Desde hoy publicaremos una serie que hemos llamado ‘Confesiones de un periodista’, en la que los miembros del Equipo de Redacción de EL PILÓN cuentan las experiencias vividas en los cubrimientos periodísticos que hicieron en el último año. La primera historia se centra en la muerte de Diomedes Díaz, el 22 de diciembre de 2013 en Valledupar.
“La esencia del periodismo es dramática. El periodista auténtico oculta lo suyo y revela lo ajeno; reúne en sí las vibraciones dispersas y las transmite; semejante al cómico, desaparece bajo la realidad que nos transfiere”: Rafael Barrett.
Con esta frase identifico lo que para mí, como periodista, me tocó vivir del 22 al 25 de diciembre de 2014, días inolvidables para la historia de la música vallenata.
La última vez que vi a ‘El Cacique de la Junta’ en público fue en Manaure, La Guajira, en julio de 2013. Aquella noche cantó con Rafael Santos (yo era jefe de prensa de Santos), su hijo favorito (lo dijo Diomedes allí), y narró un estribillo que para muchos desató risas: “pero pensándolo bien qué voy hacer yo muerto ahora, a tres metros bajo tierra no deja de sé uno complicación, y eso que es paraíso, no se sabe, yo no he visto eso (el cielo)”.
La pasión por la música de Diomedes Díaz me llevó a sentir con propiedad que debía cubrir los hechos, sucesos e historias después de su muerte el 22 de diciembre en Valledupar. Ese día celebraba con su nuevo y último compacto ‘La vida del artista’, el premio de Periodista Joven 2013 que me entregó el Círculo de Periodistas de Valledupar, sin maginar que terminaría en la Clínica Cesar en busca de una entrevista o reacciones que me dieran parte del deceso del artista más importante de este género.
La primera persona con la que hablé fue Elver Díaz, su hermano.
Me dijo que no sabía mucho del hecho, pero que confirmado, “Diomedes está muerto”. Esa noche me acompañaron Arnol Murillo y Alfonso José ‘Pepé’ Morón, quien no paraba de llorar con las canciones de Diomedes que sonaban, una tras otra, en las emisoras y calles de Valledupar.
Llegamos a la Sala de Redacción de EL PILÓN y me encontré con un grupo de compañeros, en cabeza de la Jefe de Redacción, Yelene Cuan, quien me insistía escribir “rápido” porque teníamos que enviar el material a Barranquilla puesto que la máquina impresora (rotativa) de el periódico tenía un daño y nos habían dejado dos páginas para registrar la muerte de Diomedes, portada y contraportada.
Pero cuando miré la portada del periódico preparada para la edición del 23 de diciembre, antes de fallecer Diomedes, me sorprendí, era yo recibiendo el galardón del Círculo de Periodistas y Yelene me dijo, “mira manito quién era la portada mañana”. Sentí nostalgia, mis ojos se enguaraparon, pero no lloré, simplemente me concentré en escribir los apartes del fallecimiento de Diomedes.
El 23 de diciembre me levanté, casi por la madrugada, porque tenía la tarea de hacer el cubrimiento en Medicina Legal de todo lo que rodeara la muerte de Diomedes. Allí reposaba su cuerpo que saldría para la plaza Alfonso López, donde estaría en cámara ardiente.
Tuve la fortuna y astucia de filtrarme en las instalaciones del sitio al que no podían ingresar periodistas. Seguí paso a paso los acontecimientos y entrevisté, de primera mano, a Rafael Santos, Martín Elías y Diomedes Dionisio (hijos de Diomedes), ‘Poncho’ Zuleta, a los hermanos de Diomedes (Rafael y Elver) y otros personajes. Con el único que alcancé a llorar fue con Rafael Santos, porque recordamos aquella madrugada en Manaure.
El 24 de diciembre estuve al lado del féretro y recuerdo que Rafael Santos me decía: “Sobrino mírelo, quedó hasta bonito, qué vaina no, mi papá hasta muerto se ve bonito”. No sé que sentía pero mis ‘vellos monos’ se paraban y desde mis píes subía un frío incontrolable por las palabras de Santos. Nunca le dije nada.
Para el 25 no estaba preparado, lo confieso, y creo que nadie.
Durante la cámara ardiente del cuerpo sin vida del intérprete, anotaba en una hoja los pormenores del acto. Cuando tomé la primera fotografía para actualizar mis redes sociales sentí un escalofrío. ‘Los Niños del Vallenato’ abrieron el homenaje a Diomedes y comenzó otra historia.
Rafael Santos tomó el micrófono y dio gracias a los asistentes, le dio la orden al acordeonero Álvaro López y de inmediato arrancó a cantar ‘Mi primera cana’, en la que invitó a Martín Elías quien por mucho entonó media estrofa y se fue en llanto, Santos terminó la canción y se arrodilló frente al cajón de su papá.
Comencé a llorar, me sentía impotente. En un lapsus de tiempo perdí mi noción, creo, cantaba y gritaba mientras filmaba desde mi equipo celular, “Diomedes párate, párate y sal de ahí”, no sé qué era, imagino sentimiento, porque no sabía que tan ‘diomedista’ era para pedir eso. Ese 25 de diciembre Valledupar, Colombia y el mundo lloró la partida de Diomedes.
El sentimiento de un pueblo marcó el adiós de ‘El Cóndor’, Diomedes Díaz se despidió esa tarde y nunca volvió.
Al final no pude ir al cementerio, tampoco acompañé la caravana fúnebre porque debía escribir para los lectores de EL PILÓN, pero acompañé a mí artista hasta su última morada, ese que habló muchas veces conmigo desde España, cuando hizo una gira (2005) por Europa y me contaba que no soportaba el frío de allá… hasta luego ‘Cacique’.
“En un lapsus de tiempo perdí mi noción, creo, lloraba y gritaba mientras filmaba desde mi equipo celular, “Diomedes párate, párate y sal de ahí”.
Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
[email protected]
Desde hoy publicaremos una serie que hemos llamado ‘Confesiones de un periodista’, en la que los miembros del Equipo de Redacción de EL PILÓN cuentan las experiencias vividas en los cubrimientos periodísticos que hicieron en el último año. La primera historia se centra en la muerte de Diomedes Díaz, el 22 de diciembre de 2013 en Valledupar.
“La esencia del periodismo es dramática. El periodista auténtico oculta lo suyo y revela lo ajeno; reúne en sí las vibraciones dispersas y las transmite; semejante al cómico, desaparece bajo la realidad que nos transfiere”: Rafael Barrett.
Con esta frase identifico lo que para mí, como periodista, me tocó vivir del 22 al 25 de diciembre de 2014, días inolvidables para la historia de la música vallenata.
La última vez que vi a ‘El Cacique de la Junta’ en público fue en Manaure, La Guajira, en julio de 2013. Aquella noche cantó con Rafael Santos (yo era jefe de prensa de Santos), su hijo favorito (lo dijo Diomedes allí), y narró un estribillo que para muchos desató risas: “pero pensándolo bien qué voy hacer yo muerto ahora, a tres metros bajo tierra no deja de sé uno complicación, y eso que es paraíso, no se sabe, yo no he visto eso (el cielo)”.
La pasión por la música de Diomedes Díaz me llevó a sentir con propiedad que debía cubrir los hechos, sucesos e historias después de su muerte el 22 de diciembre en Valledupar. Ese día celebraba con su nuevo y último compacto ‘La vida del artista’, el premio de Periodista Joven 2013 que me entregó el Círculo de Periodistas de Valledupar, sin maginar que terminaría en la Clínica Cesar en busca de una entrevista o reacciones que me dieran parte del deceso del artista más importante de este género.
La primera persona con la que hablé fue Elver Díaz, su hermano.
Me dijo que no sabía mucho del hecho, pero que confirmado, “Diomedes está muerto”. Esa noche me acompañaron Arnol Murillo y Alfonso José ‘Pepé’ Morón, quien no paraba de llorar con las canciones de Diomedes que sonaban, una tras otra, en las emisoras y calles de Valledupar.
Llegamos a la Sala de Redacción de EL PILÓN y me encontré con un grupo de compañeros, en cabeza de la Jefe de Redacción, Yelene Cuan, quien me insistía escribir “rápido” porque teníamos que enviar el material a Barranquilla puesto que la máquina impresora (rotativa) de el periódico tenía un daño y nos habían dejado dos páginas para registrar la muerte de Diomedes, portada y contraportada.
Pero cuando miré la portada del periódico preparada para la edición del 23 de diciembre, antes de fallecer Diomedes, me sorprendí, era yo recibiendo el galardón del Círculo de Periodistas y Yelene me dijo, “mira manito quién era la portada mañana”. Sentí nostalgia, mis ojos se enguaraparon, pero no lloré, simplemente me concentré en escribir los apartes del fallecimiento de Diomedes.
El 23 de diciembre me levanté, casi por la madrugada, porque tenía la tarea de hacer el cubrimiento en Medicina Legal de todo lo que rodeara la muerte de Diomedes. Allí reposaba su cuerpo que saldría para la plaza Alfonso López, donde estaría en cámara ardiente.
Tuve la fortuna y astucia de filtrarme en las instalaciones del sitio al que no podían ingresar periodistas. Seguí paso a paso los acontecimientos y entrevisté, de primera mano, a Rafael Santos, Martín Elías y Diomedes Dionisio (hijos de Diomedes), ‘Poncho’ Zuleta, a los hermanos de Diomedes (Rafael y Elver) y otros personajes. Con el único que alcancé a llorar fue con Rafael Santos, porque recordamos aquella madrugada en Manaure.
El 24 de diciembre estuve al lado del féretro y recuerdo que Rafael Santos me decía: “Sobrino mírelo, quedó hasta bonito, qué vaina no, mi papá hasta muerto se ve bonito”. No sé que sentía pero mis ‘vellos monos’ se paraban y desde mis píes subía un frío incontrolable por las palabras de Santos. Nunca le dije nada.
Para el 25 no estaba preparado, lo confieso, y creo que nadie.
Durante la cámara ardiente del cuerpo sin vida del intérprete, anotaba en una hoja los pormenores del acto. Cuando tomé la primera fotografía para actualizar mis redes sociales sentí un escalofrío. ‘Los Niños del Vallenato’ abrieron el homenaje a Diomedes y comenzó otra historia.
Rafael Santos tomó el micrófono y dio gracias a los asistentes, le dio la orden al acordeonero Álvaro López y de inmediato arrancó a cantar ‘Mi primera cana’, en la que invitó a Martín Elías quien por mucho entonó media estrofa y se fue en llanto, Santos terminó la canción y se arrodilló frente al cajón de su papá.
Comencé a llorar, me sentía impotente. En un lapsus de tiempo perdí mi noción, creo, cantaba y gritaba mientras filmaba desde mi equipo celular, “Diomedes párate, párate y sal de ahí”, no sé qué era, imagino sentimiento, porque no sabía que tan ‘diomedista’ era para pedir eso. Ese 25 de diciembre Valledupar, Colombia y el mundo lloró la partida de Diomedes.
El sentimiento de un pueblo marcó el adiós de ‘El Cóndor’, Diomedes Díaz se despidió esa tarde y nunca volvió.
Al final no pude ir al cementerio, tampoco acompañé la caravana fúnebre porque debía escribir para los lectores de EL PILÓN, pero acompañé a mí artista hasta su última morada, ese que habló muchas veces conmigo desde España, cuando hizo una gira (2005) por Europa y me contaba que no soportaba el frío de allá… hasta luego ‘Cacique’.
“En un lapsus de tiempo perdí mi noción, creo, lloraba y gritaba mientras filmaba desde mi equipo celular, “Diomedes párate, párate y sal de ahí”.
Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
[email protected]