Este viernes 16 de agosto Foros EL PILÓN abre la versión 33 del Festival de Música Vallenata en Guitarra con un espacio académico para hablar de la preservación de esta manifestación cultural, engrandecida por juglares como Hernando Marín. Hablamos con su uno de sus hijos, quien heredó y además difunde su legado.
El hijo menor del desaparecido Hernando Marín Lacouture, Juan Pablo Marín Álvarez, dialogó con EL PILÓN sobre su perspectiva de la música vallenata en guitarra y del folclor de la región en general.
Este teniente retirado del Ejército de Colombia e ingeniero civil de profesión y se confiesa enamorado de la guitarra y de las canciones de su padre, quien partió en 1999 cuando tenía solo 18 años de edad.
Juan Pablo, nacido en San Juan del César, cultiva la parranda como lo hizo su padre. Tiene el don de la amistad y la disposición para cantar un buen vallenato acompañado de su guitarra.
Es una manera diferente de interpretar el vallenato porque te permite darle pausas, cadencias y sentimientos particulares; se le puede impregnar esa magia que tiene nuestros cantos y cultura, asimismo permite llevar poesía a todo el que la escuche.
Es cuestión de gustos. A mí la música en general que logre comprender su letra y el mensaje. No necesita que sea rock, salsa o pop porque las canciones cuando se le imprime letra y melodía, conjugadas con pasión, seguramente saldrán canciones hermosas, pero el vallenato en guitarra es igual de lindo que el que se toca con acordeón, siempre y cuando lleve un mensaje.
En la actualidad las regiones tienen escuelas, pero pienso que esto se aprende desde el nacimiento. Cuando se tiene un ambiente o entorno que permite entender que hay un lenguaje que se puede expresar a través de canciones y poesías, uno empieza a recoger y llenar el corazón de todas esas cosas bonitas que conforman el folclor vallenato.
Llevo en la sangre la herencia de mi padre Hernando Marín, a quien desde pequeño le vi con su guitarra, tocando las canciones, tocando las historias. Nacer en ese entorno permite alcanzar dimensiones inimaginables. Le aprendí la jocosidad, el talento, la poesía; son cosas que vi en él desde que estaba muy niño.
A veces la gente se alimenta de lo que le ve nacer a uno y es una responsabilidad grande porque se lleva a cuestas el compromiso de no dejar morir su historia, de llevar sus canciones a los lugares donde de pronto él no llegó, por eso tomar la guitarra y cantar las canciones de mi padre es el resultado de lo que se le aprendió en vida y es el compromiso con la sociedad que espera no ver morir sus canciones y tener vivo su recuerdo. Siempre que canto sus canciones encuentro cosas nuevas y eso me ayuda a enamorarme más de lo que hago.
Tengo que reconocer al público que no tengo una gran voz, reconozco que no soy un gran intérprete; quisiera tener una voz al estilo de Diomedes Díaz, pero trato de transmitir con sentimiento lo que hago. Como artista lo hago por hobbie o gusto, por complacer a los amigos, pero siempre trato de realizarlo de la mejor manera, transmitiendo el mejor mensaje para que las canciones de mi viejo sigan en los corazones de los amantes del buen vallenato.
Los tiempos libres los dedico a la música como fines de semana, donde recorro los sitios donde me llama la gente a tocar la guitarra y cantar.
Que expresen lo que sienten en sus canciones, que sueñen, que proyecten su talento, que no lo hagan a una escala ínfima, que visionen su música a futuro, eso hace que se mantengan viva la esencia e historia del folclor vallenato.
Las canciones se deben soñar y hacer pensando en el futuro. Mi papá hizo ‘La creciente’, que grabó Rafael Orozco e Israel Romero, y es una canción que aún la interpretan con el mismo coraje que cuando salió al mercado. Hay que ser universales y respetar las raíces de la música para que el árbol no se muera.
Entiendo que la evolución no se puede detener y en cualquier momento nos sorprende. El vallenato no está en decadencia; se le han incorporado nuevos ritmos e instrumentos, pero sigue estando vivo.
En una fiesta puede que escuchen lo nuevo, pero llega un momento en que se remiten a las canciones viejas de Diomedes, Jorge Oñate, Los Betos, Poncho Zuleta y de todos aquellos que le imprimieron esa verdadera forma y estilo, a la fuente del folclor.
POR: ANNELISE BARRIGA RAMÍREZ/ EL PILÓN
[email protected]
Este viernes 16 de agosto Foros EL PILÓN abre la versión 33 del Festival de Música Vallenata en Guitarra con un espacio académico para hablar de la preservación de esta manifestación cultural, engrandecida por juglares como Hernando Marín. Hablamos con su uno de sus hijos, quien heredó y además difunde su legado.
El hijo menor del desaparecido Hernando Marín Lacouture, Juan Pablo Marín Álvarez, dialogó con EL PILÓN sobre su perspectiva de la música vallenata en guitarra y del folclor de la región en general.
Este teniente retirado del Ejército de Colombia e ingeniero civil de profesión y se confiesa enamorado de la guitarra y de las canciones de su padre, quien partió en 1999 cuando tenía solo 18 años de edad.
Juan Pablo, nacido en San Juan del César, cultiva la parranda como lo hizo su padre. Tiene el don de la amistad y la disposición para cantar un buen vallenato acompañado de su guitarra.
Es una manera diferente de interpretar el vallenato porque te permite darle pausas, cadencias y sentimientos particulares; se le puede impregnar esa magia que tiene nuestros cantos y cultura, asimismo permite llevar poesía a todo el que la escuche.
Es cuestión de gustos. A mí la música en general que logre comprender su letra y el mensaje. No necesita que sea rock, salsa o pop porque las canciones cuando se le imprime letra y melodía, conjugadas con pasión, seguramente saldrán canciones hermosas, pero el vallenato en guitarra es igual de lindo que el que se toca con acordeón, siempre y cuando lleve un mensaje.
En la actualidad las regiones tienen escuelas, pero pienso que esto se aprende desde el nacimiento. Cuando se tiene un ambiente o entorno que permite entender que hay un lenguaje que se puede expresar a través de canciones y poesías, uno empieza a recoger y llenar el corazón de todas esas cosas bonitas que conforman el folclor vallenato.
Llevo en la sangre la herencia de mi padre Hernando Marín, a quien desde pequeño le vi con su guitarra, tocando las canciones, tocando las historias. Nacer en ese entorno permite alcanzar dimensiones inimaginables. Le aprendí la jocosidad, el talento, la poesía; son cosas que vi en él desde que estaba muy niño.
A veces la gente se alimenta de lo que le ve nacer a uno y es una responsabilidad grande porque se lleva a cuestas el compromiso de no dejar morir su historia, de llevar sus canciones a los lugares donde de pronto él no llegó, por eso tomar la guitarra y cantar las canciones de mi padre es el resultado de lo que se le aprendió en vida y es el compromiso con la sociedad que espera no ver morir sus canciones y tener vivo su recuerdo. Siempre que canto sus canciones encuentro cosas nuevas y eso me ayuda a enamorarme más de lo que hago.
Tengo que reconocer al público que no tengo una gran voz, reconozco que no soy un gran intérprete; quisiera tener una voz al estilo de Diomedes Díaz, pero trato de transmitir con sentimiento lo que hago. Como artista lo hago por hobbie o gusto, por complacer a los amigos, pero siempre trato de realizarlo de la mejor manera, transmitiendo el mejor mensaje para que las canciones de mi viejo sigan en los corazones de los amantes del buen vallenato.
Los tiempos libres los dedico a la música como fines de semana, donde recorro los sitios donde me llama la gente a tocar la guitarra y cantar.
Que expresen lo que sienten en sus canciones, que sueñen, que proyecten su talento, que no lo hagan a una escala ínfima, que visionen su música a futuro, eso hace que se mantengan viva la esencia e historia del folclor vallenato.
Las canciones se deben soñar y hacer pensando en el futuro. Mi papá hizo ‘La creciente’, que grabó Rafael Orozco e Israel Romero, y es una canción que aún la interpretan con el mismo coraje que cuando salió al mercado. Hay que ser universales y respetar las raíces de la música para que el árbol no se muera.
Entiendo que la evolución no se puede detener y en cualquier momento nos sorprende. El vallenato no está en decadencia; se le han incorporado nuevos ritmos e instrumentos, pero sigue estando vivo.
En una fiesta puede que escuchen lo nuevo, pero llega un momento en que se remiten a las canciones viejas de Diomedes, Jorge Oñate, Los Betos, Poncho Zuleta y de todos aquellos que le imprimieron esa verdadera forma y estilo, a la fuente del folclor.
POR: ANNELISE BARRIGA RAMÍREZ/ EL PILÓN
[email protected]