Antes de la ejecución hablaron los condenados. Cocobolo subió al patíbulo derrumbándose de la borrachera y se limitaba a dar sus adioses con la voz entorpecida por los estragos del aguardiente.
Antes de la ejecución hablaron los condenados. Cocobolo subió al patíbulo derrumbándose de la borrachera y se limitaba a dar sus adioses con la voz entorpecida por los estragos del aguardiente.
El haitiano Pautrizelli con reposo se ratificaba en su inocencia acusando a Pedro Prestán, su copartidario liberal, de ser el autor de la candelada que quemó a Colon, la ciudad panameña, de la cual quedaron siete casas en pie. Treinta millones de pesos fue el cálculo de lo perdido, suma altísima para esa época de 1885.
El punto de partida de ese estado de cosas era la revuelta civil de los liberales radicales contra el gobierno de Rafael Núñez porque éste había aceptado una alianza con los godos para su elección. En Panamá se alzaron en armas Rafael Aizpuro y Pedro Prestán; uno de sus episodios fue el incendio de la ciudad. La milicia nacional ejecutó a quienes sorprendía en la activación del fuego. El Galena, barco de guerra de los yankees, estaba surto en la bahía de Colón y sus marinos prestaron patrullaje para imponer orden en el territorio.
Ellos fueron los que apresaron al general rebelde Pautrizelli y a un jamaicano de nombre George Davis apodado Cocobolo, acusados de incendiarios. Al día seguido de la ejecución de ambos, el general Rafael Reyes cursó un telegrama al presidente Núñez que decía: “Ayer, corte marcial mandó ahorcar sobre ruinas de Colón a compañeros del rebelde Prestán: Pautrizelli y Cocobolo. Salvada justicia”.
Un fenómeno raro ocurrió en el momento de la ejecución: un pánico sobrecogió a los cuatro mil espectadores del macabro drama, quienes corrían alejándose atropelladamente del trágico lugar hacia distintas partes de la ciudad en ruinas. En cuanto a Pedro Prestán, cartagenero, huyó y se ocultó en los caños de Barranquilla y allí fue capturado y remitido a Panamá donde pagó suspendido de una cuerda, su real o supuesto delito. José María Vargas Vila lo presentó en sus escritos políticos como héroe y mártir de la democracia.
Para esos tiempos el Gobierno tenía que acuñar una cantidad de monedas de plata de ley determinada y para eso encargó a la casa Camacho Roldán Cia Van Sickel, de Nueva York. Mucho antes el doctor Núñez había enviado un retrato de su esposa, Soledad Román, con el encargo de hacer una ampliación para un taller artístico. La ampliación regresó pero el pequeño retrato original se quedó allá y se olvidó reclamarlo. Al hacer la acuñación de las monedas encargadas por el Gobierno, el dibujo enviado de Bogotá tenía en el centro una cara anónima de mujer. Camacho Roldán queriendo ser cortés, hizo grabar en ellas el perfil del retrato de Soledad Román que había quedado en su poder.
Cuando las monedas fueron puestas en circulación, fue el escándalo. Los periódicos criticaban en sus notas editoriales y se susurraba por parte de sus muchos enemigos, que Núñez quería ser emperador. Por último, las denominaron “cocobolas” pues con ello se quería salpicar la honra del gobernante, queriendo ver como un asesinato político el ahorcamiento de Pautrizelli, Cocobolo, y Prestán después.
Las cocobolas eran monedas de baja ley que se desgastaban con el manoseo pues era fácil descubrir la liga de metales con una aleación de plata muy pobre (500 milésimos) y cobre en cantidad superior a la corriente. Esto dio ocasión a la agudeza del ingenio bogotano con sus chistes clásicos: En épocas de Rafael Reyes, pocos años después, ya como Presidente de Colombia todavía circulaban las cocobolas. Para ese entonces sus hijas hicieron viaje por varios países de Europa.
Al regresar a Bogotá traían la idea de innovar la moda con las faldas cortas de las parisienses que tenían menos tela de las que usaban nuestras damas de acá. El hecho llamó la atención de un ocurrente que preguntaba: “¿En qué se parecen las hijas del general Reyes a las cocobolas?” La respuesta del acertijo era, “en que se les ve la liga”.
Se populariza también la picara ocurrencia: “Las hijas del General / vienen llegando de Europa / y algo tienen de especial / que casi no llevan ropa”.
Por: Rodolfo Ortega Montero / EL PILÓN
Antes de la ejecución hablaron los condenados. Cocobolo subió al patíbulo derrumbándose de la borrachera y se limitaba a dar sus adioses con la voz entorpecida por los estragos del aguardiente.
Antes de la ejecución hablaron los condenados. Cocobolo subió al patíbulo derrumbándose de la borrachera y se limitaba a dar sus adioses con la voz entorpecida por los estragos del aguardiente.
El haitiano Pautrizelli con reposo se ratificaba en su inocencia acusando a Pedro Prestán, su copartidario liberal, de ser el autor de la candelada que quemó a Colon, la ciudad panameña, de la cual quedaron siete casas en pie. Treinta millones de pesos fue el cálculo de lo perdido, suma altísima para esa época de 1885.
El punto de partida de ese estado de cosas era la revuelta civil de los liberales radicales contra el gobierno de Rafael Núñez porque éste había aceptado una alianza con los godos para su elección. En Panamá se alzaron en armas Rafael Aizpuro y Pedro Prestán; uno de sus episodios fue el incendio de la ciudad. La milicia nacional ejecutó a quienes sorprendía en la activación del fuego. El Galena, barco de guerra de los yankees, estaba surto en la bahía de Colón y sus marinos prestaron patrullaje para imponer orden en el territorio.
Ellos fueron los que apresaron al general rebelde Pautrizelli y a un jamaicano de nombre George Davis apodado Cocobolo, acusados de incendiarios. Al día seguido de la ejecución de ambos, el general Rafael Reyes cursó un telegrama al presidente Núñez que decía: “Ayer, corte marcial mandó ahorcar sobre ruinas de Colón a compañeros del rebelde Prestán: Pautrizelli y Cocobolo. Salvada justicia”.
Un fenómeno raro ocurrió en el momento de la ejecución: un pánico sobrecogió a los cuatro mil espectadores del macabro drama, quienes corrían alejándose atropelladamente del trágico lugar hacia distintas partes de la ciudad en ruinas. En cuanto a Pedro Prestán, cartagenero, huyó y se ocultó en los caños de Barranquilla y allí fue capturado y remitido a Panamá donde pagó suspendido de una cuerda, su real o supuesto delito. José María Vargas Vila lo presentó en sus escritos políticos como héroe y mártir de la democracia.
Para esos tiempos el Gobierno tenía que acuñar una cantidad de monedas de plata de ley determinada y para eso encargó a la casa Camacho Roldán Cia Van Sickel, de Nueva York. Mucho antes el doctor Núñez había enviado un retrato de su esposa, Soledad Román, con el encargo de hacer una ampliación para un taller artístico. La ampliación regresó pero el pequeño retrato original se quedó allá y se olvidó reclamarlo. Al hacer la acuñación de las monedas encargadas por el Gobierno, el dibujo enviado de Bogotá tenía en el centro una cara anónima de mujer. Camacho Roldán queriendo ser cortés, hizo grabar en ellas el perfil del retrato de Soledad Román que había quedado en su poder.
Cuando las monedas fueron puestas en circulación, fue el escándalo. Los periódicos criticaban en sus notas editoriales y se susurraba por parte de sus muchos enemigos, que Núñez quería ser emperador. Por último, las denominaron “cocobolas” pues con ello se quería salpicar la honra del gobernante, queriendo ver como un asesinato político el ahorcamiento de Pautrizelli, Cocobolo, y Prestán después.
Las cocobolas eran monedas de baja ley que se desgastaban con el manoseo pues era fácil descubrir la liga de metales con una aleación de plata muy pobre (500 milésimos) y cobre en cantidad superior a la corriente. Esto dio ocasión a la agudeza del ingenio bogotano con sus chistes clásicos: En épocas de Rafael Reyes, pocos años después, ya como Presidente de Colombia todavía circulaban las cocobolas. Para ese entonces sus hijas hicieron viaje por varios países de Europa.
Al regresar a Bogotá traían la idea de innovar la moda con las faldas cortas de las parisienses que tenían menos tela de las que usaban nuestras damas de acá. El hecho llamó la atención de un ocurrente que preguntaba: “¿En qué se parecen las hijas del general Reyes a las cocobolas?” La respuesta del acertijo era, “en que se les ve la liga”.
Se populariza también la picara ocurrencia: “Las hijas del General / vienen llegando de Europa / y algo tienen de especial / que casi no llevan ropa”.
Por: Rodolfo Ortega Montero / EL PILÓN