En muchas ocasiones esto se percibe en la ciudadanía, incrédula y sin confianza a los políticos, como ocultamiento; o temor de los políticos a que los líderes sean “los aguafiestas que se tiran los proyectos” o que empiecen a hurgar para meterse en el campo opaco de cualquier proceso de contratación pública.
Lo que viene sucediendo en la construcción de la segunda calzada, en sentido de flujo vehicular Valledupar – La Paz , la llamada autopista metropolitana Pepe Castro, donde se instala un separador entre calzadas de dos metros de ancho -contra el querer de la gente y la veeduría que pide uno más amplio, seguro y estético- pone de presente un gran problema desde el diseño mismo de las obras públicas en nuestra región: el afán y facilismo de consultores y diseñadores al entregar los proyectos, según su real saber y entender, no compartiendo sus ideas con la comunidad servida o afectada por las obras.
En muchas ocasiones esto se percibe en la ciudadanía, incrédula y sin confianza a los políticos, como ocultamiento; o temor de los políticos a que los líderes sean “los aguafiestas que se tiran los proyectos” o que empiecen a hurgar para meterse en el campo opaco de cualquier proceso de contratación pública. Si son jóvenes y ambientalistas peor. Hizo carrera en la pasada administración municipal del Mello Castro una secretaria del Despacho que declaró públicamente que “el problema es que los ambientalistas a todo le ponen color”. Pero…
Es cierto que los hay radicales y estridentes, pero la gran mayoría de ellos y de otros sectores sociales y comunales entienden la razonabilidad de los propósitos de los gobiernos y terminan, contra voces aisladas por ruidosas que sean, haciendo aportes y propuestas interesantes y novedosas que enriquecen los diseños mismos. Además, un elemento muy importante: facilitan la ejecución y generan en la sociedad un amor por las obras y su futuro cuidado.
Es lo que se ha pedido, desde varios espacios ciudadanos, del diseño de algunos proyectos y obras en el territorio municipal que adelantan las diferentes entidades gubernamentales. La formulación de un nuevo Plan Especial de Manejo del Patrimonio del centro histórico de Valledupar (PEMP) modificando el anterior; de la Consultoría que se adelanta para definir alternativas de qué hacer con el Parque de La Leyenda Vallenata; o los proyectos viales que el municipio hará con base en el empréstito de los $150.000 millones, o los de la Gobernación del Cesar como la repavimentación de la Avenida Simón Bolívar, Sector Los Cortijos, entre las glorietas de María Mulata y el Pedazo de Acordeón.
O la Avenida Primera, del Río o vía paisajística que tiene el condicionante -que nosotros queremos que sea una oportunidad- de que atraviesa una zona ambientalmente frágil, la vega del río Guatapurí, unos barrios ilegales y que coincide con los espacios que un importante estudio hace 10 años elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Financiera de Desarrollo Territorial (FINDETER) y sucesivas administraciones municipales de Valledupar, y el POT definió como la obra recreacional y turística, ambiental y de renovación urbana más importante de la ciudad: el Gran Ecoparque de más de 9 kilómetros en la margen derecha, que ahora se viene denominando, por influencia barranquillera, como el gran Malecón del Río.
Si hay una amplia concertación podrían resultar cosas interesantes: una recuperación de espacio público y área verde para la ciudad, una legalización, mejoramiento de las casas y dotación de servicios de algunos barrios; una reubicación de otros hacia complejos de vivienda social con buenos espacios y dotaciones en sectores como El Carmen, mejora en la movilidad y el transporte, una recuperación de la seguridad urbana y especialmente del Centro Histórico, un cambio cultural y de dignificación social y de paisajes escondidos del río y su entorno.
En muchas ocasiones esto se percibe en la ciudadanía, incrédula y sin confianza a los políticos, como ocultamiento; o temor de los políticos a que los líderes sean “los aguafiestas que se tiran los proyectos” o que empiecen a hurgar para meterse en el campo opaco de cualquier proceso de contratación pública.
Lo que viene sucediendo en la construcción de la segunda calzada, en sentido de flujo vehicular Valledupar – La Paz , la llamada autopista metropolitana Pepe Castro, donde se instala un separador entre calzadas de dos metros de ancho -contra el querer de la gente y la veeduría que pide uno más amplio, seguro y estético- pone de presente un gran problema desde el diseño mismo de las obras públicas en nuestra región: el afán y facilismo de consultores y diseñadores al entregar los proyectos, según su real saber y entender, no compartiendo sus ideas con la comunidad servida o afectada por las obras.
En muchas ocasiones esto se percibe en la ciudadanía, incrédula y sin confianza a los políticos, como ocultamiento; o temor de los políticos a que los líderes sean “los aguafiestas que se tiran los proyectos” o que empiecen a hurgar para meterse en el campo opaco de cualquier proceso de contratación pública. Si son jóvenes y ambientalistas peor. Hizo carrera en la pasada administración municipal del Mello Castro una secretaria del Despacho que declaró públicamente que “el problema es que los ambientalistas a todo le ponen color”. Pero…
Es cierto que los hay radicales y estridentes, pero la gran mayoría de ellos y de otros sectores sociales y comunales entienden la razonabilidad de los propósitos de los gobiernos y terminan, contra voces aisladas por ruidosas que sean, haciendo aportes y propuestas interesantes y novedosas que enriquecen los diseños mismos. Además, un elemento muy importante: facilitan la ejecución y generan en la sociedad un amor por las obras y su futuro cuidado.
Es lo que se ha pedido, desde varios espacios ciudadanos, del diseño de algunos proyectos y obras en el territorio municipal que adelantan las diferentes entidades gubernamentales. La formulación de un nuevo Plan Especial de Manejo del Patrimonio del centro histórico de Valledupar (PEMP) modificando el anterior; de la Consultoría que se adelanta para definir alternativas de qué hacer con el Parque de La Leyenda Vallenata; o los proyectos viales que el municipio hará con base en el empréstito de los $150.000 millones, o los de la Gobernación del Cesar como la repavimentación de la Avenida Simón Bolívar, Sector Los Cortijos, entre las glorietas de María Mulata y el Pedazo de Acordeón.
O la Avenida Primera, del Río o vía paisajística que tiene el condicionante -que nosotros queremos que sea una oportunidad- de que atraviesa una zona ambientalmente frágil, la vega del río Guatapurí, unos barrios ilegales y que coincide con los espacios que un importante estudio hace 10 años elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Financiera de Desarrollo Territorial (FINDETER) y sucesivas administraciones municipales de Valledupar, y el POT definió como la obra recreacional y turística, ambiental y de renovación urbana más importante de la ciudad: el Gran Ecoparque de más de 9 kilómetros en la margen derecha, que ahora se viene denominando, por influencia barranquillera, como el gran Malecón del Río.
Si hay una amplia concertación podrían resultar cosas interesantes: una recuperación de espacio público y área verde para la ciudad, una legalización, mejoramiento de las casas y dotación de servicios de algunos barrios; una reubicación de otros hacia complejos de vivienda social con buenos espacios y dotaciones en sectores como El Carmen, mejora en la movilidad y el transporte, una recuperación de la seguridad urbana y especialmente del Centro Histórico, un cambio cultural y de dignificación social y de paisajes escondidos del río y su entorno.