Doña María Barrero lleva tres años vendiendo comida frente a una clínica de la ciudad. Allí utilizando carbón prepara desayunos y almuerzos que ofrece a los transeúntes para rebuscarse el sustento de su familia. En los últimos meses se ha registrado un aumento en los negocios de venta de comida en las calles de Valledupar. […]
En los últimos meses se ha registrado un aumento en los negocios de venta de comida en las calles de Valledupar. En cualquier casa, sin autorización de ninguna autoridad municipal, están montando venta de sopas, almuerzos, fritangas, perros calientes, entre otros alimentos.
La pobreza, el desplazamiento y la falta de empleo, son entre otros algunos de los factores que inciden en la proliferación de puestos de comida en varios sectores de Valledupar, lo que está permitiendo a muchas familias derivar el sustento para sus familias y generar empleo.
No obstante, la situación es preocupante teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos, se invade el espacio público, se contribuye con el desorden de la ciudad ante el número indeterminado de estos puestos que se ubican en zonas estratégicas para ganar más clientes.
Las clínicas y hospitales, por ejemplo, son los más concurridos por personas que no alcanzan a llegar hasta sus hogares porque tienen algún familiar recluido en esos centros asistenciales y recurren a estas ventas de comidas para suplir sus necesidades de alimentación.
María Barrero lleva tres años frente a la clínica Valledupar, allí se dispone a trabajar desde las 5:30 de la madrugada hasta las 2:00 p.m. para ofrecer desayunos y almuerzos. La mujer advierte que se dedicó a este trabajo “porque no había más nada que hacer”, para ella y su familia la situación económica que afronta los obligó a rebuscarse y fue en este negocio donde encontraron la forma de sobrevivir.
“De este negocio comemos mi esposo, mis dos hijos y yo y dos hermanas mías “, dijo María Barrero, quien aseguró además que en estos últimos quince días las ventas han disminuido mucho.
Miriam Garzón es desplazada y tiene cuatro meses de estar vendiendo comida en la carrera 21 del barrio los Fundadores, donde vende sancochos y almuerzos corrientes, de lunes a sábado. Ella manifiesta que cuando llegó no conocía la ciudad y se le ocurrió la idea de “montar la olla” para sacar adelante a su hija de 4 años y a su niño especial que permanece siempre a su lado. “A veces nos va bien aunque hay días en que no alcanzo a suplir lo que invierto que son alrededor de 50 o 60 mil pesos diarios”.
En el mismo sector de los Fundadores está Amalia Cudriz que lleva tres meses trabajando en la preparación de fritos y almuerzos, ella literalmente “sacó la olla” al frente de su casa para mantener a su compañero sentimental, a sus 4 hijos y a dos sobrinos, con una inversión de alrededor de 80 mil pesos, esta mujer confesó que se dedicó a este trabajo porque estaba laborando como empleada doméstica y el trabajo resultó muy agotador. “Aquí en Valledupar hacen falta oportunidades de empleo y no tuve otra alternativa que dedicarme a esto”.
Estas mujeres advierten que tratan de respetar el espacio público ubicando las mesas y sillas en lugares donde no estorbe el paso de los peatones, dicen además que mantienen el lugar aseado ubicando recipientes para arrojar los desechos y barriendo el entorno. “La alcaldía no nos ha molestado, porque no estamos perjudicando a nadie, lo que hacemos es rebuscarnos para darle de comer a nuestras familias”.
La constante en esos sitios es el no uso de elementos como delantales, guantes y gorros que permitan garantizar la higiene en la preparación de los alimentos. A pesar de ello, estas mujeres se preocupan por mantener aseado el lugar; sin embargo, se hace necesario que se tomen las medidas de protección para evitar que se puedan presentar posibles problemas de salud entre quienes acostumbran visitar esos lugares.
Sobre el tema, el secretario de salud municipal Antonio María Araujo aseguró que este tipo de trabajo es considerado una actividad ilegal, pero – en su opinión- no le compete a esa dependencia desarrollar los operativos, sino a la unidad de espacio público de la Secretaría de Gobierno municipal a quien le corresponde actuar y tomar medidas.
En la actualidad la unidad de espacio público no ha desarrollado ningún tipo de operativos en esos puestos de comida para verificar el respeto al espacio público.
Y voceros de la comunidad esperan que la Secretaría de Salud Municipal tome cartas en el asunto en el tema de la manipulación de alimentos; mientras tanto, la gente sigue concurriendo, en la mayoría de los casos por falta de tiempo y por economía, “no me da tiempo mientras salgo de la oficina, llego a la casa a preparar el almuerzo y regresar, así que prefiero venir a estos sitios donde la sazón es casera y resulta económico”, dijo Isabel Guerra quien llegó a almorzar al lugar acompañada de su esposo.
Doña María Barrero lleva tres años vendiendo comida frente a una clínica de la ciudad. Allí utilizando carbón prepara desayunos y almuerzos que ofrece a los transeúntes para rebuscarse el sustento de su familia. En los últimos meses se ha registrado un aumento en los negocios de venta de comida en las calles de Valledupar. […]
En los últimos meses se ha registrado un aumento en los negocios de venta de comida en las calles de Valledupar. En cualquier casa, sin autorización de ninguna autoridad municipal, están montando venta de sopas, almuerzos, fritangas, perros calientes, entre otros alimentos.
La pobreza, el desplazamiento y la falta de empleo, son entre otros algunos de los factores que inciden en la proliferación de puestos de comida en varios sectores de Valledupar, lo que está permitiendo a muchas familias derivar el sustento para sus familias y generar empleo.
No obstante, la situación es preocupante teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos, se invade el espacio público, se contribuye con el desorden de la ciudad ante el número indeterminado de estos puestos que se ubican en zonas estratégicas para ganar más clientes.
Las clínicas y hospitales, por ejemplo, son los más concurridos por personas que no alcanzan a llegar hasta sus hogares porque tienen algún familiar recluido en esos centros asistenciales y recurren a estas ventas de comidas para suplir sus necesidades de alimentación.
María Barrero lleva tres años frente a la clínica Valledupar, allí se dispone a trabajar desde las 5:30 de la madrugada hasta las 2:00 p.m. para ofrecer desayunos y almuerzos. La mujer advierte que se dedicó a este trabajo “porque no había más nada que hacer”, para ella y su familia la situación económica que afronta los obligó a rebuscarse y fue en este negocio donde encontraron la forma de sobrevivir.
“De este negocio comemos mi esposo, mis dos hijos y yo y dos hermanas mías “, dijo María Barrero, quien aseguró además que en estos últimos quince días las ventas han disminuido mucho.
Miriam Garzón es desplazada y tiene cuatro meses de estar vendiendo comida en la carrera 21 del barrio los Fundadores, donde vende sancochos y almuerzos corrientes, de lunes a sábado. Ella manifiesta que cuando llegó no conocía la ciudad y se le ocurrió la idea de “montar la olla” para sacar adelante a su hija de 4 años y a su niño especial que permanece siempre a su lado. “A veces nos va bien aunque hay días en que no alcanzo a suplir lo que invierto que son alrededor de 50 o 60 mil pesos diarios”.
En el mismo sector de los Fundadores está Amalia Cudriz que lleva tres meses trabajando en la preparación de fritos y almuerzos, ella literalmente “sacó la olla” al frente de su casa para mantener a su compañero sentimental, a sus 4 hijos y a dos sobrinos, con una inversión de alrededor de 80 mil pesos, esta mujer confesó que se dedicó a este trabajo porque estaba laborando como empleada doméstica y el trabajo resultó muy agotador. “Aquí en Valledupar hacen falta oportunidades de empleo y no tuve otra alternativa que dedicarme a esto”.
Estas mujeres advierten que tratan de respetar el espacio público ubicando las mesas y sillas en lugares donde no estorbe el paso de los peatones, dicen además que mantienen el lugar aseado ubicando recipientes para arrojar los desechos y barriendo el entorno. “La alcaldía no nos ha molestado, porque no estamos perjudicando a nadie, lo que hacemos es rebuscarnos para darle de comer a nuestras familias”.
La constante en esos sitios es el no uso de elementos como delantales, guantes y gorros que permitan garantizar la higiene en la preparación de los alimentos. A pesar de ello, estas mujeres se preocupan por mantener aseado el lugar; sin embargo, se hace necesario que se tomen las medidas de protección para evitar que se puedan presentar posibles problemas de salud entre quienes acostumbran visitar esos lugares.
Sobre el tema, el secretario de salud municipal Antonio María Araujo aseguró que este tipo de trabajo es considerado una actividad ilegal, pero – en su opinión- no le compete a esa dependencia desarrollar los operativos, sino a la unidad de espacio público de la Secretaría de Gobierno municipal a quien le corresponde actuar y tomar medidas.
En la actualidad la unidad de espacio público no ha desarrollado ningún tipo de operativos en esos puestos de comida para verificar el respeto al espacio público.
Y voceros de la comunidad esperan que la Secretaría de Salud Municipal tome cartas en el asunto en el tema de la manipulación de alimentos; mientras tanto, la gente sigue concurriendo, en la mayoría de los casos por falta de tiempo y por economía, “no me da tiempo mientras salgo de la oficina, llego a la casa a preparar el almuerzo y regresar, así que prefiero venir a estos sitios donde la sazón es casera y resulta económico”, dijo Isabel Guerra quien llegó a almorzar al lugar acompañada de su esposo.