Similar a la mayor parte de los cultivos del Cesar, la sostenibilidad y seguridad del agua es el desafío por superar para el gremio arrocero del departamento. En la zona norte, el déficit hídrico es mayor, sin embargo el trópico brinda ventajas como las horas de sol y la poca propagación de hongos.
Colombia es un país arrocero. Según el Dane, el consumo de arroz pér cápita en el país es de 39 kilos por año, solo por debajo de Perú. Demanda que es cubierta por las importaciones, principalmente desde Estados Unidos, y la producción nacional, que en el primer semestre alcanzó un millón ocho mil toneladas de arroz mecanizado, producción concentrada en el Tolima (36,1 %), Huila (13,3 %), Casanare (10,1) y Resto de departamentos (32,6 %). De la denominación resto de departamentos hace parte el Cesar junto a otros 18 departamentos donde se siembra el arroz en dimensiones mucho menores que en el Tolima, Huila y Casanare.
Según el Sistema para la Planificación Rural Agropecuaria, SIPRA, en el Cesar hay 319.118 hectáreas con aptitudes altas para la siembras del arroz. Por eso, su siembra se extiende desde los corregimientos de Valledupar, al norte del departamento, hasta los municipios del sur, en la frontera con Bolívar y Santander.
Dividido en tres regiones, cada zona del departamento tiene desafíos diferentes. Mientras en la región sur, en municipios productores como Aguachica, San Alberto, San Martín, Gamarra, La Gloria, cuencas hídricas como el río Magdalena, ciénaga de Zapatosa y la buena precipitación de agua garantizan la seguridad del agua, en la zona norte su déficit es el obstáculo a resolver para ser competitivos.
En el departamento hay 19 municipios productores de arroz, según el Dane, diez de ellos en la zona norte donde las cifras de las precipitaciones anuales de lluvia son de las más bajas del país en las zonas arroceras. Cifras de los agricultores hablan de 1.200 milímetros anuales, mientras que en la subregión del Bajo Cauca hay municipios como Nechí con precipitaciones anuales de 4.500 milímetros.
“Este es un año que arrancó muy seco por los coletazos del fenómeno de El Niño, condición climática que hizo que en algunas zonas el área de arroz haya disminuido. En la parte norte, en el corregimiento de Badillo, donde hay un núcleo arrocero representativo de aproximadamente unas 1.500 hectáreas, tuvimos una reducción significativa de casi el 40 % de lo que normalmente se siembra”, explicó Jairo Chima, director de Fedearroz seccional Cesar.
Reducción que se extiende por todo el departamento porque mientras en el 2017 el departamento contaba con 21.566 hectáreas sembradas, en 2018 terminó con 17.515, tendencia negativa que se explica por factores como las sequías y los bajos precios.
Más allá de la deficiencia hídrica, el dolor de cabeza de los arroceros y ambientalistas del departamento es la carencia de infraestructura para el aprovechamiento del agua. Como todo el agro cesarense, el gremio del cereal también ha sufrido las consecuencias de la variabilidad climática.
Consecuencia del cambio climático, algunos cálculos se dificultan para los arroceros. Ejemplo, meses normalmente lluviosos en los que las lluvias no caen como se esperaba, igual con los extensos veranos o inviernos que golpean el Cesar y desnudan la fragilidad del sector ante la variabilidad climática. Porque en época de invierno afectan las inundaciones y el exceso de agua, mientras que en el verano el nudo es la falta de agua.
¿Cómo enfrentar esa variabilidad climática? Infraestructura de agua, aseguran expertos. “Definitivamente la infraestructura de agua garantiza que se pueda afrontar de mejor manera lo del cambio climático. Están las sequías largas y épocas con demasiada agua. Si hay mucha agua pero hay una represa, se acumula el recurso y no se inundan ciertos sectores; y cuando llegue la escasez esa agua represada evita la sobreexplotación de las fuentes hídricas”, argumentó Aldemar Palmera, coordinador de Dignidad Agropecuaria en el Cesar.
Igualmente, esa falta de infraestructura ha originado sobre el gremio arrocero señalamientos desde los sectores ambientalistas por la explotación, en casos indiscriminada, del agua. Junto a la palma de aceite, el cultivo del arroz es uno de los que demanda mayor cantidad del recurso vital. En meses de sequía, regularmente aparecen las quejas por las concesiones o brazos, legales pero polémicas, que desvían el recurso y van alimentar a los cultivos.
La buena noticia para el sector es el desarrollo de la universidad de riego proyecto con el que se buscará definir modelos de riego sea por aspersión, por goteo, nebulización, microaspersión, por cañón o riego pivotal, que aseguren una mayor productividad y rentabilidad en el agro del departamento.
Para el 2004, un estudio determinó que el arroz paddy consume más agua que cualquier otro cultivo, de allí que la Federación Nacional de Arroceros, Fedearroz, haya impulsado programas como MIRI, que en inglés significa Multiple Inlet Rice Irrigation, para mejorar los rendimientos en el uso del recurso vital.
“Acá tenemos pruebas piloto. Esto consiste en el riego por múltiples entradas, optimizando el recurso. La gente debe quitarse de la cabeza que nosotros somos los grandes depredadores del medio ambiente. Hemos estado enseñando a los agricultores por medio de la transferencia de tecnología a optimizar su uso”, señaló Freddy Lugo, investigador económico de Fedearroz.
Como el agua golpea la productividad de los cultivos de arroz, la luminosidad solar de la región permite que el grano tenga características que lo hace especial en el mercado. Con un promedio de horas-sol que oscila entre 7 y 9 en promedio durante el día, en el norte del Cesar y sur de La Guajira, el grano adquiere un brillo particular, que en otras regiones lo consiguen de forma artificial aplicando capas de aceite vegetal.
“La luminosidad le da vistosidad al grano porque el arroz se vende por los ojos. El grano de aquí no necesita que le apliquen películas de aceite como ocurre en otras regiones arroceras. En el Cesar la naturaleza le regala esa brillantez, por eso se tiene un grano de perfil exportable por su bajo contenido de yeso (poco centro blanco), su tamaño y la buena apariencia que gusta mucho al consumidor”, explica el director de la seccional de Fedearroz, Jairo Chima.
Esa particularidad, como señala el director, le brinda al grano del Cesar propiedades necesarias para la exportación, sin embargo, la mayoría de los 529 productores que censó el Dane en el 2016, aún no son competitivos para llevar el producto fuera del país, lo anterior, por los altos costos en la producción y la inseguridad hídrica ante la carencia de un sistema general de riego, explican los expertos.
El primer obstáculo por para alcanzar la productividad, explican, es erradicar los mitos: romper la cultura que el arroz se puede sembrar en cualquier época. Al contrario, depender de los pronósticos del clima para conocer cuáles son los mejores meses de siembra para que la genética del grano desarrolle todo el potencial. “Eso es lo que se llama agricultura climáticamente inteligente”, asevera Chima.
Así, del uso eficiente del agua no solo depende la sostenibilidad del cultivo, sino la oportunidad de ser competitivos y empezar a exportar un grano que las particularidades solares del Cesar hacen atractivo ante el consumidor.
POR: DEIVIS CARO DAZA/ EL PILÓN
[email protected]
Similar a la mayor parte de los cultivos del Cesar, la sostenibilidad y seguridad del agua es el desafío por superar para el gremio arrocero del departamento. En la zona norte, el déficit hídrico es mayor, sin embargo el trópico brinda ventajas como las horas de sol y la poca propagación de hongos.
Colombia es un país arrocero. Según el Dane, el consumo de arroz pér cápita en el país es de 39 kilos por año, solo por debajo de Perú. Demanda que es cubierta por las importaciones, principalmente desde Estados Unidos, y la producción nacional, que en el primer semestre alcanzó un millón ocho mil toneladas de arroz mecanizado, producción concentrada en el Tolima (36,1 %), Huila (13,3 %), Casanare (10,1) y Resto de departamentos (32,6 %). De la denominación resto de departamentos hace parte el Cesar junto a otros 18 departamentos donde se siembra el arroz en dimensiones mucho menores que en el Tolima, Huila y Casanare.
Según el Sistema para la Planificación Rural Agropecuaria, SIPRA, en el Cesar hay 319.118 hectáreas con aptitudes altas para la siembras del arroz. Por eso, su siembra se extiende desde los corregimientos de Valledupar, al norte del departamento, hasta los municipios del sur, en la frontera con Bolívar y Santander.
Dividido en tres regiones, cada zona del departamento tiene desafíos diferentes. Mientras en la región sur, en municipios productores como Aguachica, San Alberto, San Martín, Gamarra, La Gloria, cuencas hídricas como el río Magdalena, ciénaga de Zapatosa y la buena precipitación de agua garantizan la seguridad del agua, en la zona norte su déficit es el obstáculo a resolver para ser competitivos.
En el departamento hay 19 municipios productores de arroz, según el Dane, diez de ellos en la zona norte donde las cifras de las precipitaciones anuales de lluvia son de las más bajas del país en las zonas arroceras. Cifras de los agricultores hablan de 1.200 milímetros anuales, mientras que en la subregión del Bajo Cauca hay municipios como Nechí con precipitaciones anuales de 4.500 milímetros.
“Este es un año que arrancó muy seco por los coletazos del fenómeno de El Niño, condición climática que hizo que en algunas zonas el área de arroz haya disminuido. En la parte norte, en el corregimiento de Badillo, donde hay un núcleo arrocero representativo de aproximadamente unas 1.500 hectáreas, tuvimos una reducción significativa de casi el 40 % de lo que normalmente se siembra”, explicó Jairo Chima, director de Fedearroz seccional Cesar.
Reducción que se extiende por todo el departamento porque mientras en el 2017 el departamento contaba con 21.566 hectáreas sembradas, en 2018 terminó con 17.515, tendencia negativa que se explica por factores como las sequías y los bajos precios.
Más allá de la deficiencia hídrica, el dolor de cabeza de los arroceros y ambientalistas del departamento es la carencia de infraestructura para el aprovechamiento del agua. Como todo el agro cesarense, el gremio del cereal también ha sufrido las consecuencias de la variabilidad climática.
Consecuencia del cambio climático, algunos cálculos se dificultan para los arroceros. Ejemplo, meses normalmente lluviosos en los que las lluvias no caen como se esperaba, igual con los extensos veranos o inviernos que golpean el Cesar y desnudan la fragilidad del sector ante la variabilidad climática. Porque en época de invierno afectan las inundaciones y el exceso de agua, mientras que en el verano el nudo es la falta de agua.
¿Cómo enfrentar esa variabilidad climática? Infraestructura de agua, aseguran expertos. “Definitivamente la infraestructura de agua garantiza que se pueda afrontar de mejor manera lo del cambio climático. Están las sequías largas y épocas con demasiada agua. Si hay mucha agua pero hay una represa, se acumula el recurso y no se inundan ciertos sectores; y cuando llegue la escasez esa agua represada evita la sobreexplotación de las fuentes hídricas”, argumentó Aldemar Palmera, coordinador de Dignidad Agropecuaria en el Cesar.
Igualmente, esa falta de infraestructura ha originado sobre el gremio arrocero señalamientos desde los sectores ambientalistas por la explotación, en casos indiscriminada, del agua. Junto a la palma de aceite, el cultivo del arroz es uno de los que demanda mayor cantidad del recurso vital. En meses de sequía, regularmente aparecen las quejas por las concesiones o brazos, legales pero polémicas, que desvían el recurso y van alimentar a los cultivos.
La buena noticia para el sector es el desarrollo de la universidad de riego proyecto con el que se buscará definir modelos de riego sea por aspersión, por goteo, nebulización, microaspersión, por cañón o riego pivotal, que aseguren una mayor productividad y rentabilidad en el agro del departamento.
Para el 2004, un estudio determinó que el arroz paddy consume más agua que cualquier otro cultivo, de allí que la Federación Nacional de Arroceros, Fedearroz, haya impulsado programas como MIRI, que en inglés significa Multiple Inlet Rice Irrigation, para mejorar los rendimientos en el uso del recurso vital.
“Acá tenemos pruebas piloto. Esto consiste en el riego por múltiples entradas, optimizando el recurso. La gente debe quitarse de la cabeza que nosotros somos los grandes depredadores del medio ambiente. Hemos estado enseñando a los agricultores por medio de la transferencia de tecnología a optimizar su uso”, señaló Freddy Lugo, investigador económico de Fedearroz.
Como el agua golpea la productividad de los cultivos de arroz, la luminosidad solar de la región permite que el grano tenga características que lo hace especial en el mercado. Con un promedio de horas-sol que oscila entre 7 y 9 en promedio durante el día, en el norte del Cesar y sur de La Guajira, el grano adquiere un brillo particular, que en otras regiones lo consiguen de forma artificial aplicando capas de aceite vegetal.
“La luminosidad le da vistosidad al grano porque el arroz se vende por los ojos. El grano de aquí no necesita que le apliquen películas de aceite como ocurre en otras regiones arroceras. En el Cesar la naturaleza le regala esa brillantez, por eso se tiene un grano de perfil exportable por su bajo contenido de yeso (poco centro blanco), su tamaño y la buena apariencia que gusta mucho al consumidor”, explica el director de la seccional de Fedearroz, Jairo Chima.
Esa particularidad, como señala el director, le brinda al grano del Cesar propiedades necesarias para la exportación, sin embargo, la mayoría de los 529 productores que censó el Dane en el 2016, aún no son competitivos para llevar el producto fuera del país, lo anterior, por los altos costos en la producción y la inseguridad hídrica ante la carencia de un sistema general de riego, explican los expertos.
El primer obstáculo por para alcanzar la productividad, explican, es erradicar los mitos: romper la cultura que el arroz se puede sembrar en cualquier época. Al contrario, depender de los pronósticos del clima para conocer cuáles son los mejores meses de siembra para que la genética del grano desarrolle todo el potencial. “Eso es lo que se llama agricultura climáticamente inteligente”, asevera Chima.
Así, del uso eficiente del agua no solo depende la sostenibilidad del cultivo, sino la oportunidad de ser competitivos y empezar a exportar un grano que las particularidades solares del Cesar hacen atractivo ante el consumidor.
POR: DEIVIS CARO DAZA/ EL PILÓN
[email protected]