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El día perfecto

En mi reloj daban las 11:37 p.m., era hora de dormir, pensé e imagine que mañana sería un buen día, me desprendí de mis audífonos y fui al baño; mientras problemas de primer mundo pasaban por mi cabeza, como el que pronto se acabaría la pasta dental y que viéndome en el espejo mi cara tenía más espinillas de lo normal.

El día perfecto

El día perfecto

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Mariel Hanin Behaine Montero  

En mi reloj daban las 11:37 p.m., era hora de dormir, pensé e imagine que mañana sería un buen día, me desprendí de mis audífonos y fui al baño; mientras problemas de primer mundo pasaban por mi cabeza, como el que pronto se acabaría la pasta dental y que viéndome en el espejo mi cara tenía más espinillas de lo normal. Fui a mi habitación, me puse la pijama, vi el techo y caí es un sueño profundo.

La alarma sonó a las 07:36, me sentía un poco extraña; tenía una sensación muy distinta a la de todos los días, días que para mí eran totalmente aburridos. Como estudiaba de tarde mi madre siempre me dejaba mis quehaceres, fui a su habitación y ahí estaba ella alistándose, solo le di los buenos días y me despedí de ella, no me dijo nada de quehaceres como solía hacerlo, solo me dijo:   -¡en la cocina tienes una sorpresa! Me desplacé hasta la cocina y me di cuenta de algo que confirmaron mis augurios, me había dejado todo listo para mi desayuno e incluso la comida, le iba a dar un gran mordida a esos panquecitos que se veían deliciosos. ¡Mis dientes!, recordé, desde pequeña cada mañana iba al baño, cepillaba mis dientes y me miraba al espejo, pero, ese día me vi diferente; los granos y espinillas de  todo un trimestre habían desaparecido, mi piel se veía tan fresca que parecía porcelana; mi cabello pasó de ser rizado, grueso y seco a estar humectado y brillante, como el sol. Miraba mis redes sociales como todos los días, ya el reloj daba las 11:30 a.m,  por eso pasé a ducharme. Me vestí con el uniforme de deporte, a las 12:28 llegue a la escuela, pasaron las tres primeras clases y sentía que encajaba en ese lugar, algo que no había podido sentir en  los cinco meses que tenia de estar estudiando allí; mis compañeras eran amables,  solidarias y sobretodo honestas, todo era perfecto. Llegó la última hora de clase y todos parecían tener la misma vibra que yo, parecía increíble.

De repente… me sentí un poco adormecida y escuché a alguien gritando mi nombre, diciéndome entre murmullos, ¡levántate, despierta, rápido, ya son las 7:45 a.m.!

Por: Mariel Hanin Behaine Montero   – I.E. Loperena Garupal

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