La inflación es el aumento constante y creciente del nivel general de precios de una economía.
Regresó – y con fuerza- el fantasma de la inflación, otra factura que nos pasa la pandemia del covid 19. Lo de fantasma es una metáfora, el fenómeno es una realidad y todos la estamos sintiendo donde más nos duele: en el bolsillo.
En efecto, el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, Dane, informó, recientemente, que la inflación en enero de 2022 se disparó y llevó el Índice de Precios al Consumidor, IPC, acumulado de los últimos doce meses, al 6,94 por ciento (prácticamente al 7 por ciento), con un incremento del IPC en enero de 1,67 por ciento. Sucedió tal como lo habíamos previsto en las proyecciones que hicimos, a finales del año pasado, para el diario EL PILÓN.
Para formarnos una idea del fenómeno, podemos señalar que la meta de la Junta Directiva del Banco de la República, nuestra autoridad monetaria, es una inflación objetivo del 3 por ciento; es decir, la tendencia está por encima del doble de la meta. Mala noticia el retorno de la inflación.
Recordemos, ¿qué es la inflación? La inflación es un fenómeno económico, complejo, que significa: el aumento constante y creciente del nivel general de precios de una economía. En otras palabras, y en términos más sencillos, es cuando el dinero pierde capacidad de compra y – cada vez que vamos a comprar, al mercado o al supermercado, la misma plata, por ejemplo, $100.000, rinden cada vez menos.
En Colombia, la inflación la mide el Dane, por medio de un indicador que los técnicos llaman: índice de precios al consumidor. Existe otro, el Índice de precios al productor (IPP), que también mide el fenómeno inflacionario, pero esa es harina de otro costal. Tema para otro artículo.
En este fenómeno inflacionario de Colombia se combinan, perversamente, varios factores: problemas con la producción interna de alimentos, con una inflación importada, si pudiéramos llamarla así: debido al incremento del dólar, cerca de 4.000 pesos, y como compramos muchos alimentos al exterior, ahora están saliendo más caros y los comerciantes les pasan esa cuenta a los consumidores. Otro asunto son los problemas con la logística del comercio internacional, la llamada crisis de los contenedores, que también nos está golpeando.
Según explicó el director del Dane, Juan Daniel Oviedo, los mayores aumentos de precios en enero se presentaron en algunos alimentos, en prendas de vestir y calzado, principalmente.
El aumento en el rubro de alimentos fue aproximado al 3,8 por ciento, en el acumulado, lo que ratifica un cuello de botella en la producción de alimentos perecederos, como la papa, el plátano, la leche y las frutas, entre otros, que se vieron afectados por el impacto de la tasa de cambio, o del dólar, en los precios de los insumos y materias primas para producir dichos alimentos.
Lo más preocupante, de las cifras reportadas por el Dane, es que mientras la inflación para los sectores de altos ingresos fue del 5,56 por ciento; para los sectores medios fue de 7,13 por ciento y para los de menores ingresos, es decir los más pobres, fue del 8,31 por ciento. Precisamente por la ponderación de los alimentos. Por eso se dice que la inflación es el impuesto que más pega a los pobres…
Ante el fenómeno inflacionario, salieron los ministros de Hacienda, José Manuel Restrepo; y de Agricultura, Rodolfo Enrique Zea, ha anunciar algunas medidas específicas que contribuyan a frenar la inflación: el estímulo a la producción de alimentos, vía créditos, la reglamentación de una nueva ley para bajar los costos de los insumos, incluyendo la reducción de aranceles, entre otras.
Sin duda, estas medidas van en el camino correcto, pero se demorarán en entrar en vigencia, luego, entonces, tendremos un primer semestre inflacionario, principalmente los tres primeros meses que por algo se les llama en la literatura internacional “los meses del hambre”.
Por su parte, el Banco de la República, tiene la obligación de ayudar, desde la política monetaria, a reducir la inflación, es su mandato. Toca confiar en que los directores de la junta tengan la prudencia y la sensates de no buscar atajar la inflación subiendo demasiado las tasas de interés, cuando, ellos y sus equipos lo saben muy bien, el problema es de la oferta de alimentos.
La llamada “normalización monetaria”, que se está dando en varias partes del mundo, y también en Colombia, no puede ser tanta que termine enfriando la reactivación que viene presentando la resiliente economía colombiana; no vaya a ser que el remedio sea peor que la enfermedad. Amanecerá y veremos, dijo el ciego.
Por Carlos Alberto Maestre Maya
Analista económico y docente universitario.
La inflación es el aumento constante y creciente del nivel general de precios de una economía.
Regresó – y con fuerza- el fantasma de la inflación, otra factura que nos pasa la pandemia del covid 19. Lo de fantasma es una metáfora, el fenómeno es una realidad y todos la estamos sintiendo donde más nos duele: en el bolsillo.
En efecto, el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, Dane, informó, recientemente, que la inflación en enero de 2022 se disparó y llevó el Índice de Precios al Consumidor, IPC, acumulado de los últimos doce meses, al 6,94 por ciento (prácticamente al 7 por ciento), con un incremento del IPC en enero de 1,67 por ciento. Sucedió tal como lo habíamos previsto en las proyecciones que hicimos, a finales del año pasado, para el diario EL PILÓN.
Para formarnos una idea del fenómeno, podemos señalar que la meta de la Junta Directiva del Banco de la República, nuestra autoridad monetaria, es una inflación objetivo del 3 por ciento; es decir, la tendencia está por encima del doble de la meta. Mala noticia el retorno de la inflación.
Recordemos, ¿qué es la inflación? La inflación es un fenómeno económico, complejo, que significa: el aumento constante y creciente del nivel general de precios de una economía. En otras palabras, y en términos más sencillos, es cuando el dinero pierde capacidad de compra y – cada vez que vamos a comprar, al mercado o al supermercado, la misma plata, por ejemplo, $100.000, rinden cada vez menos.
En Colombia, la inflación la mide el Dane, por medio de un indicador que los técnicos llaman: índice de precios al consumidor. Existe otro, el Índice de precios al productor (IPP), que también mide el fenómeno inflacionario, pero esa es harina de otro costal. Tema para otro artículo.
En este fenómeno inflacionario de Colombia se combinan, perversamente, varios factores: problemas con la producción interna de alimentos, con una inflación importada, si pudiéramos llamarla así: debido al incremento del dólar, cerca de 4.000 pesos, y como compramos muchos alimentos al exterior, ahora están saliendo más caros y los comerciantes les pasan esa cuenta a los consumidores. Otro asunto son los problemas con la logística del comercio internacional, la llamada crisis de los contenedores, que también nos está golpeando.
Según explicó el director del Dane, Juan Daniel Oviedo, los mayores aumentos de precios en enero se presentaron en algunos alimentos, en prendas de vestir y calzado, principalmente.
El aumento en el rubro de alimentos fue aproximado al 3,8 por ciento, en el acumulado, lo que ratifica un cuello de botella en la producción de alimentos perecederos, como la papa, el plátano, la leche y las frutas, entre otros, que se vieron afectados por el impacto de la tasa de cambio, o del dólar, en los precios de los insumos y materias primas para producir dichos alimentos.
Lo más preocupante, de las cifras reportadas por el Dane, es que mientras la inflación para los sectores de altos ingresos fue del 5,56 por ciento; para los sectores medios fue de 7,13 por ciento y para los de menores ingresos, es decir los más pobres, fue del 8,31 por ciento. Precisamente por la ponderación de los alimentos. Por eso se dice que la inflación es el impuesto que más pega a los pobres…
Ante el fenómeno inflacionario, salieron los ministros de Hacienda, José Manuel Restrepo; y de Agricultura, Rodolfo Enrique Zea, ha anunciar algunas medidas específicas que contribuyan a frenar la inflación: el estímulo a la producción de alimentos, vía créditos, la reglamentación de una nueva ley para bajar los costos de los insumos, incluyendo la reducción de aranceles, entre otras.
Sin duda, estas medidas van en el camino correcto, pero se demorarán en entrar en vigencia, luego, entonces, tendremos un primer semestre inflacionario, principalmente los tres primeros meses que por algo se les llama en la literatura internacional “los meses del hambre”.
Por su parte, el Banco de la República, tiene la obligación de ayudar, desde la política monetaria, a reducir la inflación, es su mandato. Toca confiar en que los directores de la junta tengan la prudencia y la sensates de no buscar atajar la inflación subiendo demasiado las tasas de interés, cuando, ellos y sus equipos lo saben muy bien, el problema es de la oferta de alimentos.
La llamada “normalización monetaria”, que se está dando en varias partes del mundo, y también en Colombia, no puede ser tanta que termine enfriando la reactivación que viene presentando la resiliente economía colombiana; no vaya a ser que el remedio sea peor que la enfermedad. Amanecerá y veremos, dijo el ciego.
Por Carlos Alberto Maestre Maya
Analista económico y docente universitario.