Homenaje póstumo para recordar a aquel amigo de todos, quien a través de su sentido de pertenencia por esta tierra ayudó a realzar también la historia de la música vallenata
Hoy no haremos la parranda; la cambiaremos por una especie de homenaje póstumo para recordar a aquel amigo de todos, quien a través de su sentido de pertenencia por esta tierra ayudó a realzar también la historia de la música vallenata cuando con una acordeón con notas sublimes de las manos prodigiosas de Colacho Mendoza, sobre la capota de un viejo Jeep, se paseara orondo por las calles de su Valledupar querido, estrenando cualquier composición de Tobías Enrique o Escalona o Gustavo Gutiérrez o cualquier otro compositor de aquellos tiempos en el ambiente musical de lo vallenato.
Al lado de su hermano Darío , en especial, hicieron de la vida una mezcla de goce infinito a través de parrandas interminables donde se le cerraban las puertas a la responsabilidad para dar paso permanente a la felicidad y al goce, como fruto principal de las emociones que nunca decantaban, para hacerle un homenaje perpetuo a una vida plena de atenciones a amigos queridos de esta tierra y a foráneos a quienes manejaron con la nobleza y el afecto propios de la familia Pavajeau y de sus paisanos de Patillal, la tierra de sus raíces y encantos.
Y para que no se resienta la familia y nunca más se pueda suplantar la imagen y personalidad de estos rezaremos una oración que con letra y música vallenata diga en uno de sus versos:
Los hermanos Pavajeau son
Personas costumbristas
Que ayudan a difundir
Esta música diciente
Como el Turco, hay personajes
Que promueven el ambiente
Que ni siquiera con el olvido
Que consigo trae la muerte
Le podremos olvidar.
Una de las enfermedades más letales en los años viejos es la soledad; y esta no lo logró en su acompañamiento pues siempre estuvo rodeado de sus familiares queridos y de una serie de amigos sinceros y recurrentes que le brindaron para tomar del elixir y pócima sagrada de la amistad, que no es otra cosa que el afecto, el antídoto más fuerte que se atreve a retar hasta a la propia muerte.
Sus ojos en el Turco se cerraron para siempre, como en otros tiempos lo hizo aquel famoso perro que describiera con maestría Rafael Escalona, pero antes de cerrarlos miró al vacío estrellado del misterio de lo etéreo y como Cupido exclamó en el preámbulo y silencio de la muerte,… gracias don Roberto por el amor que me diste, … y siguió suspirándole al viento…, gracias doña Rita por tu cariño inmenso y gracias a mi familia y amigos por haber alimentado mis ilusiones y mitigado las desdichas que nunca tuve, pues fui un hombre feliz por haber pertenecido a la era de los patriarcas vallenatos y de las familias nobles y queridas de la provincia del cacique Upar.
Ahora en la plaza, los que rondan por ella junto al perro Mayor Blanco, además de Tin Montero y Armando Maestre, estarán presentes los fantasmas de Beto Herazo, Romoca y el Turco Pavajeau para engrandecer la historia folclórica y costumbrista de la tierra de Pedro Castro.
Por: Fausto Cotes N.
Homenaje póstumo para recordar a aquel amigo de todos, quien a través de su sentido de pertenencia por esta tierra ayudó a realzar también la historia de la música vallenata
Hoy no haremos la parranda; la cambiaremos por una especie de homenaje póstumo para recordar a aquel amigo de todos, quien a través de su sentido de pertenencia por esta tierra ayudó a realzar también la historia de la música vallenata cuando con una acordeón con notas sublimes de las manos prodigiosas de Colacho Mendoza, sobre la capota de un viejo Jeep, se paseara orondo por las calles de su Valledupar querido, estrenando cualquier composición de Tobías Enrique o Escalona o Gustavo Gutiérrez o cualquier otro compositor de aquellos tiempos en el ambiente musical de lo vallenato.
Al lado de su hermano Darío , en especial, hicieron de la vida una mezcla de goce infinito a través de parrandas interminables donde se le cerraban las puertas a la responsabilidad para dar paso permanente a la felicidad y al goce, como fruto principal de las emociones que nunca decantaban, para hacerle un homenaje perpetuo a una vida plena de atenciones a amigos queridos de esta tierra y a foráneos a quienes manejaron con la nobleza y el afecto propios de la familia Pavajeau y de sus paisanos de Patillal, la tierra de sus raíces y encantos.
Y para que no se resienta la familia y nunca más se pueda suplantar la imagen y personalidad de estos rezaremos una oración que con letra y música vallenata diga en uno de sus versos:
Los hermanos Pavajeau son
Personas costumbristas
Que ayudan a difundir
Esta música diciente
Como el Turco, hay personajes
Que promueven el ambiente
Que ni siquiera con el olvido
Que consigo trae la muerte
Le podremos olvidar.
Una de las enfermedades más letales en los años viejos es la soledad; y esta no lo logró en su acompañamiento pues siempre estuvo rodeado de sus familiares queridos y de una serie de amigos sinceros y recurrentes que le brindaron para tomar del elixir y pócima sagrada de la amistad, que no es otra cosa que el afecto, el antídoto más fuerte que se atreve a retar hasta a la propia muerte.
Sus ojos en el Turco se cerraron para siempre, como en otros tiempos lo hizo aquel famoso perro que describiera con maestría Rafael Escalona, pero antes de cerrarlos miró al vacío estrellado del misterio de lo etéreo y como Cupido exclamó en el preámbulo y silencio de la muerte,… gracias don Roberto por el amor que me diste, … y siguió suspirándole al viento…, gracias doña Rita por tu cariño inmenso y gracias a mi familia y amigos por haber alimentado mis ilusiones y mitigado las desdichas que nunca tuve, pues fui un hombre feliz por haber pertenecido a la era de los patriarcas vallenatos y de las familias nobles y queridas de la provincia del cacique Upar.
Ahora en la plaza, los que rondan por ella junto al perro Mayor Blanco, además de Tin Montero y Armando Maestre, estarán presentes los fantasmas de Beto Herazo, Romoca y el Turco Pavajeau para engrandecer la historia folclórica y costumbrista de la tierra de Pedro Castro.
Por: Fausto Cotes N.