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Opinión - 29 marzo, 2025

Conectados algunos, excluidos muchos: rendición de cuentas del gobierno del Cesar

Si bien el uso de la tecnología puede ampliar la cobertura, también es cierto que, en un departamento con altos índices de desigualdad y problemas de conectividad, esta modalidad excluye a gran parte de la población.

Gobernadora Elvia Milena Sanjuàn
Gobernadora Elvia Milena Sanjuàn
Boton Wpp

La rendición de cuentas no es un mero acto de cortesía gubernamental, tampoco una puesta en escena cuidadosamente editada para satisfacer expectativas superficiales. Todo lo contrario, es un espacio en donde se debe realizar un ejercicio muy genuino de autocrítica, responsabilidad y compromiso con la ciudadanía.

En este contexto, la rendición de cuentas de la gobernadora del departamento del Cesar, Elvia Milena Sanjuán, deja más interrogantes que certezas, dejando consolidada la muy preocupante tendencia de convertir este ejercicio en una mera formalidad desprovista de la real voluntad con el dialogo ciudadano, esto, solamente refuerza la desconfianza de la población en sus instituciones.

El intríngulis central radica en la forma en que se concibe y ejecuta este proceso. En lugar de ser un espacio de deliberación y confrontación de ideas, lo que se ha podido observar es una puesta en escena donde la administración solamente se ha limitado a exhibir supuestos logros sin abordar con rigor los retrasos, las deficiencias y las inconsistencias en la ejecución de las políticas públicas. La transparencia no se basa única y exclusivamente en exponer cifras de manera unilateral, sino también en ofrecer información verificable, contextualizada y contrastable con la realidad que vive cada uno de los ciudadanos del departamento del Cesar.

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La decisión de realizar la rendición de cuentas de manera predominante virtual es altamente cuestionable. Si bien el uso de la tecnología puede ampliar la cobertura, también es cierto que, en un departamento con altos índices de desigualdad y problemas de conectividad, esta modalidad excluye a gran parte de la población. En términos muy prácticos, esto significa que la rendición de cuentas se dirige a una audiencia selecta, conformada en una gran medida por quienes ya están alineados con la administración y no por los otros sectores que necesitan respuestas muy claras y contundentes sobre las falencias en la gestión.

¿Puede considerarse esto legítimo o simplemente una estratagema para evadir la crítica? ¿Hasta qué punto de vista realizar la rendición de cuentas puede considerarse una herramienta valida de modernización y en qué momento se puede convertir en un mecanismo espurio y de control narrativo por parte del gobierno?

Claramente este formato lejos de ser una solución incluyente, limita la posibilidad de un ejercicio real de veeduría ciudadana. La falta de conectividad en zonas rurales, las dificultades tecnológicas de ciertos grupos poblacionales y la ausencia de espacios presenciales donde la ciudadanía pueda expresar sus inquietudes impiden que este proceso sea considerado realmente efectivo. La rendición de cuentas no debe ser solamente accesible, sino también comprensible y participativa. Si el modelo implementado restringe la participación a quienes tienen acceso a medios digitales, se corre el riesgo de transformar un ejercicio transparente en un simple monólogo institucional.

La rendición de cuentas no es un espacio para la propaganda institucional. Es un mecanismo de escrutinio público que exige responsabilidad, crítica y correctivos muy oportunos. Empero, lo que se ha observado en el Cesar es un ejercicio deficiente, superficial y claramente diseñado para evitar preguntas incómodas. La administración tiene el deber de corregir este enfoque, garantizando un verdadero acceso a la información, promoviendo espacios de participación efectiva, y, sobre todo, asumiendo con sinceridad las falencias que persisten en su gestión.

Si la rendición de cuentas sigue siendo un ritual vacío, la confianza ciudadana en instituciones se erosionará aún más. La verdadera transparencia no se proclama, se practica con hechos verificable, debates abiertos y un compromiso genuino con la rendición de cuentas real, no simulada. La reflexión debe transcender las autoridades: los ciudadanos tienen en sus manos la autonomía y el poder de exigir información verídica, de no conformarse con discursos prefabricados y de participar activamente en la construcción de un gobierno abierto y responsable.

Por Jesús Daza Castro

Opinión
29 marzo, 2025

Conectados algunos, excluidos muchos: rendición de cuentas del gobierno del Cesar

Si bien el uso de la tecnología puede ampliar la cobertura, también es cierto que, en un departamento con altos índices de desigualdad y problemas de conectividad, esta modalidad excluye a gran parte de la población.


Gobernadora Elvia Milena Sanjuàn
Gobernadora Elvia Milena Sanjuàn
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La rendición de cuentas no es un mero acto de cortesía gubernamental, tampoco una puesta en escena cuidadosamente editada para satisfacer expectativas superficiales. Todo lo contrario, es un espacio en donde se debe realizar un ejercicio muy genuino de autocrítica, responsabilidad y compromiso con la ciudadanía.

En este contexto, la rendición de cuentas de la gobernadora del departamento del Cesar, Elvia Milena Sanjuán, deja más interrogantes que certezas, dejando consolidada la muy preocupante tendencia de convertir este ejercicio en una mera formalidad desprovista de la real voluntad con el dialogo ciudadano, esto, solamente refuerza la desconfianza de la población en sus instituciones.

El intríngulis central radica en la forma en que se concibe y ejecuta este proceso. En lugar de ser un espacio de deliberación y confrontación de ideas, lo que se ha podido observar es una puesta en escena donde la administración solamente se ha limitado a exhibir supuestos logros sin abordar con rigor los retrasos, las deficiencias y las inconsistencias en la ejecución de las políticas públicas. La transparencia no se basa única y exclusivamente en exponer cifras de manera unilateral, sino también en ofrecer información verificable, contextualizada y contrastable con la realidad que vive cada uno de los ciudadanos del departamento del Cesar.

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La decisión de realizar la rendición de cuentas de manera predominante virtual es altamente cuestionable. Si bien el uso de la tecnología puede ampliar la cobertura, también es cierto que, en un departamento con altos índices de desigualdad y problemas de conectividad, esta modalidad excluye a gran parte de la población. En términos muy prácticos, esto significa que la rendición de cuentas se dirige a una audiencia selecta, conformada en una gran medida por quienes ya están alineados con la administración y no por los otros sectores que necesitan respuestas muy claras y contundentes sobre las falencias en la gestión.

¿Puede considerarse esto legítimo o simplemente una estratagema para evadir la crítica? ¿Hasta qué punto de vista realizar la rendición de cuentas puede considerarse una herramienta valida de modernización y en qué momento se puede convertir en un mecanismo espurio y de control narrativo por parte del gobierno?

Claramente este formato lejos de ser una solución incluyente, limita la posibilidad de un ejercicio real de veeduría ciudadana. La falta de conectividad en zonas rurales, las dificultades tecnológicas de ciertos grupos poblacionales y la ausencia de espacios presenciales donde la ciudadanía pueda expresar sus inquietudes impiden que este proceso sea considerado realmente efectivo. La rendición de cuentas no debe ser solamente accesible, sino también comprensible y participativa. Si el modelo implementado restringe la participación a quienes tienen acceso a medios digitales, se corre el riesgo de transformar un ejercicio transparente en un simple monólogo institucional.

La rendición de cuentas no es un espacio para la propaganda institucional. Es un mecanismo de escrutinio público que exige responsabilidad, crítica y correctivos muy oportunos. Empero, lo que se ha observado en el Cesar es un ejercicio deficiente, superficial y claramente diseñado para evitar preguntas incómodas. La administración tiene el deber de corregir este enfoque, garantizando un verdadero acceso a la información, promoviendo espacios de participación efectiva, y, sobre todo, asumiendo con sinceridad las falencias que persisten en su gestión.

Si la rendición de cuentas sigue siendo un ritual vacío, la confianza ciudadana en instituciones se erosionará aún más. La verdadera transparencia no se proclama, se practica con hechos verificable, debates abiertos y un compromiso genuino con la rendición de cuentas real, no simulada. La reflexión debe transcender las autoridades: los ciudadanos tienen en sus manos la autonomía y el poder de exigir información verídica, de no conformarse con discursos prefabricados y de participar activamente en la construcción de un gobierno abierto y responsable.

Por Jesús Daza Castro