Todavía falta mucho tiempo para el inicio de las campañas electorales en las que se elegirá el próximo presidente de Colombia y el nuevo Congreso de la República, en dos procesos respectivos durante el año 2026. Sin embargo, de manera anticipada ya se conocen algunos movimientos encaminados a promocionar nombres de posibles candidatos.
Todavía falta mucho tiempo para el inicio de las campañas electorales en las que se elegirá el próximo presidente de Colombia y el nuevo Congreso de la República, en dos procesos respectivos durante el año 2026. Sin embargo, de manera anticipada ya se conocen algunos movimientos encaminados a promocionar nombres de posibles candidatos.
Las precampañas o estrategias de expectativas son válidas, lo que no se pueden permitir son las malas conductas o actos maquiavélicos que irrespeten a una ciudad y a su gente.
Lo que ocurrió la semana anterior en Valledupar, donde varios muros aparecieron pintados con la frase “¿Quién carajos es Caicedo?”, hay que condenarlo, eso no se puede aceptar y una manera de ejercer castigo al respecto es no votar por el candidato que busca publicitarse a través de ese vulgar mecanismo.
El hecho fue calificado por las autoridades como vandalismo político y hasta se lograron capturas de algunos de los autores materiales, pero la cosa no debe quedar ahí y se debe investigar quién o quiénes son los autores intelectuales para que respondan por ese sacrilegio urbano contra Valledupar.
Muchos presumen que detrás de ese vandalismo político estaría un candidato presidencial en el 2026, no obstante, la presunción no es suficiente para tomar medidas frente al asunto, de todas maneras, la misma dinámica y tiempos de las campañas permitirán determinar a ciencia cierta de quién se trata.
Desde algunos sectores se está proponiendo que se declare persona no grata a Caicedo o a quien corresponda la autoría de esos comportamientos vandálicos e irrespetuosos contra los distintos murales de Valledupar, esa también pueda ser otra forma de rechazo y castigo, lo importante es que ese tipo de actos no pueden pasar desapercibidos.
También se debe exigir la erradicación inmediata de esos desacertados mensajes escritos en las paredes y murales, tanto públicos como privados, de Valledupar, asumiendo todos los gastos que esto acarrea.
Con anticipación hacemos un llamado a los asesores estratégicos de las distintas campañas electorales que se avecinan para que no pierdan de vista que ese tipo de acciones tienen una muy negativa connotación, las cuales pueden llegar a deteriorar la democracia y afectar la integridad y la calidad del debate público, además de atentar contra la propiedad pública y privada.
Pero tampoco somos ingenuos. En este mundo del espectáculo, según Mario Vargas Llosa en un libro que así llamó; en que vale más la emoción, lo instantáneo y fugaz, lo virtual, la imagen, la frase efectista, la simplificación, lo individual y egocéntrico, el ruido o llamar la atención a cómo dé lugar, y no la sustancia ni el contenido ni el fondo, ni lo reflexivo, ni la complejidad de las cosas y de la vida ni la cabeza fría, los estrategas publicistas probablemente le han dicho a su cliente: “Primero que te conozcan, haz la bulla, que hablen de ti bien o mal pero que hablen, después se darán cuenta que el paquete tiene valioso y buen contenido”. Y nosotros los medios les hacemos eco y somos fácil presa de los asesores.
Pero qué se va a hacer si así son nuestros tiempos, los que nos tocaron; no nos cansaremos de decir que la política debe ser un espacio de la inteligencia, de la construcción, cuando sea el caso, de acuerdos, donde las diferencias sean discutidas con base en propuestas y no mediante este tipo de carajadas callejeras.
Todavía falta mucho tiempo para el inicio de las campañas electorales en las que se elegirá el próximo presidente de Colombia y el nuevo Congreso de la República, en dos procesos respectivos durante el año 2026. Sin embargo, de manera anticipada ya se conocen algunos movimientos encaminados a promocionar nombres de posibles candidatos.
Todavía falta mucho tiempo para el inicio de las campañas electorales en las que se elegirá el próximo presidente de Colombia y el nuevo Congreso de la República, en dos procesos respectivos durante el año 2026. Sin embargo, de manera anticipada ya se conocen algunos movimientos encaminados a promocionar nombres de posibles candidatos.
Las precampañas o estrategias de expectativas son válidas, lo que no se pueden permitir son las malas conductas o actos maquiavélicos que irrespeten a una ciudad y a su gente.
Lo que ocurrió la semana anterior en Valledupar, donde varios muros aparecieron pintados con la frase “¿Quién carajos es Caicedo?”, hay que condenarlo, eso no se puede aceptar y una manera de ejercer castigo al respecto es no votar por el candidato que busca publicitarse a través de ese vulgar mecanismo.
El hecho fue calificado por las autoridades como vandalismo político y hasta se lograron capturas de algunos de los autores materiales, pero la cosa no debe quedar ahí y se debe investigar quién o quiénes son los autores intelectuales para que respondan por ese sacrilegio urbano contra Valledupar.
Muchos presumen que detrás de ese vandalismo político estaría un candidato presidencial en el 2026, no obstante, la presunción no es suficiente para tomar medidas frente al asunto, de todas maneras, la misma dinámica y tiempos de las campañas permitirán determinar a ciencia cierta de quién se trata.
Desde algunos sectores se está proponiendo que se declare persona no grata a Caicedo o a quien corresponda la autoría de esos comportamientos vandálicos e irrespetuosos contra los distintos murales de Valledupar, esa también pueda ser otra forma de rechazo y castigo, lo importante es que ese tipo de actos no pueden pasar desapercibidos.
También se debe exigir la erradicación inmediata de esos desacertados mensajes escritos en las paredes y murales, tanto públicos como privados, de Valledupar, asumiendo todos los gastos que esto acarrea.
Con anticipación hacemos un llamado a los asesores estratégicos de las distintas campañas electorales que se avecinan para que no pierdan de vista que ese tipo de acciones tienen una muy negativa connotación, las cuales pueden llegar a deteriorar la democracia y afectar la integridad y la calidad del debate público, además de atentar contra la propiedad pública y privada.
Pero tampoco somos ingenuos. En este mundo del espectáculo, según Mario Vargas Llosa en un libro que así llamó; en que vale más la emoción, lo instantáneo y fugaz, lo virtual, la imagen, la frase efectista, la simplificación, lo individual y egocéntrico, el ruido o llamar la atención a cómo dé lugar, y no la sustancia ni el contenido ni el fondo, ni lo reflexivo, ni la complejidad de las cosas y de la vida ni la cabeza fría, los estrategas publicistas probablemente le han dicho a su cliente: “Primero que te conozcan, haz la bulla, que hablen de ti bien o mal pero que hablen, después se darán cuenta que el paquete tiene valioso y buen contenido”. Y nosotros los medios les hacemos eco y somos fácil presa de los asesores.
Pero qué se va a hacer si así son nuestros tiempos, los que nos tocaron; no nos cansaremos de decir que la política debe ser un espacio de la inteligencia, de la construcción, cuando sea el caso, de acuerdos, donde las diferencias sean discutidas con base en propuestas y no mediante este tipo de carajadas callejeras.