Estimados habitantes de Valledupar, quiero informarles por este medio mi malestar; me he enterado por las redes sociales de un proyecto vial que construirán en mi cauce.
Recuérdoles que nací hace millones de años en la laguna Curigua en la Sierra Nevada de Santa Marta, mi cauce fue forjado por los movimientos y choques de placas tectónicas que marcaron por siempre mi destino al valle desde la sierra y así tributar mis aguas en el río Cesar.
Siempre he fertilizado los territorios de mi cauce, además he contribuido a generar riqueza a muchos, no he recibido nada a cambio: solo una colosal tala de árboles emblemáticos hoy casi extintos y destrucción de mis riberas.
Mis aguas llenas de vital y abundante gracia sirvieron para criar a ilustres personajes de ayer quienes respetaron mi cauce más no mi cuenca, aun así nunca procuraron cuidar mi origen y a quienes tributan con sus aguas cristalinas por las que aún vivo.
Hoy mi preocupación es por la supervivencia de los ecosistemas a quienes alimento, áreas que serán utilizadas para la construcción sobre mi lecho de una “vía paisajística” de doble calzada en concreto rígido, transgrediendo primero mi territorio y, por consiguiente, normas, decretos, fallos judiciales y, por último, el laxo POT que gobierna el ordenamiento del territorio convertido hoy en tierra de nadie y del crimen.
Sí, crimen, no se alarmen que eso es lo que quieren cometer caterva de desagradecidos y ustedes, vallenatos, con su silencio cómplice lo apoyan. Qué tristeza ver cómo la codicia e insaciable apetito por el concreto destruirá por corto tiempo mi cauce; sí, corto tiempo, y es una advertencia, les recuerdo que tengo mis neuronas intactas y mi memoria más activa que nunca; sé cuál es mi origen y destino y lo que olvidan ustedes con su frágil memoria es que sé por dónde voy y no tendré piedad con las fantásticas ilusiones de unos personajes que, a falta de identidad, quieren replicar proyectos foráneos en mi cauce. Les reitero: soy único y ustedes, vallenatos, se deben a mí.
No se equivoquen porque me ven menguado, las sequías interminables y los bajos tributos de mis aportantes en mi cuenca alta hoy me tienen así, pero es sabido que el cambio climático trae consigo diluvios perpetuos que me convertirán en un monstruo y las consecuencias serán inimaginables, se terminará la piedad que he tenido con los frágiles ocupantes de mis márgenes.
Hoy no les basta con utilizar mis cristalinas aguas de forma desmedida y sin control, invadir mis márgenes derecha e izquierda, sino que ahora pretenden, vaya uno a saber los motivos oscuros, darle un nuevo uso y ocupación a una franja ambientalmente valiosa; esos suelos, hoy de protección, tendrán luego de la efímera vía un nuevo uso y algunos pensarán que podrán convertirlos en suelos urbanizables.
Los invito a la reflexión, existen propuestas respetuosas de mi lecho, la más audaz y seria es un par vial, convertir la carrera cuarta en sentido norte-sur y la carrera tercera en sentido inverso, es un proyecto viable, infinitamente menos costoso y demarcaría por siempre el borde urbano de mis territorios donde cabe perfectamente un parque para el uso de ustedes.
Sé que mis palabras crudas son transparentes y vitales, como mis aguas y mis territorios.
Atentamente,
Río Guatapurí.
Por: Santander Beleño Pérez.
Arquitecto, magíster en Diseño Urbano.










