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Informes Especiales - 8 enero, 2020

En los quinientos años de Valledupar

El Grupo de Desarrollo Urbano hace una narrativa futurista de Valledupar en sus 500 años de fundación. El análisis sobre el desarrollo de la capital del Cesar permite conocer una propuesta de cómo debe progresar el territorio en los próximos 30 años.

Panorámica de Valledupar, capital del departamento del Cesar. 

FOTO/NÉSTOR DE ÁVILA.
Panorámica de Valledupar, capital del departamento del Cesar. FOTO/NÉSTOR DE ÁVILA.

En este año Valledupar celebra los quinientos años de su fundación y para honrar el envidiable trabajo adelantado en el Municipio entre 2020 y 2050 haremos un repaso de las condiciones que le permitieron alcanzar la categoría de ciudad modelo y el honroso mérito de estar en las agendas de foros calificados a nivel internacional.

Para las personas que nos visitan no es fácil entender como salimos de una dinámica equivocada que aparentemente no tenía reversa, pero los vallenatos, ahora cómodos con los resultados obtenidos, atribuimos la evolución social, económica y ambiental a un elemento difícil de medir: el orgullo de contar con nuestra propia leyenda.

Lee también: Valledupar 470 años: un foro para entender lo que somos y a dónde debemos ir

Cuando los cesarenses nos dimos cuenta de que estábamos a punto de perder las regalías de carbón por el cierre de minas, que habíamos despilfarrado enormes recursos en proyectos inocuos sin impacto en el desarrollo, que a diferencia de otros territorios no teníamos una clase política preparada para mirar más allá de los cuatro años de gobierno y que nuestro comportamiento pasivo como sociedad era el causante de nuestra propia desgracia, entonces, y solo entonces, vino el cambio.

Se promovieron corrientes de debate sobre la escasez de opciones, sobre la inefectividad de los planteamientos y de la gravedad de los indicadores que mostraban que, más que pobreza, teníamos una situación de calamidad.

El surgimiento del Grupo de Desarrollo Urbano de Valledupar fue el referente y la semilla para el cambio. Varios arquitectos y/o urbanistas, con amplia información acumulada sobre la evolución de la región, encontraron el camino para motivar a los agentes decisores a retomar las fórmulas exitosas de los primeros alcaldes elegidos popularmente en Valledupar y para promover la suscripción de alianzas no remunerativas para construir el futuro que todos nos merecíamos.

Queda muy poco del funcionamiento de aquella ciudad de medio millón de habitantes que en 2020 prestaba servicios a una limitada región subdesarrollada.

Gracias a la intervención ordenada de la sociedad civil y a la suscripción de acuerdos irrompibles, se concertaron acciones de largo plazo que facilitaron agendar los planes gubernamentales de ordenamiento y de desarrollo mientras que el sector privado sacaba lo mejor de los procesos de cooperación, formalizados dentro y fuera del país.

El Valledupar de hoy ejerce funciones urbanas que promueven el desarrollo rural de manera integral, razón por la cual genera trabajo decente en el campo y una amplia demanda de servicios asociados.

Esta nueva condición, que contrasta con el pasado donde reinaba la incertidumbre, redujo el desplazamiento desde las zonas rurales apartadas hacia la capital del Cesar donde tenían que buscar opciones de vida entre cinturones de miseria y trabajos improvisados sin entender por qué abandonaron las tierras agropecuarias que solo ocupaban el 12,3 % de su potencial productivo.

Lee también: 470 años de amor vallenato

Gracias al desarrollo de las energías no convencionales, que se popularizaron en la década de 2020 y que fueron acertadamente impulsadas por la Gobernación del Cesar con recursos de regalías, Valledupar cuenta con su planta de energía que utiliza la radiación solar, la biomasa, los aerogeneradores y variados tipos de microcentrales hidroeléctricas que utilizan las corrientes que bajan de la Sierra Nevada y de la serranía de Perijá.

La puesta en marcha del Centro de Tecnologías Apropiadas creó una nueva élite de profesionales, técnicos y tecnólogos que atienden sistemas de autogeneración en casas, edificios, instituciones, industrias, comercio, espacios públicos, sistemas de transporte público y vehículos privados.

La autonomía eléctrica permitió el desarrollo de propuestas urbanas y emprendimientos rurales de costo razonable. Hoy se siguen aprovechando los depósitos de aguas subterráneas para regar zonas verdes en parques y avenidas y para sostener las innumerables fuentes y espejos de agua que congregan todo tipo de aves y de turistas que caminan bajo la sombra de los enormes árboles que enmarcan paisajes de fantasía.

La ciudad creció de manera ordenada y de acuerdo con las posibilidades reales de distribución de las redes públicas. Los lotes de engorde ubicados dentro del perímetro urbano desaparecieron y se pudo hacer el reemplazo de todos los sistemas de servicios públicos para atender la demanda con eficiencia y calidad. Valledupar y La Paz se integraron luego de superar los problemas de movilidad y la asignación de responsabilidades.

El río Cesar, que marca el límite municipal entre La Paz y Valledupar, fue recuperado. Sus riberas se convirtieron en parque metropolitano con amplias zonas para camping, vías peatonales y ciclorrutas que complementan las piscinas naturales moldeadas para aprovechar las aguas transparentes que hoy fluyen desde La Guajira.

El Plan Maestro que orienta las acciones en este eje central ha ganado premios internacionales y ha despertado nuevas iniciativas de colaboración público – privadas dando siempre el mérito a la sociedad vallenata, gestora del cambio local y de la integración de las oportunidades regionales.

Podemos afirmar con certeza, que los servicios públicos son administrados con excelencia obedeciendo normas técnicas internacionales; La oferta de trabajo supera la demanda por lo que el desempleo ya no es asunto de discusión (así sucedió en los sesenta cuando la mano de obra local estaba copada en la recolección de algodón y se necesitó el apoyo de foráneos para terminar las temporadas de cosecha).

Nuestro ambiente hoy es de tranquilidad: Cada uno dedicado a sus tareas y con tiempo suficiente para apoyar labores comunitarias. Los niveles de pobreza departamentales pasaron del 42,9 % en 2019 al 5% en 2050, cumpliendo con las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

El Internet ha permitido que los sensores ubicados en zonas urbanas y rurales interpreten las condiciones del clima y recomienden acciones precisas para el uso del agua en las ciudades, en los cultivos y en los entornos paisajísticos, a través de sistemas de riego que optimizan el escaso recurso hídrico y que funcionan con fuentes no convencionales de energía a muy bajo costo. Ahora se tiene un alto nivel de vida en las abiertas áreas rurales donde prima el teletrabajo, las videoconferencias y las gestiones presenciales que se efectúan solo en eventos específicos.

La academia y los centros de investigación trabajan en nuevas variedades agrícolas y pecuarias que resisten a las limitaciones que imponen el cambio climático y el exigente mercado internacional. La llegada de la Universidad Nacional al municipio de La Paz promovió un ambiente de entusiasmo por entender las condicionantes que detenían los círculos virtuosos y organizó la red de conocimiento que abanderó el cambio de percepción de las oportunidades.

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La integración de la sociedad civil organizada, los gremios de la producción, la academia y los grupos de interés están vigilantes de que las decisiones públicas obedezcan al acuerdo de largo plazo suscrito para garantizar el ejercicio de buen gobierno. Valledupar sigue prosperando a un alto ritmo.

Las mesas de trabajo que fortalecen los encadenamientos de los sectores primario, secundario y terciario dedican el tiempo necesario a la generación de conocimiento sobre el entorno industrial, agropecuario, académico, comercial y turístico, lo que les ha permitido liderar procesos económicos de un conglomerado de ciudades que suman cinco millones de personas.

Los sistemas de transporte que conectan el Cesar con La Guajira son abastecidos por la inagotable fuente de energía fotovoltaica que supera los 5,5 kilovatios hora por metro cuadrado, lo que permite soportar múltiples actividades especializadas urbanas y rurales que aprovechan las ventajas ambientales y climáticas de la serranía de Perijá, el valle del Cesar, la Sierra Nevada de Santa Marta y el complejo cenagoso de la Zapatosa.

Hoy el orgullo de la ciudad sigue siendo el rio Guatapurí que fluye por su cauce natural y por los canales que cruzan el casco urbano en su camino hacia el río Cesar. La malla urbana, la oferta de espacio público efectivo (útil) por habitante y la ocupación racional de las áreas edificables tiene un comportamiento ejemplar; gracias a lo cual los recaudos municipales por concepto de predial e industria y comercio son las mejores fuentes de ingresos municipales.

Lo que comenzó como una aldea de campesinos sin preparación técnica para atender las unidades productivas rurales, hoy es un entramado de poblaciones, desarrollos agroindustriales y actividades prósperas que llaman la atención de los estudiosos del desarrollo regional.

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Para lograr todo esto, fue necesario aprender a trabajar en grupo y a confiar en que los demás harían el suyo de forma honesta, oportuna y de gran calidad.

Una vez preparados, se establecieron los objetivos superiores que debían ser alcanzados en el corto, mediano y largo plazo y se dieron los primeros pasos para mejorar las condiciones de competitividad territorial y como resultado, comenzaron a llegar empresas generadoras de empleo al norte y centro del Cesar y al sur de la Guajira.

Treinta años después, el Grupo de Desarrollo Urbano se convirtió en la Agencia para el Desarrollo Territorial, ahora con mayor autonomía y capacidad para asesorar y establecer líneas de acción en lo público y lo privado sobre programas y proyectos estratégicos.

Gracias a ese conjunto de acciones, Valledupar amplió su base cultural con la mezcla de profesionales y artistas que llegaron atraídos por las posibilidades presentes en la mitad del siglo 21 y aun así, la música vallenata sigue identificando la vocación por la alegría y el empuje de personas, barrios, ciudades que no se quiebran, que no se conforman, porque los detalles de su transformación son más que historias para contar… son nuestra leyenda.

Por: Alberto Gutiérrez Pineda – Grupo de Desarrollo Urbano / EL PILÓN

Informes Especiales
8 enero, 2020

En los quinientos años de Valledupar

El Grupo de Desarrollo Urbano hace una narrativa futurista de Valledupar en sus 500 años de fundación. El análisis sobre el desarrollo de la capital del Cesar permite conocer una propuesta de cómo debe progresar el territorio en los próximos 30 años.


Panorámica de Valledupar, capital del departamento del Cesar. 

FOTO/NÉSTOR DE ÁVILA.
Panorámica de Valledupar, capital del departamento del Cesar. FOTO/NÉSTOR DE ÁVILA.

En este año Valledupar celebra los quinientos años de su fundación y para honrar el envidiable trabajo adelantado en el Municipio entre 2020 y 2050 haremos un repaso de las condiciones que le permitieron alcanzar la categoría de ciudad modelo y el honroso mérito de estar en las agendas de foros calificados a nivel internacional.

Para las personas que nos visitan no es fácil entender como salimos de una dinámica equivocada que aparentemente no tenía reversa, pero los vallenatos, ahora cómodos con los resultados obtenidos, atribuimos la evolución social, económica y ambiental a un elemento difícil de medir: el orgullo de contar con nuestra propia leyenda.

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Cuando los cesarenses nos dimos cuenta de que estábamos a punto de perder las regalías de carbón por el cierre de minas, que habíamos despilfarrado enormes recursos en proyectos inocuos sin impacto en el desarrollo, que a diferencia de otros territorios no teníamos una clase política preparada para mirar más allá de los cuatro años de gobierno y que nuestro comportamiento pasivo como sociedad era el causante de nuestra propia desgracia, entonces, y solo entonces, vino el cambio.

Se promovieron corrientes de debate sobre la escasez de opciones, sobre la inefectividad de los planteamientos y de la gravedad de los indicadores que mostraban que, más que pobreza, teníamos una situación de calamidad.

El surgimiento del Grupo de Desarrollo Urbano de Valledupar fue el referente y la semilla para el cambio. Varios arquitectos y/o urbanistas, con amplia información acumulada sobre la evolución de la región, encontraron el camino para motivar a los agentes decisores a retomar las fórmulas exitosas de los primeros alcaldes elegidos popularmente en Valledupar y para promover la suscripción de alianzas no remunerativas para construir el futuro que todos nos merecíamos.

Queda muy poco del funcionamiento de aquella ciudad de medio millón de habitantes que en 2020 prestaba servicios a una limitada región subdesarrollada.

Gracias a la intervención ordenada de la sociedad civil y a la suscripción de acuerdos irrompibles, se concertaron acciones de largo plazo que facilitaron agendar los planes gubernamentales de ordenamiento y de desarrollo mientras que el sector privado sacaba lo mejor de los procesos de cooperación, formalizados dentro y fuera del país.

El Valledupar de hoy ejerce funciones urbanas que promueven el desarrollo rural de manera integral, razón por la cual genera trabajo decente en el campo y una amplia demanda de servicios asociados.

Esta nueva condición, que contrasta con el pasado donde reinaba la incertidumbre, redujo el desplazamiento desde las zonas rurales apartadas hacia la capital del Cesar donde tenían que buscar opciones de vida entre cinturones de miseria y trabajos improvisados sin entender por qué abandonaron las tierras agropecuarias que solo ocupaban el 12,3 % de su potencial productivo.

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Gracias al desarrollo de las energías no convencionales, que se popularizaron en la década de 2020 y que fueron acertadamente impulsadas por la Gobernación del Cesar con recursos de regalías, Valledupar cuenta con su planta de energía que utiliza la radiación solar, la biomasa, los aerogeneradores y variados tipos de microcentrales hidroeléctricas que utilizan las corrientes que bajan de la Sierra Nevada y de la serranía de Perijá.

La puesta en marcha del Centro de Tecnologías Apropiadas creó una nueva élite de profesionales, técnicos y tecnólogos que atienden sistemas de autogeneración en casas, edificios, instituciones, industrias, comercio, espacios públicos, sistemas de transporte público y vehículos privados.

La autonomía eléctrica permitió el desarrollo de propuestas urbanas y emprendimientos rurales de costo razonable. Hoy se siguen aprovechando los depósitos de aguas subterráneas para regar zonas verdes en parques y avenidas y para sostener las innumerables fuentes y espejos de agua que congregan todo tipo de aves y de turistas que caminan bajo la sombra de los enormes árboles que enmarcan paisajes de fantasía.

La ciudad creció de manera ordenada y de acuerdo con las posibilidades reales de distribución de las redes públicas. Los lotes de engorde ubicados dentro del perímetro urbano desaparecieron y se pudo hacer el reemplazo de todos los sistemas de servicios públicos para atender la demanda con eficiencia y calidad. Valledupar y La Paz se integraron luego de superar los problemas de movilidad y la asignación de responsabilidades.

El río Cesar, que marca el límite municipal entre La Paz y Valledupar, fue recuperado. Sus riberas se convirtieron en parque metropolitano con amplias zonas para camping, vías peatonales y ciclorrutas que complementan las piscinas naturales moldeadas para aprovechar las aguas transparentes que hoy fluyen desde La Guajira.

El Plan Maestro que orienta las acciones en este eje central ha ganado premios internacionales y ha despertado nuevas iniciativas de colaboración público – privadas dando siempre el mérito a la sociedad vallenata, gestora del cambio local y de la integración de las oportunidades regionales.

Podemos afirmar con certeza, que los servicios públicos son administrados con excelencia obedeciendo normas técnicas internacionales; La oferta de trabajo supera la demanda por lo que el desempleo ya no es asunto de discusión (así sucedió en los sesenta cuando la mano de obra local estaba copada en la recolección de algodón y se necesitó el apoyo de foráneos para terminar las temporadas de cosecha).

Nuestro ambiente hoy es de tranquilidad: Cada uno dedicado a sus tareas y con tiempo suficiente para apoyar labores comunitarias. Los niveles de pobreza departamentales pasaron del 42,9 % en 2019 al 5% en 2050, cumpliendo con las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

El Internet ha permitido que los sensores ubicados en zonas urbanas y rurales interpreten las condiciones del clima y recomienden acciones precisas para el uso del agua en las ciudades, en los cultivos y en los entornos paisajísticos, a través de sistemas de riego que optimizan el escaso recurso hídrico y que funcionan con fuentes no convencionales de energía a muy bajo costo. Ahora se tiene un alto nivel de vida en las abiertas áreas rurales donde prima el teletrabajo, las videoconferencias y las gestiones presenciales que se efectúan solo en eventos específicos.

La academia y los centros de investigación trabajan en nuevas variedades agrícolas y pecuarias que resisten a las limitaciones que imponen el cambio climático y el exigente mercado internacional. La llegada de la Universidad Nacional al municipio de La Paz promovió un ambiente de entusiasmo por entender las condicionantes que detenían los círculos virtuosos y organizó la red de conocimiento que abanderó el cambio de percepción de las oportunidades.

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La integración de la sociedad civil organizada, los gremios de la producción, la academia y los grupos de interés están vigilantes de que las decisiones públicas obedezcan al acuerdo de largo plazo suscrito para garantizar el ejercicio de buen gobierno. Valledupar sigue prosperando a un alto ritmo.

Las mesas de trabajo que fortalecen los encadenamientos de los sectores primario, secundario y terciario dedican el tiempo necesario a la generación de conocimiento sobre el entorno industrial, agropecuario, académico, comercial y turístico, lo que les ha permitido liderar procesos económicos de un conglomerado de ciudades que suman cinco millones de personas.

Los sistemas de transporte que conectan el Cesar con La Guajira son abastecidos por la inagotable fuente de energía fotovoltaica que supera los 5,5 kilovatios hora por metro cuadrado, lo que permite soportar múltiples actividades especializadas urbanas y rurales que aprovechan las ventajas ambientales y climáticas de la serranía de Perijá, el valle del Cesar, la Sierra Nevada de Santa Marta y el complejo cenagoso de la Zapatosa.

Hoy el orgullo de la ciudad sigue siendo el rio Guatapurí que fluye por su cauce natural y por los canales que cruzan el casco urbano en su camino hacia el río Cesar. La malla urbana, la oferta de espacio público efectivo (útil) por habitante y la ocupación racional de las áreas edificables tiene un comportamiento ejemplar; gracias a lo cual los recaudos municipales por concepto de predial e industria y comercio son las mejores fuentes de ingresos municipales.

Lo que comenzó como una aldea de campesinos sin preparación técnica para atender las unidades productivas rurales, hoy es un entramado de poblaciones, desarrollos agroindustriales y actividades prósperas que llaman la atención de los estudiosos del desarrollo regional.

Te puede interesar: Posesionados los primeros 13 del Mello Castro

Para lograr todo esto, fue necesario aprender a trabajar en grupo y a confiar en que los demás harían el suyo de forma honesta, oportuna y de gran calidad.

Una vez preparados, se establecieron los objetivos superiores que debían ser alcanzados en el corto, mediano y largo plazo y se dieron los primeros pasos para mejorar las condiciones de competitividad territorial y como resultado, comenzaron a llegar empresas generadoras de empleo al norte y centro del Cesar y al sur de la Guajira.

Treinta años después, el Grupo de Desarrollo Urbano se convirtió en la Agencia para el Desarrollo Territorial, ahora con mayor autonomía y capacidad para asesorar y establecer líneas de acción en lo público y lo privado sobre programas y proyectos estratégicos.

Gracias a ese conjunto de acciones, Valledupar amplió su base cultural con la mezcla de profesionales y artistas que llegaron atraídos por las posibilidades presentes en la mitad del siglo 21 y aun así, la música vallenata sigue identificando la vocación por la alegría y el empuje de personas, barrios, ciudades que no se quiebran, que no se conforman, porque los detalles de su transformación son más que historias para contar… son nuestra leyenda.

Por: Alberto Gutiérrez Pineda – Grupo de Desarrollo Urbano / EL PILÓN