Este hombre que es muy querido en el barrio por su don de servicio, no le da miedo pelear por lo suyo y siempre está dispuesto a contribuir para que su sector crezca y no quede en el abandono.
Carlos Ardila es contador público de profesión; honesto, amable y muy conservador. Cuando lo visité en su casa me di cuenta que era un hombre muy servicial estaba fumigando los 10 lotes que están alrededor de su vivienda ubicada en el barrio Dundakare.
Carlos compró su lote hace 20 años gracias a un subsidio que consiguió del Gobierno, que le financió el 50 %, y hace dos años hizo su casa y empezó a vivir. “A mí me ha tocado entrar a los montes y cortar maleza a punta de machete, y no me da miedo, también he agarrado una pala y he abierto camino junto a varios vecinos. Todo sea por que vivamos más cómodos y satisfechos”, contó.
Al abordarlo se quitó el tapabocas con el que se protegía del veneno con el que estaba fumigando las plagas que inundan los lotes enmontados de Dundakare.
“Este barrio es sumamente tranquilo, acá tenemos seguridad privada y todos nos conocemos. Me gusta porque los vecinos trabajan por este barrio, lo único malo son los lotes enmontados porque los propietarios los tienen de ‘engorde’ y esto nos ha afectado porque no ha llegado el desarrollo”, afirmó.
A pesar de eso, Carlos está muy orgulloso de vivir en ese bonito sector, como lo describe él: “Todos somos felices a pesar de no tener todas las calles pavimentadas, de no tener un parque, todos los primeros del mes de mayo, celebramos unidos el aniversario del barrio y esto nos hace especiales”, dijo.
Este hombre que es muy querido en el barrio por su don de servicio, no le da miedo pelear por lo suyo y siempre está dispuesto a contribuir para que su sector crezca y no quede en el abandono.
Este hombre que es muy querido en el barrio por su don de servicio, no le da miedo pelear por lo suyo y siempre está dispuesto a contribuir para que su sector crezca y no quede en el abandono.
Carlos Ardila es contador público de profesión; honesto, amable y muy conservador. Cuando lo visité en su casa me di cuenta que era un hombre muy servicial estaba fumigando los 10 lotes que están alrededor de su vivienda ubicada en el barrio Dundakare.
Carlos compró su lote hace 20 años gracias a un subsidio que consiguió del Gobierno, que le financió el 50 %, y hace dos años hizo su casa y empezó a vivir. “A mí me ha tocado entrar a los montes y cortar maleza a punta de machete, y no me da miedo, también he agarrado una pala y he abierto camino junto a varios vecinos. Todo sea por que vivamos más cómodos y satisfechos”, contó.
Al abordarlo se quitó el tapabocas con el que se protegía del veneno con el que estaba fumigando las plagas que inundan los lotes enmontados de Dundakare.
“Este barrio es sumamente tranquilo, acá tenemos seguridad privada y todos nos conocemos. Me gusta porque los vecinos trabajan por este barrio, lo único malo son los lotes enmontados porque los propietarios los tienen de ‘engorde’ y esto nos ha afectado porque no ha llegado el desarrollo”, afirmó.
A pesar de eso, Carlos está muy orgulloso de vivir en ese bonito sector, como lo describe él: “Todos somos felices a pesar de no tener todas las calles pavimentadas, de no tener un parque, todos los primeros del mes de mayo, celebramos unidos el aniversario del barrio y esto nos hace especiales”, dijo.
Este hombre que es muy querido en el barrio por su don de servicio, no le da miedo pelear por lo suyo y siempre está dispuesto a contribuir para que su sector crezca y no quede en el abandono.