Es de anotar que, en aquellos tiempos iniciales de la radio, la música costeña que se escuchaban en grabaciones difundidas por tales emisoras era la interpretada por el maestro Ángel María Camacho y Cano en la etiqueta Brunswick de Nueva York.
Después de la aparición de la primera radiodifusora en Colombia, llamada H.J.N., en la capital del país, el jueves 5 de septiembre del lejano año 1928, llegó la respuesta de la costa norte colombiana y el 8 de diciembre del mismo año, el Ministerio de Correos y Telégrafos del presidente Miguel Abadía Méndez, autorizó las transmisiones de prueba de una emisora de radio experimental con sede en Barranquilla. Ese día, desde unos estudios provisionales instalados en la Avenida de la República, hoy carrera 45 entre calles 53 y 54, se produjo la primera transmisión radial en esta ciudad.
Para la primera transmisión radial, se diseñó un programa cultural musical en vivo, con la participación de grupo musical organizado para tal fin, dirigido por el maestro Emirto de Lima, sobresaliente músico académico de la época. Agrupación que quedó como orquesta de planta de la emisora. Además, el primer número de música popular que se programó fue el tema ‘Tócame el Trigémino’, del folclor de Panamá, interpretado por el denominado Grupo Panameño, y de autoría de Ricardo Fabregat.
El Ministerio solo autorizó una emisión de prueba realizada con todo éxito, procediendo, después, a otorgarle a Elías Pellet Buitrago la licencia de funcionamiento, anotando en el registro que el concesionario operaba bajo la denominación de La Voz de Barranquilla, con identificativo de señal HKD1. La creación de la primera emisora comercial en Barranquilla originó la necesidad de adquirir aparatos receptores, y concediendo el gobierno licencia para importación de ellos.
Para entonces, en Barranquilla existían distribuidores autorizados de discos, debido a que sus habitantes utilizaban ortofónicas y vitrolas para escuchar temas grabados principalmente por cantantes líricos. Entre los distribuidores estaban las firmas que manejaban la producción musical de las etiquetas Columbia y Brunswick, última representada por Ezequiel Rosado, desde su Almacén Eros, ubicado en la calle del Comercio con carrera Progreso, hoy calle 32 con carrera 41.
Después, se instala la distribuidora de discos RCA Víctor, con las modernas “grabaciones eléctricas”. Su representante fue el venezolano, Emigdio Velasco, que tenía un negocio de fotografía denominado Foto Velasco. Este también se interesó en la radio, tanto que, en 1938, adquirió la Voz de Barranquilla, y años más tarde, creó la emisora La voz de la Víctor, dedicada exclusivamente a promocionar los discos de esa compañía. En 1941 estas dos emisoras se unieron, apareciendo Emisoras Unidas, HJN, 720 KC
Pero antes de la aparición de La voz de la Víctor, el costarricense, Miguel Antonio Blanco Solís, obtuvo la licencia, allá por 1934, para la segunda radiodifusora: Emisora Atlántico. Para el año siguiente, 1935, nace la Voz de La Patria, fundada por el inmigrante italiano Clemente Vasallo Manfroni.
Es de anotar que, en aquellos tiempos iniciales de la radio, la música costeña que se escuchaban en grabaciones difundidas por tales emisoras era la interpretada por el maestro Ángel María Camacho y Cano en la etiqueta Brunswick de Nueva York.
Por razones comprensibles, la música cubana tuvo una gran influencia, en nuestro medio, ya que era la que más se difundía a través de Radio Progreso y también La voz de la República Dominicana. Además, a pesar de que ya en Barranquilla había estaciones de radios, los potentes radiorreceptores de la época permitían captar emisoras del extranjero a las cuales se aficionó el público, que llegó así a saber más del trío Matamoros o de la orquesta Casino de la Playa que, de su propio folclor, sencillamente, por la carencia de su material grabado.
Paralelamente, la radio cartagenera también desarrollaba una gran labor, y a partir de 1.933 La Voz de los Laboratorios Fuentes nace como Emisora Cultural y en 1.934 se vuelve radio comercial. Le siguen, en importancia y en secuencia cronológica, Radio Miramar y Radio Colonial.
Por su parte, en Montería, cuando se convirtió en la capital de Córdoba, nació, alboreando la década de los cincuenta, Radio Cordobesa, que tuvo su orquesta de planta llamada como la emisora. La misma que unos años después se denominó Sonora Cordobesa. Mientras que, en Sincelejo apareció Radio Sincelejo, de propiedad de la familia Gómez Peláez, medio de difusión que contaba con una orquesta semi de planta, Ritmos de la Sabana, que, después, fue Pello Torres y sus Diablitos del Ritmo.
Por los lados del oriente caribe, en Santa Marta, fueron creadas las emisoras La voz de Santa Marta y Radio Magdalena, quizás con una labor un poco más discreta, pues no contaron con orquesta de planta. Por su parte en Ciénaga, que para aquellos años disfrutaba de una situación de bonanza económica por el auge de las bananeras y su tráfico Ferroviario, en 1935 tuvo también su emisora: Ecos del Córdoba, después llamada Ondas del Magdalena y finalmente, La Voz de Ciénaga.
Pero pese a la existencia de algunas emisoras en Barranquilla, es de destacar que solo hubo dos programas dedicados a la música vallenata: el que se emitía por Emisora Atlántico, con la participación de Guillermo Buitrago y sus muchachos, y Emisoras Unidas, con Bovea y sus vallenatos. Solamente a partir de 1963, con el nacimiento de Radio Guatapurí en Valledupar, comienzan los programas dedicados exclusivamente a los aires vallenatos.
Circunstancia curiosa, pero rigurosamente histórica, es que tal vez un poco antes del segundo semestre de 1962, en Bogotá, por la Emisora Radio Santa Fe se presentaba un programa llamado Meridiano en la Costa, en el que solo programaban música vallenata con acordeón, que interpretaba el grupo musical Los Universitarios, del que formaban parte: Víctor Soto, acordeonero y líder; Pedro García, vocalista; Pablito López, cajero; y Esteban Salas, en la guacharaca. Esporádicamente, cuando faltaban, eran reemplazados por el conjunto del negro Cabana, acordeonero nacido en Santa Marta, estudiante de Ingeniería en ese entonces. Es digno de exaltar la labor de estos artistas porque lucharon en un medio difícil para la época, y, sin embargo, por su calidad lograron lo que otros no habían podido: mantener una emisión radiofónica alusiva exclusiva para los aires vallenatos.
Es de destacar que a medida que se avanza en esta lectura, se puede apreciar la participación de valiosos juglares vallenatos en la radio, medio de comunicación que sirvió para darlos a conocer y para que adquirieran su bien merecida fama como músicos. Pero todavía más importante y que hace más meritoria su labor, es que difundieron el relegado folclore del Caribe colombiano. Esto, sin restarle méritos a la televisión, que le abrió algunos espacios a los músicos que interpretaban canciones vallenatas, especialmente después de los años setenta, porque antes sucedió de forma esporádica, como en 1958 cuando el trío Bovea y sus vallenatos se presentó durante varios meses en el programa Par Publicidad.
Un hecho importante para la música del Caribe colombiano fue el viaje de Estercita Forero para República Dominicana, lo que es producto de las buenas relaciones que mantenía con el compositor local Bienvenido Brens. Partió hacia ese país en 1950, y lo hizo como una auténtica embajadora musical de nuestros aires costeños, que tímidamente comenzaban a aflorar en el panorama caribeño. Después, al continuar su viaje, se residenció en Nueva York, y con el aval del maestro portorriqueño Rafael Hernández, Estercita, acompañada por un grupo de estudio, grabó en la etiqueta Ansonia, La Piña Madura, La Burrita mocha, y La Caminadora. Siendo este último paseo, su más resonante éxito.
En la medida que las ondas hertzianas irrigaban todos los rincones de nuestro caribe se origina un movimiento radial importantísimo con la aparición de las cadenas radiales que extendieron sus tentáculos sonoros a todos los solares patrios, como una revolución tecnológica orientada a industrializar el sonido.
Los intereses del clero y de los políticos se hicieron sentir al tratar de imponer sus respectivas ideológicas pudiendo recordar el programa Ultimas noticias de la radiodifusora nacional de Colombia que le permitía a todos los colombianos escuchar las alocuciones y discursos de Jorge Eliecer Gaitán y por otro lado la potente Radio Sutatenza instalada en Boyacá por el sacerdote católico José Joaquín Salcedo. Fue la radio histórica, memorable, con propósito educativo desarrollada por ACPO, Acción Cultural Popular que le permitió aprender a leer y escribir a los campesinos. Después aparieron otras cadenas como Caracol, el circuito Todelar de Colombia, y RCN entre varias.
Hoy en día los 52 millones de colombianos gozan del privilegio de la sintonía radial, teniendo el derecho a la información y la pluralidad de expresión gracias a la radio después de aquella primera y tímida emisión registrada el 8 de diciembre de 1928 en Barranquilla.
Por Julio C. Oñate Martínez.
Es de anotar que, en aquellos tiempos iniciales de la radio, la música costeña que se escuchaban en grabaciones difundidas por tales emisoras era la interpretada por el maestro Ángel María Camacho y Cano en la etiqueta Brunswick de Nueva York.
Después de la aparición de la primera radiodifusora en Colombia, llamada H.J.N., en la capital del país, el jueves 5 de septiembre del lejano año 1928, llegó la respuesta de la costa norte colombiana y el 8 de diciembre del mismo año, el Ministerio de Correos y Telégrafos del presidente Miguel Abadía Méndez, autorizó las transmisiones de prueba de una emisora de radio experimental con sede en Barranquilla. Ese día, desde unos estudios provisionales instalados en la Avenida de la República, hoy carrera 45 entre calles 53 y 54, se produjo la primera transmisión radial en esta ciudad.
Para la primera transmisión radial, se diseñó un programa cultural musical en vivo, con la participación de grupo musical organizado para tal fin, dirigido por el maestro Emirto de Lima, sobresaliente músico académico de la época. Agrupación que quedó como orquesta de planta de la emisora. Además, el primer número de música popular que se programó fue el tema ‘Tócame el Trigémino’, del folclor de Panamá, interpretado por el denominado Grupo Panameño, y de autoría de Ricardo Fabregat.
El Ministerio solo autorizó una emisión de prueba realizada con todo éxito, procediendo, después, a otorgarle a Elías Pellet Buitrago la licencia de funcionamiento, anotando en el registro que el concesionario operaba bajo la denominación de La Voz de Barranquilla, con identificativo de señal HKD1. La creación de la primera emisora comercial en Barranquilla originó la necesidad de adquirir aparatos receptores, y concediendo el gobierno licencia para importación de ellos.
Para entonces, en Barranquilla existían distribuidores autorizados de discos, debido a que sus habitantes utilizaban ortofónicas y vitrolas para escuchar temas grabados principalmente por cantantes líricos. Entre los distribuidores estaban las firmas que manejaban la producción musical de las etiquetas Columbia y Brunswick, última representada por Ezequiel Rosado, desde su Almacén Eros, ubicado en la calle del Comercio con carrera Progreso, hoy calle 32 con carrera 41.
Después, se instala la distribuidora de discos RCA Víctor, con las modernas “grabaciones eléctricas”. Su representante fue el venezolano, Emigdio Velasco, que tenía un negocio de fotografía denominado Foto Velasco. Este también se interesó en la radio, tanto que, en 1938, adquirió la Voz de Barranquilla, y años más tarde, creó la emisora La voz de la Víctor, dedicada exclusivamente a promocionar los discos de esa compañía. En 1941 estas dos emisoras se unieron, apareciendo Emisoras Unidas, HJN, 720 KC
Pero antes de la aparición de La voz de la Víctor, el costarricense, Miguel Antonio Blanco Solís, obtuvo la licencia, allá por 1934, para la segunda radiodifusora: Emisora Atlántico. Para el año siguiente, 1935, nace la Voz de La Patria, fundada por el inmigrante italiano Clemente Vasallo Manfroni.
Es de anotar que, en aquellos tiempos iniciales de la radio, la música costeña que se escuchaban en grabaciones difundidas por tales emisoras era la interpretada por el maestro Ángel María Camacho y Cano en la etiqueta Brunswick de Nueva York.
Por razones comprensibles, la música cubana tuvo una gran influencia, en nuestro medio, ya que era la que más se difundía a través de Radio Progreso y también La voz de la República Dominicana. Además, a pesar de que ya en Barranquilla había estaciones de radios, los potentes radiorreceptores de la época permitían captar emisoras del extranjero a las cuales se aficionó el público, que llegó así a saber más del trío Matamoros o de la orquesta Casino de la Playa que, de su propio folclor, sencillamente, por la carencia de su material grabado.
Paralelamente, la radio cartagenera también desarrollaba una gran labor, y a partir de 1.933 La Voz de los Laboratorios Fuentes nace como Emisora Cultural y en 1.934 se vuelve radio comercial. Le siguen, en importancia y en secuencia cronológica, Radio Miramar y Radio Colonial.
Por su parte, en Montería, cuando se convirtió en la capital de Córdoba, nació, alboreando la década de los cincuenta, Radio Cordobesa, que tuvo su orquesta de planta llamada como la emisora. La misma que unos años después se denominó Sonora Cordobesa. Mientras que, en Sincelejo apareció Radio Sincelejo, de propiedad de la familia Gómez Peláez, medio de difusión que contaba con una orquesta semi de planta, Ritmos de la Sabana, que, después, fue Pello Torres y sus Diablitos del Ritmo.
Por los lados del oriente caribe, en Santa Marta, fueron creadas las emisoras La voz de Santa Marta y Radio Magdalena, quizás con una labor un poco más discreta, pues no contaron con orquesta de planta. Por su parte en Ciénaga, que para aquellos años disfrutaba de una situación de bonanza económica por el auge de las bananeras y su tráfico Ferroviario, en 1935 tuvo también su emisora: Ecos del Córdoba, después llamada Ondas del Magdalena y finalmente, La Voz de Ciénaga.
Pero pese a la existencia de algunas emisoras en Barranquilla, es de destacar que solo hubo dos programas dedicados a la música vallenata: el que se emitía por Emisora Atlántico, con la participación de Guillermo Buitrago y sus muchachos, y Emisoras Unidas, con Bovea y sus vallenatos. Solamente a partir de 1963, con el nacimiento de Radio Guatapurí en Valledupar, comienzan los programas dedicados exclusivamente a los aires vallenatos.
Circunstancia curiosa, pero rigurosamente histórica, es que tal vez un poco antes del segundo semestre de 1962, en Bogotá, por la Emisora Radio Santa Fe se presentaba un programa llamado Meridiano en la Costa, en el que solo programaban música vallenata con acordeón, que interpretaba el grupo musical Los Universitarios, del que formaban parte: Víctor Soto, acordeonero y líder; Pedro García, vocalista; Pablito López, cajero; y Esteban Salas, en la guacharaca. Esporádicamente, cuando faltaban, eran reemplazados por el conjunto del negro Cabana, acordeonero nacido en Santa Marta, estudiante de Ingeniería en ese entonces. Es digno de exaltar la labor de estos artistas porque lucharon en un medio difícil para la época, y, sin embargo, por su calidad lograron lo que otros no habían podido: mantener una emisión radiofónica alusiva exclusiva para los aires vallenatos.
Es de destacar que a medida que se avanza en esta lectura, se puede apreciar la participación de valiosos juglares vallenatos en la radio, medio de comunicación que sirvió para darlos a conocer y para que adquirieran su bien merecida fama como músicos. Pero todavía más importante y que hace más meritoria su labor, es que difundieron el relegado folclore del Caribe colombiano. Esto, sin restarle méritos a la televisión, que le abrió algunos espacios a los músicos que interpretaban canciones vallenatas, especialmente después de los años setenta, porque antes sucedió de forma esporádica, como en 1958 cuando el trío Bovea y sus vallenatos se presentó durante varios meses en el programa Par Publicidad.
Un hecho importante para la música del Caribe colombiano fue el viaje de Estercita Forero para República Dominicana, lo que es producto de las buenas relaciones que mantenía con el compositor local Bienvenido Brens. Partió hacia ese país en 1950, y lo hizo como una auténtica embajadora musical de nuestros aires costeños, que tímidamente comenzaban a aflorar en el panorama caribeño. Después, al continuar su viaje, se residenció en Nueva York, y con el aval del maestro portorriqueño Rafael Hernández, Estercita, acompañada por un grupo de estudio, grabó en la etiqueta Ansonia, La Piña Madura, La Burrita mocha, y La Caminadora. Siendo este último paseo, su más resonante éxito.
En la medida que las ondas hertzianas irrigaban todos los rincones de nuestro caribe se origina un movimiento radial importantísimo con la aparición de las cadenas radiales que extendieron sus tentáculos sonoros a todos los solares patrios, como una revolución tecnológica orientada a industrializar el sonido.
Los intereses del clero y de los políticos se hicieron sentir al tratar de imponer sus respectivas ideológicas pudiendo recordar el programa Ultimas noticias de la radiodifusora nacional de Colombia que le permitía a todos los colombianos escuchar las alocuciones y discursos de Jorge Eliecer Gaitán y por otro lado la potente Radio Sutatenza instalada en Boyacá por el sacerdote católico José Joaquín Salcedo. Fue la radio histórica, memorable, con propósito educativo desarrollada por ACPO, Acción Cultural Popular que le permitió aprender a leer y escribir a los campesinos. Después aparieron otras cadenas como Caracol, el circuito Todelar de Colombia, y RCN entre varias.
Hoy en día los 52 millones de colombianos gozan del privilegio de la sintonía radial, teniendo el derecho a la información y la pluralidad de expresión gracias a la radio después de aquella primera y tímida emisión registrada el 8 de diciembre de 1928 en Barranquilla.
Por Julio C. Oñate Martínez.