Con nuevos cultivos de melón y plantas aromáticas, personas en proceso de reincorporación del AETCR de Pondores, en La Guajira, diversifican sus proyectos productivos; también tienen un emprendimiento turístico y crían gallinas y ganado. Sus principales desafíos son la sostenibilidad y la seguridad.
Por estos días, la fruta preferida de los habitantes del antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Pondores, en el municipio guajiro de Fonseca, es el melón. Desde el pasado 19 de mayo, cuando empezó la cosecha, se ve y se come por todos lados esta fruta, rica en vitaminas y antioxidantes, que suele ser muy recomendada para hidratarse.
Pero la moda del melón no tiene nada que ver con sus propiedades, sino con que esta fruta es una de las nuevas apuestas productivas de la granja San Luis, la finca que concentra los proyectos productivos agropecuarios de los exguerrilleros de las Farc que adelantan su proceso de reincorporación a la vida civil.
Cada día, estos productores sacan unos 2.000 kilos de fruta, la cual es recogida por los compradores foráneos que se animan a visitar la granja, pues, a pesar de que San Luis ya tiene más de cuatro años, todavía hay cierta estigmatización y desconocimiento de las labores que ahí se desarrollan.
Así lo confiesa Milton Vega, un curtido comprador de fruta que viajó desde Riohacha para comprarles parte de la cosecha: “Yo he recorrido todo el departamento de La Guajira comprando melones porque este es mi negocio; pero cuando se me presentó la oportunidad de venir a Conejo yo no quería venir, porque había escuchado desde hace años que este era un pueblo violento, rodeado de guerrilleros y autodefensas”.
Y esa fue la fama del corregimiento de Conejo (donde se ubica la granja) por muchos años, por haber sido epicentro del conflicto armado, que dejó cientos de desplazados y muertos. Hoy, la situación es distinta. En su casco urbano y las siete veredas que lo rodean ya no se escuchan los fusiles, y los pobladores volvieron al lugar que por años fue considerado un pueblo fantasma.
El responsable del cultivo de melones se llama Efrén Acosta Nieves, quien fuera conocido como ‘Nilson’ durante los 25 años que hizo parte de la guerrilla de las Farc-EP. Es un indígena wiwa y hoy tiene 43 años.
Efrén trabajó en los cultivos de banano y tomate, dos de las primeras apuestas productivas exitosas de esta granja. Gracias a esos productos se hicieron proveedores del Programa Mundial de Alimentos (PMA), que los apoyó con asistencia técnica e infraestructura, y a que el Programa de Alimentación Escolar de La Guajira comprara sus bananos y tomates. En otras palabras, estos productos cultivados por excombatientes fueron servidos, por cinco meses, en los desayunos de los niños de las 14 escuelas del municipio de Fonseca.
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“Probamos con el tomate, y fracasamos; luego probamos con el plátano, que fue exitoso un tiempo, pero que no tuvo sostenibilidad, porque tuvimos problemas con el agua; y ahora mismo estamos ensayando con el melón, para ver cuál es mejor. Hemos estado entre éxito y fracaso, innovando, probando y trabajando sin parar para sacar adelante nuestras familias y el proceso de paz”, agrega Efrén.
Efrén está casado con una lugareña de Conejo, que venció el miedo a estar con un excombatiente y con quien hoy tiene una niña de 22 meses a la que llamaron Melanis Alejandra. Confiesa que entre cultivo y cultivo, entre ensayo y error, en los tiempos que los cultivos se aquietan, han hecho tamales para vender, y así apalancar la economía familiar.
Pero el melón no es el único proyecto productivo de la finca San Luis; allí funciona también el galpón La Esperanza, un criadero de aves que ha salido adelante con el apoyo del PMA y la ONG Paso Colombia. El proyecto avícola inició hace tres años con 200 gallinas que producían 190 huevos diarios para el autoconsumo. Hoy tiene 3.000 gallinas y produce 35.000 huevos al mes.
Darwin Brito, de la ONG Paso Colombia, cuenta que este emprendimiento se fortaleció en la peor época de la pandemia: “Al principio hubo escasez y mucha especulación de precios, pero aquí hubo precios justos y gracias a ellos se dieron a conocer con la comunidad”. Ahora el producto se comercializa en el corregimiento de Conejo, así como en supermercados de Fonseca. “Para ser sostenible —agrega Brito—, el proyecto necesita llegar al menos a las 5.000 gallinas; estamos tocando puertas y pidiendo apoyo para las 2.000 que faltan”.
En la granja San Luis se está gestando otro proyecto, con apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), conocido como Dama Verde, que es liderado por el grupo de género del ETCR y en el que trabajan 39 mujeres y dos hombres. Consiste en sembrar y procesar plantas aromáticas y medicinales para hacer té y venderlo ya empacado. Además, tienen un programa de turismo ecológico, un granero que vende insumos agrícolas, así como un proyecto colectivo de cría de ovejas y proyectos individuales de engorde de bovinos.
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Todas estas iniciativas productivas han sido acompañadas en el día a día por la Misión de Verificación de las Naciones Unidas que tiene un equipo local en Fonseca (La Guajira) para verificar la reincorporación social, política y económica de los excombatientes de las Farc, así como sus garantías de seguridad y las de la comunidad y los líderes sociales. Su rol también ha sido el de articulador y facilitador de la labor que realizan las agencias de las Naciones Unidas en el terreno, además de su papel de incidencia y coordinación con la Fuerza Pública y la institucionalidad que acompaña el proceso de reincorporación de los excombatientes en Pondores.
Para Marcos Mexel Martínez, líder de los proyectos productivos de Pondores, el problema con estos emprendimientos es que “a veces hay exceso de entusiasmo y las entidades salen a publicar que estamos muy bien, pero la realidad es otra”.
Reclama que, a casi cinco años de la firma del Acuerdo de Paz, el Gobierno no les han dado los ocho millones de pesos a que tiene derecho cada excombatiente para sus proyectos y, por ello, la mayoría de las iniciativas que hay son, o bien de autogestión, o con apoyo de la cooperación internacional. Todas tienen algo en común, y es que, hasta ahora, no han logrado la sostenibilidad.
“Infortunadamente —agrega Marcos—, la mayoría de los proyectos que iniciaron hace tres años, como el del tomate y el plátano, que fueron exitosos en su momento, fracasaron, porque no fueron sostenibles, y muchos de los excombatientes que trabajaban en ellos debieron salir a buscar trabajo o a probar con otros cultivos. Las entidades son muy buenas para la infraestructura, pero no muy buenas para buscar la sostenibilidad”, sentencia.
Según Marcos, al inicio siempre hay mucho entusiasmo, como ahora con el melón, pero cuando se dan cuenta de que el negocio no es rentable, tienen que salir a buscar cómo alimentar a su familia, la cual, en muchos casos, ha crecido en el proceso de reincorporación. En Pondores, por ejemplo, han nacido cerca de 50 niños desde que inició el proceso, y la población general del espacio ha aumentado por la llegada de familiares.
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Para los excombatientes de las Farc en Pondores, el éxito de su reincorporación radica también en que la población se vea beneficiada con proyectos sostenibles. Es decir, que las iniciativas no solo los beneficien a ellos, sino también a las poblaciones vecinas.
Carlos Emilio Osorio, presidente de la cooperativa Coompazcol, a través de la cual se gestionan los proyectos en Pondores, dice que además de la sostenibilidad, todo proyecto debe tener en cuenta un reto adicional, que es la seguridad. “Podemos tener el proyecto más hermoso, pero si llegamos a engrosar la lista de excombatientes asesinados, ¿de qué nos sirve eso?”, se pregunta, preocupado por la situación de orden público.
Si bien en los dos espacios de reincorporación que hay en el Caribe (Pondores, en La Guajira; y Tierra Grata, en el Cesar) no se han presentado incidentes graves de seguridad, por fuera de ellos sí ha habido asesinatos de excombatientes en la región: cinco en Bolívar, uno en Córdoba, uno en Sucre, uno en Atlántico y uno en La Guajira. Esta situación, sumada los problemas de orden público en la frontera con Venezuela, preocupa a los excombatientes que, sin embargo, día a día siguen emprendiendo apuestas productivas en busca de sacar adelante su reincorporación.
En medio de este panorama, Efrén Acosta, líder del proyecto del cultivo de melón, hoy se siente con más experiencia y con mayor acompañamiento por parte de las entidades. “En este cultivo, por ejemplo, logramos que el Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura nos asesorara en el sistema de riego, que fue uno de los temas críticos en los otros cultivos”, comenta. Por eso tiene fe de que esta vez las cosas puedan ser diferentes.
Por: Redacción EL PILÓN
Con nuevos cultivos de melón y plantas aromáticas, personas en proceso de reincorporación del AETCR de Pondores, en La Guajira, diversifican sus proyectos productivos; también tienen un emprendimiento turístico y crían gallinas y ganado. Sus principales desafíos son la sostenibilidad y la seguridad.
Por estos días, la fruta preferida de los habitantes del antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Pondores, en el municipio guajiro de Fonseca, es el melón. Desde el pasado 19 de mayo, cuando empezó la cosecha, se ve y se come por todos lados esta fruta, rica en vitaminas y antioxidantes, que suele ser muy recomendada para hidratarse.
Pero la moda del melón no tiene nada que ver con sus propiedades, sino con que esta fruta es una de las nuevas apuestas productivas de la granja San Luis, la finca que concentra los proyectos productivos agropecuarios de los exguerrilleros de las Farc que adelantan su proceso de reincorporación a la vida civil.
Cada día, estos productores sacan unos 2.000 kilos de fruta, la cual es recogida por los compradores foráneos que se animan a visitar la granja, pues, a pesar de que San Luis ya tiene más de cuatro años, todavía hay cierta estigmatización y desconocimiento de las labores que ahí se desarrollan.
Así lo confiesa Milton Vega, un curtido comprador de fruta que viajó desde Riohacha para comprarles parte de la cosecha: “Yo he recorrido todo el departamento de La Guajira comprando melones porque este es mi negocio; pero cuando se me presentó la oportunidad de venir a Conejo yo no quería venir, porque había escuchado desde hace años que este era un pueblo violento, rodeado de guerrilleros y autodefensas”.
Y esa fue la fama del corregimiento de Conejo (donde se ubica la granja) por muchos años, por haber sido epicentro del conflicto armado, que dejó cientos de desplazados y muertos. Hoy, la situación es distinta. En su casco urbano y las siete veredas que lo rodean ya no se escuchan los fusiles, y los pobladores volvieron al lugar que por años fue considerado un pueblo fantasma.
El responsable del cultivo de melones se llama Efrén Acosta Nieves, quien fuera conocido como ‘Nilson’ durante los 25 años que hizo parte de la guerrilla de las Farc-EP. Es un indígena wiwa y hoy tiene 43 años.
Efrén trabajó en los cultivos de banano y tomate, dos de las primeras apuestas productivas exitosas de esta granja. Gracias a esos productos se hicieron proveedores del Programa Mundial de Alimentos (PMA), que los apoyó con asistencia técnica e infraestructura, y a que el Programa de Alimentación Escolar de La Guajira comprara sus bananos y tomates. En otras palabras, estos productos cultivados por excombatientes fueron servidos, por cinco meses, en los desayunos de los niños de las 14 escuelas del municipio de Fonseca.
Lea también: Asesinatos y verdad, el difícil camino de la reincorporación de los paramilitares en el Cesar
“Probamos con el tomate, y fracasamos; luego probamos con el plátano, que fue exitoso un tiempo, pero que no tuvo sostenibilidad, porque tuvimos problemas con el agua; y ahora mismo estamos ensayando con el melón, para ver cuál es mejor. Hemos estado entre éxito y fracaso, innovando, probando y trabajando sin parar para sacar adelante nuestras familias y el proceso de paz”, agrega Efrén.
Efrén está casado con una lugareña de Conejo, que venció el miedo a estar con un excombatiente y con quien hoy tiene una niña de 22 meses a la que llamaron Melanis Alejandra. Confiesa que entre cultivo y cultivo, entre ensayo y error, en los tiempos que los cultivos se aquietan, han hecho tamales para vender, y así apalancar la economía familiar.
Pero el melón no es el único proyecto productivo de la finca San Luis; allí funciona también el galpón La Esperanza, un criadero de aves que ha salido adelante con el apoyo del PMA y la ONG Paso Colombia. El proyecto avícola inició hace tres años con 200 gallinas que producían 190 huevos diarios para el autoconsumo. Hoy tiene 3.000 gallinas y produce 35.000 huevos al mes.
Darwin Brito, de la ONG Paso Colombia, cuenta que este emprendimiento se fortaleció en la peor época de la pandemia: “Al principio hubo escasez y mucha especulación de precios, pero aquí hubo precios justos y gracias a ellos se dieron a conocer con la comunidad”. Ahora el producto se comercializa en el corregimiento de Conejo, así como en supermercados de Fonseca. “Para ser sostenible —agrega Brito—, el proyecto necesita llegar al menos a las 5.000 gallinas; estamos tocando puertas y pidiendo apoyo para las 2.000 que faltan”.
En la granja San Luis se está gestando otro proyecto, con apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), conocido como Dama Verde, que es liderado por el grupo de género del ETCR y en el que trabajan 39 mujeres y dos hombres. Consiste en sembrar y procesar plantas aromáticas y medicinales para hacer té y venderlo ya empacado. Además, tienen un programa de turismo ecológico, un granero que vende insumos agrícolas, así como un proyecto colectivo de cría de ovejas y proyectos individuales de engorde de bovinos.
Le puede interesar: El ‘desprecio’ de las administraciones locales hacia los arquitectos e ingenieros del Cesar
Todas estas iniciativas productivas han sido acompañadas en el día a día por la Misión de Verificación de las Naciones Unidas que tiene un equipo local en Fonseca (La Guajira) para verificar la reincorporación social, política y económica de los excombatientes de las Farc, así como sus garantías de seguridad y las de la comunidad y los líderes sociales. Su rol también ha sido el de articulador y facilitador de la labor que realizan las agencias de las Naciones Unidas en el terreno, además de su papel de incidencia y coordinación con la Fuerza Pública y la institucionalidad que acompaña el proceso de reincorporación de los excombatientes en Pondores.
Para Marcos Mexel Martínez, líder de los proyectos productivos de Pondores, el problema con estos emprendimientos es que “a veces hay exceso de entusiasmo y las entidades salen a publicar que estamos muy bien, pero la realidad es otra”.
Reclama que, a casi cinco años de la firma del Acuerdo de Paz, el Gobierno no les han dado los ocho millones de pesos a que tiene derecho cada excombatiente para sus proyectos y, por ello, la mayoría de las iniciativas que hay son, o bien de autogestión, o con apoyo de la cooperación internacional. Todas tienen algo en común, y es que, hasta ahora, no han logrado la sostenibilidad.
“Infortunadamente —agrega Marcos—, la mayoría de los proyectos que iniciaron hace tres años, como el del tomate y el plátano, que fueron exitosos en su momento, fracasaron, porque no fueron sostenibles, y muchos de los excombatientes que trabajaban en ellos debieron salir a buscar trabajo o a probar con otros cultivos. Las entidades son muy buenas para la infraestructura, pero no muy buenas para buscar la sostenibilidad”, sentencia.
Según Marcos, al inicio siempre hay mucho entusiasmo, como ahora con el melón, pero cuando se dan cuenta de que el negocio no es rentable, tienen que salir a buscar cómo alimentar a su familia, la cual, en muchos casos, ha crecido en el proceso de reincorporación. En Pondores, por ejemplo, han nacido cerca de 50 niños desde que inició el proceso, y la población general del espacio ha aumentado por la llegada de familiares.
Lea también: La mala hora del carbón en el Cesar
Para los excombatientes de las Farc en Pondores, el éxito de su reincorporación radica también en que la población se vea beneficiada con proyectos sostenibles. Es decir, que las iniciativas no solo los beneficien a ellos, sino también a las poblaciones vecinas.
Carlos Emilio Osorio, presidente de la cooperativa Coompazcol, a través de la cual se gestionan los proyectos en Pondores, dice que además de la sostenibilidad, todo proyecto debe tener en cuenta un reto adicional, que es la seguridad. “Podemos tener el proyecto más hermoso, pero si llegamos a engrosar la lista de excombatientes asesinados, ¿de qué nos sirve eso?”, se pregunta, preocupado por la situación de orden público.
Si bien en los dos espacios de reincorporación que hay en el Caribe (Pondores, en La Guajira; y Tierra Grata, en el Cesar) no se han presentado incidentes graves de seguridad, por fuera de ellos sí ha habido asesinatos de excombatientes en la región: cinco en Bolívar, uno en Córdoba, uno en Sucre, uno en Atlántico y uno en La Guajira. Esta situación, sumada los problemas de orden público en la frontera con Venezuela, preocupa a los excombatientes que, sin embargo, día a día siguen emprendiendo apuestas productivas en busca de sacar adelante su reincorporación.
En medio de este panorama, Efrén Acosta, líder del proyecto del cultivo de melón, hoy se siente con más experiencia y con mayor acompañamiento por parte de las entidades. “En este cultivo, por ejemplo, logramos que el Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura nos asesorara en el sistema de riego, que fue uno de los temas críticos en los otros cultivos”, comenta. Por eso tiene fe de que esta vez las cosas puedan ser diferentes.
Por: Redacción EL PILÓN