A raíz de los hechos de una supuesta masacre en la zona rural de Valledupar en la que los medios, principalmente los digitales, y los ciudadanos se han asaltado por el morbo y el afán, EL PILÓN transcribe la columna del profesor Moisés Wasserman publicada la semana pasada en el diario El Tiempo: “Hace unos días Gustavo Bolívar hizo algunas confesiones sobre el uso de influenciadores mercenarios en los medios digitales. Dijo que lo que lo movió a dar esas declaraciones fue el hecho de que algunos influenciadores que antes lo alababan hoy lo critican sin que él les hubiera dado motivos. En un súbito ataque de ética reconoció que pagó por esa propaganda disfrazada de comunicación (incluso con dineros estatales), pero que le parecía ‘normal’ hacerlo, porque ser influenciador es “una profesión como cualquier otra”.
“Su compromiso ético novedoso consistió en que va a añadir #PPP en sus mensajes para que se sepa que son “publicidad política pagada”. Bolívar limita sus propósitos éticos a que se sepa que son mensajes pagos, pero no los extiende a los contenidos. Reconoció, además, que ese rótulo que a él se le acaba de ocurrir lo usan los medios que durante años llamó ‘corporativos y vendidos’.
Hubo gran reacción: algunos políticos declararon (esperable) que jamás pagaron ni pagarían a influenciadores de las redes para que los apoyaran; otros (sorprendente) dijeron que no veían nada de malo en esa práctica.
“Los medios digitales enfrentan retos que creen novedosos, pero que la humanidad ya vivió con otros inventos revolucionarios para la difusión de ideas. Los dueños de las grandes redes deberían pegarles una miradita a algunos eventos curiosos en revoluciones que los antecedieron.
“En los cincuenta años siguientes al invento de la impresión con tipos móviles, la imprenta, se produjeron muchos más libros que en los mil años precedentes. Una anécdota que muestra su torpe influencia temprana es el famoso libro Malleus maleficarum (El martillo de las brujas), predecesor de las fake news, que generó una ola de miles de asesinatos de supuestas brujas.
La imprenta cambió la vida, pero tuvo desaciertos, así que unos tres siglos después Jean- Jacques Rousseau predecía que los reyes iban a tomar medidas para hacer desaparecer ‘este arte terrible’.
“La prensa se hizo posible con la impresión masiva, y también tuvo efectos ambiguos en sus comienzos. Benjamin Franklin se quejaba de que “la libertad de la prensa se había convertido en libertad para afrentar, calumniar y difamarse, los unos a los otros”.
En el siglo XX los periodistas responsablemente construyeron códigos de conducta ética. En 1893 surgió la primera escuela universitaria de periodismo, en la Universidad de Pensilvania, y muchas le siguieron, conformando una red de periodismo responsable, basado en hechos.
“Los medios digitales, en su infancia, están haciendo recorridos parecidos a los de la imprenta y la prensa (sin aprovechar sus experiencias). Los influenciadores contratados por los políticos no informan, hacen propaganda.
“Las métricas y los algoritmos que usan los medios sociales son sensibles a la popularidad pero indiferentes a la verdad. Las ‘bodegas’ de influenciadores desprecian los códigos de ética alcanzados. Un estudio del MIT en el 2018 mostró que la difusión de la noticia verdadera era seis veces más lenta que la de la falsa (morbosa e intrigante).
“Las cosas se agravan cuando la desinformación se vuelve, además, un negocio que no tiene problemas con el contenido de verdad de sus anuncios, y que en vez de limitar los ataque personales los aumenta. Bolívar no tiene razón, no son profesionales de la difusión, son aficionados sin formación, ambiciosos y sin límites.
Con el tiempo, también en estos medios se implantarán normas éticas y se construirá una institucionalidad que vigile los contenidos de verdad. Aprovechar el inmenso potencial para informar y educar que tienen las redes como un negocio para unos, y propaganda sin control de contenido para otros, es inmoral, aunque se marquen los mensajes con #PPP”.











