En la época de las vacas gordas, el comercio binacional llegó a superar los US$6.000 millones de dólares anuales.
La reanudación de las relaciones diplomáticas y comerciales entre Colombia y Venezuela es una gran noticia para las economías de ambos países, sin lugar a dudas. Históricamente, las dos naciones han tenido una vida de negocios, intercambio, viajes y turismo, cotidiano, entre otros aspectos, que han sido un gana-gana para ambos. De allí que se justifique el alborozo registrado en la frontera y – en general- en la mayoría de la población de las dos repúblicas.
En la época de las vacas gordas, el comercio binacional llegó a superar los US$6.000 millones de dólares anuales, según las cifras de Analdex (Asociación Colombiana de Exportadores). Ahora, como lo ha explicado el ministro de Comercio, Germán Umaña Mendoza, se estima que, cuando se reanuden, gradualmente, los negocios a lado y lado, este comercio puede llegar a los US$1.500 millones por año.
El nuevo embajador de Colombia ante Venezuela, el barranquillero Armando Benedetti, un poco más optimista, estima que ese comercio puede alcanzar los $10.000 millones en los próximos cuatro años. Para el presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, lo más importante es que el nuevo escenario favorece a los ciudadanos, comerciantes y empresarios de las fronteras, específicamente a los cesarenses, guajiros y santandereanos. Amén…
El manejo de las relaciones con el vecino país protagonizado por el anterior gobierno de Colombia, desde reconocer como presidente de Venezuela a Juan Guaidó, fue un gran error, histórico, costoso desde el punto de vista político y económico. El que manda, manda, así mande mal, reza el adagio, y en Venezuela el poder lo tiene y lo seguirá teniendo es Nicolás Maduro Moro; quien si sabe y valora lo mucho que esto representa para su economía.
Ese error, hay que decirlo, representó miles de millones de pesos en negocios dejados de realizar y en empleos, pobreza y malestar para miles de empresas y familias, a lado y lado de la frontera. En las próximas semanas y meses esto comenzará a cambiar, gracias a la gestión del presidente de Colombia, Gustavo Petro y su equipo. La reanudación de las relaciones políticas y diplomáticas con Venezuela constituye, quizás, el primer gran logro concreto de su administración.
Históricamente, la geografía ha determinado y condicionado la evolución económica de los países. Esa tesis se comprueba, una vez más, en el caso de Colombia y Venezuela. El vecino país ha crecido gracias a sus grandes reservas de petróleo, que – en épocas de buenos precios- llevó a que la llamaran la ‘Venezuela’ Saudita. Colombia, por su parte, fundamentada en su economía agropecuaria, fue la despensa alimenticia de ese país por muchos años.
En su momento, a mediado de la década de los sesenta del siglo pasado, el entonces presidente de Colombia, Carlos Lleras Restrepo, abogado y economista liberal, visionó la integración económica de ambas naciones, como lo había soñado el libertador, Simón Bolívar, y propuso la creación del Pacto Andino, intento de integración económica relativamente exitoso y de los mejores en América Latina, al lado de Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, inclusive. Hoy, sesenta años después, Gustavo Petro vuelve a hablar de lo mismo. Las vueltas que da la vida…
Hoy, 2022, luego de la pandemia que queremos olvidar, y en medio del conflicto Rusia-Ucrania, la reanudación de las relaciones económicas Colombia – Venezuela, será un estímulo, fundamental, para la reactivación económica en ambos países, principalmente para nuestra Región Caribe, y en particular para La Guajira y el Cesar.
Por supuesto, que será un proceso gradual. El de esta semana es solo el primer paso, como lo ha señalado con acierto el ministro de transporte de Colombia, Guillermo Reyes. Falta mucho, pero mucho, por avanzar en materia de transporte terrestre de carga, transporte y flujo de pasajeros y transporte aéreo, aduana, finanzas, y otros aspectos de logística. Está pendiente la reanudación de los vuelos entre Bogotá y Caracas. Pero, algo es algo y lo importante es que ya se dio el primer paso.
La economía del hermano país, después de la debacle, como consecuencia de la crisis de los precios del petróleo y los malos manejos de Chávez y Maduro, hoy vive un lento proceso de recuperación. En el tercer y cuarto trimestre de 2021, las cifras disponibles muestran un crecimiento con tasas del 14 y 19 por ciento, respectivamente. Hoy, la economía de Venezuela es la décimo quinta de América Latina, cuyo PIB anual se estima en US$78 mil millones de dólares. Un tamaño importante, aunque lejos, claro está, de los años de la bonanza que vivió en los años sesenta y setenta del siglo pasado, cuando millones de colombianos y colombianas se fueron para allá e iniciaron una colonia que hoy se estima superior a los cinco millones de colombianos, en una población total de 28 millones de personas.
La crisis actual, con su respectiva migración, ha traído, a su vez, a nuestro país a cerca de dos millones de venezolanos y venezolanas. Solo en Bogotá se habla de más de quinientos. Esa migración, entre las consecuencias buenas y malas, también, explica, en buena parte, el crecimiento de nuestro consumo interno y la mejora en la productividad de muchas empresas y sectores, por los menores salarios asociados a la misma.
Es un hecho positivo, insistimos, la reanudación de las relaciones políticas, diplomáticas y comerciales entre Colombia y Venezuela. A pesar de que es un proceso gradual, que implica tareas y compromisos de parte y parte, es un escenario optimista para la economía de la región en ambas fronteras, principalmente en las nuestras: Cesar y La Guajira.
Los sectores agropecuarios, de comercio y de servicios, como el turístico, sin lugar a dudas, se beneficiarán de este nuevo escenario que implica superar días aciagos para ambas naciones y -principalmente- para los habitantes de sus fronteras, acostumbrados, históricamente, a hacer negocios, en el día a día, sin la interferencia de Bogotá o de Caracas. En hora buena, la reanudación de las relaciones económicas entre dos naciones hermanas: Colombia y Venezuela; y que las nuevas circunstancias sirvan para aliviar las situaciones de pobreza y desempleo a lado y lado. Esperamos mejores días para los colombianos y venezolanos, gracias a esa integración económica histórica que nunca debió suspenderse.
POR: CARLOS A. MAESTRE MAYA/ESPECIAL PARA EL PILÓN
En la época de las vacas gordas, el comercio binacional llegó a superar los US$6.000 millones de dólares anuales.
La reanudación de las relaciones diplomáticas y comerciales entre Colombia y Venezuela es una gran noticia para las economías de ambos países, sin lugar a dudas. Históricamente, las dos naciones han tenido una vida de negocios, intercambio, viajes y turismo, cotidiano, entre otros aspectos, que han sido un gana-gana para ambos. De allí que se justifique el alborozo registrado en la frontera y – en general- en la mayoría de la población de las dos repúblicas.
En la época de las vacas gordas, el comercio binacional llegó a superar los US$6.000 millones de dólares anuales, según las cifras de Analdex (Asociación Colombiana de Exportadores). Ahora, como lo ha explicado el ministro de Comercio, Germán Umaña Mendoza, se estima que, cuando se reanuden, gradualmente, los negocios a lado y lado, este comercio puede llegar a los US$1.500 millones por año.
El nuevo embajador de Colombia ante Venezuela, el barranquillero Armando Benedetti, un poco más optimista, estima que ese comercio puede alcanzar los $10.000 millones en los próximos cuatro años. Para el presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, lo más importante es que el nuevo escenario favorece a los ciudadanos, comerciantes y empresarios de las fronteras, específicamente a los cesarenses, guajiros y santandereanos. Amén…
El manejo de las relaciones con el vecino país protagonizado por el anterior gobierno de Colombia, desde reconocer como presidente de Venezuela a Juan Guaidó, fue un gran error, histórico, costoso desde el punto de vista político y económico. El que manda, manda, así mande mal, reza el adagio, y en Venezuela el poder lo tiene y lo seguirá teniendo es Nicolás Maduro Moro; quien si sabe y valora lo mucho que esto representa para su economía.
Ese error, hay que decirlo, representó miles de millones de pesos en negocios dejados de realizar y en empleos, pobreza y malestar para miles de empresas y familias, a lado y lado de la frontera. En las próximas semanas y meses esto comenzará a cambiar, gracias a la gestión del presidente de Colombia, Gustavo Petro y su equipo. La reanudación de las relaciones políticas y diplomáticas con Venezuela constituye, quizás, el primer gran logro concreto de su administración.
Históricamente, la geografía ha determinado y condicionado la evolución económica de los países. Esa tesis se comprueba, una vez más, en el caso de Colombia y Venezuela. El vecino país ha crecido gracias a sus grandes reservas de petróleo, que – en épocas de buenos precios- llevó a que la llamaran la ‘Venezuela’ Saudita. Colombia, por su parte, fundamentada en su economía agropecuaria, fue la despensa alimenticia de ese país por muchos años.
En su momento, a mediado de la década de los sesenta del siglo pasado, el entonces presidente de Colombia, Carlos Lleras Restrepo, abogado y economista liberal, visionó la integración económica de ambas naciones, como lo había soñado el libertador, Simón Bolívar, y propuso la creación del Pacto Andino, intento de integración económica relativamente exitoso y de los mejores en América Latina, al lado de Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, inclusive. Hoy, sesenta años después, Gustavo Petro vuelve a hablar de lo mismo. Las vueltas que da la vida…
Hoy, 2022, luego de la pandemia que queremos olvidar, y en medio del conflicto Rusia-Ucrania, la reanudación de las relaciones económicas Colombia – Venezuela, será un estímulo, fundamental, para la reactivación económica en ambos países, principalmente para nuestra Región Caribe, y en particular para La Guajira y el Cesar.
Por supuesto, que será un proceso gradual. El de esta semana es solo el primer paso, como lo ha señalado con acierto el ministro de transporte de Colombia, Guillermo Reyes. Falta mucho, pero mucho, por avanzar en materia de transporte terrestre de carga, transporte y flujo de pasajeros y transporte aéreo, aduana, finanzas, y otros aspectos de logística. Está pendiente la reanudación de los vuelos entre Bogotá y Caracas. Pero, algo es algo y lo importante es que ya se dio el primer paso.
La economía del hermano país, después de la debacle, como consecuencia de la crisis de los precios del petróleo y los malos manejos de Chávez y Maduro, hoy vive un lento proceso de recuperación. En el tercer y cuarto trimestre de 2021, las cifras disponibles muestran un crecimiento con tasas del 14 y 19 por ciento, respectivamente. Hoy, la economía de Venezuela es la décimo quinta de América Latina, cuyo PIB anual se estima en US$78 mil millones de dólares. Un tamaño importante, aunque lejos, claro está, de los años de la bonanza que vivió en los años sesenta y setenta del siglo pasado, cuando millones de colombianos y colombianas se fueron para allá e iniciaron una colonia que hoy se estima superior a los cinco millones de colombianos, en una población total de 28 millones de personas.
La crisis actual, con su respectiva migración, ha traído, a su vez, a nuestro país a cerca de dos millones de venezolanos y venezolanas. Solo en Bogotá se habla de más de quinientos. Esa migración, entre las consecuencias buenas y malas, también, explica, en buena parte, el crecimiento de nuestro consumo interno y la mejora en la productividad de muchas empresas y sectores, por los menores salarios asociados a la misma.
Es un hecho positivo, insistimos, la reanudación de las relaciones políticas, diplomáticas y comerciales entre Colombia y Venezuela. A pesar de que es un proceso gradual, que implica tareas y compromisos de parte y parte, es un escenario optimista para la economía de la región en ambas fronteras, principalmente en las nuestras: Cesar y La Guajira.
Los sectores agropecuarios, de comercio y de servicios, como el turístico, sin lugar a dudas, se beneficiarán de este nuevo escenario que implica superar días aciagos para ambas naciones y -principalmente- para los habitantes de sus fronteras, acostumbrados, históricamente, a hacer negocios, en el día a día, sin la interferencia de Bogotá o de Caracas. En hora buena, la reanudación de las relaciones económicas entre dos naciones hermanas: Colombia y Venezuela; y que las nuevas circunstancias sirvan para aliviar las situaciones de pobreza y desempleo a lado y lado. Esperamos mejores días para los colombianos y venezolanos, gracias a esa integración económica histórica que nunca debió suspenderse.
POR: CARLOS A. MAESTRE MAYA/ESPECIAL PARA EL PILÓN