Uno de los hijos del exgobernador del Cesar, José Guillermo Castro Castro, lo recuerda hoy en su faceta de padre, de guía y de consejero.
La vida está llena de momentos de tristeza, alegría y a veces de mucha nostalgia. Decía mi padre José Guillermo ‘Pepe’ Castro, que recordar es vivir; cuando comenzó a escribir sus memorias recordaba con mucha facilidad eventos que generaron en él, momentos de grata recordación.
Me agradaba mucho andar a su lado, me hacía muy feliz. Lo analizaba detalle a detalle, le aprendí mucho. Él era un hombre de mucha experiencia, pues se la dio la vida. Era sagaz, astuto, inteligente, practico, pero sobretodo muy trabajador. Fue un militar frustrado, por ello lo del orden y la aplicación del principio de autoridad.
Ingeniero y arquitecto empírico, por ello sus revolucionarias ideas para modificar, mejorar, construir, diseñar y ejecutar obras de gran envergadura. De él me marcaron muchas cosas; la construcción de la vía Manaure–Sabana Rubia, Mariangola–Villa Germania- Pueblo Bello, Estados Unidos-El Zumbador en Becerril, La Jagua–Poponte, Caracolicito–Chimila, Atánquez– Chemesquemena–Guatapurí, y miles de vías terciarias en todo el departamento del Cesar. Allí conocí todos sus dotes de ingeniero y planificador de obras públicas.
‘Pepe’ Castro en lo privado no se quedó atrás; a mi salida del colegio a menudo lo encontraba esperándome en su camioneta Ford F-150 cargada de alambre de púas, Acpm, comestibles y encargos varios de sus trabajadores de sus fincas Tierra Grata y El Ceibal en Manaure, a ambas les construyó con su buldócer Caterpillar carreteables para recorrer sus propiedades de punta a punta. Nunca necesitó del servicio de topografía o del consejo de ingeniero civil alguno, para construir en terrenos montañosos las vías internas de sus tierras. Como dato curioso, siempre lo hacía a lomo de mula mientras sus guardaespaldas lo seguían en camionetas Toyota con aire acondicionado. Diseñaba y construía puentes, alcantarillas, acueductos, entre muchas cosas.
Lo recuerdo con nostalgia, no solo porque le servía de compañero y de auxiliar de topografía, sino porque al recorrer hoy por dichas vías, se encuentran intactas.
Tenía algo interesante, le gustaba trabajar y en el trabajo era inagotable. Recorría sus fincas Campanital, Santa Rosa, Cuatro Esquinas, El Caimán, Barranquilla, Manantial, Gobernador, Caracas y Chocote, potrero a potrero a lomo de mula de 6:00 a 6:00, con hambre, fatiga, sed, lluvia o calor. Las adversidades climáticas no lo frenaban, sus trabajadores lo soportaban porque veían en el un hombre de lucha.
Mi padre ‘Pepe’ Castro, construyó en 24 meses como Gobernador del Cesar 24 colegios de bachillerato dotados de biblioteca, laboratorios de química y física, y hasta de banda de guerra; más infinidad de escuelas rurales, porque consideraba que una sociedad educada era mucho más honesta, y así mismo la base de una nueva generación de colombianos dispuestos a servir a la patria.
Él lo entendía así debido a que sus estudios se truncaron al morir mi abuelo en 1940, cuando apenas era un adolescente, y al no poder cursar estudios universitarios, le dio la oportunidad a miles de cesarenses para estudiar y hacerse profesionales con becas que gestionaba a través de auxilios parlamentarios. Era un autodidacta por excelencia. Le gustaba aprender, era fácil verlo leer al mismo tiempo dos y tres tomos, especialmente de historias de la humanidad y de literatura universal.
Hoy nos deja un gran legado, pero sobre todo una gran responsabilidad. Superarlo no va a ser fácil. En sus piernas aprendí el valor de la honestidad, del trabajo arduo y la vocación de servicio desinteresado para servir a la comunidad, sin esperar nada a cambio, solo el reconocimiento de un pueblo afligido por el olvido de sus gobernantes.
Tenías tres grandes gustos. Uno muy conocido, la música de Calixto y las ideas de Álvaro Uribe.
Electrificó con multas impuestas a los narcotraficantes casi todo el departamento del Cesar y de toda la zona corregimental de Valledupar, como alcalde recibió un pueblo y entregó una ciudad hoy planificada con vías amplias y avenidas en doble calzada.
A un mes de su fallecimiento lo lloro y a la vez lo recuerdo con mucha alegría. Gracias a todos los familiares, amigos, sociedad civil, política, militar y religiosa que se volcaron a rendirle tributo el día de su partida. Se lo merecía. En especial, al doctor Álvaro Uribe Vélez, expresidente de Colombia y demás miembros del Centro Democrático que nos acompañaron, doctor Francisco Ovalle Angarita, Gobernador del Cesar; doctor Augusto Daniel Ramírez Uhia, alcalde del Municipio de Valledupar; doctor Arturo Calderón Rivadeneira, presidente del directorio liberal del Cesar; doctor José Alfredo Gnecco Zuleta, Senador de la República; general Oscar Bonilla, comandante de la Décima Brigada Blindada, y demás comandantes de batallones agregados en especial la del Batallón de Artillería N. 2 La Popa, de quien era su comandante “honoris causa”.
Gracias padre por haberme dedicado tanto tiempo, por enseñarme que lo ajeno es de su dueño y que lo público es del pueblo.
Tu hijo que te quiere y extraña.
Por Pedro Norberto Castro Araujo
Uno de los hijos del exgobernador del Cesar, José Guillermo Castro Castro, lo recuerda hoy en su faceta de padre, de guía y de consejero.
La vida está llena de momentos de tristeza, alegría y a veces de mucha nostalgia. Decía mi padre José Guillermo ‘Pepe’ Castro, que recordar es vivir; cuando comenzó a escribir sus memorias recordaba con mucha facilidad eventos que generaron en él, momentos de grata recordación.
Me agradaba mucho andar a su lado, me hacía muy feliz. Lo analizaba detalle a detalle, le aprendí mucho. Él era un hombre de mucha experiencia, pues se la dio la vida. Era sagaz, astuto, inteligente, practico, pero sobretodo muy trabajador. Fue un militar frustrado, por ello lo del orden y la aplicación del principio de autoridad.
Ingeniero y arquitecto empírico, por ello sus revolucionarias ideas para modificar, mejorar, construir, diseñar y ejecutar obras de gran envergadura. De él me marcaron muchas cosas; la construcción de la vía Manaure–Sabana Rubia, Mariangola–Villa Germania- Pueblo Bello, Estados Unidos-El Zumbador en Becerril, La Jagua–Poponte, Caracolicito–Chimila, Atánquez– Chemesquemena–Guatapurí, y miles de vías terciarias en todo el departamento del Cesar. Allí conocí todos sus dotes de ingeniero y planificador de obras públicas.
‘Pepe’ Castro en lo privado no se quedó atrás; a mi salida del colegio a menudo lo encontraba esperándome en su camioneta Ford F-150 cargada de alambre de púas, Acpm, comestibles y encargos varios de sus trabajadores de sus fincas Tierra Grata y El Ceibal en Manaure, a ambas les construyó con su buldócer Caterpillar carreteables para recorrer sus propiedades de punta a punta. Nunca necesitó del servicio de topografía o del consejo de ingeniero civil alguno, para construir en terrenos montañosos las vías internas de sus tierras. Como dato curioso, siempre lo hacía a lomo de mula mientras sus guardaespaldas lo seguían en camionetas Toyota con aire acondicionado. Diseñaba y construía puentes, alcantarillas, acueductos, entre muchas cosas.
Lo recuerdo con nostalgia, no solo porque le servía de compañero y de auxiliar de topografía, sino porque al recorrer hoy por dichas vías, se encuentran intactas.
Tenía algo interesante, le gustaba trabajar y en el trabajo era inagotable. Recorría sus fincas Campanital, Santa Rosa, Cuatro Esquinas, El Caimán, Barranquilla, Manantial, Gobernador, Caracas y Chocote, potrero a potrero a lomo de mula de 6:00 a 6:00, con hambre, fatiga, sed, lluvia o calor. Las adversidades climáticas no lo frenaban, sus trabajadores lo soportaban porque veían en el un hombre de lucha.
Mi padre ‘Pepe’ Castro, construyó en 24 meses como Gobernador del Cesar 24 colegios de bachillerato dotados de biblioteca, laboratorios de química y física, y hasta de banda de guerra; más infinidad de escuelas rurales, porque consideraba que una sociedad educada era mucho más honesta, y así mismo la base de una nueva generación de colombianos dispuestos a servir a la patria.
Él lo entendía así debido a que sus estudios se truncaron al morir mi abuelo en 1940, cuando apenas era un adolescente, y al no poder cursar estudios universitarios, le dio la oportunidad a miles de cesarenses para estudiar y hacerse profesionales con becas que gestionaba a través de auxilios parlamentarios. Era un autodidacta por excelencia. Le gustaba aprender, era fácil verlo leer al mismo tiempo dos y tres tomos, especialmente de historias de la humanidad y de literatura universal.
Hoy nos deja un gran legado, pero sobre todo una gran responsabilidad. Superarlo no va a ser fácil. En sus piernas aprendí el valor de la honestidad, del trabajo arduo y la vocación de servicio desinteresado para servir a la comunidad, sin esperar nada a cambio, solo el reconocimiento de un pueblo afligido por el olvido de sus gobernantes.
Tenías tres grandes gustos. Uno muy conocido, la música de Calixto y las ideas de Álvaro Uribe.
Electrificó con multas impuestas a los narcotraficantes casi todo el departamento del Cesar y de toda la zona corregimental de Valledupar, como alcalde recibió un pueblo y entregó una ciudad hoy planificada con vías amplias y avenidas en doble calzada.
A un mes de su fallecimiento lo lloro y a la vez lo recuerdo con mucha alegría. Gracias a todos los familiares, amigos, sociedad civil, política, militar y religiosa que se volcaron a rendirle tributo el día de su partida. Se lo merecía. En especial, al doctor Álvaro Uribe Vélez, expresidente de Colombia y demás miembros del Centro Democrático que nos acompañaron, doctor Francisco Ovalle Angarita, Gobernador del Cesar; doctor Augusto Daniel Ramírez Uhia, alcalde del Municipio de Valledupar; doctor Arturo Calderón Rivadeneira, presidente del directorio liberal del Cesar; doctor José Alfredo Gnecco Zuleta, Senador de la República; general Oscar Bonilla, comandante de la Décima Brigada Blindada, y demás comandantes de batallones agregados en especial la del Batallón de Artillería N. 2 La Popa, de quien era su comandante “honoris causa”.
Gracias padre por haberme dedicado tanto tiempo, por enseñarme que lo ajeno es de su dueño y que lo público es del pueblo.
Tu hijo que te quiere y extraña.
Por Pedro Norberto Castro Araujo