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Crónica - 19 marzo, 2022

En tiempos de elecciones, ‘el muerto que mató al vivo’

Otro hecho similar que he llamado ‘El vivo que mató al muerto” ocurrió en Santa Marta a comienzos de los años sesenta.

En el municipio de Chimichagua han ocurrido historias curiosas.
En el municipio de Chimichagua han ocurrido historias curiosas.
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Esto que suena tan insólito solamente pudo ocurrir en el Caribe colombiano donde el realismo es mágico y hasta un disparate puede lucir coherente y normal. Fue en época de elecciones, cuando un aspirante a la alcaldía de Chimichagua andaba pescando votos a diestra y siniestra y el protagonista no podía ser otro que Camilo Namén, el célebre compositor amigo de todos. Este fue el caso:

En una finca cercana al pueblo perdió la vida un labriego al caer aparatosamente de un tractor. En ese momento no había un solo cajón en Chimichagua, y era imperioso entonces traerlo desde El Banco y Camilo ofreció su camioneta Ford de estaca para resolver el impase sabiendo que una obra social de esta índole le permitiría canalizar fácilmente todos los sufragios de los familiares del recién fallecido que eran bien numerosos. 

Camilo Namén.

LA NOBLE MISIÓN

Con un par de dolientes cercanos al muerto se fue para El Banco en busca del féretro en medio de una pertinaz llovizna que apretaba y aflojaba de manera transitoria.

Al regresar de este puerto ribereño equipado con el flamante ataúd, alguien en la ruta le pidió un chance a Camilo y este solícitamente lo recogió pensando en otro voto más, pues estaba en su campaña política para la alcaldía.

La lluvia apretó fuertemente y el fulano del chance ni corto ni perezoso se metió dentro del cajón, huyendo de una pulmonía. 

EL OTRO MUERTO

Un poco más adelante Namén recogió a un campesino que con un bulto de yuca iba para el pueblo, sumando otro voto más que sin dudas iba para la urna, pues estaba en campaña.

El tipo de la yuca iba un poco escamoso viajando junto al cajón donde él suponía estaba el muerto del tractor ya que la noticia se había regado en toda la zona. 

La lluvia aflojó y el que venía dentro del féretro sacó la mano para ver si ya escampaba, tropezando la pierna del escamoso, quien pegó un alarido y se tiró del carro en marcha sufriendo mil fracturas y traumatismos severos que le ocasionaron la muerte a pocas horas.

Camilo tuvo que regresar entonces hasta El Banco en procura de otro cajón para el inesperado occiso.
Todo este acontecer le dio visos de ser un verdadero benefactor de sus coterráneos y así con ánimo y buena fe logró llegar felizmente por demanda popular a la Alcaldía de Chimichagua, la tierra del agua, el coroncoro y la piragua. El episodio fue recreado por la gente de la región como el caso del ‘Muerto que mató al vivo’.

La historia sucedió en una camioneta Ford. 

OTRA HISTORIA

Otro hecho similar que he llamado ‘El vivo que mató al muerto” ocurrió en Santa Marta a comienzos de los años sesenta, cuando Indalecio Rodríguez, militante del Movimiento Revolucionario Liberal aspiraba al concejo de la samaria. Indalecio, transportador de profesión que en esa época se rebuscaba el día a día con un camioncito 350 llevando y trayendo lo que fuera por todos los pueblos circunvecinos, en procura de captar votos para sus aspiraciones políticas.

Cualquier día fue contratado para traer un cadáver desde Minca un pueblecito de clima cafetero que está incrustado en las estribaciones de la Sierra Nevada. El día era frío y lluvioso y para amortiguar la tensión del viaje de regreso con el ataúd bien asegurado en la carrocería del vehículo, chofer y ayudante se venían pegando sus petacazos del infaltable Ron Caña. 

La lluvia arreció y con el asfalto mojado al entrar a una cerrada curva y tratar de esquivar un caballo, el carro se salió de la vía y rodó cuneta abajo chocando contra un barranco. La 350 dio un volantín y el cajón con el cadáver salió por los aires estrellándose contra un puntiagudo tronco seco desbaratándose con el golpe y quedando el pobre difunto incrustado de lado a lado en el tronco.

Indalecio y acompañante solo resultaron con algunas leves contusiones, pero a raíz de este traumático accidente desde ese día los samarios lo bautizaron “Matamuerto” y así se quedó para siempre.

POR JULIO C. OÑATE MARTÍNEZ/ESPECIAL PARA EL PILÓN

Crónica
19 marzo, 2022

En tiempos de elecciones, ‘el muerto que mató al vivo’

Otro hecho similar que he llamado ‘El vivo que mató al muerto” ocurrió en Santa Marta a comienzos de los años sesenta.


En el municipio de Chimichagua han ocurrido historias curiosas.
En el municipio de Chimichagua han ocurrido historias curiosas.
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Esto que suena tan insólito solamente pudo ocurrir en el Caribe colombiano donde el realismo es mágico y hasta un disparate puede lucir coherente y normal. Fue en época de elecciones, cuando un aspirante a la alcaldía de Chimichagua andaba pescando votos a diestra y siniestra y el protagonista no podía ser otro que Camilo Namén, el célebre compositor amigo de todos. Este fue el caso:

En una finca cercana al pueblo perdió la vida un labriego al caer aparatosamente de un tractor. En ese momento no había un solo cajón en Chimichagua, y era imperioso entonces traerlo desde El Banco y Camilo ofreció su camioneta Ford de estaca para resolver el impase sabiendo que una obra social de esta índole le permitiría canalizar fácilmente todos los sufragios de los familiares del recién fallecido que eran bien numerosos. 

Camilo Namén.

LA NOBLE MISIÓN

Con un par de dolientes cercanos al muerto se fue para El Banco en busca del féretro en medio de una pertinaz llovizna que apretaba y aflojaba de manera transitoria.

Al regresar de este puerto ribereño equipado con el flamante ataúd, alguien en la ruta le pidió un chance a Camilo y este solícitamente lo recogió pensando en otro voto más, pues estaba en su campaña política para la alcaldía.

La lluvia apretó fuertemente y el fulano del chance ni corto ni perezoso se metió dentro del cajón, huyendo de una pulmonía. 

EL OTRO MUERTO

Un poco más adelante Namén recogió a un campesino que con un bulto de yuca iba para el pueblo, sumando otro voto más que sin dudas iba para la urna, pues estaba en campaña.

El tipo de la yuca iba un poco escamoso viajando junto al cajón donde él suponía estaba el muerto del tractor ya que la noticia se había regado en toda la zona. 

La lluvia aflojó y el que venía dentro del féretro sacó la mano para ver si ya escampaba, tropezando la pierna del escamoso, quien pegó un alarido y se tiró del carro en marcha sufriendo mil fracturas y traumatismos severos que le ocasionaron la muerte a pocas horas.

Camilo tuvo que regresar entonces hasta El Banco en procura de otro cajón para el inesperado occiso.
Todo este acontecer le dio visos de ser un verdadero benefactor de sus coterráneos y así con ánimo y buena fe logró llegar felizmente por demanda popular a la Alcaldía de Chimichagua, la tierra del agua, el coroncoro y la piragua. El episodio fue recreado por la gente de la región como el caso del ‘Muerto que mató al vivo’.

La historia sucedió en una camioneta Ford. 

OTRA HISTORIA

Otro hecho similar que he llamado ‘El vivo que mató al muerto” ocurrió en Santa Marta a comienzos de los años sesenta, cuando Indalecio Rodríguez, militante del Movimiento Revolucionario Liberal aspiraba al concejo de la samaria. Indalecio, transportador de profesión que en esa época se rebuscaba el día a día con un camioncito 350 llevando y trayendo lo que fuera por todos los pueblos circunvecinos, en procura de captar votos para sus aspiraciones políticas.

Cualquier día fue contratado para traer un cadáver desde Minca un pueblecito de clima cafetero que está incrustado en las estribaciones de la Sierra Nevada. El día era frío y lluvioso y para amortiguar la tensión del viaje de regreso con el ataúd bien asegurado en la carrocería del vehículo, chofer y ayudante se venían pegando sus petacazos del infaltable Ron Caña. 

La lluvia arreció y con el asfalto mojado al entrar a una cerrada curva y tratar de esquivar un caballo, el carro se salió de la vía y rodó cuneta abajo chocando contra un barranco. La 350 dio un volantín y el cajón con el cadáver salió por los aires estrellándose contra un puntiagudo tronco seco desbaratándose con el golpe y quedando el pobre difunto incrustado de lado a lado en el tronco.

Indalecio y acompañante solo resultaron con algunas leves contusiones, pero a raíz de este traumático accidente desde ese día los samarios lo bautizaron “Matamuerto” y así se quedó para siempre.

POR JULIO C. OÑATE MARTÍNEZ/ESPECIAL PARA EL PILÓN