A propósito de la realización el próximo fin de semana de la séptima edición de la Feria Gastronómica Nuestro Sabor 2025, organizada por EL PILÓN, salen a relucir muchos aspectos relacionados con este sector que de una u otra manera impulsan la economía local. Unos muy positivos y otros que merecen ser analizados y actuar en consecuencia.
Llama la atención el auge que en los últimos años ha tenido la venta de toda clase de comida en las calles de Valledupar. Allí se mezclan muchos factores en pro del desarrollo de la llamada economía popular que incluye un ‘rebusque’ con sabor a fritos, comidas rápidas, sancocho y toda clase de platos criollos, bebidas, entre otras. La gran mayoría se lleva a cabo en los andenes y demás vías públicas, sin el cumplimiento de los requisitos de rigor.
Estamos ante diversos emprendimientos, a cuyos autores se les abona su capacidad de inventiva para desarrollar actividades que les permitan opciones de ingresos.
Pero lo más común es la venta callejera de alimentos. Desde fritos humeantes en una esquina hasta una olla de sancocho burbujeando en plena acera, cientos de personas, la mayoría mujeres, en medio de la informalidad, buscan la forma de llevar dinero a sus hogares para cubrir los gastos básicos.
En medio de todo eso encontramos algo curioso y revelador y es que el mercado de la informalidad, pese a ser manejado en su mayoría por personas adultas y de educación primaria, ha provocado un giro inesperado e interesante hacia la modernidad digital. Hoy es frecuente ver colgados en árboles, postes o carritos improvisados, carteles escritos a mano con números de cuenta de Nequi, la billetera digital que ha penetrado hasta los rincones más populares de la ciudad. En efecto, muchos vendedores ya no solo ofrecen empanadas o arepas de huevo, sino que también aceptan transferencias inmediatas como medio de pago. El celular se ha vuelto una herramienta de caja registradora. Sin datáfono, sin máquina fiscal, pero con un código QR o una simple cuenta.
Todo ello revela el alto grado de la capacidad de adaptación de los sectores populares. A pesar de la falta de oportunidades formales, muchas personas han encontrado en la venta de comida una forma de ganarse la vida, apelando al sabor criollo y a las recetas heredadas, pero poniéndose a tono con la tecnología financiera, especialmente con plataformas como Nequi, algo que se ha democratizado. Allí hay un potencial de mercadeo que debería aprovecharse desde la formalidad y la legalidad.
La informalidad se apoderó de Valledupar, pero más en la actividad gastronómica, un tema que obligatoriamente ha de tocarse en eventos como las ferias que todos los años realiza EL PILÓN. Los insumos y contenidos que de allí se derivan deben ser apropiados por las autoridades comprometidas con el asunto para explorar mecanismos que permitan brindarle seguridad social, laboral y garantías sanitarias a las personas dedicadas a esas actividades, las que además deberán cumplir con las normas que las regulan.
Las ventas de comidas callejeras en Valledupar han puesto la innovación a toda prueba, algunos de estos emprendedores ofrecen servicio a domicilio, atienden pedidos por WhatsApp y manejan menús virtuales. Lo que en otra época era visto como “ventas ambulantes”, hoy se configura como un híbrido entre gastronomía tradicional y emprendimiento digital.
Hay que apoyar a esas personas que buscan la forma de resistir, de reinventarse y de encontrar dignidad en medio de las dificultades. Ellas se rebuscan, pero lo hacen con sabor, con ingenio y ahora hasta con Nequi —y ahora Bre— y plataformas digitales.
