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Cultura - 21 marzo, 2024

En fin, la hipocresía

Para las mujeres víctimas en cambio, la vida nunca volverá a ser como antes. Las marcas que quedan después de una agresión sexual o de violencia física y psicológica no se borran nunca. 

No se ha terminado el mes en el que conmemoramos el Día Internacional de la Mujer y ya hay varios casos de violencia contra mujeres que analizar a nivel nacional e internacional. Me referiré a dos, el primero por ser internacionalmente mediático y el otro por tratarse de un caso muy cercano a la música vallenata. 

El primero es la libertad bajo fianza que se le concedió al futbolista Dani Alves a cambio del pago de un millón de euros, luego de ser acusado, y condenado a 4 años y medio de prisión, por violar a una mujer en una discoteca de Barcelona el 31 de diciembre de 2022.

Este hecho ha sido criticado por muchas organizaciones feministas que por obvias razones ven en esa libertad bajo fianza, una muestra más de cómo el dominio patriarcal está diseñado para que personas, especialmente hombres en posiciones de poder y con dinero, puedan salir prácticamente ilesos de los crímenes que cometen. 

El segundo caso, en el ojo del huracán, es el del acordeonero Rubén Lanao denunciado por su exnovia por un caso de porno venganza. Según lo reveló la revista Semana, en una conversación de WhatsApp, Lanao amenaza a su expareja con publicar el video, como represalia por haber terminado su relación: Si te llega un video de nosotros entonces no me digas nada”. Un juez ya ordenó a Lanao borrar de plataformas digitales, redes sociales y medios de comunicación, los videos íntimos que filtró. Sin embargo, el acordeonero en un video publicado en sus propias redes sociales, sostiene que no puede bajar lo que no ha subido y que a él también le fue vulnerada su intimidad.

En estos dos casos, y como suele suceder en la mayoría de situaciones de abuso, violencia y maltrato hacia mujeres por parte de hombres con cierto reconocimiento o prestigio, lo primero que ocurre es la desconfianza hacia la versión de las víctimas. Se les acusa a ambas de buscar fama o lucro a expensas de hombres famosos y adinerados, poniendo en duda la veracidad de su denuncia.

Una vez que se comienza a evidenciar que las mujeres fueron, de hecho, víctimas, 

lo que sigue es culparlas. ‘Si Dani Alves violó a esa mujer, fue porque ella se lo buscó’. Ella sí quería’. ‘Ella lo provocó’. ‘¿Por qué se deja grabar teniendo relaciones sexuales con su pareja?’. ‘¿Para qué se pone a tomar de esa manera?’. 

En los peores casos, se insinúa que las víctimas se merecían lo que les hicieron, ya sea porque son mujeres sexualmente activas, porque se visten de una u otra manera, o porque no frenaron la situación a tiempo.

Cuando ya el agresor se empieza a quedar sin apoyo por lo apabullante de las evidencias, recurren a una salida muy común en estos casos: “Tengo problema con la bebida” “Necesito ayuda”, lo que les permite generar simpatía y disminuir los castigos.

Lo más triste de todos estos casos, especialmente los que son más mediáticos, es que el agresor casi siempre puede continuar con su vida como si nada, mientras que las víctimas deben cargar para siempre con el trauma, el miedo, la vergüenza y la desconfianza en sí mismas.

Recordemos, por ejemplo, el caso del Hernán Daría “Bolillo” Gómez, quien tuvo que renunciar a entrenar a la selección Colombia por golpear a una mujer en 2011, pero a los pocos meses ya estaba dirigiendo al Deportivo Independiente Medellín, y pudo seguir desempeñándose tranquilamente en su profesión. 

En una década, algunas circunstancias han evolucionado, y es posible que Dani Alves no encuentre tan fácil eludir las consecuencias de sus acciones. Incluso el presidente brasileño, Lula da Silva, ha cuestionado la decisión del juez que otorgó la libertad bajo fianza, enfatizando que el dinero no puede redimir el daño infligido a una mujer. Sin embargo, en casos como estos, el futuro es incierto; podría ser que en unos meses lo veamos jugando para algún equipo de menor renombre o impartiendo conferencias sobre las injusticias que, según él, ha soportado.

Probablemente Rubén Lanao tendrá que afrontar unos días más de insultos en redes sociales, aguantará el escarnio público y tendrá que responsabilizarse del retiro del material pornográfico privado que presuntamente compartió, pero al final seguirá tocando su acordeón en eventos, como sucedió con Tuto López después de haber sido denunciado por su expareja de 3 años, por lesiones personales. 

Para las mujeres víctimas en cambio, la vida nunca volverá a ser como antes. Las marcas que quedan después de una agresión sexual o de violencia física y psicológica no se borran nunca. 

Hasta hace menos de 15 días los hombres elogiaban a las mujeres como la creación más bella y perfecta y declaraban su amor por nosotras con ostentosas demostraciones de afecto. Parece entonces que en el momento en el que decimos “no quiero tener sexo contigo”, “quiero terminar esta relación” o “no me atraes”, inmediatamente nos convertimos en brujas que solo buscamos plata, relevancia y protagonismo. En fin, la hipocresía. 

Mariana Orozco

Cultura
21 marzo, 2024

En fin, la hipocresía

Para las mujeres víctimas en cambio, la vida nunca volverá a ser como antes. Las marcas que quedan después de una agresión sexual o de violencia física y psicológica no se borran nunca. 


No se ha terminado el mes en el que conmemoramos el Día Internacional de la Mujer y ya hay varios casos de violencia contra mujeres que analizar a nivel nacional e internacional. Me referiré a dos, el primero por ser internacionalmente mediático y el otro por tratarse de un caso muy cercano a la música vallenata. 

El primero es la libertad bajo fianza que se le concedió al futbolista Dani Alves a cambio del pago de un millón de euros, luego de ser acusado, y condenado a 4 años y medio de prisión, por violar a una mujer en una discoteca de Barcelona el 31 de diciembre de 2022.

Este hecho ha sido criticado por muchas organizaciones feministas que por obvias razones ven en esa libertad bajo fianza, una muestra más de cómo el dominio patriarcal está diseñado para que personas, especialmente hombres en posiciones de poder y con dinero, puedan salir prácticamente ilesos de los crímenes que cometen. 

El segundo caso, en el ojo del huracán, es el del acordeonero Rubén Lanao denunciado por su exnovia por un caso de porno venganza. Según lo reveló la revista Semana, en una conversación de WhatsApp, Lanao amenaza a su expareja con publicar el video, como represalia por haber terminado su relación: Si te llega un video de nosotros entonces no me digas nada”. Un juez ya ordenó a Lanao borrar de plataformas digitales, redes sociales y medios de comunicación, los videos íntimos que filtró. Sin embargo, el acordeonero en un video publicado en sus propias redes sociales, sostiene que no puede bajar lo que no ha subido y que a él también le fue vulnerada su intimidad.

En estos dos casos, y como suele suceder en la mayoría de situaciones de abuso, violencia y maltrato hacia mujeres por parte de hombres con cierto reconocimiento o prestigio, lo primero que ocurre es la desconfianza hacia la versión de las víctimas. Se les acusa a ambas de buscar fama o lucro a expensas de hombres famosos y adinerados, poniendo en duda la veracidad de su denuncia.

Una vez que se comienza a evidenciar que las mujeres fueron, de hecho, víctimas, 

lo que sigue es culparlas. ‘Si Dani Alves violó a esa mujer, fue porque ella se lo buscó’. Ella sí quería’. ‘Ella lo provocó’. ‘¿Por qué se deja grabar teniendo relaciones sexuales con su pareja?’. ‘¿Para qué se pone a tomar de esa manera?’. 

En los peores casos, se insinúa que las víctimas se merecían lo que les hicieron, ya sea porque son mujeres sexualmente activas, porque se visten de una u otra manera, o porque no frenaron la situación a tiempo.

Cuando ya el agresor se empieza a quedar sin apoyo por lo apabullante de las evidencias, recurren a una salida muy común en estos casos: “Tengo problema con la bebida” “Necesito ayuda”, lo que les permite generar simpatía y disminuir los castigos.

Lo más triste de todos estos casos, especialmente los que son más mediáticos, es que el agresor casi siempre puede continuar con su vida como si nada, mientras que las víctimas deben cargar para siempre con el trauma, el miedo, la vergüenza y la desconfianza en sí mismas.

Recordemos, por ejemplo, el caso del Hernán Daría “Bolillo” Gómez, quien tuvo que renunciar a entrenar a la selección Colombia por golpear a una mujer en 2011, pero a los pocos meses ya estaba dirigiendo al Deportivo Independiente Medellín, y pudo seguir desempeñándose tranquilamente en su profesión. 

En una década, algunas circunstancias han evolucionado, y es posible que Dani Alves no encuentre tan fácil eludir las consecuencias de sus acciones. Incluso el presidente brasileño, Lula da Silva, ha cuestionado la decisión del juez que otorgó la libertad bajo fianza, enfatizando que el dinero no puede redimir el daño infligido a una mujer. Sin embargo, en casos como estos, el futuro es incierto; podría ser que en unos meses lo veamos jugando para algún equipo de menor renombre o impartiendo conferencias sobre las injusticias que, según él, ha soportado.

Probablemente Rubén Lanao tendrá que afrontar unos días más de insultos en redes sociales, aguantará el escarnio público y tendrá que responsabilizarse del retiro del material pornográfico privado que presuntamente compartió, pero al final seguirá tocando su acordeón en eventos, como sucedió con Tuto López después de haber sido denunciado por su expareja de 3 años, por lesiones personales. 

Para las mujeres víctimas en cambio, la vida nunca volverá a ser como antes. Las marcas que quedan después de una agresión sexual o de violencia física y psicológica no se borran nunca. 

Hasta hace menos de 15 días los hombres elogiaban a las mujeres como la creación más bella y perfecta y declaraban su amor por nosotras con ostentosas demostraciones de afecto. Parece entonces que en el momento en el que decimos “no quiero tener sexo contigo”, “quiero terminar esta relación” o “no me atraes”, inmediatamente nos convertimos en brujas que solo buscamos plata, relevancia y protagonismo. En fin, la hipocresía. 

Mariana Orozco