Hoy, 10 de abril, Ana Arita despierta por un punzante dolor de cabeza, mira el reloj de su celular maldiciendo por lo bajo 2:50.
Hoy, 10 de abril, Ana Arita despierta por un punzante dolor de cabeza, mira el reloj de su celular maldiciendo por lo bajo 2:50. Sin cuidado alguno se sienta haciendo que sus piernas cuelguen y sus pies rosen el piso, su mirada café se encuentra sin brillo, perdida, en su mesa de noche busca algún medicamento para el dolor, frustrada y sin éxito alguno, decide ponerse una bata y sale de la habitación encontrándose con un pasillo estrecho con tonos pasteles haciendo ver a este aterrador.
Recorre el pasillo a paso lento detallando cada puerta de madera, murmullos además de sus pasos se escuchan a su alrededor, haciendo el habiente más tétrico, el frio del pasillo como un helado cubo de hielo hace que Ana se aferre a su bata brindándole un poco de calor, camina por unos instantes, al llegar a una habitación, una hermosa sala, decorada con bellos muebles e iluminada por una chimenea a leña echa de ladrillos, su fuego hace que la habitación sea más cálida como el verano.
Pasando la mirada por todo el lugar percata el cuerpo de un joven chico, pálido como la nieve recién caída, su cabello negro como la noche tapando sus ojos por lo inclinado que esta, podía asociarlo como una sombra.
-¿Qué haces?- pregunto Ana a aquel cuerpo el cual al escucharla levanta su pálido rostro dejando ver sus ojos, tan oscuros, con una maldad reflejándose en ellos.
-¿Qué haces tú?-pregunto con voz grave pasando su vista a la chimenea
-Lo mismo que cada noche- responde
Se sienta en un mueble frente al chico, el silencio reino en aquella habitación, y el frio empezaba hacerse notable con el paso de los segundos, el fuego de la chimenea se iba extinguiendo, cada vez más pequeña.
El ambiente tétrico volvió cuando una ráfaga de viento apaga la última llama de la chimenea.
-Ana- se escuchó una voz como susurro -Ana-repitió aquella voz indescriptiblemente aterradora
-¡No, No quiero escuchar esa voz, ya no más, ya no- dice Ana mientras gruesas lagrimas salen de sus ojos resbalando por sus mejillas -¡ya no, no más- un sonoro sollozo escapa de sus labios
-Ana- otro susurro -mírame-Ana asustada cierra fuertemente sus ojos -¡Mírame!- exige la voz -mírame quiero que me mires-Ana siente una gran pesadez en sus parpados. Oscuridad eso es lo que logra ver al abrir los ojos, solo oscuridad y en aquella inmensa oscuridad se logra ver una un bulto desfigurado donde antes estaba aquel chico.
Aquella silueta desfigurada comienza moviéndose lentamente hacia ella, pero al transcurrir los segundos se mueve más rápido hasta llegar -No debiste mirarme-
Unos ojos como platos en un cuerpo inmóvil cuya alma vagará con aquel chico de tez pálida yace recostado en un sofá cómodo hasta llegar la madrugada y todo volverá a empezar… como cada noche.
Autor: Katiuska Romero Arrieta – I.E. La Esperaza
Hoy, 10 de abril, Ana Arita despierta por un punzante dolor de cabeza, mira el reloj de su celular maldiciendo por lo bajo 2:50.
Hoy, 10 de abril, Ana Arita despierta por un punzante dolor de cabeza, mira el reloj de su celular maldiciendo por lo bajo 2:50. Sin cuidado alguno se sienta haciendo que sus piernas cuelguen y sus pies rosen el piso, su mirada café se encuentra sin brillo, perdida, en su mesa de noche busca algún medicamento para el dolor, frustrada y sin éxito alguno, decide ponerse una bata y sale de la habitación encontrándose con un pasillo estrecho con tonos pasteles haciendo ver a este aterrador.
Recorre el pasillo a paso lento detallando cada puerta de madera, murmullos además de sus pasos se escuchan a su alrededor, haciendo el habiente más tétrico, el frio del pasillo como un helado cubo de hielo hace que Ana se aferre a su bata brindándole un poco de calor, camina por unos instantes, al llegar a una habitación, una hermosa sala, decorada con bellos muebles e iluminada por una chimenea a leña echa de ladrillos, su fuego hace que la habitación sea más cálida como el verano.
Pasando la mirada por todo el lugar percata el cuerpo de un joven chico, pálido como la nieve recién caída, su cabello negro como la noche tapando sus ojos por lo inclinado que esta, podía asociarlo como una sombra.
-¿Qué haces?- pregunto Ana a aquel cuerpo el cual al escucharla levanta su pálido rostro dejando ver sus ojos, tan oscuros, con una maldad reflejándose en ellos.
-¿Qué haces tú?-pregunto con voz grave pasando su vista a la chimenea
-Lo mismo que cada noche- responde
Se sienta en un mueble frente al chico, el silencio reino en aquella habitación, y el frio empezaba hacerse notable con el paso de los segundos, el fuego de la chimenea se iba extinguiendo, cada vez más pequeña.
El ambiente tétrico volvió cuando una ráfaga de viento apaga la última llama de la chimenea.
-Ana- se escuchó una voz como susurro -Ana-repitió aquella voz indescriptiblemente aterradora
-¡No, No quiero escuchar esa voz, ya no más, ya no- dice Ana mientras gruesas lagrimas salen de sus ojos resbalando por sus mejillas -¡ya no, no más- un sonoro sollozo escapa de sus labios
-Ana- otro susurro -mírame-Ana asustada cierra fuertemente sus ojos -¡Mírame!- exige la voz -mírame quiero que me mires-Ana siente una gran pesadez en sus parpados. Oscuridad eso es lo que logra ver al abrir los ojos, solo oscuridad y en aquella inmensa oscuridad se logra ver una un bulto desfigurado donde antes estaba aquel chico.
Aquella silueta desfigurada comienza moviéndose lentamente hacia ella, pero al transcurrir los segundos se mueve más rápido hasta llegar -No debiste mirarme-
Unos ojos como platos en un cuerpo inmóvil cuya alma vagará con aquel chico de tez pálida yace recostado en un sofá cómodo hasta llegar la madrugada y todo volverá a empezar… como cada noche.
Autor: Katiuska Romero Arrieta – I.E. La Esperaza