La historia del guajiro que perdió el rastro de su hija recién nacida en Bogotá, y tras cuatro décadas de intensa búsqueda la ubicó a través de Facebook. El reencuentro se dio en Valledupar.
Armando Daza Ariza es un abogado de 63 años dedicado a la ganadería en el municipio de San Juan del Cesar, sur de La Guajira, que durante cuatro décadas vivió inconforme porque el destino lo separó durante todo ese tiempo de su primogénita.
En sus años mozos, este guajiro se graduó de bachiller en el Instituto Cultural Interamericano de Bogotá y luego ingresó a la facultad de derecho de la Universidad Libre. Fue en ese trasegar estudiantil que comenzó el idilio con la hija del dueño de la casa donde estaba hospedado, el coronel Hernández Gómez.
“Nuestro amor se consumó el día que ella cumplió quince años”, así recuerda el sanjuanero cuándo fue concebida su hija Ángela Carolina Daza Gómez, fruto del amor de un costeño y una cachacha, que por cosas del destino quedaron sentenciados a vivir distantes.
En 1973 nació Ángela Carolina y, aunque Armando pudo reconocerla legalmente, perdió la oportunidad de verla crecer por decisiones de los familiares de ella, que aún no tiene claras.
“Yo viajé a San Juan a pasar vacaciones, pero cuando volví ya no supe más de ella porque se habían mudado de casa y aunque pregunté, nadie me dio razón de a donde se había ido”, recordó don Armando.
Volvió a San Juan a seguir su vida, sentía que parte de ella la había perdido, pero mantenía la esperanza de que algún día volvería a abrazar a su amada Ángela.
Él nunca pensó que los avances tecnológicos a los que tanto se había resistido a asimilar, lo ayudarían en su búsqueda.
“Yo la contacté a ella porque aprendí a manejar los computadores y el pasado 27 de enero ingresé a Facebook, y busqué por el nombre con el cual yo había registrado a mi hija en el año 73’ y la encontré, le puse un mensaje, seguimos hablando y programamos el reencuentro”, precisó el pasado 23 de marzo mientras esperaba en la Terminal de Transportes de Valledupar, que el destino fuera justo y le permitiera volver a abrazar a la mujer en que se había convertido la bebé, cuya imagen ha rondado en su memoria durante todos estos años.
Ese día a las 9:15 de la mañana llegó un bus proveniente de la capital del país. Del vehículo descendió Ángela con sus tres hijos de 19, 18 y 10 años; en ese momento las lágrimas empezaron a brotar, Armando sentía que el corazón no la cabía en el pecho, no sólo volvía a tener entre sus brazos a su primer retoño, también conoció a sus nietos.
“La verdad es que esta no es una noticia de todos los días, y la sensación es un poco diferente, pero me siento muy agradecido y muy satisfecho porque era una ilusión que tenía mi mamá”, manifestó Yeferson Vaquero Daza, luego de abrazarse con su abuelo.
En ese mismo sentido se pronunció, Nery Carolina, la mayor de los hijos de Ángela, quien quedó conmocionada al conocer a su familia costeña.
“No sabía hasta hace poco que él existía y el recibir la noticia entré como en un shock de emociones”, dijo la joven.
Ángela hoy tiene 43 años, es comerciante independiente, casada y ahora con un papá y dos hermanos guajiros con los que no pierde oportunidad para hablar y por quienes cuenta los días para en la próxima temporada de vacaciones volverse a reunirse con ellos, su sangre perdida.
“Que sea Dios el mejor testigo de que nunca más la vuelvo a perder”, proclamó Armando Daza, tras recibir a su familia que hizo un viaje de 15 horas desde la capital del país hasta Valledupar, para llevarlos San Juan del Cesar, donde pasaron el festivo de Semana Santa y en tan pocos días tratar de recuperar 40 años de ausencia.
Por Martín Mendoza
La historia del guajiro que perdió el rastro de su hija recién nacida en Bogotá, y tras cuatro décadas de intensa búsqueda la ubicó a través de Facebook. El reencuentro se dio en Valledupar.
Armando Daza Ariza es un abogado de 63 años dedicado a la ganadería en el municipio de San Juan del Cesar, sur de La Guajira, que durante cuatro décadas vivió inconforme porque el destino lo separó durante todo ese tiempo de su primogénita.
En sus años mozos, este guajiro se graduó de bachiller en el Instituto Cultural Interamericano de Bogotá y luego ingresó a la facultad de derecho de la Universidad Libre. Fue en ese trasegar estudiantil que comenzó el idilio con la hija del dueño de la casa donde estaba hospedado, el coronel Hernández Gómez.
“Nuestro amor se consumó el día que ella cumplió quince años”, así recuerda el sanjuanero cuándo fue concebida su hija Ángela Carolina Daza Gómez, fruto del amor de un costeño y una cachacha, que por cosas del destino quedaron sentenciados a vivir distantes.
En 1973 nació Ángela Carolina y, aunque Armando pudo reconocerla legalmente, perdió la oportunidad de verla crecer por decisiones de los familiares de ella, que aún no tiene claras.
“Yo viajé a San Juan a pasar vacaciones, pero cuando volví ya no supe más de ella porque se habían mudado de casa y aunque pregunté, nadie me dio razón de a donde se había ido”, recordó don Armando.
Volvió a San Juan a seguir su vida, sentía que parte de ella la había perdido, pero mantenía la esperanza de que algún día volvería a abrazar a su amada Ángela.
Él nunca pensó que los avances tecnológicos a los que tanto se había resistido a asimilar, lo ayudarían en su búsqueda.
“Yo la contacté a ella porque aprendí a manejar los computadores y el pasado 27 de enero ingresé a Facebook, y busqué por el nombre con el cual yo había registrado a mi hija en el año 73’ y la encontré, le puse un mensaje, seguimos hablando y programamos el reencuentro”, precisó el pasado 23 de marzo mientras esperaba en la Terminal de Transportes de Valledupar, que el destino fuera justo y le permitiera volver a abrazar a la mujer en que se había convertido la bebé, cuya imagen ha rondado en su memoria durante todos estos años.
Ese día a las 9:15 de la mañana llegó un bus proveniente de la capital del país. Del vehículo descendió Ángela con sus tres hijos de 19, 18 y 10 años; en ese momento las lágrimas empezaron a brotar, Armando sentía que el corazón no la cabía en el pecho, no sólo volvía a tener entre sus brazos a su primer retoño, también conoció a sus nietos.
“La verdad es que esta no es una noticia de todos los días, y la sensación es un poco diferente, pero me siento muy agradecido y muy satisfecho porque era una ilusión que tenía mi mamá”, manifestó Yeferson Vaquero Daza, luego de abrazarse con su abuelo.
En ese mismo sentido se pronunció, Nery Carolina, la mayor de los hijos de Ángela, quien quedó conmocionada al conocer a su familia costeña.
“No sabía hasta hace poco que él existía y el recibir la noticia entré como en un shock de emociones”, dijo la joven.
Ángela hoy tiene 43 años, es comerciante independiente, casada y ahora con un papá y dos hermanos guajiros con los que no pierde oportunidad para hablar y por quienes cuenta los días para en la próxima temporada de vacaciones volverse a reunirse con ellos, su sangre perdida.
“Que sea Dios el mejor testigo de que nunca más la vuelvo a perder”, proclamó Armando Daza, tras recibir a su familia que hizo un viaje de 15 horas desde la capital del país hasta Valledupar, para llevarlos San Juan del Cesar, donde pasaron el festivo de Semana Santa y en tan pocos días tratar de recuperar 40 años de ausencia.
Por Martín Mendoza