La apuesta de la Escuela de Música ‘Rafael Escalona’ de la Fundación Festival Vallenato de crear un semillero de niños y niñas acordeoneros, cajeros, guacharaqueros y cantantes, es una buena estrategia para conservar en las nuevas generaciones las raíces del vallenato clásico.
La apuesta de la Escuela de Música ‘Rafael Escalona’ de la Fundación Festival Vallenato de crear un semillero de niños y niñas acordeoneros, cajeros, guacharaqueros y cantantes, es una buena estrategia para conservar en las nuevas generaciones las raíces del vallenato clásico.
Son 260 menores los que en dos años han pasado por las aulas de clases de esta Escuela que con los patrocinios de empresas privadas y algunas instituciones públicas, ha podido enseñar de manera gratuita a los niños y niñas de zonas vulnerables de Valledupar, cumpliendo con un doble fin: por un lado cultivar y mantener el estilo clásico del folclor vallenato y por el otro, alejar a estos infantes de las malas influencias que pueden tener en sus barrios –drogadicción, sexualidad temprana, violencia juvenil-.
En el 2012 los instructores buscaron talentos a las instituciones educativas situadas en el barrio La Nevada y sus alrededores, de donde seleccionaron a 100 niños.
Este año hicieron la misma tarea en los barrios de la margen derecha del río Guatapurí y superaron la cifra anterior, al escoger a 160 menores, que reciben clases en cuatro cursos, según sus destrezas: caja, guacharaca, acordeón y canto vallenato. Curiosamente, las niñas se muestran muy interesadas en aprender a ejecutar los instrumentos clásicos del vallenato.
EL PILÓN conoció que asisten más niñas que niños a los cursos de caja y guacharaca, caso que no sucede con el acordeón y el canto.
Pero como todo esfuerzo tiene una recompensa. Lo mejor de esta buena iniciativa con población pobre, es que los mejores alumnos de cada curso tienen un cupo asegurado en la agrupación ‘Los Niños del Vallenatos’, los mismos que en 1999 de la mano de la ex ministra de Cultura, Consuelo Araujo Noguera, fueron hasta la Casa Blanca en Washington a cantarle al presidente del momento Bill Clinton.
La buena nota es para los niños y niñas que muestran interés y no decaen en su intento, de aprender algo más de lo que le enseñan en sus colegios.
Un aprendizaje que incluso les permite presentarse en el Festival Vallenato, puesto que ellos son los más solicitados por los participantes que vienen de otras ciudades sin cajero, ni guacharaquero o cantante, incluso ya asisten a otros municipios donde realizan festivales vallenatos.
Vale la pena entonces, el esfuerzo de esos niños que salen en caballo desde las fincas situadas al otro lado del río Guatapurí, que llegan hasta la Escuela a aprender vallenato clásico. Con esta apreciación, EL PILÓN no desconoce el aporte a la nueva ola del vallenato, pero sí resalta el esfuerzo por conservar las raíces del mismo y que mejor que sea a través de los niños.
En esta apuesta han creído muchos: Ministerio de Cultura, empresas de telefonía móvil, la Diócesis de Valledupar, y se espera el pronto apoyo de la Casa de Cultura del Municipio, que debe invertir en iniciativas como esta. Vale pena estimular el talento de los más vulnerables.
La apuesta de la Escuela de Música ‘Rafael Escalona’ de la Fundación Festival Vallenato de crear un semillero de niños y niñas acordeoneros, cajeros, guacharaqueros y cantantes, es una buena estrategia para conservar en las nuevas generaciones las raíces del vallenato clásico.
La apuesta de la Escuela de Música ‘Rafael Escalona’ de la Fundación Festival Vallenato de crear un semillero de niños y niñas acordeoneros, cajeros, guacharaqueros y cantantes, es una buena estrategia para conservar en las nuevas generaciones las raíces del vallenato clásico.
Son 260 menores los que en dos años han pasado por las aulas de clases de esta Escuela que con los patrocinios de empresas privadas y algunas instituciones públicas, ha podido enseñar de manera gratuita a los niños y niñas de zonas vulnerables de Valledupar, cumpliendo con un doble fin: por un lado cultivar y mantener el estilo clásico del folclor vallenato y por el otro, alejar a estos infantes de las malas influencias que pueden tener en sus barrios –drogadicción, sexualidad temprana, violencia juvenil-.
En el 2012 los instructores buscaron talentos a las instituciones educativas situadas en el barrio La Nevada y sus alrededores, de donde seleccionaron a 100 niños.
Este año hicieron la misma tarea en los barrios de la margen derecha del río Guatapurí y superaron la cifra anterior, al escoger a 160 menores, que reciben clases en cuatro cursos, según sus destrezas: caja, guacharaca, acordeón y canto vallenato. Curiosamente, las niñas se muestran muy interesadas en aprender a ejecutar los instrumentos clásicos del vallenato.
EL PILÓN conoció que asisten más niñas que niños a los cursos de caja y guacharaca, caso que no sucede con el acordeón y el canto.
Pero como todo esfuerzo tiene una recompensa. Lo mejor de esta buena iniciativa con población pobre, es que los mejores alumnos de cada curso tienen un cupo asegurado en la agrupación ‘Los Niños del Vallenatos’, los mismos que en 1999 de la mano de la ex ministra de Cultura, Consuelo Araujo Noguera, fueron hasta la Casa Blanca en Washington a cantarle al presidente del momento Bill Clinton.
La buena nota es para los niños y niñas que muestran interés y no decaen en su intento, de aprender algo más de lo que le enseñan en sus colegios.
Un aprendizaje que incluso les permite presentarse en el Festival Vallenato, puesto que ellos son los más solicitados por los participantes que vienen de otras ciudades sin cajero, ni guacharaquero o cantante, incluso ya asisten a otros municipios donde realizan festivales vallenatos.
Vale la pena entonces, el esfuerzo de esos niños que salen en caballo desde las fincas situadas al otro lado del río Guatapurí, que llegan hasta la Escuela a aprender vallenato clásico. Con esta apreciación, EL PILÓN no desconoce el aporte a la nueva ola del vallenato, pero sí resalta el esfuerzo por conservar las raíces del mismo y que mejor que sea a través de los niños.
En esta apuesta han creído muchos: Ministerio de Cultura, empresas de telefonía móvil, la Diócesis de Valledupar, y se espera el pronto apoyo de la Casa de Cultura del Municipio, que debe invertir en iniciativas como esta. Vale pena estimular el talento de los más vulnerables.