Érase una vez un niño que creía que podía llegar a ser un gran inventor, en las clases de robótica de su colegio era el mejor, el profesor le decía que llegaría a ser un gran inventor y lo motivaba, sus compañeros del colegio no creían en el talento del niño y se burlaban de él.
Érase una vez un niño que creía que podía llegar a ser un gran inventor, en las clases de robótica de su colegio era el mejor, el profesor le decía que llegaría a ser un gran inventor y lo motivaba, sus compañeros del colegio no creían en el talento del niño y se burlaban de él.
Un día cuando llego a casa se encontró con que su mamá estaba muy enferma, la madre lo llamó y le dijo:
_ Hijo, no quiero que estés triste por mí, quiero que seas fuerte y que te conviertas en una gran persona, respetuosa, responsable, cariñosa, y sobre todo un gran inventor.
Esa misma noche murió.
El niño muy abatido y con el corazón destrozado por la pérdida de su madre prometió que sería todo aquello que su madre le dijo antes de morir.
Al pasar el tiempo, el niño luchaba por cumplir la promesa que le hizo a su madre, fue creciendo, y con él muchos problemas, como económicos, de tiempo y de trabajo, los cuales lo hacían más fuerte para enfrentarse al mundo y lograr sus metas.
El niño ya se había convertido en un joven estudioso que logró terminar su carrera como ingeniero electrónico, invento la mano que podía escribir sola, se la dono a los niños que habían perdido ese miembro. Las piernas que hacían que las personas con problemas pudieran caminar. El bastón que le servía a los abuelitos para moverse a cualquier lugar y sin ningún temor. La estufa que preparaba los alimentos con solo oprimir un botón y muchos más.
El joven viajo por todo el mundo llevando sus inventos a todas las personas que lo necesitaran, las organizaciones que existen el todo el mundo le ayudaban para que él comprara sus materiales y pudiera hacer los inventos.
Los años seguían pasando, y el joven ya se había convertido en un adulto orgulloso de todo lo que había hecho para ayudar a los más necesitados, ya más maduro entendió que la vida no era tan fácil, se sentía muy solo y necesitaba una compañera con quien compartir sus tristezas y alegrías.
Un día comiendo en un restaurante vio a una hermosa mujer, quedó flechado de inmediato, y desde entonces no pararon de hablar, se hicieron buenos amigos y confidentes.
Pasaron los meses y aquellos amigos pronto se enamoraron. El niño que fue joven y ahora adulto sintió que había cumplido la promesa que le había hecho a su madre, pero solo que ahora faltaba su propia meta, la de ser feliz con alguien y compartir todos sus bonitos valores.
Una vez con su familia, siempre les repetía a sus hijos: “nunca dejen de luchar por lo que quieran en la vida, siempre van a encontrar obstáculos, pero nunca abandonen sus sueños”.
Autor: Sebastián Pineda Bolaños – I.E. Cesar Pompeyo Hinojosa
Érase una vez un niño que creía que podía llegar a ser un gran inventor, en las clases de robótica de su colegio era el mejor, el profesor le decía que llegaría a ser un gran inventor y lo motivaba, sus compañeros del colegio no creían en el talento del niño y se burlaban de él.
Érase una vez un niño que creía que podía llegar a ser un gran inventor, en las clases de robótica de su colegio era el mejor, el profesor le decía que llegaría a ser un gran inventor y lo motivaba, sus compañeros del colegio no creían en el talento del niño y se burlaban de él.
Un día cuando llego a casa se encontró con que su mamá estaba muy enferma, la madre lo llamó y le dijo:
_ Hijo, no quiero que estés triste por mí, quiero que seas fuerte y que te conviertas en una gran persona, respetuosa, responsable, cariñosa, y sobre todo un gran inventor.
Esa misma noche murió.
El niño muy abatido y con el corazón destrozado por la pérdida de su madre prometió que sería todo aquello que su madre le dijo antes de morir.
Al pasar el tiempo, el niño luchaba por cumplir la promesa que le hizo a su madre, fue creciendo, y con él muchos problemas, como económicos, de tiempo y de trabajo, los cuales lo hacían más fuerte para enfrentarse al mundo y lograr sus metas.
El niño ya se había convertido en un joven estudioso que logró terminar su carrera como ingeniero electrónico, invento la mano que podía escribir sola, se la dono a los niños que habían perdido ese miembro. Las piernas que hacían que las personas con problemas pudieran caminar. El bastón que le servía a los abuelitos para moverse a cualquier lugar y sin ningún temor. La estufa que preparaba los alimentos con solo oprimir un botón y muchos más.
El joven viajo por todo el mundo llevando sus inventos a todas las personas que lo necesitaran, las organizaciones que existen el todo el mundo le ayudaban para que él comprara sus materiales y pudiera hacer los inventos.
Los años seguían pasando, y el joven ya se había convertido en un adulto orgulloso de todo lo que había hecho para ayudar a los más necesitados, ya más maduro entendió que la vida no era tan fácil, se sentía muy solo y necesitaba una compañera con quien compartir sus tristezas y alegrías.
Un día comiendo en un restaurante vio a una hermosa mujer, quedó flechado de inmediato, y desde entonces no pararon de hablar, se hicieron buenos amigos y confidentes.
Pasaron los meses y aquellos amigos pronto se enamoraron. El niño que fue joven y ahora adulto sintió que había cumplido la promesa que le había hecho a su madre, pero solo que ahora faltaba su propia meta, la de ser feliz con alguien y compartir todos sus bonitos valores.
Una vez con su familia, siempre les repetía a sus hijos: “nunca dejen de luchar por lo que quieran en la vida, siempre van a encontrar obstáculos, pero nunca abandonen sus sueños”.
Autor: Sebastián Pineda Bolaños – I.E. Cesar Pompeyo Hinojosa