infantes en sus hogares a las 5:00 a.m., luego de que transportan a todos los niños al colegio permanecen los vehículos en el patio o en el frente de la institución a la espera de que finalice la jornada académica a las 10:30 a.m., para llevarlos de vuelta a sus casas.
Los padres de familia de los jóvenes que estudian en la Institución Agrícola La Mina en su mayoría son indígenas que trabajan la tierra y viven de manualidades arraigadas en su cultura como kankuamos. Habitan en terrenos montañosos cercanos a la Sierra Nevada de Santa Marta, a pesar de esto el interés porque sus hijos accedan a la educación de manera presencial no les ocasiona cansancio a la hora de llegar al colegio después de un viaje de hasta cinco horas desde sus casas hasta la institución.
Este es el caso de Luis Torres, padre de familia que tiene dos hijos y cuatro hermanos menores estudiando en dicho colegio. Comentó que vive en un cerro llamado Chirua y desde su hogar en esa zona montañosa hasta el colegio tarda aproximadamente seis horas en llegar en caballo. Aseveró que este recorrido para muchos es “pesado”, pero para él vale la pena porque puede constatar cómo sus hijos y hermanos son felices aprendiendo en alternancia.
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Eric Pico, docente de matemáticas y física de los grados 10 y 11 de esta institución, aseveró que la alternancia es un sistema que funciona en esta zona debido a que en las aulas los profesores pueden evidenciar el proceso académico de los estudiantes y prepararlos para lasPruebas Saber 11 de manera más efectiva.
“A los docentes se nos facilita más el trabajo bajo el modelo de la alternancia porque en esta zona no hay cobertura de internet y antes tocaba hacer las explicaciones por llamadas y fotos de Whatsapp, pero ahora podemos explicarles lo temas de manera directa y ellos entienden con mayor facilidad”, comentó.
La Institución Agrícola La Mina es uno de los colegios de la zona rural de Valledupar que inició bajo el modelo de alternancia la semana pasada, así como los planteles educativos San Isidro del corregimiento de Atánquez y Promoción Social del corregimiento Guatapurí cuentan con el aval para recibir a sus estudiantes de manera presencial.
POR: Namieh Baute Barrios / EL PILÓN.